} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: HISTORIA DE LA PERSECUCIÓN CRISTIANA (2ªparte)

viernes, 25 de diciembre de 2015

HISTORIA DE LA PERSECUCIÓN CRISTIANA (2ªparte)

La cuarta persecución, bajo Marco Aurelio Antonino, 162 d.C.
Marco Aurelio sucedió en el trono en el año 161 de nuestro Señor, era un hombre de naturaleza más rígida y severa, y aunque elogiable en el estudio de la filosofía y en su actividad de gobierno, fue duro y fiero contra los cristianos, y desencadenó la cuarta persecución.
Las crueldades ejecutadas en esta persecución fueron de tal calibre que muchos de los espectadores se estremecían de honor al verlas, y quedaban atónitos ante el valor de los sufrientes. Algunos de los mártires eran obligados a pasar, con sus pies ya heridos, sobre espinas, clavos, aguzadas conchas, etc., puestos de punta; otros eran azotados hasta que quedaban a la vista sus tendones y venas, y, después de haber sufrido los más atroces tormentos que pudieran inventarse, eran destruidos por las muertes más temibles.
Germánico, un hombre joven, pero verdadero cristiano, siendo entregado a las fieras a causa de su fe, se condujo con un valor tan asombroso que varios paganos se convirtieron a aquella fe que inspiraba tal arrojo.
Policarpo, el venerable obispo de Esmirna, se ocultó al oír que le estaban buscando, pero fue descubierto por un niño. Tras dar una comida a los guardas que le habían prendido, les pidió una hora de oración, lo que le permitieron, y oró con tal fervor que los guardas que le habían arrestado sintieron haberio hecho. Sin embargo, lo llevaron ante el procónsul, y fue condenado y quemado en la plaza del mercado.
El procónsul le apremió, diciendo: «Jura, y te daré la libertad: Blasfema contra Cristo.»
Policarpo le respondió: «Durante ochenta y seis años le he servido, y nunca me ha hecho mal alguno: ¿Cómo voy yo a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?» En la estaca fue sólo atado, y no clavado como era costumbre, porque les aseguró que se iba a quedar inmóvil; al encenderse la hoguera, las llamas rodearon su cuerpo, como un arco, sin tocarlo; entonces dieron orden al verdugo que lo traspasara con una espada, con lo que manó tal cantidad de sangre que apagó el fuego. Sin embargo se dio orden, por instigación de los enemigos del Evangelio, especialmente judíos, de que su cuerpo fuera consumido en la hoguera, y la petición de sus amigos, que querían darle cristiana sepultura, fue rechazada. Sin embargo, recogieron sus huesos y tanto de sus miembros como pudieron, y los hicieron enterrar decentemente. Metrodoro, un ministro que predicaba denodadamente, y Pionio, que hizo varias excelentes apologías de la fe cristiana, fueron también quemados. Carpo y Papilo, dos dignos cristianos, y Agatónica, una piadosa mujer, sufrió el martirio en Pergamópolis, en Asia.
Felicitate, una ilustre dama romana, de una familia de buena posición, y muy virtuosa, era una devota cristiana. Tenía siete hijos, a los que había educado con la más ejemplar piedad.Enero, el mayor, fue flagelado y prensado hasta morir con pesos; Félix y Felipe, que le seguían en edad, fueron descerebrados con garrotes; Silvano, el cuarto, fue asesinado siendo echado a un precipicio; y los tres hijos menores, Alejandro, Vital y Marcial, fueron decapitados.
La madre fue después decapitada con la misma espada que los otros tres.
Justino, el célebre filósofo, murió mártir en esta persecución. Era natural de Nápolis, en Sarnaria, y había nacido el 103 d.C. Fue un gran amante de la verdad y erudito universal; investigó las filosofías estoica y peripatética, y probó la pitagórica, pero, disgustándole la conducta de uno de sus profesores, investigó la platónica, en la que encontró gran deleite.
Alrededor del año 133, a los treinta años, se convirtió al cristianismo, y entonces, por vez primera, percibió la verdadera naturaleza de la verdad.
Escribió una elegante epístola a los gentiles, y empleó sus talentos para convencer a los judíos de la verdad de los ritos cristianos. Dedicó gran tiempo a viajar, hasta que estableció su residencia en Roma, en el monte Viminal.
Abrió una escuela pública, enseñó a muchos que posteriormente fueron personajes prominentes, y escribió un tratado para confutar las herejías de todo tipo. Cuando los paganos comenzaron a tratar a los cristianos con gran severidad, Justino escribió su primera apología en favor de ellos. Este escrito exhibe una gran erudición y genio, e hizo que el emperador publicara un edicto en favor de los cristianos.
Poco después entró en frecuentes discusiones con Crescente, persona de vida viciosa, pero que era un célebre filósofo cínico; los argumentos de Justino fueron tan poderosos, pero odiosos para el cínico, que decidió, y consiguió, su destrucción.
La segunda apología de Justino, debido a ciertas cosas que contenía, dio al cínico Crescente una oportunidad para predisponer al emperador en contra de su autor, y por esto Justino fue arrestado, junto con seis compañeros suyos. Al ordenársele que sacrificara a los ídolos paganos, rehusaron, y fueron condenados a ser azotados, y a continuación decapitados; esta sentencia se cumplió con toda la severidad imaginable.
Varios fueron decapitados por rehusar sacrificar a la imagen de Júpiter, en particular Concordo, diácono de la ciudad de Spolito.
Al levantarse en armas contra Roma algunas de las agitadas naciones del norte, el emperador se puso en marcha para enfrentarse a ellas. Sin embargo, se vio atrapado en una emboscada, y temió perder todo su ejército. Encerrado entre montañas, rodeado de enemigos y muriéndose de sed, en vano invocaron a las deidades paganas, y entonces ordenó a los hombres que pertenecían a la militine, o legión del trueno, que oraran a su Dios pidiendo socorro. De inmediato tuvo lugar una milagrosa liberación; cayó una cantidad prodigiosa de lluvia, que fue recogida por los hombres, haciendo presas, y dio un alivio repentino y asombroso. Parece que la tormenta, que se abatió intensamente sobre los rostros de los enemigos, los intimidó de tal manera, que una parte desertó hacia el ejército romano; el resto fueron derrotados, y las provincias rebeldes fueron totalmente recuperadas.
Este asunto hizo que la persecución amainara por algún tiempo, al menos en aquellas zonas inmediatamente bajo la inspección del emperador, pero nos encontramos que pronto se desencadenó en Francia, particularmente en Lyon, donde las torturas que fueron impuestas a muchos de los cristianos casi rebasan la capacidad de descripción.
Los principales de estos mártires fueron un joven llamado Vetio Agato; Blandina, una dama cristiana de débil constitución; Sancto, que era diácono en Vienna; a éste le aplicaron platos de bronce al rojo vivo sobre las partes más sensibles de su cuerpo; Biblias, una débil mujer que había sido apóstata anteriormente. Attalo, de Pérgamo, y Potino, el venerable obispo de Lyon, que ienía noventa años. El día en que Blandina y otros tres campeones de la fe fueron llevados al anfiteatro, a ella la colgaron de un madero fijado sobre el suelo, y la expusieron a las fieras como alimento-, mientras tanto ella, con sus fervorosas oraciones, alentaba a los otros.
Pero ninguna de las fieras la tocó, por lo que fue vuelta a llevar a la mazmorra. Cuando fue sacada por tercera y última vez, salió acompañada por Pontico, un joven de quince años, y la constancia de la fe de ellos enfureció de tal manera a la multitud que no fueron respetados ni el sexo de ella ni la juventud de él, y los hicieron objeto de todo tipo de castigos y torturas. Fortalecido por Blandina, el muchacho perseveró hasta la muerte; y ella, después de soportar los tormentos mencionados, fue finalmente muerta con espada.
En estas ocasiones, cuando los cristianos recibían el martirio, iban omados y coronados con guirnaldas de flores; por ellas, en el cielo, recibían eternas coronas de gloria.
Se ha dicho que las vidas de los cristianos primitivos consistían de «persecución por encima del suelo y oración por debajo del suelo.» Sus vidas están expresadas por el Coliseo y las catacumbas. Debajo de Roma están los subterráneos que llamamos las catacumbas, que eran a la vez templos y tumbas. La primitiva Iglesia en Roma podría ser llamada con razón la Iglesia de las Catacumbas. Hay unas sesenta catacumbas cerca de Roma, en las que se han seguido unas seiscientas millas de galerías, y esto no es la totalidad. Estas galerías tienen una altura de alrededor de ocho pies (2,4 metros) y una anchura de entre tres a cinco pies (de casi 1 metro hasta 1,5), y contienen a cada lado varias hileras de recesos largos, bajos, horizontales, uno encima de otros como a modo de literas en un barco. En estos nichos eran puestos los cadáveres, y eran cerrados bien con una simple lápida de mármol, o con varias grandes losas de tierra cocida ligadas con mortero. En estas lápidas o losas hay grabados o pintados epitafios y símbolos. Tanto los paganos como los cristianos sepultaban a sus muertos en estas catacumbas. Cuando se abrieron los sepulcros cristianos, los esqueletos contaron su temible historia. Se encuentran cabezas separadas del cuerpo; costillas y clavículas rotas, huesos frecuentemente calcinados por el fuego. Pero a pesar de la terrible historia de persecución que podemos leer ahí, las inscripciones respiran paz, gozo y triunfo. Aquí tenemos unas cuantas:
«Aquí yace Marcia, puesta a reposar en un sueño de paz.»
«Lorenzo a su más dulce hijo, llevado por los ángeles.»
«Victorioso en paz y en Cristo.»
«Al ser llamado, se fue en paz.»
Recordemos, al leer estas inscripciones la historia que los esqueletos cuentan de persecución, tortura y fuego.
Pero la plena fuerza de estos epitafios se aprecia cuando los contrastarnos con los epitafios paganos, como:
«Vive para esta hora presente, porque de nada más estamos seguros.»
«Levanto mi mano contra los dioses que me arrebataron a los veinte años, aunque nada malo había hecho.»
«Una vez no era. Ahora no soy. Nada sé de ello, y no es mi preocupación.»
«Peregrino, no me maldigas cuando pases por aquí, porque estoy en tinieblas y no puedo responder.»
Los más frecuentes símbolos cristianos en las paredes de las catacumbas son el buen pastor con el cordero en sus hombros, una nave con todo el velamen, arpas, anclas, coronas, vides, y por encima de todo, el pez.

La quinta persecución, comenzó con Severo, el 192 d.C.

Severo, recuperado de una grave enfermedad por los cuidados de un cristiano, Regó a ser un gran favorecedor de los cristianos en general; pero al prevalecer los prejuicios y la furia de la multitud ignorante, se pusieron en acción unas leyes obsoletas contra los cristianos. El avance del bcristianismo alarmaba a los paganos, y reavivaron la enmohecida calumnia de achacar a los cristianos les desgracias accidentales que sobrevenían. Esta persecución se desencadenó en el 192 d.C.
Pero aunque rugía la malicia persecutoria, sin embargo el Evangelio resplandecía fulgurosarnente; y firme como inexpugnable roca resistía con éxito a los ataques de sus chillones enemigos. Tertuliano, que vivió en esta época, nos informa de que si los cristianos se hubieran bido en masa de los territorios romanos, el imperio habría quedado despoblado en gran manera.Víctor, obispo de Roma, sufrió el martírio en el primer año del siglo tercero, el 201 d.C.
Leónidas, padre del célebre Orígenes, fue decapitado por cristiano. Muchos de los oyentes de Orígenes también sufrieron el martirio; en particular dos hermanos, llamados Plutarco y Sereno; otro Sereno, Herón y Heráclides, fueron decapitados. A Rhais le deffarnaron brea hirviendo sobre la capeza, y luego lo quemaron, como también su madre Marcela. Potainiena, hermana de Rhais, fue ejecutada de la misma forma que Rhais; pero Basflides, oficial del ejército, a quien se le ordenó que asistiera a la ejecución, se convirtió.
Al pedírsele a Basílides, que era oficial, que hiciera un cierto juramento, rehusó, diciendo que no podría jurar por los ídolos romanos, por cuanto era cristiano. Llenos de estupor, los del populacho no podían al principio creer lo que oían; pero tan pronto él confirmó lo que había dicho, fue arrastrado ante el juez, echado en la cárcel, y poco después decapitado. Ireneo, obispo de Lyon, había nacido en Grecia, y recibió una educación esmerada y cristiana. Se supone generalmente que el relato de las persecuciones en Lyon fue escrito por él mismo. Sucedió al mártir Potino como obispo de Lyon, y gobernó su diócesis con gran discreción; era un celoso oponente de las herejías en general, y alrededor del 187 d.C. escribió un célebre tratado contra las herejías. Víctor, obispo de Roma, queriendo imponer allí la observancia de la Pascua
en preferencia a otros lugares, ocasionó algunos desórdenes entre los cristianos. De manera particular, Ireneo le escribió una epístola sinódica, en nombre de las iglesias galicanas. Este celo en favor del cristianismo lo señaló como objeto de resentimiento ante el emperador, y fue decapitado el 202 d.C.
Extendiéndose las persecuciones a África, muchos fueron martirizados en aquel lugar del globo; mencionaremos a los más destacados entre ellos.
Perpetua, de unos veintidós años, casada. Los que sufrieron con ella fueron Felicitas, unamujer casada y ya en muy avanzado estado de gestación cuando fue arrestada, y Revocato, catecúmeno de Cartago, y un esclavo. Los nombres de los otros presos destinados a sufrir en estaocasión eran Saturnino, Secundulo y Satur. En el día señalado para su ejecución fueron llevados al anfiteatro. A Satur, Secúndulo y Revocato les mandaron que corrieran entre los cuidados de las fieras. Estos, dispuestos en dos hileras, los flagelaron severamente mientras corrían entre ellos. Felicitas y Perpetua fueron desnudadas para echarlas a un toro bravo, que se lanzó primero contra Perpetua, dejándola inconsciente; luego se abalanzó contra Felicitas, y la empitonó terriblemente; pero no habían quedado muertas, por lo que el verdugo las despachó con una espada. Revocato y Satur fueron devorados por las fieras; Saturnino fue decapitado, y Secúndulo murió en la cárcel. Estas ejecuciones tuvieron lugar en el ocho de marzo del año 205.
Esperato y otros doce fueron decapitados, lo mismo que Androcles en Francia.
Asclepiades, obispo de Antioquia, sufrió muchas torturas, pero no fue muerto.
Cecilia, una joven dama de una buena familia en Roma, fue casada con un caballero llamado Valeriano, y convirtió a su marido y hermano, que fueron decapitados; el máximo, u ficial, que los llevó a la ejecución, fue convertido por ellos, y sufrió su misma suerte. La dama fue echada desnuda en un baño hirviente, y permaneciendo allí un tiempo considerable, la decapitaron con una espada. Esto sucedió el 222 d.C.

Calixto, obispo de Roma, sufrió martirio el 224 d.C., pero no se registra la forma de su muerte; Urbano, obispo de Roma, sufrió la misma suerte el 232 d.C.