Después de que el corazón
deja de latir, la sangre deja de fluir, la vida se para. Unos segundos después
todos los seres humanos, traspasan el umbral hacia la eternidad. La Palabra de
Dios en la Biblia nos dice que sólo hay dos destinos después de la muerte. El
cielo o el infierno.
Cuando muere tu cuerpo pasas
al mundo espiritual, y si has sido justificado por la Sangre de Cristo, si has creído por fe a Jesucristo serás recibido por un cortejo de ángeles de Dios que
te llevarán a Su Presencia para recibir el galardón, el premio por tu fidelidad
a Cristo.
Pero si por desgracia
has rechazado la única forma de salvarte o no has tomado la decisión de
aceptarla creyendo que tendrías tiempo, otra oportunidad, déjame decirte qué
cuando te mueras te recibirán en el mundo espiritual, un cortejo de espíritus
engañadores, los mismos que mientras vivías se adueñaron de ti, con el orgullo,
la autosuficiencia, la religión, y te acompañarán por toda la eternidad atormentándote y recordándote: las veces qué escuchaste el Evangelio y no creíste, las veces que pusiste excusas, las burlas sobre Cristo; toda la
eternidad se estarán riendo de ti, burlándose por haber creído en ellos, sus
religiones perversas y mentiras. ¿Habrá mayor infierno que este? No te salvas
del infierno por méritos propios, no es por buenas obras o muchas limosnas o
muchas peregrinaciones, o por ser muy religioso.
Si estás leyendo esto, tienes aún la oportunidad para tomar la decisión más importante de tu vida, que puede cambiar tú destino final en el mundo espiritual. Quién sabe, tal vez sea para ti la última ocasión que se presente. La muerte no respeta tus decisiones aplazadas, no te da otra oportunidad otro día. Llega y te lleva. No te engañes ni te dejes engañar en tu mente:
Nacemos con el único fin
de creer y conocer a Jesucristo como Salvador y Señor; sólo quienes aceptamos a
Jesucristo como nuestro Redentor, somos partícipes de ser llamados hijos de
Dios. La Sangre de Cristo limpia cualquier pecado por más negro y arraigado que
tengamos; sólo la fe en Jesucristo nos libra del infierno eterno, y pasamos de
muerte espiritual, a vida junto con Jesucristo.
Daniel
12:2 Y muchos de los que
duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y
otros para vergüenza y confusión perpetua.
Cuando el Evangelio
se predica, muchos de los que duermen en el polvo, judíos y gentiles, serán
despertados de su paganismo o judaísmo. Y al final, despertará la multitud que
duerme en el polvo; muchos serán levantados para vida eterna y muchos para
vergüenza. Esta es una referencia clara a la resurrección del justo y del
malvado, si bien el destino eterno de cada uno será muy diferente.
Hay gloria
reservada para todos los santos en el estado futuro, para todos los que son sabios,
sabios para sus almas y para la eternidad. Los que llevaron a muchos a la
justicia, que volvieron a los pecadores de los errores de sus caminos, y
ayudaron a salvar sus almas de la muerte, participarán de la gloria de quienes
ellos ayudaron a ir al cielo, lo que se sumará a su propia gloria.
Santiago
5:20 sepa que el que haga
volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá
multitud de pecados.
Es claro que
esta persona que se ha apartado de la verdad es un creyente que ha caído en
pecado, uno que ya no vive una vida consecuente con sus creencias. Santiago exhorta a los
cristianos a que ayuden a los que se apartaron para que vuelvan a Dios. Al
tomar la iniciativa, orar por la persona y actuar con amor, podemos hablar con
la persona en el estado espiritual que se encuentre y llevarla de vuelta a Dios
y a su perdón.
La conversión es
hacer volver al pecador del error de su camino y no solo de una parte a otra o
de una noción a otra, ni de un modo de pensar a otro. No hay forma de ocultar
eficaz y definitivamente el pecado, sino abandonarlo. Muchos pecados son
impedidos por un convertido; también puede hacer así en otros sobre quienes
puede tener influencia. La salvación de un alma es de importancia infinitamente
mayor que preservar la vida de multitudes o fomentar el bienestar de todo un
pueblo. Tengamos presente estas cosas en nuestras diversas etapas, sin eludir
el dolor al servicio de Dios, y el tiempo probará que nuestro trabajo en el
Señor no es en vano. Él ha estado multiplicando el perdón por seis mil años y
todavía su libre gracia no está cansada ni se ha agotado. Ciertamente la
misericordia divina es un océano que siempre está lleno y siempre fluye. Que el
Señor nos dé una parte de esta abundante misericordia por medio de la sangre de
Cristo y de la santificación del Espíritu.
La forma
correcta de vivir es la evidencia y el resultado de la fe. La iglesia debe servir
con compasión, hablar con amor y sinceridad, vivir en obediencia a los mandatos
de Dios y amarse los unos a los otros. El cuerpo de creyentes debe ser un
ejemplo del cielo en la tierra, y conducir a las personas a Cristo mediante el
amor a Dios y el amor de los unos a los otros. Si en realidad creemos en la
Palabra de Dios, la viviremos día a día. La Palabra de Dios no es
sencillamente algo que leemos o algo en lo que pensamos, sino algo que hacemos.
Todo lo que creemos, nuestra fe y nuestra
confianza, debe tener pies y manos, ¡los nuestros!
Lucas 16:19 Había un hombre rico,
que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con
esplendidez.
20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a
la puerta de aquél, lleno de llagas,
21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del
rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles
al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de
lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten
misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua,
y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus
bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y
tú atormentado.
26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros
y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no
pueden, ni de allá pasar acá.
27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la
casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin
de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen;
óiganlos.
30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a
ellos de entre los muertos, se arrepentirán.
31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
Aquí las cosas
espirituales están representadas por una descripción del estado diferente de lo
bueno y lo malo en este mundo y el otro. No se nos dice que el rico obtuvo su
fortuna por fraude u opresión, pero Cristo muestra que un hombre puede tener
una gran cantidad de riqueza, pompa y placer de este mundo, pero perecer para
siempre bajo la ira y la maldición de Dios. El pecado de este rico era que sólo
proveía para sí.
Aquí hay un
santo varón, en las profundidades de la adversidad y angustia que será dichoso
para siempre en el más allá. A menudo la suerte de algunos de los santos y
siervos más amados de Dios es la de ser afligido grandemente en este mundo. No
se nos dice que el rico le infligiera daño alguno, pero no hayamos que se
hubiera interesado por él.
Aquí está la
diferente condición de este pobre santo, y este rico impío, en y después de la
muerte.
El rico en el
infierno levantó la vista estando en los tormentos. No es probable que haya
conversaciones entre los santos glorificados y los pecadores condenados, pero
este diálogo muestra la miseria y desesperanza, y los deseos infructuosos a los
cuales entran los espíritus condenados. Viene el día en que los que hoy odian y
desprecian al pueblo de Dios, recibirían alegremente la bondad de ellos, pero
el condenado en el infierno no tendrá el más mínimo alivio de su tormento.
Los pecadores
son llamados ahora a recapacitar, pero no lo hacen, no quieren hacerlo y hallan
maneras de evitarlo. Como la gente mala tiene cosas buenas sólo en esta vida, y
en la muerte son para siempre separados de todo bien, así la gente santa tiene
cosas malas sólo en esta vida, y en la muerte son para siempre separados de
ellas. Bendito sea Dios que en este mundo no hay un abismo insondable entre el
estado natural y la gracia; podemos pasar del pecado a Dios, pero si morimos en
nuestros pecados, no hay salida.
El rico tenía
cinco hermanos y hubiera querido detenerlos en su rumbo pecaminoso; que ellos
llegaran a ese lugar de tormento empeoraría su desgracia, él había ayudado a
mostrarles el camino a ese lugar. ¡Cuántos desearían ahora retractarse o
deshacer lo que escribieron o hicieron!
Quienes
quisieran que el ruego del rico a Abraham justificara orar a los santos ya
muertos, llegan así tan lejos en busca de pruebas, cuando el error del pecador
condenado es todo lo que pueden hallar como ejemplo. Seguro que no hay estímulo
para seguir el ejemplo cuando todas sus peticiones fueron hechas en vano.
Un mensajero
desde los muertos no podría decir más que lo dicho en las Escrituras. La misma
fuerza de la corrupción que irrumpe a través de las convicciones de la palabra
escrita, triunfaría sobre un testigo de los muertos.
Busquemos la ley
y el testimonio, Isaías 8; 19, 20 Y si os dijeren:
Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando,
responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por
los vivos?
20 ¡A la ley y al testimonio!
Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.
¿Sabríamos
nosotros buscar a nuestro Dios e ir a conocer su propósito? A la ley y al
testimonio: porque ahí verás lo que es bueno y lo que requiere el Señor.
Debemos hablar de las cosas de Dios con las palabras que nos enseñe el Espíritu
Santo, y ser mandados por ellas. Para los que recurren a los espíritus y no
consideran la ley y testimonio de Dios, habrá horror y miseria.
Los que se alejan de Dios, se salen del camino
de todo lo bueno, porque el afán es un pecado que es su propio castigo.
Desesperan y no ven alivio cuando maldicen a Dios. Sus temores representan todo
como aterrador. Los que cierran sus ojos contra la luz de la palabra de Dios,
serán justamente dejados en tinieblas. Todas las desgracias que alguna vez
sintieron o presenciaron en la tierra, son nada comparadas con las que
abrumarán a los que dejan las palabras de Cristo para seguir sus ilusiones.
Porque esa es la palabra cierta de la
profecía, sobre la cual podemos tener más certeza, 2 Pedro 1; 19. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual
hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,
hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones;
La verdad y la
realidad del evangelio son también anunciadas por los profetas y escritores del
Antiguo Testamento, que hablaron y escribieron bajo la influencia del Espíritu
de Dios, y conforme a su dirección.
¡Qué firme y segura debe ser nuestra fe, que
tiene una palabra tan firme y segura sobre la cual apoyarse!
Cuando la luz de
la Escritura el Espíritu Santo de Dios lanza como dardo a la mente ciega y al
entendimiento entenebrecido, es como la aurora que irrumpe, avanza y se difunde
por toda el alma hasta que el día es perfecto. Como la Escritura es la
revelación de la mente y de la voluntad de Dios, todo hombre debe escudriñarla
para entender su sentido y significado. El cristiano sabe que la Biblia es la Palabra
de Dios, en la cual saborea la dulzura, y siente el poder, y ve la gloria
verdaderamente divina. Y las profecías ya cumplidas en la persona y salvación
de Cristo, y en los grandes intereses de la iglesia y el mundo, forman una
prueba incuestionable de la verdad del cristianismo. El Espíritu Santo inspiró
a hombres santos para hablar y escribir. Él asistió así y los dirigió para
entregar lo que ellos habían recibido de Él, para que ellos expresaran
claramente lo que daban a conocer. Así que las Escrituras son para ser contadas
como las palabras del Espíritu Santo y toda la claridad y simpleza, todo el
poder y toda la propiedad de las palabras y expresiones, vienen de Dios.
Cristo es el
"lucero de la mañana" y, cuando vuelva, brillará en toda su gloria.
Hasta aquel día tenemos las Escrituras como una lámpara y el Espíritu Santo
para iluminar las Escrituras y para guiarnos a buscar la verdad.
¡Maranatha! ¡Si,
ven Señor Jesús!
En recuerdo de
nuestro hermano en la fe de Cristo, José Ventura Gonzalez Borrajo fallecido en el día de ayer.