} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: REINADO BUENO DE JOSÍAS (2 Crónicas 31; 1-33)

martes, 28 de abril de 2015

REINADO BUENO DE JOSÍAS (2 Crónicas 31; 1-33)





El perfil de Josías se encuentra en 2 Reyes capítulo 24.

    2 Reyes 22:1-2 Cuando Josías  comenzó a reinar era de ocho años, y reinó en Jerusalén treinta y un años. El nombre de su madre fue Jedida hija de Adaía, de Boscat.
 2  E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda. ). El testimonio dado de la firmeza sin fluctuar y de su adherencia a la causa de la verdadera FE, coloca su carácter y reinado en honorable contraste con los de muchos de sus antecesores reales.

En los días de Josías, se consideraba que los muchachos llegaban a ser hombres a la edad de doce años. A los dieciséis, Josías comprendió la responsabilidad de su oficio. Aun a esta corta edad, mostró más sabiduría que muchos de los reyes más adultos anteriores a él, debido a que decidió buscar a Dios y a su sabiduría. A los ocho años de su reinado, este era el año décimo sexto de su edad, y, como los reyes de Judá eran considerados menores mientras no cumplían los trece años, fue tres años después que llegó a su mayoría. Muy temprano había él manifestado la piedad y excelentes disposiciones de su carácter. En el año duodécimo de su reinado, pero el vigésimo de su edad, empezó a tomar un interés vivo en purificar su reino de todos los monumentos de idolatría que, en el corto reinado de su padre, habían sido edificados; y en un período posterior, su creciente celo por asegurar la pureza del culto divino, lo llevó a vigilar la obra de demolición en varias partes de sus dominios.

 No permitamos que nuestra edad nos descalifique para servir a Dios.

A pesar de la evidente sinceridad y celo de Josías, y de la aparente obediencia del pueblo a los edictos del rey, él no pudo extinguir el afecto que tenían profundamente arraigado a las idolatrías introducidas en la primera parte del reinado de Manasés. Esta preferencia latente aparece claramente desarrollada en los reinados siguientes, y el decreto divino de la remoción de Judá, tanto como de Israel, al cautiverlo, fué decretado irrevocablemente. La abolición de la idolatría empezó en el año duodécimo y fué completada en el año décimo octavo del reinado de Josías.  Trató a las sepulturas como culpables de los crímenes de aquellos que yacían en ellas.   
 Una infamia mayor no habría sido posible imponer a los sacerdotes idólatras que la exhumación de sus huesos, y mayor profanación no habría podido hacerse a los altares de idolatría que el quemar sobre ellos los huesos de los que allí habían oficiado en su vida.
   Lo mismo hizo (romper los altares y quemar los huesos de los sacerdotes) en las ciudades de Manasés. Efraim, Simeón, hasta en Neftalí, en sus suburbios despoblados.  Me podría sorprender si no leo el contexto historico anterior, al notar que Josías, cuyas posesiones hereditarias eran limitadas al reino de Judá, ejercía tanta autoridad entre las tribus de Efraim, Manasés, Simeón y otras hasta Neftalí, como en sus propios dominios; y, por lo tanto, es necesario recordar que después de la destrucción de Samaria por Salmanasar, los remanentes que quedaron en las montañas de Israel, mantenían un trato íntimo con Judá, y consideraban a los soberanos de aquel reino como sus protectores naturales. Los reyes de Judá adquirieron grande influencia entre ellos, la cual ejerció Josías quitando todo vestigio de idolatría de la tierra. El no habría podido hacerlo sin la conformidad del pueblo en lo propio de este proceder, conscientes ellos de que esto estaba de acuerdo con sus antiguas leyes e instituciones. Los reyes asirios, que eran ahora los señores del país, deben haber estado descontentos con las libertades que se tomaba Josías más allá de sus territorios, pero ellos, o no eran informados acerca de sus hazañas, o no se molestaban acerca de su proceder fiel al único Dios, Jehová, relacionado, como creerían ellos, con el dios de la tierra, especialmente como él no trató de tomar alguna ciudad, o de perturbar la lealtad del pueblo.  

El libro de la Ley de Dios que Hilcías encontró era probablemente el libro de Deuteronomio, que se había perdido o escondido, durante el gobierno de los reyes malvados. Ahora que se había encontrado, Josías se dio cuenta de que debían llevarse a cabo cambios drásticos para poder llevar a la nación de regreso a la línea de mandamientos de Dios. Este relato se halla registrado también en 2 Reyes 22:8-13.

  Es inherente a la naturaleza humana el tomar el pecado a la ligera: dar excusas, culpar a alguien más, o minimizar el daño hecho. No fue así con Josías. Estaba tan consternado por el rechazo del pueblo hacia la Ley que desgarró su ropa para expresar su dolor.

La verdadera comprensión de nuestro pecado nos debe llevar a un arrepentimiento sincero, y ayudarnos a producir "arrepentimiento para salvación" (2 Corintios 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.).

¿Estamos disculpando siempre nuestro pecado, culpando a otros o dando a entender que no es tan malo? Dios no toma el pecado a la ligera, y quiere que respondamos como lo hizo Josías.

  Cuando Josías leyó el libro que encontró Hilcías, respondió con arrepentimiento y humildad y prometió seguir los mandamientos de Dios como estaban escritos en el libro.  La reacción de Josías al escuchar la lectura del libro de la Ley fue de inmediato arrepentimiento y búsqueda de la dirección de Dios. La profetisa Hulda lo asistió en este empeño. Debido a la humildad mostrada por Josías, el Señor permitió a la nación vivir en paz durante su reinado. Pero Judá todavía tendría que enfrentar el juicio de Dios por su prolongada apostasía.

La Biblia es la Palabra de Dios para nosotros, "es viva y eficaz" (Hebreos 4:12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón), pero no podemos saber lo que Dios quiere que hagamos si no la leemos. Incluso, no basta con leer la Palabra de Dios, debemos estar dispuestos a hacer lo que ella dice. No hay gran diferencia entre el escrito escondido en el templo y la Biblia escondida en un librero, llena de polvo. Una Biblia que no es leída es tan inútil como una que se ha perdido.

   
  El nombre «Hulda» se deriva de la raíz hebrea cheled  que significa «deslizarse velozmente». Quizá el nombre refleje la rapidez de mente de Hulda y su habilidad para discernir rápida y correctamente las cosas de Dios. En cualquier caso, Hulda fue usada por Dios en este fugaz momento de la historia para dar a conocer su juicio y su profecía, y para encender la chispa de uno de los más grandes avivamientos de la historia.

 Hulda es un ejemplo notable del carácter y del potencial de la mujer que hoy puede recibir la llenura del Espíritu Santo para acometer con éxito cualquier tarea que Dios le encargue.

Vale la pena observar cómo el sumo sacerdote Hilcías y el escriba Safán, acudieron a Hulda para recibir palabra de sabiduría de Dios. Es evidente el respeto y la confianza de estos hombres hacia Hulda, lo que nos enseña que la influencia espiritual fluye de la forma de vida y no simplemente de la presencia de dones espirituales.
(Hechos 2:17-18  Y en los postreros días, dice Dios,
 Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
 Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
 Vuestros jóvenes verán visiones,
 Y vuestros ancianos soñarán sueños;  
 18  Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
 Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán) En los Hechos de los Apóstoles (me gusta la traducción en ingles Actos) promete que en los postreros días en la Iglesia proliferará el derramamiento del Espíritu Santo sobre las mujeres.

Que el ejemplo de Josías y de Hulda en cuanto a respeto, confiabilidad y correcta forma de vida nos enseñe a tener una vida espiritual guiada por la Palabra de Dios en la Biblia, para que sea sabia y efectiva.