} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA MESA DEL SEÑOR; LA CENA DEL SEÑOR

sábado, 21 de mayo de 2016

LA MESA DEL SEÑOR; LA CENA DEL SEÑOR

 ¿Qué significa la cena del Señor?

 La iglesia primitiva recordó que Jesús la instituyó en la noche de la Pascua (Lucas 22:13-20 
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
  14  Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
 15  Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
 16  Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
 17  Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
 18  porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
 19  Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
 20  De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

 Así como en la Pascua se celebraba la liberación de la esclavitud en Egipto, en la cena del Señor se recuerda la liberación de nuestros pecados por la muerte de Cristo. Así como el acto del bautismo en agua declara o confiesa exteriormente una experiencia interior de salvación por medio de la sangre del Señor Jesús, cada vez que se celebra la Cena del Señor es una poderosa ocasión para confesar la fe. En esta ordenanza, el cristiano confiesa ante todos que no solamente ha creído, sino que no ha olvidado. «En memoria» abarca más que simplemente un recuerdo; la palabra sugiere un «recuerdo activo». Se trata de un sermón representado, en el que se «proclama» la muerte del Señor. Se nos dice explícitamente que el acto externo, al tomar el pan y la copa, constituye una confesión activa de fe; que significa literalmente, «anunciáis». El contexto indica alguna práctica indigna que profana el significado de la Cena del Señor. No se refiere al examen del diario andar con Cristo por parte de la gente para determinar si son dignos o no de participar en la comunión. Participar en ella de manera digna es atribuir a la acción de Cristo todo su valor, acudir confiando plenamente en su perdón, misericordia y poder para restaurar, fortalecer y sanar al pecador.
El apóstol describe la ordenanza sagrada, de la cual tenía conocimiento por revelación de Cristo. En cuanto a los signos visibles, estos son el pan y el vino. Lo que se come se llama pan, aunque al mismo tiempo se dice que es el cuerpo del Señor, mostrando claramente que el apóstol no quería significar que el pan fuese cambiado en carne. San Mateo nos dice que nuestro Señor les invitó a todos a beber de la copa, como si hubiera previsto, con esta expresión, que un creyente fuese privado de la copa. Las cosas significadas por estos signos externos, son el cuerpo y la sangre de Cristo, su cuerpo partido, su sangre derramada, junto con todos los beneficios que fluyen de su muerte y sacrificio.
Las acciones de nuestro Señor fueron, al tomar el pan y la copa, dar gracias, partir el pan y dar el uno y la otra. Las acciones de los comulgantes fueron, tomar el pan y comer, tomar la copa y beber, haciendo ambas cosas en memoria de Cristo. Pero los actos externos no son el todo ni la parte principal de lo que debe hacerse en esta santa ordenanza. Los que participan de ella tienen que tomarlo a Él como su Señor y su Vida, rendirse a Él y vivir para Él.
En ella tenemos un relato de las finalidades de esta ordenanza. Tiene que hacerse en memoria de Cristo, para mantener fresca en nuestras mentes su muerte por nosotros, y también, para recordar a Cristo que intercede por nosotros a la diestra de Dios en virtud de su muerte. No es tan sólo en memoria de Cristo, de lo que Él hizo y sufrió, sino para celebrar su gracia en nuestra redención. Declaramos que su muerte es nuestra vida, la fuente de todos nuestros consuelos y esperanzas. Nos gloriamos en tal declaración; mostramos su muerte y la reclamamos como nuestro sacrificio y nuestro rescate aceptado. La cena del Señor no es una ordenanza que se observe sólo por un tiempo, pero debe ser perpetua.
El apóstol expone a los corintios el peligro de recibirla con un estado mental inapropiado o conservando el pacto con el pecado y la muerte mientras se profesa renovar y confirmar el pacto con Dios. Sin duda, ellos incurren en gran culpa y así se vuelven materia obligada de juicios espirituales. Pero los creyentes temerosos no deben descorazonarse de asistir a esta santa ordenanza. El Espíritu Santo nunca hubiera hecho que esta Escritura se hubiese puesto por escrito para disuadir de su deber a los cristianos serios, aunque el diablo la ha usado a menudo. El apóstol estaba dirigiéndose a los cristianos y les advierte que estén alerta ante los juicios temporales con que Dios corrige a sus siervos que le ofenden. En medio de la ira, Dios se acuerda de la misericordia: muchas veces castiga a los que ama. Mejor es soportar problemas en este mundo que ser miserable para siempre.
El apóstol señala el deber de los que van a la mesa del Señor. El examen de uno mismo es necesario para participar correctamente en esta ordenanza sagrada. Si nos examináramos cabalmente para condenar y enderezar lo que hallemos malo, podríamos detener los juicios divinos.

Cada ocasión de participar es una oportunidad de decir, de proclamar, o de confesar: «Por este medio acepto todos los beneficios de la plena redención de Cristo Jesús: perdón, recuperación, fuerza, salud, suficiencia». La Cena del Señor no ha de ser simplemente un recordatorio ritual, sino una confesión activa, mediante la cual activamos la memoria, y nos apropiamos ahora de todo lo que Jesús ha provisto y prometido por medio de su cruz. (Romanos 10:9-10  que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
 10  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación
Filipenses  2:9-11 9  Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
 10  para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
 11  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
  ¿Qué es el nuevo pacto? Con el acuerdo antiguo, la gente podía acercarse a Dios sólo por medio de los sacerdotes y el sistema de sacrificios. La muerte de Cristo en la cruz trajo consigo un nuevo pacto entre Dios y nosotros. Ahora todos sin excepción podemos acercarnos a Dios y comunicarnos con El. El pueblo de Israel entró primero en este acuerdo después de su éxodo de Egipto (Exodo 24) y esto fue designado para señalar el día cuando Jesucristo volvería. El nuevo pacto completa, más que reemplazar, el pacto antiguo, cumpliendo todo lo que el acuerdo anterior señaló (Jeremias 31:31-34
31He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
 32  No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
 33  Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
 34  Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado).
Ese pacto tenía un carácter y un contenido únicos, al asegurar el perdón de los pecados y escribir la ley de Dios en el corazón de los creyentes. El viejo sistema ritualista era reemplazado por el evangelio de Cristo, confirmado por su muerte (Hebreos  8: 7
7  Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
 8  Porque reprendiéndolos dice:
 He aquí vienen días, dice el Señor,
 En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
 9  No como el pacto que hice con sus padres
 El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
 Porque ellos no permanecieron en mi pacto,
 Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  
 10  Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel
 Después de aquellos días, dice el Señor:
 Pondré mis leyes en la mente de ellos,
 Y sobre su corazón las escribiré;
 Y seré a ellos por Dios,
 Y ellos me serán a mí por pueblo;  
 11  Y ninguno enseñará a su prójimo,
 Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
 Porque todos me conocerán,
 Desde el menor hasta el mayor de ellos.  
 12  Porque seré propicio a sus injusticias,
 Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.
 13  Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. )
 Comer el pan y beber la copa muestra que estamos recordando la muerte de Cristo por nosotros y renovando nuestro pacto de servirle.

  Jesús dijo: "Haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de mí". ¿Cómo debemos recordar a Cristo en la cena del Señor? Pensando en lo que hizo y por qué lo hizo. Si la cena del Señor sólo se convierte en un ritual nada más o en un hábito piadoso, ha dejado de recordarnos a Cristo y perdió su significado.
  Pablo da instrucciones específicas relacionadas con la forma en que debiera celebrarse la cena del Señor:
(1) Deberíamos participar en la cena del Señor con una actitud de arrepentimiento porque recordamos que Cristo murió por nuestros pecados  
(2) Deberíamos tomarlo dignamente, con reverencia y respeto.
(3) Deberíamos examinarnos a nosotros mismos para ver si tenemos algún pecado sin confesar o alguna actitud de resentimiento. Estamos preparados y listos solo cuando creemos en El y lo amamos.
(4) Deberíamos considerar a otros, esperando hasta que todos estén presentes y participando en ella en orden y en unidad.

  Cuando Pablo dice que nadie debe tomar indignamente la cena del Señor, estaba dirigiéndose a los miembros de la iglesia que estaban participando de ella sin pensar en lo que realmente significaba. Todo aquel que actúa así "será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor". En lugar de honrar su sacrificio estaban participando de la culpa de los que habían crucificado a Cristo. En realidad, nadie es digno de participar de la cena del Señor. Todos somos pecadores salvados por gracia. Esta es la razón por la que deberíamos prepararnos para la comunión por medio de una introspección saludable, confesión de pecado y el arreglo de diferencias con otros. Estas acciones removerán las barreras que afectan nuestra relación con Cristo y con otros creyentes. No permita que el reconocimiento de su pecado lo aleje de la comunión, busque ser dirigido a participar en ella.
El apóstol termina todo con una advertencia contra las irregularidades en la mesa del Señor, de las cuales eran culpables los corintios. Cuidemos todos de esto para que ellos no se unan a la adoración de Dios como para provocarle y acarrearse venganza sobre sí.
 "Sin discernir el cuerpo del Señor" significa no entender lo que la cena del Señor representa y no distinguirla de una comida normal. Los que hacen esto se condenan a sí mismos.
"Muchos duermen" es otra forma de describir la muerte. Que alguno de ellos muriera puede ser un juicio sobrenatural sobre la iglesia en Corinto. Este tipo de disciplina resalta la seriedad del servicio de comunión. La cena del Señor no debe tomarse con ligereza, este nuevo pacto le costó a Jesús su vida. No es un ritual sin significado, sino un sacramento dado por Cristo para ayudarnos a fortalecer nuestra fe. Algunos creyentes de Corinto, al no acercarse dignamente para recibir el poder regenerador de la Cena del Señor, o al haber desconocido su significación, estaban afligidos, o habían sufrido una muerte prematura.
 Las personas deben venir a la santa cena deseando la comunión con otros creyentes y preparados, no para saciarse con una gran cena. "Si alguno tuviere hambre, coma en su casa" significa que podían cenar de antemano y venir a la comunión con sus mentes puestas en el marco adecuado.

 Reflexionar seriamente sobre nuestras vidas nos ayudará a evitar el castigo de Dios, y participar sinceramente en la Cena del Señor puede prevenir las enfermedades o la muerte prematura.
Salmo 81    
  1 Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra;
 Al Dios de Jacob aclamad con júbilo.
 2  Entonad canción, y tañed el pandero,
 El arpa deliciosa y el salterio.
 3  Tocad la trompeta en la nueva luna,
 En el día señalado, en el día de nuestra fiesta solemne.
 4  Porque estatuto es de Israel,
 Ordenanza del Dios de Jacob.
 5  Lo constituyó como testimonio en José
 Cuando salió por la tierra de Egipto.
 Oí lenguaje que no entendía;
 6  Aparté su hombro de debajo de la carga;
 Sus manos fueron descargadas de los cestos.
 7  En la calamidad clamaste, y yo te libré;
 Te respondí en lo secreto del trueno;
 Te probé junto a las aguas de Meriba. Selah
 8  Oye, pueblo mío, y te amonestaré.
 Israel, si me oyeres,
 9  No habrá en ti dios ajeno,
 Ni te inclinarás a dios extraño.
 10  Yo soy Jehová tu Dios,
 Que te hice subir de la tierra de Egipto;
 Abre tu boca, y yo la llenaré.
 11  Pero mi pueblo no oyó mi voz,
 E Israel no me quiso a mí.
 12  Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón;
 Caminaron en sus propios consejos.
 13  ¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo,
 Si en mis caminos hubiera andado Israel!
 14  En un momento habría yo derribado a sus enemigos,
 Y vuelto mi mano contra sus adversarios.
 15  Los que aborrecen a Jehová se le habrían sometido,
 Y el tiempo de ellos sería para siempre.
 16  Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo,
 Y con miel de la peña les saciaría.
1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.  
 Perseverar en el falso orgullo que niega que somos pecadores equivale no solamente a engañarse a sí mismo, sino a acusar a Dios de mentiroso, ya que su Palabra declara la universalidad del pecado. Sin embargo, confesar nuestros pecados es un prerrequisito para recibir la remisión y el perdón del Señor. Nadie que camine en la luz revelada por Dios puede dejar de reconocer su condición pecadora.
Se nos advierte contra una participación poco reflexiva en la Cena del Señor, pero no presenta a Dios vigilando inclemente al participante. El mensaje indica: «Recuerda, ¡Jesús ha cargado tus culpas! Así que, «Ven humildemente, confiesa, adora y fortalécete en Él».


¡Maranatha! ¡Si, ven Señor Jesús!

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