2Timoteo 4; 1-5 Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará
a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la
palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con
toda paciencia y doctrina. Porque
vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de
oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y
apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio
en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio.
Conforme Pablo se aproxima al final de
su carta, quiere animar y desafiar a Timoteo para que cumpla con su tarea. Para
ello le recuerda tres cosas acerca de Jesús.
Jesús
es el Juez de los vivos y de los muertos.
Algún día se someterá a prueba la obra
de Timoteo, por nadie más que por Jesús mismo. Un cristiano debe hacer todo su
trabajo de tal manera que se lo pueda ofrecer a Cristo. No le deben preocupar
ni la crítica ni el veredicto de la gente. La única cosa que anhela es el
" ¡Bien hecho!» de Jesucristo. Si todos nosotros hiciéramos nuestro
trabajo en ese espíritu la diferencia sería incalculable. Nos libraría de ese
espíritu suspicaz que se ofende ante la crítica; nos libraría del espíritu súper
importante que se preocupa del prestigio y de los derechos personales; nos
libraría del espíritu egocéntrico que exige gracias y alabanzas por cada
acción; y nos libraría aun de darnos por ofendidos por la ingratitud humana.
Jesús
es el Conquistador Que ha de volver.
“Te encargo -dice Pablo- por Su aparición.
La palabra original es epifáneia. Epifáneia se usaba de dos maneras.
Se usaba de la intervención manifiesta de algún dios; y se usaba especialmente
en relación con el emperador romano. Su entronización era su epifaneia; y
en particular -y éste es el trasfondo del pensamiento de Pablo aquí- se usaba
de su visita a cualquier provincia o ciudad. Está claro que cuando el emperador
iba a visitar algún lugar, todo se ponía en perfecto orden. Se barrían las
calles y se adornaban las casas y se ponían al día todos los trabajos para que
el lugar estuviera apto para la epifáneia. Así es que Pablo le dice a
Timoteo: “Tú sabes lo que sucede cuando una ciudad está esperando la epifáneia
del emperador; tú estás esperando la epifáneia de Jesucristo. Haz tu
trabajo de tal manera que todas sus partes estén dispuestas para cuando El
aparezca.
El cristiano debe ordenar su vida de tal
manera que en cualquier momento esté dispuesto para la venida de Cristo.
Jesús
es el Rey.
Pablo exhorta a Timoteo a actuar
recordando el Reino de Jesucristo. Llega el día cuando los reinos del mundo
serán el Reino del Señor; así que Pablo le dice a Timoteo: " Vive y
trabaja de tal manera que quedes como un ciudadano fiel cuando venga el Rey.”
Nuestro trabajo debe ser tal que pueda
resistir el escrutinio de Cristo. Nuestras vidas deben ser tales que reciban la
aparición del Rey. Nuestro servicio debe ser tal que demuestre la realidad de
nuestra ciudadanía en el Reino de Dios.
Puede que haya pocos pasajes en el Nuevo
Testamento en los que se presenten los deberes del cristiano tan claramente como aquí.
El
cristiano debe ser insistente.
El
mensaje que presenta es literalmente una cuestión de vida o muerte. Los cristianos
que consiguen de veras que su mensaje haga impacto son los que tienen esta nota
de seriedad en su voz Cualquier
persona con esta nota de urgencia en su voz demanda, y captará, la atención de
su audiencia. Ha de presentar las prerrogativas de Cristo "en sazón y en
desazón.” Como ha dicho alguien: “Aprovecha
o crea tu oportunidad. El cristiano debe considerar cada momento una oportunidad
para hablar de Cristo.” Donde quiera que comiences una conversación terminarás conduciendo
directamente a Cristo. Esto no quiere decir que no escojamos nuestro tiempo
para hablar, porque debe haber cortesía en la evangelización lo mismo que en
cualquier otro contacto humano; pero sí quiere decir que tal vez seamos
demasiado tímidos para hablarles a otros de Jesucristo, retrasando el mensaje
de Salvación por medio del conocimiento de nuestro Señor.
Pablo pasa a hablar del efecto que debe
producir el testimonio cristiano.
El
cristiano debe ser fiel a la Palabra
Debe
hacer que el pecador se dé cuenta de su pecado. El camino a la perfección pasa
por una serie de disgustos. De una manera u otra hay que hacer que el pecador
sienta disgusto por su pecado. Trazar el verdadero Evangelio de Jesús para
descubrir y mostrar un contraste entre el falso creyente, que no busca más que
la popularidad, y el cristiano verdadero, cuya única meta es el bien de los
oyentes. El falso maneja la adulación y fomenta la autoestima. El verdadero dice:
“Venid a que se os diga que vais por mal camino. La primera cosa esencial es
hacer que una persona se vea tal como es.
El
cristiano debe reprender conforme a la Palabra.
En
los grandes días de la Iglesia había una magnífica intrepidez en su voz; y por
eso sucedían cosas.
Ambrosio de Milán fue una de las grandes
figuras de la Iglesia Primitiva. Era amigo íntimo del emperador Teodosio, que
era cristiano pero tenía un genio de mil demonios. Ambrosio no tenía pelos en
la lengua para decirle la verdad al emperador. «¿Quién -preguntaba- se atreverá
a deciros la verdad si no lo hace un verdadero creyente?" Teodosio había
nombrado a uno de sus amigos íntimos, Botérico, gobernador de Tesalónica.
Botérico, un buen gobernador, tuvo ocasión de meter en la cárcel a un famoso
auriga por conducta infame. La popularidad de aquellos aurigas era increíble y
el populacho armó un alboroto y mató a Boterico. Teodosio estaba loco de ira.
Ambrosio intercedió con él para que fuera justo en su castigo, pero Rufino, el
Ministro de Estado, atizó aposta su ira de tal manera que Teodosio envió
órdenes de que se hiciera una masacre de venganza. Más tarde retiró la orden,
pero demasiado tarde para que la nueva orden llegara a Tesalónica a tiempo. El
teatro estaba abarrotado con las puertas cerradas y los soldados de Teodosio
fueron abriéndose paso por el interior matando hombres mujeres y niños durante
tres horas. Más de siete mil personas fueron muertas. La noticia de la masacre
llegó a Milán, y cuando Teodosio se presentó en el culto de la Iglesia el
domingo siguiente, Ambrosio le negó la entrada. El Emperador pidió perdón. Ocho
meses después volvió a la Iglesia, y de nuevo Ambrosio le negó la entrada. Por
último el emperador de Roma tuvo que postrarse en el suelo con los penitentes
antes de que se le permitiera participar del culto con la Iglesia otra vez. En
sus grandes días la Iglesia era intrépida para reprender.
En nuestras relaciones personales, una
palabra de advertencia o de reprensión salvaría a menudo a un hermano del
pecado y del naufragio. Pero, como ha dicho alguien, esa palabra tiene que
darse como "de un hermano corrigiendo a su hermano.” Tiene que darse con
la conciencia de una común culpabilidad. No nos corresponde colocarnos por
encima de nadie como Jueces; pero es nuestro deber dar la palabra de
advertencia cuando se necesita.
El
cristiano debe exhortar por la Palabra.
Aquí
tenemos la otra cara de la moneda. Ninguna reprensión debe ser nunca tal que
deje al otro en la desesperación y sin coraje y esperanza. No sólo se ha de
reprender; también se ha de animar al arrepentimiento del pecado
El cristiano debe
cultivar una paciencia incansable.
La palabra original es makrothymía que
describe el espíritu que nunca se irrita, nunca desespera y nunca considera a
nadie incapaz de salvarse. El cristiano cree pacientemente en las personas
porque cree invenciblemente en el poder transformador de Cristo.
Pablo
pasa a describir la audiencia estúpida que todo lo cree sin comprobar en la
biblia lo que le enseñan. Advierte a Timoteo de que se está llegando a que la
gente se niegue a escuchar la sana doctrina y se amontone maestros que le hagan
cosquillas en los oídos con precisamente las cosas fáciles y cómodas que
quieren oír.
En los días de Timoteo era trágicamente
fácil encontrar tales maestros. Se llamaban sofistas, y vagaban de
ciudad en ciudad ofreciéndose a enseñar cualquier cosa por dinero. Y Sócrates
decía de ellos: “Tratan de atraerse discípulos cobrando poco y prometiendo
mucho.” Estaban dispuestos a enseñar la totalidad de la virtud por, por digamos
10 euros. Le enseñaban a uno a discutir con sutileza y a usar las palabras con
tal astucia que hicieran lo peor parecer lo mejor. Platón los describía sin rodeos:
“Andan cazando jóvenes ricos y de posición, con una educación descafeinada como
cebo, y una matrícula como su objetivo para hacer dinero mediante un uso
seudocientífico de los sofismas en la conversación privada, dándose cuenta de
que lo que estaban enseñando era basura.”
Competían por clientes. Crisóstomo
describía así las ferias de las grandes ciudades: “Se puede oír a muchos
desgraciados sofistas dándose voces e insultándose entre sí, y a sus
discípulos, como ellos los llaman, discutiendo, y muchos autores de libro
leyendo sus estúpidas composiciones, y muchos poetas cantando sus poemas, y
muchos juglares exhibiendo sus trucos, y muchos magos revelando el significado
de prodigios, y miríadas de retóricos enrevesando pleitos, y un sin número de
comerciantes ofreciendo sus mercancías.”
En los días de Timoteo había por todas
partes maestros falsos pregonando conocimientos de pacotilla. Su táctica era
ofrecer argumentos por los que una persona se pudiera justificar por hacer lo
que quisiera. Cualquier maestro, hasta el mismo día de hoy, cuya enseñanza
tienda a hacer que las personas den menos importancia al pecado es una amenaza
para el Cristianismo y para la humanidad.
En oposición a aquello, había que
imponerle a Timoteo ciertas obligaciones.
Tenía
que ser estable en todas las cosas.
La palabra original (néfein) quiere
decir que ha de ser sobrio y controlado como un atleta que tiene sus pasiones y
apetitos y nervios bien bajo control. Esa palabra describe " un estado mental
libre de toda perturbación y obsesión... con todas las facultades plenamente controladas,
para mirar a la cara todos los Hechos y todas las circunstancias.” El cristiano
no ha de ser víctima de modas; el equilibrio ha de ser su norma en un mundo
desequilibrado y a menudo insensato.
Ha
de aceptar cualquier sufrimiento que le sobrevenga.
El Cristianismo costará algo, y el
cristiano ha de pagar el precio sin murmuraciones ni reparos.
Ha
de hacer la labor de evangelista.
A pesar de la acusación y de las burlas
el cristiano es esencialmente portador de buenas noticias. Si insiste en
la disciplina y la autonegación es porque se puede obtener una felicidad más
grande que la que aportan los placeres baratos.
No
ha de dejar ningún acto de servicio sin cumplir.
El
cristiano no debe tener más que una ambición: ser útil a la Iglesia de la que
forma parte y a la sociedad en la que vive. La oportunidad que no dejará pasar
por nada no es la de un provecho barato sino la de ser de servicio a su Dios,
su Iglesia y sus semejantes.
¡Maranatha!
No hay comentarios:
Publicar un comentario