Efesios en el capítulo 6; 10-18:
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;
REFLEXIÓN:
El Apóstol Pablo nos muestra la Verdad de la vida espiritual, donde tenemos que hacer frente, desde
que abrimos los ojos al despertar cada mañana, a los ataques y acusaciones
constantes de Satanás. Él es el gran maestro de la mentira, y nada bueno sale
de él. Hoy está llevando a cabo el mayor engaño, haciendo creer a la humanidad
que no existe; que todo es fruto de la ignorancia de las creencias religiosas. La
Palabra de Dios en la Biblia nos habla de que era un ángel de luz Isaias 14; 12.
Ahora vemos como en derredor nuestro se levantan
ejércitos del terror que siembran el mal, y estados fanático-religiosos, que a
sangre y fuego, eliminan, persiguen y matan a cualquier seguidor de Cristo.
¿Quién sino puede estar de detrás de semejantes atrocidades? Ningún otro más que
Satanás, el ángel caído. Como sabe que le queda muy poco tiempo para engañar al mundo está multiplicando el mal; pero lo peor está aún por venir, ver y sufrir.
Nunca hasta ahora habremos visto el mal, como se mostrará de aquí a poco.
En la vida cristiana batallamos en contra de
fuerzas malignas poderosas, encabezadas por Satanás, un luchador vicioso (1Pedro 5:8 Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar;). Para contrarrestar sus ataques, debemos
depender de la fortaleza de Dios y usar cada pieza de la armadura. Pablo no
solo da este consejo a la Iglesia, el cuerpo de Cristo, sino también a cada
individuo dentro de ella. Todo el cuerpo necesita armarse. Cuando luchamos
contra los "gobernadores de las tinieblas", hagamoslo en la fortaleza
de la Iglesia, cuyo poder viene del Espíritu Santo. No dejemos oxidar la
armadura que Dios nos da para utilizarla todos los días. Porque ese león, que
nos persigue, es un carnívoro sanguinario y necesita alimentarse todos los
días. Así nosotros tenemos que levantarnos de cama ya dispuestos a la lucha
cuerpo a cuerpo, sabiendo que la victoria ya es nuestra, Cristo la ganó por nosotros,
ahora sólo nos queda resistir y pelear.
Estos gobernantes malignos, seres satánicos y
príncipes de las tinieblas, no son personas sino ángeles caídos a los que
Satanás controla. No son simples fantasías, son reales. Enfrentamos un ejército
poderoso que tiene por meta destruir la Iglesia de Cristo. Cuando creemos en
Cristo y nos unimos a su Iglesia, estos seres vienen a ser nuestros enemigos y
emplean todo tipo de ardides para apartarnos de Cristo y hacernos pecar otra
vez. Aunque estamos seguros de la victoria, debemos batallar hasta que Cristo
venga, porque Satanás lucha constantemente, sin descanso, ni tregua en contra
de todos los que están del lado del Señor. Requerimos de poder sobrenatural
para vencer a Satanás y Dios nos lo puede dar a través del Espíritu Santo que
está en nosotros y su armadura que nos rodea. Si nos sentimos desanimados, recordemos
las palabras de Jesús a Pedro: "Sobre esta
roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella"
(Mateo 16:18).
Si nosotros nos abstenemos de los que Dios
prohíbe, no perderemos por obedecer.
Debemos esforzarnos para obtener lo que Dios nos
da, la armadura completa.
En Romanos 13:14 se dice: “mas vestíos del Señor Jesucristo”; vistiéndonos de él y del
hombre nuevo nos ponemos “toda la armadura de Dios”. Ninguna abertura, ni
ninguna ranura debemos descuidar sin protección en la cabeza, los pies, el
corazón, el abdomen, el ojo, el oído o la lengua, afirmados en la Roca; así
nada hay que dar a Satanás. Los creyentes una vez y para siempre lo hemos
vencido, por el poder del nombre de Jesús; pero sobre la base de esta victoria
fundamental, debemos luchar contra él y continuar venciéndolo, aun así como los
que mueren una vez con Cristo, continuamente tienen que mortificar sus miembros
sobre la tierra (Colosenses 3:3-5 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. 4
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,
entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. 5 Haced morir, pues,
lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricia, que es idolatría;)
Cuando usamos la armadura provista por Dios; no
la nuestra, pues la nuestra no aguantaría para hacer frente a poderoso enemigo
(Salmos 35;
1-3 1 Disputa,
oh Jehová, con los que contra mí contienden;
Pelea contra los que me combaten. 2
Echa mano al escudo y al pavés, Y levántate en mi ayuda. 3 Saca la lanza,
cierra contra mis perseguidores; Dí a mi
alma: Yo soy tu salvación. ). Es espiritual, pues, y poderosa, porque es
de Dios, no carnal (2Corintios 10:4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,).
Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne “porque nuestra
lucha no es contra carne”. Los enemigos
de carne y sangre no son sino meros instrumentos; el verdadero enemigo, oculto
tras ellos, es Satanás mismo, contra quien es nuestro conflicto. Esa lucha cuerpo a cuerpo es similar a la“lucha
romana” dando a entender que es una contienda mano a mano por la victoria; para
luchar con éxito contra Satanás, tenemos que luchar con Dios en oración
irresistible, como Jacob (Génesis 32:24-29).
Los libros de las Escrituras que, como éste,
tratan con más claridad de la dispensación del reino de luz, presentan también
más claramente el reino de las tinieblas. Así pues, en ninguna parte es
revelado más claramente el reino satánico que en los Evangelios que tratan de
Cristo, la luz verdadera.
Dos casos prueban que Satanás no es una mera
fantasía subjetiva: la tentación de Cristo; y la
entrada de los demonios en los puercos (porque éstos son incapaces de tales
fantasias). Satanás trata de parodiar, o imitar de una manera pervertida, las
operaciones de Dios (2Corintios 11:13-14
Porque éstos son falsos apóstoles, obreros
fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. 14 Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza
como ángel de luz. ). De modo que, cuando Dios vino a ser encarnado,
Satanás, por medio de sus demonios, tomó posesión violenta de los cuerpos
humanos. Por lo tanto, los poseídos de demonios no eran particularmente
malvados, sino miserables, y así en condición para recibir la misericordia de
Dios.
La expresión “en
lugares celestiales”, es a fin de señalar el rango superior de los poderes de
Satanás en comparación con los poderes nuestros, habiendo sido ellos, hasta la
ascensión del Señor (Apocalipsis 12:5-10), moradores “en los
lugares celestiales” (Job 1:7 Y dijo
Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De
rodear la tierra y de andar por ella. ),
y estando ahora en la región del aire que se llama los cielos son su campo de
actividad. Por eso pueden entrar facilmente por nuestros pensamientos, por
ideas, impulsos. Además, el orgullo y la presunción son los pecados a los
cuales ellos especialmente incitan a los seres humanos, siendo éstos los
pecados por los cuales ellos mismos cayeron de los lugares celestiales (Isaias 14:12-15).
Pero los creyentes no tenemos nada que temer, ya que somos “bendecidos con toda
bendición espiritual en lugares celestiales”
Por tanto, tomad
toda la armadura de Dios, no dice
“haced”, pues Dios ya la ha hecho; vosotros sólo tenéis que “tomarla”, y
ponérosla, dice Pablo. Los efesios ya estaban familiarizados con la idea de que
los dioses eran quienes proveían de armadura a los héroes místicos: y por esto
fué apropiada la alusión de Pablo. Para
que podáis resistir en el día malo,
es decir, el día de los ataques especiales de Satanás en la vida y en la hora de la muerte (Apocalipsis 3:10
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia,
yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero,
para probar a los que moran sobre la tierra).
Tenemos que tener siempre puesta la armadura, para estar listos para el día
malo, que puede venir en cualquier momento, ya que la guerra es constante (Salmos 41:1,
Bienaventurado
el que piensa en el pobre; En el día
malo lo librará Jehová.).
La repetición de esta expresión que se halla
también en los versículos 11 y 14, demuestra que estar o mantenerse
firmes, sin ceder terreno ni huir, es el gran blanco del soldado
cristiano. Ceñidos vuestros lomos de
verdad o “Habiendo
ceñido vuestros lomos de verdad”, es decir, de veracidad, sinceridad, buena
conciencia (2 Corintios
1:12/ 1 Timoteo 1:5 / 1Timoteo 1:18 / 1Timoteo
3:9). “La verdad” es la faja que junta y sujeta los largos mantos,
de modo que el soldado cristiano está sin trabas para la acción, para no
tropezar con sus pies y caer. Así se comía la Pascua con los lomos ceñidos y
los zapatos puestos (Exodo 12:11)
La fidelidad “verdad” es el cinturón del Mesías (Isaias 11:5 Y será la justicia
cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.); así la verdad lo es para nosotros sus seguidores. La “justicia” aquí se une con la “verdad”, la justicia al obrar, la verdad al hablar. La justicia de
Cristo es obrada en nosotros por el Espíritu. La “fe y el amor”, es decir, la
fe obrando la justicia por el amor, forman “la coraza” mencionada en 1Tesalonicenses
5:8 Pero nosotros, que
somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de
amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Dicha coraza, hecha de piel gruesa cubierta de
láminas metálicas proteje sobre todo
el corazón, nuestros sentimentos; porque cuando hieren nuestros sentmientos hay
dolor, cuanto más si lo que intentan es matar nuestro amor hacia Cristo.
Calzados los pies o “habiéndoos calzado los pies” (refiriéndose a
las sandalias, o calzado militar usado en aquel entonces) significaba estar
prestos “el estado de preparados” o
“disposición” resultante del “evangelio (Salmos 10:17).
El cristiano debe estar preparado para hacer y sufrir todo lo que Dios
disponga; y dispuesto para marchar como soldado cristiano, a su orden. La “paz”
interior forma un contraste hermoso con la furia del conflicto exterior (Isaias 26:3/Filipenses
4:7).
Se mencionan tres prendas de vestir: la cota o
coraza, el cinturón y los zapatos; dos defensas: el yelmo y el escudo; y dos
armas ofensivas: la espada y la lanza (la oración). Nosotros al igual que los soldados romanos
debemos utilizar el mismo calzado para no retroceder y afirmarnos sobre el
terreno. Ellos utilizaban unas botas con clavos que se hundían, eso les permitía afianzarse en el campo de batalla y no resbalar; y para afirmarse en
el terreno o caminar por sendas escarpadas; los pies deben estar protegidos con
el apresto del evangelio de la paz. Me recuerda
a las botas que usan en el fútbol, con tacos de aluminio u otra calidad, para
que los jugadores puedan mantenerse de pie en los campos de hierba, ya que de
otro modo resbalarían.
Los motivos para obedecer en medio de las pruebas
deben extraerse del claro conocimiento del evangelio. Es vital conocer la sana
doctrina de la Palabra de Dios en la Biblia para ser un buen soldado de Cristo,
pero más importante aun es obedecerla, vivir en santidad. Podemos memorizar muchos versículos de la
Biblia, recitar el Salmo 119 de memoria, pero también podemos enseñar a un loro
a recitarlos y no pasa nada en su vida. Es en nuestro adentro, cuando se
produce esa sanidad interior que cambia nuestra vida, cuando es perceptible por
nuestra familia, cuando ellos ven que si existe un cambio obrado por la Gracia
del Espíritu Santo en nuestras vidas; es entonces cuando sí estamos en
disposición de batallar, porque el espía que nos vendía a nuestro enemigo, ha
sido destruido por el poder de la Palabra de Dios, por la fe en Jesucristo y
por amor a su nombre.
La fe es todo en todo en la hora de la tentación.
La fe, tener la certeza de lo que no se ve, como recibir a Cristo y los
beneficios de la redención, y de ese modo, derivar gracia de Él, es como un
escudo, una defensa en toda forma. El diablo es el malo. Las tentaciones
violentas, por las cuales el alma se enciende con fuego del infierno, son
dardos que Satanás nos arroja. La fe que
aplica la palabra de Dios y a la gracia de Cristo, es la que apaga los dardos
de la tentación.
Los romanos utilizaban dos tipos de escudos para
defenderse, uno pequeño redondo para la batalla cuerpo a cuerpo; el otro ancho
y alto, estaban forrados de piel muy gruesa, embadurnados con mucha grasa y con
tiras metálicas, para que las flechas resbalaran o salieran rebotadas y no se
clavaran. El escudo de fe en Cristo con
seguridad obstruirá, y así “apagará todos los dardos de fuego”.
La buena esperanza de salvación, la sana doctrina
atesorada en nuestra mente, la expectativa bíblica de la victoria, purifican el
alma e impiden que sea contaminada por Satanás y sus ataques, respondiendole
que sí, somos pecadores pero hemos sido perdonados por la Sangre de Cristo;
somos vistoriosos por Jesucristo, y él Satanás ha sido derrotado, ya no estamos
bajo su dominio, no seremos jamás esclavos del pecado.
El apóstol recomienda al cristiano armado para la
defensa en la batalla, una sola arma de ataque, la cual es suficiente, la
espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Somete y mortifica los malos
deseos y los pensamientos blasfemos a medida que surgen adentro; y responde a
la incredulidad y al error a medida que asaltan desde afuera. Un solo texto
bien entendido y rectamente aplicado, destruye de una sola vez la tentación o
la objeción y somete al adversario más formidable.
La oración, actúa como el cinto que debe asegurar todas las demás partes de nuestra
armadura cristiana.
La fe vence al maligno (1Pedro 5:9) apagando sus dardos de tentación a la ira,
deseos carnales, venganza, desesperación, etc.
Y tomad el yelmo de
salud , “recibid”, “aceptad”, el yelmo ofrecido por el
Señor, es decir, la “salvación” apropiada, como en 1Tesalonicenses 5:8 donde se
menciona el “yelmo” como la esperanza de salvación; no una esperanza incierta,
sino una que no trae consigo la vergüenza de una frustración (Romanos 5:5).
Así se añade el yelmo al escudo de la fe, como siendo su acompañamiento
inseparable (Romanos
5:1). La cabeza del soldado es una de las partes principales que
necesitaba más defensa ya que contra ella pueden caer los golpes más mortales,
y es la cabeza la que manda todo el cuerpo. La salvación debe ser nuestro yelmo
o casco.
Por mi trabajo y para evitar
contusiones en la cabeza utilizo un casco reglamentario, para realizar todo
tipo de podas. Para las de altura requiere otro tipo de casco que se ajusten al
riesgo. Como los golpes en la cabeza son
en su gran mayoría muy graves, el uso de dicho casco es obligatorio para
prevenir accidentes. Si eso ocurre en la vida laboral, imaginaos en la vida
espiritual. Siendo nuestra mente el blanco
principal y favorito de Satanás. Este personaje conoce todo nuestro pasado y nuestros
pecados; y una y otra vez, día y noche nos acusa, nos tienta con dudas,
insinuaciones, para decirnos que nosotros somos pecadores, que hicimos tal o
cual cosa, que no tenemos perdón, qué cómo vamos a predicar o hablar a los
hemanos si hicimos esto o aquello... Asimismo, la cabeza es el asiento de la mente, la cual no recibirá doctrina
falsa, ni cederá a las tentaciones de desesperación de Satanás, después que has
aceptado la segura “esperanza” evangélica de la vida eterna. Dios, por esta
esperanza, “ensalza la cabeza” (Salmos 3:3; Lucas 21:28).
La espada provista por el
Espíritu, quien inspiró a los escritores de la Palabra de Dios (2Pedro:21).
Otra vez se da a entender la Trinidad: el Espíritu; Cristo en “el yelmo de
salvación”, y Dios el Padre (Hebreos 4:12 /Apocalipsis 1:16/Apocalipsis
2:12). La espada de dos filos, cortando en ambos sentidos (Salmos 45:3 - 5),
hiriendo a algunos con convicción y conversión, y a otros con condenación (Isaias 11:4; Apocalipsis
19:15), sale de la boca
de Cristo (Isaias
49:2), y está en la mano
de sus santos (Salmos
149:6). El uso que hizo Cristo de esta espada en la tentación, es
nuestro modelo de cómo hemos de usarla nosotros contra Satanás (Mateo 4:4 -10).
No se especifica armadura alguna para la espalda, sino sólo para la parte
delantera del cuerpo; lo que da a entender que nunca debemos volver la espalda
al enemigo (Lucas
9:62); nuestra única seguridad está en hacer resistencia sin cesar (Mateo 4:11/ Santiago
4:7).
Orando en todo tiempo “toda
estación”; dando a entender cuando se presente la oportunidad y cuando haya exigencia
(Colosenses 4:2).
Pablo emplea las mismas palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas 21:36 / Lucas 18:1
/ Romanos 12:12 / 1Tesalonicenses 5:17
En el Espíritu, esta frase debe unirse a “orando”. Es él en nosotros, como el Espíritu de
adopción, quien ora, y nos capacita para orar Romanos 8:15 / Romanos 8:26 /Gálatas 4:6
Ninguno es tan perfecto que no necesite la
intercesión de sus hermanos en Cristo. ¿Cómo una persona puede orar en todo
tiempo? Una de las maneras es mediante oraciones breves, una respuesta habitual
para cada situación que enfrentemos cotidianamente. Otra forma de hacerlo es
ordenar nuetra vida alrededor de los deseos de Dios y de sus enseñanzas, al
grado que toda nuestra vida viene a ser una oración. No necesitamos aislarnos
de otras personas ni de las actividades diarias para orar sin cesar. Podemos
convertir la oración en nuestra vida y nuestra vida en oración mientras vivimos
en un mundo que necesita la influencia poderosa de Dios. "Súplica por
todos los santos" significa orar por los creyentes en Cristo, también orar
por los cristianos que conoce y por la iglesia alrededor del mundo, por los
perseguidos en la misma fe.
Pablo nos amonesta a que tomemos toda la armadura
de Dios, a fin de estar firmes contra las fuerzas del infierno. No cabe dudas
que nuestra lucha no es contra fuerzas físicas, sino contra poderes invisibles,
los cuales han definido claramente niveles de autoridad dentro de una esfera
real, aunque invisible, de actividad. Sin embargo, Pablo no solamente nos
advierte de una estructura bien definida en la esfera invisible, sino que nos
insta también a tomar toda la armadura de Dios para que mantengamos una
«posición de combate» contra esta invisible estructura satánica. Toda esta
armadura no constituye tan solo una protección pasiva contra el enemigo; ella
debe ser usada como arma ofensiva contra las fuerzas satánicas. Debemos
orar «en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu». Así, la
oración no es tanto un arma, ni aun una parte de la armadura, como el medio por
el cual entramos en la batalla misma y realizamos el propósito para el cual nos
hemos armado. Tomar la armadura de Dios es prepararnos para la batalla. La
oración es la batalla en sí misma, con la Palabra de Dios como nuestra arma
principal, que empleamos en la lucha contra Satanás.
Una de las más grandes demandas de la Iglesia es
saber distinguir entre la lucha espiritual y otras de tipo social, personal o
político. De otra manera, creyentes individuales y grupos de creyentes son
fácilmente arrastrados a entablar batalla contra adversarios humanos, en lugar
de luchar por medio de la oración contra las invisibles maniobras del infierno
que están detrás de la escena.
Toda batalla espiritual que se libre hoy en día
alcanza la victoria sólo si se apropia de lo que la cruz y la sangre de Cristo
han provisto (Colosenses
2:15):
La fe personal que se enfrenta al mal y la enérgica batalla de la oración que asalta
los bastiones del demonio son dos facetas distintas y complementarias de la
vida espiritual.
Puesto que todas las guerras y peleas vienen de
las corrupciones de nuestros propios corazones, bueno es mortificar las
concupiscencias que luchan en los miembros. Las concupiscencias mundanas y
carnales son males que no permiten el contento ni la satisfacción. Los deseos y
los afectos pecaminosos impiden la oración y la obra de nuestros deseos para
con Dios. Pongámonos en guardia para no abusar o usar mal por la disposición
del corazón, las misericordias recibidas cuando se conceden las oraciones.
Cuando los hombres piden prosperidad a Dios,
suelen pedir con malas miras e intenciones. Si así buscamos las cosas de este
mundo, es justo que Dios las niegue. Los deseos incrédulos y fríos oran
negaciones; podemos tener toda la seguridad de que nuestras oraciones volverán
vacías cuando responde al lenguaje de las concupiscencias más que al lenguaje
de las virtudes.
He aquí una clara advertencia a evitar todas las
amistades criminales con este mundo. La orientación del mundo es enemistad
contra Dios. Un enemigo puede ser reconciliado, pero nunca la ‘enemistad’. El
hombre puede tener una porción grande de cosas de esta vida y ser, no obstante,
mantenido en el amor de Dios, pero el que pone su corazón en el mundo, al que
se conformará en vez de soltar su amistad, es un enemigo para Dios. Así, pues,
cualquiera que resuelva en todos los hechos estar en buenos términos con el
mundo, debe ser enemigo de Dios.
¿El Espíritu Santo que habita en todos los
cristianos o en la nueva naturaleza que Él crea, producen esa clase de fruto? La corrupción natural se muestra envidiando.
El espíritu del mundo nos enseña a acumular, a apilar para nosotros conforme a
nuestras propias fantasías; Dios Espíritu Santo nos enseña a estar dispuestos a
hacer el bien a todos los que nos rodean, según podamos. La gracia de Dios
corregirá y curará nuestro espíritu natural; y donde Él da gracia, da otro
espíritu que no es el del mundo.
El orgulloso resiste a Dios; en su entendimiento
resisten las verdades de Dios; en su voluntad resisten las leyes de Dios; en
sus pasiones resisten la providencia de Dios; por tanto, no es raro que Dios
resista al soberbio. ¡Qué desgraciado el estado de los que hacen de Dios su
enemigo! Dios dará más gracia al humilde porque ellos ven su necesidad de ella,
oran por ella, son agradecidos de ella, y ellos la tendrán.
Somete tu entendimiento a la verdad de Dios;
somete tu voluntad a la voluntad de su precepto, la voluntad de su providencia.
Someteos vosotros mismos a Dios, porque Él está dispuesto a hacerles el bien.
Si nos rendimos a las tentaciones, el diablo nos seguirá continuamente, pero si
nos ponemos toda la armadura de Dios, y le resistimos, nos dejará. Entonces, sométanse
a Dios los pecadores y busquen su gracia y favor resistiendo al diablo. Todo
pecado debe lamentarse; aquí con
tristeza santa; en el más allá,
con miseria eterna. El Señor no le negará el consuelo al que lamenta
verdaderamente el pecado, y exaltará al que se humille ante Él.