Mateo 7:13-14
Entrad por la puerta
estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la
perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
La vida tiene
siempre una cierta cualidad dramática; porque, como se ha dicho: «Todas las
posibilidades se concentran en las encrucijadas.» En cualquier instante de la
vida, la persona se enfrenta con una alternativa; y no puede nunca evitar el
tener que elegir, porque no se puede quedar parado. Tiene que seguir un camino
u otro. Por eso, siempre ha sido una de las supremas misiones de las grandes
personalidades de la Historia el confrontar a las gentes con la elección
inevitable. Cuando se le acercaba el fin, Moisés le dijo al pueblo: «Fíjate que
te he puesto delante hoy la vida y el bien, y la muerte y el mal... escoge la
vida, para que podáis vivir tú, y tu descendencia» (Deuteronomio 30:15-20).
Cuando Josué estaba deponiendo su liderato de la nación al final de su
vida, les presentó la misma alternativa: «Escoged hoy a quién vais a servir» (Josué 24:15). Jeremías oyó la voz de Dios que le decía: "Y a
este pueblo dirás: Así dice el Señor: Mirad, Yo os presento el camino de la
vida, y el camino de la muerte» (Jeremías 21:8).
Esta es la
alternativa que Jesús nos presenta en este pasaje. Hay un camino espacioso y
fácil, y son muchos los que lo siguen; pero acaba en desgracia. Hay otro
camino, estrecho y difícil, y son pocos los que lo recorren; pero su destino es
la vida. Cebes, el discípulo de Sócrates, escribe en Tabula: « ¿Ves una
puertecita, y un camino al otro lado de la puerta que no está muy transitado,
sino con pocos viajeros? Ese es el que conduce a la verdadera instrucción.»
Examinemos las diferencias entre los dos caminos.
(i) Hay una
diferencia entre el camino difícil y el camino fácil. No hay camino
fácil que conduzca a la grandeza; la grandeza es siempre el resultado del
esfuerzo. Cuando muchos están jugando a
ser cristianos, recuerda que el sacrificio, tesón, constancia en la oración, la
humildad y la obediencia no se logran de
la noche a la mañana. Aun cuando se hace algo con una apariencia de facilidad,
esa facilidad es el producto de una labor concentrada y constante. La habilidad
del maestro al piano, o del campeón en el campo de golf no se adquirió sin
sudor y lágrimas. No ha habido nunca otro camino a la grandeza que el del
trabajo y el esfuerzo, y lo que prometa un camino más fácil es una fantasía y
una red. Lo que recomienda el camino ancho es la facilidad con que es
transitado, y la abundancia de acompañantes que han de hallarse en él. Es como
navegar con viento lindo y marea favorable. Porque las inclinaciones naturales
no son contrariadas, y los temores del resultado, si no son fácilmente acallados,
con el tiempo son eficazmente dominados. La única desventaja de este camino es
su fin: “lleva a la perdición”. Lo dice el gran Maestro, y lo dice “como quien
tiene autoridad”. A la aparente injusticia o severidad de este castigo, el
Maestro nunca hace referencia. El deja que saquemos la inferencia de que tal
curso termina justa, natural y necesariamente así. Pero sea que los hombres
vean esto o no, aquí el Señor asienta la ley del reino, y la deja con nosotros.
En cuanto al camino angosto, la desventaja de él consiste en su estrechez y
soledad. El primer paso en este camino encierra una revolución en todos
nuestros propósitos y planes para la vida, y una rendición de todo lo que es
caro a la inclinación natural, mientras que todo lo que sigue no es sino una
repetición del primer gran acto de sacrificio propio. No hay que extrañar,
pues, que pocos lo hallen y pocos sean hallados en él. Pero este camino tiene
una ventaja: “lleva a la vida”.
(ii) Hay una diferencia entre el camino largo
y el corto. Rara vez surge nada completo y perfecto en un abrir y cerrar de
ojos, pero mucho más a menudo la grandeza es el resultado de una larga labor y
una constante atención al detalle. Nadie
ha llegado jamás a una obra maestra por un atajo. En este mundo tenemos que
enfrentarnos constantemente con el camino corto, que promete resultados
inmediatos, y el camino largo, cuyos resultados están en la lejanía. Pero las
cosas duraderas nunca se hacen de prisa; el mejor camino resulta ser el más
largo.
(iii) Hay una diferencia entre el camino disciplinado y el
indisciplinado. Nada se ha conseguido nunca sin disciplina, y muchos
atletas y otras personas no han llegado a nada porque han abandonado la
disciplina y se han ido ablandando Nadie
ha llegado nunca a la eminencia, y si la ha alcanzado no la ha mantenido, sin
disciplina. La puerta a la vida eterna (Juan 10:7-9)
es "estrecha". Esto no significa que sea difícil ser cristiano.
Significa que hay muchas maneras de vivir la vida, pero un solo camino para
vivir eternamente con Dios. Creer en Jesús es el único camino al cielo, porque
solo El murió por nuestros pecados y nos hizo justos delante de Dios. Vivir a
su manera puede no ser fácil, pero es bueno y correcto.
(iv) Hay una
diferencia entre el camino meditado y el improvisado. Aquí llegamos al
corazón de la cuestión. Nadie tomaría el camino fácil, corto e
indisciplinado... si simplemente se lo pensara un poco. Cualquier cosa de este
mundo tiene dos aspectos: lo que parece al momento, y lo que parecerá en el
tiempo por venir. El camino fácil puede que parezca muy seductor al momento, y
el camino difícil, descorazonador. La única manera de tener claros nuestros
valores es ver, no el principio, sino el fin del camino; ver las cosas, no a la
luz del tiempo, sino de la eternidad. La puerta y el camino. La vida cristiana
supone decisiones valientes en algunos momentos de crisis o de conversión, y
luego la perseverancia en un estilo de vida más exigente conforme al Autor de
la Salvación, a Jesucristo.
La imagen de los dos caminos es antigua. Se usa con frecuencia en los
salmos para describir y diferenciar el camino que siguen en su vida el malvado
y el justo. Aquí se han juntado las dos imágenes: la puerta, que puede ser
estrecha o ancha, y el camino, que puede ser amplio o angosto. Ambas dicen algo
que tiene validez: el camino es imagen del curso de la vida. La vida está
implicada en el fluir del tiempo y es una peregrinación sin descanso hasta
alcanzar un término. Se designa este término con la segunda imagen: la puerta,
la cual alude a tres hechos concretos: la muerte, el juicio, y el cese y nuevo
principio. Las dos imágenes juntas ilustran el sentido de nuestra vida. Jesús
las emplea aquí con palabras sombrías, francamente pesimistas. La perdición es
la única posibilidad de la amplia puerta y del cómodo y confortable camino, la
vida es la otra posibilidad de la puerta estrecha y del camino molesto y
angosto. La perdición y la vida están una enfrente de la otra. Una de ellas
alude a la ruina, al horror del infierno; la otra alude a la salvación, a la
gloria de estar redimidos. Con la palabra «vida» se hace alusión a algo
perfecto: la duración interminable, la felicidad de todo el hombre con cuerpo y
alma por obra de Dios. No hay una tercera posibilidad. Pero lo más terrible es
la proporción numérica. Muchos van por la puerta ancha a la perdición, y pocos
son los que dan con la puerta estrecha.
Aquí tocamos uno de los enigmas más torturantes de la vida humana: el
de la predestinación. « ¿Son pocos los que se salvan?» (Lucas 13:23). ¿Quién se salva y quién no se salva? ¿Los ha
predestinado Dios? ¿Y con qué eficacia? Estos dos versículos en primer lugar
declaran algo del tiempo presente -aproximadamente con este sentido: el camino
cómodo de la mediocridad, incluso del pecado y del vicio, es muy transitado-.
En cambio de hecho son pocos los que encuentran la senda angosta, que señala
directamente hacia Dios, en pocas palabras: el camino del sermón de la montaña.
Así lo ha experimentado el mismo Jesús y, después de él, la Iglesia primitiva; así
también parece que nos lo enseñe también nuestro propio conocimiento. Pero todo
el peso recae en la exhortación contenida al principio de este versículo:
Entrad por la puerta estrecha. Es decir, esforzaos por encontrar el verdadero
camino y la verdadera puerta. No es de vuestra incumbencia especular cuántos se
salvan o no se salvan. A vosotros os incumbe hallar la verdadera entrada, que
conduce a la vida.
El Señor nos previene de una manera general acerca
del camino que siguen los muchos en materias religiosas. No siempre es lo
más recomendable pensar como otros
piensan y obrar como otros obran; o adoptar las opiniones de moda y nadar con
la corriente. Jesús nos dice que el camino
que conduce a la vida perdurable es angosto y que pocos son los que lo
siguen; en tanto que el camino que conduce a la perdición eterna es ancho, y
los que lo transitan son muchos. Estas
verdades son terribles, y debieran impulsar a todo el que las lee a hacer un
detenido examen de conciencia, y a preguntarse a sí mismo: "¿Cuál de
estas sendas es la que yo sigo?"
Todos nos encontramos en una de las dos.
Razón tendremos para temblar y sobrecogernos de
temor si nuestra fe es la que profesa la muchedumbre. Si lo único que podemos
alegar en nuestro favor es que vamos a
donde los demás van, y rendimos culto donde los demás lo rinden, y que tenemos
esperanza de que no nos quedaremos en zaga de los demás, pronunciamos así nuestra propia
condenación. ¿Qué es esto sino seguir el "camino ancho"? ¿Qué es esto
sino andar en la senda que conduce a la
perdición? No tenemos razón para desalentarnos y abatirnos, si la fe que
profesamos no es popular y si pocos son los que convienen con nosotros. El arrepentimiento, la fe en Jesucristo y la
santidad de vida no han estado jamás de moda: el verdadero rebaño de Cristo ha
sido siempre pequeño. Ni debemos
sorprendernos si se nos considera singulares y excéntricos en cuanto a
nuestra conducta, y fanáticos y mezquinos en cuanto a nuestras ideas. Es a la
verdad mejor entrar a la vida eterna con
unos pocos, que descender al infierno en medio de un numeroso concurso.
Cristo vino a enseñarnos, no sólo lo que tenemos que saber y creer,
sino lo que tenemos que hacer; no sólo para con Dios, sino para con los
hombres; no sólo para con los que son de nuestro partido y denominación, sino
para con los hombres en general, con todos aquellos que nos relacionemos.
Debemos hacer a nuestro prójimo lo que nosotros mismos reconocemos que es bueno
y razonable. En nuestros tratos con los hombres debemos ponernos en el mismo
caso y en las circunstancias que aquellos con quienes nos relacionamos, y
actuar en conformidad con ello.
No hay sino dos caminos: el correcto y el errado, el bueno y el malo;
el camino al cielo y el camino al infierno; todos vamos caminando por uno u
otro: no hay un lugar intermedio en el más allá; no hay un camino neutro. Todos
los hijos de los hombres somos santos o pecadores, buenos o malos.
Fijaos en que el camino del pecado y de los pecadores que la puerta es
ancha y está abierta. Podéis entrar por esta puerta con todas las lujurias que
la rodean; no frena apetitos ni pasiones. Es un camino ancho; hay muchas sendas
en este; hay opciones de caminos pecaminosos. Hay multitudes en este camino.
Pero, ¿qué provecho hay en estar dispuesto a irse al infierno con los demás,
porque ellos no irán al cielo con nosotros? El camino a la vida eterna es
angosto. No estamos en el cielo tan pronto como pasamos por la puerta angosta. Hay
que negar el yo, mantener el cuerpo bajo control, y mortificar las
corrupciones. Hay que resistir las tentaciones diarias; hay que cumplir los
deberes. Debemos velar en todas las cosas y andar con cuidado; y tenemos que
pasar por mucha tribulación. No obstante, este camino nos invita a todos; lleva
a la vida; al consuelo presente en el favor de Dios, que es la vida del alma; a
la bendición eterna, cuya esperanza al final de nuestro camino debe
facilitarnos todas las dificultades del camino. Esta simple declaración de
Cristo ha sido descartada por muchos que se han dado el trabajo de hacerla
desparecer con explicaciones pero, en todas la épocas el discípulo verdadero de
Cristo ha sido mirado como una personalidad singular, que no está de moda; y
todos los que se pusieron del lado de la gran mayoría, se han ido por el camino
ancho a la destrucción. Si servimos a Dios, debemos ser firmes en nuestra fe.
—¿Podemos oír a menudo sobre la puerta estrecha y el camino angosto y que son
pocos los que los hallan, sin dolernos por nosotros mismos o sin considerar si
entramos al camino angosto y cuál es el avance que estamos haciendo ahí?
¡Maranatha!
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