(¡Atención! esta reflexión no es apta para quienes prefieren tapar el pecado.)
Deber de ser atalaya
Ezequiel 3:17-21: Hijo
de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la
palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío:
De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea
apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad,
pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se
convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú
habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere
maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le
amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en
memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para
que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás
librado tu alma.
Ezequiel 33:1-7: Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre,
habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la
tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere
por atalaya, y él viere venir la espada
sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el
sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su
sangre será sobre su cabeza. El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió;
su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el
atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se
apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por
causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por
atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás
de mi parte
Atalaya significa: Hombre que vigila, para
proteger propiedades o personas de posibles daños y dar aviso ante una amenaza
de peligro.
Jehová levantó profetas que servían de atalayas
para la nación de Israel (Jeremías 6:17), y
ellos, a su vez, hablaron en ocasiones de atalayas simbólicos. (Isaías 21:6, 8; 52:8; 62:6; Oseas 9:8.) En su papel de
atalayas, estos profetas, tenían la responsabilidad de advertir a los inicuos
de su inminente destrucción, y en caso de no hacerlo, se les consideraba
culpables de su muerte. Naturalmente, si las personas eran insensibles y no
prestaban atención a la advertencia, perecían por su propio error, pero el
profeta quedaba libre de culpa. (Ezequiel 3:17-21;
33:1-9.) Un profeta infiel era tan inútil como un atalaya ciego o un
perro mudo. (Isaías 56:10.) El Señor dijo al
profeta que lo había nombrado como atalaya de la casa de Israel. Si se le
advierte al impío, no se nos cargará su destrucción.
Aunque tales pasajes se refieren al pacto
nacional con Israel, se aplican por igual al estado final de todos los hombres
bajo cada dispensación. No sólo tenemos que alentar y consolar a los que
parecen ser justos, sino advertirles porque muchos se han vuelto altivos y
seguros, han caído y hasta muerto en sus pecados. Seguramente entonces que los
oidores del evangelio desearan advertencias y hasta reproches. Ezequiel solo
entre los profetas es llamado “atalaya”, no meramente para simpatizar sino para
dar en su tiempo la debida advertencia de peligro a su pueblo donde ellos no
esperaban que hubiese peligro.
Ezequiel estaba amargado y enojado, no con Dios,
sino por los pecados y actitudes del pueblo. Su visión extraordinaria había
terminado y ahora tenía que comenzar la tediosa tarea de profetizar en medio de
su pueblo, al que parecía importarle muy poco los mensajes de Dios. Antes del
cautiverio, el pueblo había oído a Jeremías, pero no había prestado atención.
Ahora Ezequiel tenía que dar un mensaje similar, y esperaba que lo volvieran a
rechazar. Pero la visión de los seres vivientes y de las ruedas retumbantes estaba
de su lado. No tenía nada que temer porque Dios estaba con él. A pesar de
conocer el probable resultado, Ezequiel obedeció a Dios. A medida que crecemos
en nuestra vida espiritual, tendremos momentos de gran gozo cuando sintamos que
Dios está cerca y habrá momentos en los que los pecados, las luchas y las
tareas diarias nos abrumen. Al igual que Ezequiel, debemos obedecer a Dios aun
cuando no tengamos ganas. No permita que los sentimientos obstaculicen la
obediencia.
El profeta es un centinela de la casa de Israel.
Su trabajo es advertir a los pecadores la desgracia y el peligro. Él debe
advertir al impío para que se vuelva de su camino para vivir. Si un alma perece
por su negligencia ante el deber, es su propia culpa. Llamemos la atención por lo que tienen que responder los que
disculpan el pecado, halagan a los pecadores, y les exhortan a creer que
tendrán paz aunque sigan en pecado. ¡Cuánto más sabios son los hombres en sus
preocupaciones temporales que en las espirituales! Ponen atalayas para guardar
sus casas y centinelas para que les adviertan de la aproximación del enemigo,
pero cuando se juegan la felicidad o miseria eterna del alma, se ofenden si los
ministros obedecen el mandamiento de su Amo y dan una fiel advertencia; prefieren
perecer escuchando cosas dulces.
Ezequiel se sentó en silencio en medio del pueblo
durante siete días. Este era el período de luto que se acostumbraba por los
muertos (Génesis 50:10; 1Samuel 31:13; Job 2:13).
Ezequiel estaba guardando luto por aquellos que estaban espiritualmente
muertos. Tel-abib era la localidad donde se establecieron los judíos cautivos
de Jerusalén.
El privilegio de ser llamado a ser un siervo de
Dios trae responsabilidades consigo. La fiel ejecución de estas
responsabilidades es más importante que si tiene éxito o no.
Los cautivos estaban desalentados por sus pecados
pasados. Este es un punto crucial en este libro. En otras partes del libro de
Ezequiel, el pueblo se negó a enfrentar sus pecados. Aquí, se sentían
profundamente culpables por vivir tantos años en rebelión en contra de Dios.
Por lo tanto, Él les aseguró que los perdonaría si se arrepentían. Dios quiere
que todo el mundo se vuelva a Él. Ve lo que somos y lo que seremos, no lo que
hemos sido. Dios da a cada persona la oportunidad de volverse a Él, así que aprovechémosla.
Tratemos de seguirlo con sinceridad y pidámosle que nos perdone cuando fallemos.
Ezequiel debe proclamar a sus paisanos, en otras
palabras: “Suponed que un país está amenazado de guerra, y que cierto individuo
es llamado a la tarea de advertir anticipadamente de un ataque. Si esa persona
da la alarma cuando el ataque se aproxima, entonces toda responsabilidad por
las bajas recaerá sobre los ciudadanos mismos. Pero si no se da la alarma
cuando el ataque está cerca, entonces aquella persona será tenida por
responsable de la muerte de cualquiera de los ciudadanos.
¡Maranatha!
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