Salmos 4:1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia.
Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar;
Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
2 Hijos de los hombres,
¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia,
Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? Selah
3
Sabed, pues, que
Jehová ha escogido al piadoso para sí;
Jehová oirá cuando yo a él clamare.
4 Temblad,
y no pequéis;
Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad. Selah
5 Ofreced
sacrificios de justicia,
Y confiad en Jehová.
6 Muchos
son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien?
Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.
7 Tú
diste alegría a mi corazón
Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto.
8 En paz
me acostaré, y asimismo dormiré;
Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.
Piadosos
son aquellos que son fieles y devotos a Dios. David sabía que Dios escuchaba
sus oraciones y que le respondería. También a nosotros Dios nos escucha y nos
responde cuando lo llamamos. A veces pensamos que Dios no va a escucharnos
porque hemos caído por debajo de sus normas en cuanto a una vida recta. No
obstante, si hemos confiado en Cristo como Salvador, Dios nos ha perdonado y
nos escucha. Cuando sintamos que nuestras oraciones están rebotando en el
techo, recordemos que como creyentes hemos sido apartados por Dios y que Dios nos
ama. El escucha y responde, aun cuando sus respuestas no sean lo que nosotros
esperamos. Analicemos nuestros problemas a la luz del poder de Dios en vez de
mirar a Dios en la sombra de nuestros problemas.
La adoración en los días de David incluía los
sacrificios de animales en el tabernáculo. La sangre del animal cubría los
pecados de aquel que ofrecía el animal. Había reglas específicas para ofrecer
los sacrificios. Pero para Dios era más importante la actitud de sumisión y
obediencia que la ceremonia misma (1 Samuel 15:22-23). En la actualidad, un
"sacrificio agradable" a Dios sigue siendo lo mismo. Dios quiere
nuestra obediencia y nuestra alabanza antes que nuestras ofrendas (Hebreos 13:15). Ofrezcamos el sacrificio de la
obediencia total y la alabanza sincera.
Aquí se contrastan dos clases de gozo: el gozo
interior que surge al conocer y al confiar en Dios, y la felicidad que surge
como resultado de circunstancias agradables. El gozo interno permanece estable
mientras confiemos en Dios. La felicidad es imprevisible. El gozo interno
derrota al desaliento, la felicidad lo cubre. El gozo interno es duradero, la
felicidad es temporal.