} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: DEBERES DE LOS ANCIANOS EN LA IGLESIA

viernes, 30 de septiembre de 2016

DEBERES DE LOS ANCIANOS EN LA IGLESIA


Tanto la palabra hebrea za·qén como la griega pre·sbý·te·ros significan “hombre mayor” o “anciano”, y su uso no se circunscribe a la acepción literal, personas de edad avanzada (Gé 18:11; Dt 28:50; 1Sa 2:22; 1Ti 5:1, 2) o de más edad que otras (Lu 15:25), sino que también aplica de manera especial a aquellos que ocupan una posición de autoridad y responsabilidad en una comunidad o nación. Es en este último sentido como con mayor frecuencia se utiliza este término tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas.
Desde tiempos antiguos se ha acostumbrado a tener en alta estima al hombre de edad avanzada y a respetarlo por su experiencia y conocimiento, así como por la sabiduría y el buen juicio que ese bagaje puede aportar. Los habitantes de muchas naciones se han sometido a la dirección de sus ancianos, ya fueran los miembros de más edad de algunos linajes o los que se destacaban por su conocimiento y sabiduría. Como resultado, la expresión “anciano” tenía un doble significado: tanto podía aplicar en sentido físico como designar un puesto o cargo. Las referencias a los “ancianos de la tierra de Egipto”, así como a “los ancianos de Moab y los ancianos de Madián”, no incluían a todos los varones de edad avanzada de esas naciones, sino que aplicaban a aquellos que servían como consejo para dirigir y guiar los asuntos nacionales: eran los “príncipes [heb. sa·rím; “jefes”, VP]” de esas naciones. (Gé 50:7; Nú 22:4, 7, 8, 13-15; Sl 105:17, 21, 22.)
De la misma manera, las expresiones “ancianos de Israel”, “ancianos de la asamblea”, “ancianos de mi pueblo” y “ancianos del país”, se utilizan en este sentido oficial, y no aplican a cada hombre de edad avanzada de la nación de Israel. (Nú 16:25; Le 4:15; 1Sa 15:30; 1Re 20:7, 8.) En los relativamente pocos casos donde aparece zeqe·ním (ancianos) sin ninguna palabra calificativa, hay que contar con el contexto para determinar si aplica simplemente a varones ancianos o a los que tienen un puesto oficial de jefes.

Ancianos de Israel. Ya antes del éxodo los israelitas tuvieron “ancianos”, quienes presentaban ante el pueblo los asuntos que merecían su atención, actuaban como sus voceros y tomaban ciertas decisiones. A Moisés se le dijo que cuando regresara a Egipto, presentara su comisión a estos ancianos, y ellos, o al menos los principales, le acompañaron cuando compareció ante Faraón. (Éx 3:16, 18.)
Cuando Moisés, como representante de Dios, presentó el pacto de la Ley a la nación, fueron los “ancianos” oficiales los que representaron al pueblo a la hora de entrar en esa relación de pacto con Jehová. (Éx 19:3-8.) Algún tiempo después, cuando los israelitas se quejaron de las condiciones que experimentaban en el desierto, Moisés le confesó a Jehová que la carga administrativa del pueblo era demasiado pesada para él. Jehová entonces le respondió: “Reúneme setenta hombres de los ancianos de Israel, de quienes de veras conozcas que son ancianos del pueblo y oficiales suyos [...] y tendré que quitar parte del espíritu que está sobre ti y colocarlo sobre ellos, y ellos tendrán que ayudarte a llevar la carga”. (Nú 11:16, 17.) A estos “ancianos” se les nombró teocráticamente para ese puesto de servicio. (Nú 11:24, 25.) A partir de ese momento, Jehová los hizo partícipes, junto con Moisés, del acaudillamiento y administración del pueblo.
Con el transcurso del tiempo, los israelitas conquistaron la Tierra Prometida y abandonaron la vida nómada para establecerse de nuevo en pueblos y ciudades, tal como habían estado en Egipto. Como resultado, recayó sobre los ancianos la responsabilidad de atender a la gente dentro de cada una de esas comunidades. Actuaron como un cuerpo de superintendentes en sus respectivas comunidades y designaron jueces y funcionarios para que se encargaran de la administración de la justicia, la conservación de la paz, el buen orden y el bienestar espiritual. (Dt 16:18-20; 25:7-9; Jos 20:4; Rut 4:1-12.)
Las referencias a “todo Israel, a sus ancianos y sus cabezas y sus jueces y sus oficiales” (Jos 23:2; 24:1), y “a los ancianos de Israel y a todos los cabezas de las tribus, los principales de las casas paternas” (2Cr 5:2), no significan que los “cabezas”, “jueces”, “oficiales” y “principales” fuesen otras personas distintas de los “ancianos”; más bien, indica que los que fueron denominados de esa manera específica desempeñaban cargos especiales en su función de ancianos. (2Re 19:2; Mr 15:1.)
A los “ancianos” que tenían jurisdicción nacional se les designaba con expresiones como “ancianos de Israel” (1Sa 4:3; 8:4), “ancianos del país” (1Re 20:7), “ancianos de la asamblea” (Jue 21:16) o, después de la división del reino y con referencia al reino meridional, “ancianos de Judá y de Jerusalén”. (2Re 23:1.)
Al igual que muchos reyes y sacerdotes de Israel, los “ancianos” en general resultaron ser infieles en el cumplimiento de su responsabilidad para con Dios y el pueblo. (1Re 21:8-14; Eze 7:26; 14:1-3.) Debido a que perdieron el apoyo divino, se predijo que ‘muchachos llegarían a ser sus príncipes’ y que ‘el estimado en poco llegaría a estar contra el que mereciese honra’. (Isa 3:1-5.) En consecuencia, las Escrituras Hebreas recalcan que la edad por sí sola no basta, que si bien “la canicie es corona de hermosura”, solo resulta ser así “cuando se halla en el camino de la justicia”. (Pr 16:31.) “No son los que simplemente abundan en días los que resultan sabios, ni los que simplemente son viejos los que entienden el juicio”, sino aquellos que, además de su experiencia, dejan que el espíritu de Dios los guíe y adquieren entendimiento de su Palabra. (Job 32:8, 9; Sl 119:100; Pr 3:5-7; Ec 4:13.)
La dirección por parte de un cuerpo de “ancianos” continuó a lo largo de toda la historia de la nación, incluso durante el exilio en Babilonia y después del regreso a Judá. (Jer 29:1; Esd 6:7; 10:7, 8, 14.) En el tiempo de Jesús había “ancianos” (gr. pre·sbý·te·roi) que atendían asuntos públicos (Lu 7:3-5), tanto en la comunidad como a escala nacional. La “asamblea de ancianos” (gr. pre·sby·té·ri·on) de Jerusalén constituyó una importante fuente de oposición a Jesús y sus discípulos. (Lu 22:66; Hch 22:5.)

Ancianos de la congregación cristiana. Partiendo de esta base, no es difícil entender las referencias a los “ancianos” (pre·sbý·te·roi) de la congregación cristiana. Al igual que en el Israel natural, en el Israel espiritual los “ancianos” u “hombres mayores” eran los encargados de dirigir la congregación.
En el día del Pentecostés, los apóstoles actuaron como un cuerpo, en el que Pedro sirvió de vocero al ser dirigido por el espíritu derramado de Dios. (Hch 2:14, 37-42.) Está claro que ellos eran “ancianos” en sentido espiritual en virtud de la asociación íntima que desde un principio habían tenido con Jesús y debido a que Éll personalmente los había comisionado para enseñar. (Mt 28:18-20; Ef 4:11, 12;   Hch 2:42.) Los que llegaron a ser creyentes reconocieron que los apóstoles tenían autoridad para gobernar en la nueva nación bajo la autoridad de Cristo (Hch 2:42; 4:32-37; 5:1-11) y hacer nombramientos para puestos de servicio, ya fuera directamente como cuerpo o por medio de representantes, siendo el apóstol Pablo un ejemplo sobresaliente. (Hch 6:1-6; 14:19-23.) Cuando surgió la controversia sobre la circuncisión, algunos “ancianos” se reunieron en asamblea junto con los apóstoles para tratar el asunto. Su decisión se dio a conocer a las congregaciones de todas partes y se aceptó como definitiva. (Hch 15:1-31; 16:1-5.) Por consiguiente, tal como algunos fueron “ancianos” de toda la nación de Israel, es obvio que estos “ancianos” formaron junto con los apóstoles un cuerpo gobernante para toda la congregación cristiana internacional.
Del propio Pablo se dice que posteriormente fue a Jerusalén y se encontró con Santiago y “todos los ancianos”, a quienes relató los resultados de su obra y de quienes recibió consejo sobre ciertos asuntos. (Hch 21:15-26.)
En unos cuantos casos se utiliza el término “ancianos” en contraste con hombres más jóvenes o en paralelo con mujeres de edad avanzada, sin ningún indicio de que implique un puesto de responsabilidad en la congregación. Por lo tanto, en estos casos se refiere simplemente a hombres de edad madura. (Hch 2:17, 18; 1Ti 5:1, 2.) La palabra también se utiliza para referirse a “hombres de tiempos antiguos”. (Heb 11:2.) Sin embargo, en las Escrituras Griegas Cristianas se usa en la mayor parte de los casos con referencia a los “ancianos” responsables de la dirección de la congregación. En algunos textos se llama a los “ancianos” e·pí·sko·poi o “superintendentes” (“obispos”). Pablo utilizó este término al hablar a los “ancianos” de la congregación de Éfeso, y en su carta a Tito lo empleó de nuevo para referirse a los “ancianos”. (Hch 20:17, 28; Tit 1:5, 7.) Ambas palabras, por lo tanto, se refieren al mismo puesto: pre·sbý·te·ros indica las cualidades maduras del que ha sido nombrado, y e·pí·sko·pos, los deberes propios del cargo.
Respecto a la palabra griega pre·sbý·te·ros,   “La traducción precisa del término [pre·sbý·te·ros] en la casi mayoría de los testimonios helénicos, que han llegado hasta nosotros, es la de hombre mayor sinónimo de hombre maduro. La madurez de juicio y de criterio orientador es su nota distintiva. [...] Tenga o no sentido técnico el término [pre·sbý·te·ros] tanto en el mundo helénico como en el israelita designa no al viejo achacoso, sino al hombre maduro, apto por su experiencia y prudencia para el gobierno de su familia o de su pueblo”.
Es indudable que los “ancianos” del antiguo Israel eran hombres de edad. (1Re 12:6-13.) Asimismo, los “ancianos” o superintendentes de la congregación cristiana no eran hombres muy jóvenes, como lo muestra la referencia del apóstol a sus esposas e hijos. (Tit 1:5, 6; 1Ti 3:2, 4, 5.) No obstante, la edad física no era el factor único y principal, como se ve por los otros requisitos enunciados (1Ti 3:2-7; Tit 1:6-9), y tampoco se estipulaba una edad específica. Por ejemplo, aunque Timoteo era relativamente joven, tomó parte en el nombramiento de “ancianos” y, obviamente, también fue reconocido como tal. (1Ti 4:12.)
Los requisitos para acceder al puesto de “anciano” en la congregación cristiana estipulaban que la persona tuviera una alta norma de conducta y espiritualidad. La aptitud para enseñar, exhortar y censurar desempeñaba un papel determinante entre los requisitos que hacían a la persona acreedora al puesto. (1Ti 3:2; Tit 1:9.) Pablo le hizo a Timoteo este encargo solemne: “Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso; censura, corrige, exhorta, con toda gran paciencia y arte de enseñar”. (2Ti 4:2.) Como “pastores”, los “ancianos” son responsables de la alimentación espiritual del rebaño, de cuidar de los que se hallan enfermos espiritualmente y de proteger al rebaño de las incursiones de los “lobos”. (Hch 20:28-35; Snt 5:14, 15; 1Pe 5:2-4.) Además, Pablo, un hombre que se dedicó con celo a enseñar “públicamente y de casa en casa”, también le recordó a Timoteo su responsabilidad de ‘hacer la obra de evangelizador’ y de ‘efectuar su ministerio plenamente’. (Hch 20:20; 2Ti 4:5.)
Cada congregación tenía su cuerpo de “ancianos” o “superintendentes”, a los que por lo general se les menciona en plural. Algunos ejemplos son: Jerusalén (Hch 11:30; 15:4, 6; 21:18), Éfeso (Hch 20:17, 28) y Filipos (Flp 1:1). También se hace mención del “grupo de ancianos” (gr.: pre·sby·té·ri·on) que “impuso las manos” a Timoteo. (1Ti 4:14.) Como superintendentes de la congregación, los “ancianos” ‘presidían’ a sus hermanos. (Ro 12:8; 1Te 5:12-15; 1Ti 3:4, 5; 5:17.)
Como “ancianos” con autoridad apostólica, Pablo y Pedro a veces ejercieron superintendencia sobre otros “ancianos” en ciertas congregaciones (1Co 4:18-21; 5:1-5, 9-13; Flp 1:1; 2:12; 1Pe 1:1; 5:1-5), lo mismo que el apóstol Juan y los discípulos Santiago y Judas, que escribieron cartas a las congregaciones. Pablo asignó a Timoteo y a Tito para que actuaran en representación suya en ciertos lugares. (1Co 4:17; Flp 2:19, 20; 1Ti 1:3, 4; 5:1-21; Tit 1:5.) En muchos casos, estos hombres trataban con congregaciones de creyentes recién establecidas; la comisión de Tito era ‘corregir las cosas que eran defectuosas [“carecían” o “faltaban”]’ en las congregaciones de Creta.
Según el registro bíblico, Pablo, Bernabé, Tito y Timoteo participaron en los nombramientos para los puestos de “ancianos” en las congregaciones. (Hch 14:21-23; 1Ti 5:22; Tit 1:5.) No hay registro de que estas hiciesen tales nombramientos independientemente. Al narrar el viaje de vuelta que hicieron Pablo y Bernabé por Listra, Iconio y Antioquía, Hechos 14:23 dice que “les nombraron [gr.: kjei·ro·to·ne·san·tes] ancianos en cada congregación” (“designaron presbíteros en cada Iglesia”,   “constituyeron ancianos en cada iglesia”). Respecto al significado del verbo griego kjei·ro·to·né·o: “Aunque el sentido etimológico de [kjei·ro·to·né·o] es ‘elegir mostrando las manos’, se llegó a usar con el sentido de ‘designar’, ‘nombrar’  “Posteriormente, por lo general, significó nombrar,  [...] nombrar a un puesto en la iglesia. El cargo para el que se nombraba a estos cristianos era el de “anciano” u “hombre mayor”, sin que mediase un recuento de votos a mano alzada.
Pablo escribió a Timoteo: “Que los ancianos que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra, especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar”. (1Ti 5:17.) En vista de lo que dice el versículo siguiente, y también de la anterior explicación en cuanto a honrar a las viudas ayudándolas en sentido material   esta “doble honra” probablemente incluiría remuneración material.

¿Quiénes son los “veinticuatro ancianos” que están en tronos celestiales?
En el libro de Revelación o Apocalipsis el término pre·sbý·te·roi se aplica unas doce veces a criaturas espíritus. El entorno, la vestimenta y sus acciones dan un indicio de su identidad.
El apóstol Juan tuvo una visión del trono de Jehová en el cielo, rodeado de veinticuatro tronos inferiores, sobre los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de prendas exteriores de vestir blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. (Apoc 4:1-4.) En el resto de la visión, Juan no solo vio a los veinticuatro ancianos caer repetidas veces en adoración delante del trono de Jehová, sino que también los observó desempeñar un papel activo en los diversos rasgos de la visión según esta progresaba. (Apoc 4:9-11; 5:4-14; 7:9-17; 14:3; 19:4.) En especial, los contempló participando en la proclamación del Reino, especificando que Jehová había tomado su gran poder y había empezado a gobernar como Rey. (Apoc 11:15-18.)
En el antiguo Israel, los “ancianos [hombres mayores] de Israel” representaban a la nación y hablaban en su nombre. (Éxo 3:16; 19:7.) De la misma manera, los “ancianos” cristianos pueden representar a la entera congregación del Israel espiritual. Por consiguiente, los veinticuatro ancianos sentados sobre tronos alrededor de Dios muy bien podrían representar al entero cuerpo de cristianos ungidos, quienes, al resultar fieles hasta la muerte, reciben la prometida recompensa de una resurrección celestial y tronos cerca del trono de Jehová. (Apoc 3:21.) El número veinticuatro también es significativo, pues esta fue la cantidad de divisiones sacerdotales que el rey David organizó para que sirviesen en el templo de Jerusalén. Los cristianos ungidos constituirán un “sacerdocio real”. (1Pe 2:9; 1Cr 24:1-19; Lu 1:5-23, 57-66; Apoc 20:6)



 ¡Maranatha!

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