Efesios 1:13 En él (Jesucristo)
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa,
Soteria (σωτηρία) liberación, preservación, salvación.
Reflexión:
La gracia es el favor voluntario y amoroso que da Dios a los que
salva. La salvación no la podemos ganar, no la merecemos. Ningún esfuerzo moral
ni religioso la puede ganar, viene solo por la misericordia y el amor de Dios.
Sin la gracia de Dios, nadie puede salvarse. Para recibirla debemos reconocer
que no podemos salvarnos a nosotros mismos, que solo Dios puede hacerlo y que
solo hay un camino, el amoroso favor es a través de la fe en Cristo. El
propósito de Dios es ofrecer la salvación al mundo, tal como lo planeó mucho
tiempo atrás. Dios es soberano, El tiene el control. Cuando nuestra vida
parezca caótica, descansemos en esta verdad: Jesucristo es el Señor y Dios
tiene el control. Su propósito para salvarnos no puede frustrarse, no importa
lo que Satanás pretenda hacer.
El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su
depósito o arras nos garantiza de que El hará lo prometido. El Espíritu Santo
es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato. Su presencia en
nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de
Dios. Ahora su poder obra en nosotros la transformación de nuestras vidas y es
un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad.
Pablo oró para que los efesios conocieran mejor a Cristo. El es
nuestro modelo y cuanto más lo conozcamos, más seremos como El. Estudiemos la
vida de Jesús en los Evangelios que muestran cómo era cuando estuvo en la
tierra hace dos mil años y conozcámosle en oración ahora. ¡El conocimiento
personal de Cristo cambiará nuestra vida!
Nuestra esperanza no es un vago sentimiento de
que el futuro será positivo, sino una total seguridad de victoria a través de
Dios que nos viene por el Espíritu Santo que obra en nosotros. (Romanos 8:23-24; Efesios 4:4; Colosenses 1:5; 1Pedro 3:15)
El mundo
teme el poder del átomo, pero nosotros pertenecemos al Dios del universo, el
que no solo creó el poder atómico, sino que también resucitó a Jesucristo de la
muerte. El poder incomparable de Dios está a nuestro alcance para ayudarnos. No
hay nada demasiado difícil para El. Después que resucitó de la muerte, Cristo es
ahora la cabeza suprema de la Iglesia, la verdadera autoridad sobre el mundo.
Jesús es el Mesías, el Ungido de Dios, el esperado de Israel, el que enderezará
al mundo quebrantado. Como cristianos debemos tener la certeza de que Dios ha ganado
la victoria final y tiene el control de todo. No necesitamos temer a ningún
dictador, nación, muerte ni al mismo Satanás. El contrato está firmado y
sellado, nuestra espera para obtener la total libertad será por poco tiempo.
Pablo dice en Romanos 8:37-39, que nada
puede separarnos de Dios y su amor.
Las bendiciones fueron dadas a conocer a los
creyentes cuando el Señor nos muestra el misterio de su soberana voluntad, y el
método de redención y salvación. Pero esto debiera haber estado por siempre
oculto de nosotros, si Dios no las hubiera dado a conocer por su palabra
escrita, la predicación de su evangelio, y su Espíritu de verdad.
Cristo unió en su persona los dos bandos en disputa, Dios y el hombre,
y dio satisfacción por el mal que causó la separación por el pecado. Obró por
su Espíritu las gracias de fe y amor por las cuales somos hechos uno con Dios,
y unos con otros. Dispensa todas sus bendiciones de acuerdo a su beneplácito.
Su enseñanza divina condujo a los que quiso, a que vieran la gloria de las
verdades, mientras otros fueron dejados para blasfemar. ¡Qué promesa de gracia es esta que asegura la
dádiva del Espíritu Santo a quienes lo piden! La obra santificadora y
consoladora del Espíritu Santo sella a los creyentes como hijos de Dios y
herederos del cielo. Estas son las primicias de la santa dicha. Para esto
fuimos hechos y para esto fuimos redimidos; este es el gran designio de Dios en
todo lo que ha hecho por nosotros; que todo sea atribuido para la alabanza de
su gloria.
La
salvación espiritual y eterna es en el acto, por gracia de Dios a aquellos que
creen en el Señor Jesucristo. La liberación espiritual y eterna concedida
inmediatamente por Dios a aquellos que aceptan sus condiciones de
arrepentimiento y fe en el Señor Jesús, en quien únicamente se puede obtener (Hechos 4:12 Y en ningún
otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los
hombres, en que podamos ser salvos.) y en base de la confesión de Jesucristo
como Salvador y Señor.
Es la experiencia presente del poder de Dios para liberar de la
servidumbre del pecado. Esta presente experiencia por parte de los creyentes es
virtualmente equivalente a la santificación; para este propósito, Dios puede
hacernos sabios (2 Tito 3:15 y que desde la niñez
has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús) Los que deseamos aprender
las cosas de Dios y estar seguros de ellas, debemos conocer las Sagradas
Escrituras, porque son la revelación divina. La edad de los niños es época de
aprendizaje; y los que van a aprender de verdad, deben aprender de las
Escrituras, las cuales no deben estar a nuestro lado olvidadas, o leídas
raramente o nunca. La Biblia es una guía segura a la vida eterna. Los profetas
y los apóstoles no hablaban por sí mismos, sino que entregaban lo que recibían
de Dios, 2 Pedro 1:21 porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. Es provechosa para
todos los propósitos de la vida cristiana. Es útil para todos, porque todos
necesitamos ser enseñados, corregidos y reprendidos. Hay algo en las Escrituras
apto para cada caso. ¡Oramos a Dios, para que podamos amar más nuestras Biblias
y mantenernos más cerca de ellas! Entonces hallaremos provecho, y por último,
por fe en nuestro Señor Jesucristo obtendremos la felicidad ahí prometida, que
es el tema principal de ambos Testamentos. Nos oponemos mejor al error
fomentando el conocimiento firme de la palabra de verdad; el bien más grande
que podemos hacer a los hijos es darles a conocer la Biblia a temprana edad.
No debemos descuidarla (Hebreos 2:3 ¿cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual,
habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los
que oyeron,)
La mente y
la memoria son como vasos quebrados que no retienen lo que en ellos se vierte,
si no se pone mucho cuidado. Esto procede de la corrupción de nuestra
naturaleza, las tentaciones, los afanes y los placeres del mundo. Pecar contra
el evangelio es rechazar esta salvación grandiosa; es despreciar la gracia
salvadora de Dios en Cristo, tomándola con liviandad, sin interesarse por ella
ni considerar el valor de la gracia del evangelio o su necesidad, ni a nuestro
estado de condenación sin ella.
Los juicios del Señor durante la dispensación del evangelio son
principalmente espirituales, pero tienen que temerse más por eso. Aquí se apela
a la conciencia de los pecadores. Ni siquiera nuestro descuido parcial escapará
de las reprimendas; porque suelen traer oscuridad a las almas que no destruyen
definitivamente.
La proclamación del evangelio fue continuada y confirmada por los que
oyeron a Cristo, por los evangelistas y apóstoles que fueron testigos de lo que
Jesucristo empezó a hacer y a enseñar; por los dones del Espíritu Santo fueron
equipados para la obra a la cual fueron llamados. Todo esto fue conforme a la
voluntad de Dios. Era la voluntad de Dios que nosotros tuviéramos una base
firme para nuestra fe y un fuerte cimiento para nuestra esperanza al recibir el
evangelio. Preocupémonos de esta sola cosa necesaria, y escuchemos las Sagradas
Escrituras, escritas por los que oyeron las palabras de nuestro Señor de gracia
y que fueron inspiradas por su Espíritu; entonces, seremos bendecidos con la
buena parte que no puede ser quitada: la Salvación por fe en Jesucristo.