Metanoia (μετάνοια) pensamiento posterior, cambio de parecer, arrepentimiento; se usa del arrepentimiento del pecado o del
mal, del modo de pensar y deva más allá al producir un cambio en la mente.
Requisito que demanda de
parte de Dios sobre el hombre, arrepentimiento (Mateo 3:8
Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento; Lucas 3;8 Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a
Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a
Abraham aun de estas piedras. ; Hechos 20:21 testificando a judíos y
a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo. ; Hechos 26:20 sino que anuncié
primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de
Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios,
haciendo obras dignas de arrepentimiento.)
La misericordia de Dios en
dar arrepentimiento o llevandonos a Él se expone en Hechos 5:31 A éste, Dios ha exaltado
con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y
perdón de pecados. ; Hechos 11:18 Entonces, oídas estas
cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los
gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida! ; Romanos 2:4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?; 2Timoteo 2:25 que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios
les conceda que se arrepientan para conocer la verdad.
En el AT
no es tan sobresaliente el arrepentimiento con referencia al pecado como aquel
cambio de parecer o propósito, por piedad hacia aquellos que han sido afectados
por las propias acciones, o en quienes los resultados de las acciones no han
cumplido sus esperanzas, un arrepentimiento atribuido tanto a Dios como al
hombre (Genesis 6:6 Y se arrepintió Jehová de haber hecho
hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. ; Éxodo 32:14 Entonces Jehová se
arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.
En el NT el tema tiene
principalmente referencia al arrepentimiento del pecado, y este cambio de
parecer involucra tanto un apartarse del pecado como un acercarse a Dios. La
parábola del hijo pródigo es una notable ilustración de esto. Cristo empezó su
ministerio con un llamamiento al arrepentimiento (Mateo
4:17), pero el llamamiento es dirigido, no a la nación, como en el AT,
sino al individuo. En el Evangelio de Juan, y en la 1ª Epístola se acentúan los
efectos, en el nuevo nacimiento, y,
generalmente, en el volverse activamente del pecado a Dios por el ejercicio de
la fe. La Palabra de Dios va actuando en el nacido de nuevo, cuando se sujeta a
la Verdad de la sana doctrina.
Con el arrepentimiento, un nuevo orden de vida se abre al creyente en
Cristo Jesús. Jesús usó la figura del «nuevo nacimiento» para indicar
dramáticamente tres cosas:
- Sin
el «nuevo nacimiento» no hay vida ni hay relación con Dios.
- Con el «nuevo nacimiento» surge una nueva
perspectiva; «vemos el reino de Dios». La Palabra de Dios se hace clara, y se
experimenta el obrar y las maravillas del Espíritu Santo: La fe está viva.
- Por medio del «nuevo nacimiento somos introducidos literalmente «entramos» a una nueva esfera, donde el orden del nuevo
reino de Dios se hace realidad (2Corintios 5:17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.)
El nuevo nacimiento es más que
simplemente ser «salvo». Conocimiento no es salvación. "Creer" es más
que una reflexión intelectual de que Jesús es Dios. Significa depositar nuestra
confianza en El, que es el único que nos puede salvar. Es poner a Cristo al
frente de nuestros planes presentes y nuestro destino eterno. Creer es confiar
en su palabra y depender de El para cambiar. Debiéramos conocer la Biblia, pero algo mucho más
importante es entender al Dios que revela y la salvación que ofrece.
Muchas veces la gente trata de salvarse de lo que teme poniendo su fe
en cosas que tienen o hacen: buenas obras, capacidad o inteligencia, dinero o
posesiones. Pero solo Dios puede salvarnos de lo que en verdad debemos temer:
la condenación eterna. Confiamos en Dios reconociendo la insuficiencia de
nuestros esfuerzos por alcanzar la salvación y pidiéndole que haga su obra en
nuestro favor. Cuando Jesús habla acerca del "que no cree", se
refiere a quien le rechaza por completo o hace caso omiso de El, no al que
tiene dudas momentáneas.
Muchas personas rechazan la idea de vivir para siempre porque viven
vidas tristes. Pero la vida eterna no es la extensión de la miserable vida
mortal del hombre; vida eterna es la vida de Dios encarnada en Cristo que se da
a todos los que creen como garantía de que vivirán para siempre. En esa vida no
hay muerte, enfermedad, enemigo, demonios ni pecado. Cuando no conocemos a
Cristo, tomamos decisiones pensando que esta vida es todo lo que tenemos. En
realidad, esta vida es solo el comienzo de la eternidad.
Muchas personas no quieren que sus vidas
queden expuestas a la luz de Dios porque temen lo que esta pueda revelar. No
quieren cambiar. No nos sorprendamos de
que personas así se sientan amenazadas por el deseo nuestro de obedecer a Dios
y hacer lo que es bueno. Temen que la luz que hay en nosotros ponga al
descubierto algo oscuro en sus vidas. No nos desanimemos. Mantengámonos en
oración por ellas para que comprendan que es mejor vivir en la luz que en la
oscuridad.
Jesús explicó que no podemos controlar la obra del Espíritu Santo. El
obra de maneras imprevisibles o incomprensibles. Así como uno no pudo controlar
su nacimiento físico, tampoco podrá controlar su nacimiento espiritual. Es un
regalo de Dios, dado por el Espíritu Santo. Es una experiencia individual,
la cual nos abre a la dimensión sobrenatural de la vida, y nos prepara para
entrar en el nuevo orden del reino de Dios.
Dios es especialista en hallar
y cambiar a personas que consideramos difíciles de alcanzar.
¿Qué sabía Nicodemo acerca del Reino? Por las Escrituras sabía que
Dios lo regiría, que lo restauraría en la tierra y que pertenecería al pueblo
de Dios. Jesús reveló a su devoto fariseo que el Reino sería para todo el
mundo, no solo para los judíos, y que Nicodemo podía pertenecer a él si personalmente
nacía de nuevo. Este era un concepto revolucionario: el Reino es algo personal,
no nacional ni étnico, y para entrar en él se requiere arrepentimiento y
renacimiento espiritual. Jesús más tarde anunció que el reino de Dios está en el corazón de los creyentes mediante la
presencia del Espíritu Santo. Su pleno cumplimiento será cuando Jesús regrese a
juzgar al mundo y destruya para siempre al maligno.
Tal vez consiguió mucho más de lo esperado: ¡un desafío a una nueva
vida! Sabemos muy poco de Nicodemo, pero sí sabemos que de ese encuentro
nocturno salió un hombre cambiado. Se marchó con una comprensión nueva de Dios
y de sí mismo.
Nicodemo aparece más tarde como parte del concilio. En medio de la
discusión en que se buscaba formas de eliminar a Jesús, planteó el asunto de la
justicia. Habló en su favor a pesar de que rechazaron su objeción. Empezaba a
cambiar.
La última semblanza de Nicodemo nos muestra que se une a José de
Arimatea en el trámite de solicitar el cuerpo de Jesús para sepultarlo. Tomando
en cuenta el riesgo que esto significaba, Nicodemo daba un paso audaz. Su
crecimiento espiritual no se detenía.
Dios busca un crecimiento paulatino no una perfección instantánea.
¿De qué manera nuestro actual crecimiento espiritual concuerda con el
tiempo que llevamos de conocer a Jesús? Hagámonos esta pregunta. Seamos sinceros
y examinemos si realmente está actuando el Espíritu Santo en nuestras vidas o
por el contrario somos nosotros quién llevamos las riendas según nuestro
criterio. Como dicen muchos: “Bueno si, la Biblia dice, pero yo pienso, yo
creo...”
Nacer de nuevo en Cristo se produce una sola vez. O eres nacido de
nuevo, o no, y sigues siendo un religioso más que pretende con sus obras enmascarar
su piedad.
Dios
puede cambiar a quienes consideramos inalcanzables. Dios es paciente, pero
persistente. Si estamos dispuestos, Dios puede usarnos.
Algunas personas buscan puntos disrepantes para sembrar semillas de
discordia, descontento y duda. Es contraproducente forzar a otros a que crean
como nosotros. Es mejor hablarles de nuestra entrega personal a Cristo y lo que
El ha hecho por nosotros. Después de todo, ¿quién puede refutarnos eso?