} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA SANIDAD DE LA DEPRESIÓN Y LA TRISTEZA DOLOROSA A TRAVÉS DE LA FE (3) Richard Baxter

domingo, 9 de junio de 2024

LA SANIDAD DE LA DEPRESIÓN Y LA TRISTEZA DOLOROSA A TRAVÉS DE LA FE (3) Richard Baxter


Causas y remedios

Pregunta: ¿Cuáles son las causas y las curas de esta tristeza y culpabilidad excesivas y erróneas?

Respuesta: Para muchos individuos, la mayor parte de la causa se encontrará en perturbaciones fisiológicas, enfermedades físicas y “debilidad” general.

El alma no puede encontrar consuelo en ningún grado satisfactorio.

Aquí, nuevamente, debe enfatizarse que cuanto más inevitablemente surge la condición de procesos fisiológicos no vistos, más allá de la decisión y el control del individuo, menos pecaminoso y menos peligroso es ese estado para el alma, aunque no es menos confuso, sino que podría ser más complejo porque parece no tener causa demostrable.

Tres enfermedades particulares

En particular, tres enfermedades parecen provocar tristeza excesiva:

 1. Algunas consisten en un dolor muy intenso y violento que no puede soportarse. Ya que esto no es generalmente de larga duración, no hablaremos mucho de ello aquí.

 2. Otras implican una reactividad emocional fuerte por naturaleza, y la falta de una capacidad para moderar esa reactividad se considera causativo.

Muchas veces, las personas muy ancianas, que están incapacitadas están propensas a mostrar un temperamento enfermo y volátil. Los niños, en el otro extremo del espectro de la edad, no pueden evitar llorar cuando les duele. Muchas mujeres adultas (así como algunos hombres) también son fácilmente provocadas emocionalmente, y solo con dificultad vuelven a recuperar la compostura. Ellas tienen poco autocontrol con relación a esto, y aunque son temerosas de Dios, tienen un entendimiento muy sólido y tienen un pensamiento rápido, están casi indefensas contra las emociones como el enojo y el pesar (pero especialmente el temor) como podría imaginarse de cualquier otra persona. Temperamentalmente, están predispuestas a un descontento ansioso y temeroso. Aquellas que no están realmente deprimidas, son, sin embargo, propensas a una inmadurez de carácter con una manera mórbida e impaciente, de manera que siempre están desconcertadas, ofendidas o asustadas por una cosa u otra. Son como la hoja de un árbol de álamo temblón, puestas en marcha y temblando con las más leves vicisitudes de la vida. El más sabio y paciente no puede satisfacer y calmar a una persona así. Más bien, ellas se sienten ofendidas con una sola palabra o mirada, o se asustan con cada noticia triste, o se sobresaltan con cualquier ruido. Algunas son como niñas que no pueden dejar de llorar hasta que se cumplan todas sus exigencias. Tan triste como es esto para quienes deben tolerarlas, debe entenderse que es aún más triste para quienes sufren directamente de estos síntomas miserables. Habitar con el enfermo en el luto reciente es menos desafiante. Sin embargo, a menos que se haya perdido completamente la razón, estos casos no son imposibles; tampoco absuelven a los individuos de toda responsabilidad personal.

 3. Sin embargo, cuando la razón se pierde en gran parte a través de una enfermedad verdadera, la recuperación se hace más difícil y larga. Cuando aquellos ya propensos a las emociones volátiles y a una disposición nerviosa se vuelven seriamente deprimidos, la combinación del temperamento y la enfermedad duplica la desgracia resultante.

Revisemos las señales de la depresión y la ansiedad severas

He descrito varias veces la naturaleza general de la depresión y la ansiedad severas en alguna parte, pero las revisaremos aquí:

1. Una mente afligida e inquieta se vuelve una condición crónica e incesante en la cual los individuos ven poco o nada excepto temor y preocupación. Todo lo que escuchan y hacen tiende a alimentar sus temores. Los peligros parecen rodearlos, de tal manera que todo lo que leen y escuchan les roba todo placer. Pensamientos irritables los mantienen despiertos durante la mayor parte de la noche, y luego, cuando logran dormir, las pesadillas los reciben. Se ofenden por la risa o la alegría de los demás, pero consideran que la peor situación de un mendigo es mejor que la propia. No pueden imaginar a nadie más en una situación tan mala como la de ellos, aunque veo hasta dos o tres en una semana, o incluso en un día, con circunstancias tan similares que uno pensaría que son lo mismo. No se complacen en tener amigos, familia, hogar, o cualquier otra cosa. Insisten en que Dios los ha abandonado, que el día de la gracia es pasado y que ya no hay más esperanza. Creen que no pueden orar, aunque esto no les impide gritar y aullar, incluso mientras sostienen que Dios no los escuchará. Se rehúsan a creer que poseen alguna sinceridad o gracia; dicen que no pueden arrepentirse y no pueden creer; y piensan que su corazón está endurecido. Tienen miedo de haber pecado contra el Espíritu Santo. En resumen, su estado mental constante es de temor, confusión y al borde de la desesperación.

2. Si logra convencerlos de que manifiesten algunas evidencias de sinceridad, y de que sus temores, por lo tanto, no tienen fundamento y son inofensivos para ellos y deshonrosos para Dios, ellos no pueden discrepar, pero no encuentran consuelo, o por lo menos, no uno que dure. Consuélelos tanto como quiera, los temores regresarán muchas veces, y rápidamente, porque la causa de sus temores está en su enfermedad física, no en su confusión teológica.

3. Su desgracia viene de lo que ellos no pueden evitar pensar. Sus pensamientos fluyen de la enfermedad. Podría con la misma facilidad tratar de persuadir a alguien de que no tiemble cuando tiene escalofrío, o que no sienta dolor cuando está lesionado, como en tratar de impedirles que tengan los pensamientos que tienen. Es inútil ordenarles que detengan lo que están tan por encima de su control, y es cruel dejar de reconocer cuándo han sucumbido a la enfermedad y se han vuelto cautivos de los pensamientos que abandonarían si tan solo pudieran. Así como va, ellos están atormentados a veces, día y noche por los pensamientos psicóticos de los que no pueden escapar.

4. Cuando estos síntomas llegan a estar muy bien afianzados, estas personas reportan sentir una presencia de algo a su lado, digamos, hablándoles de varias cosas, dirigiéndolos a hacer esto o lo otro. Relatarán que en un momento le dice una cosa y en otro momento algo diferente, y solo con gran dificultad, si acaso, creerán que las voces son producto de su propia enfermedad e imaginación trastornada.

5. En estos casos, ellos están inusualmente propensos a creer que son receptores de revelaciones divinas. Sin importar lo que entre en su mente, ellos toman su llegada como una epifanía. Podrían decir: “Este versículo de la Escritura vino a mi mente en este momento”, y “este versículo en tal momento vino a mi mente”, cuando, de hecho, su entendimiento de ellos fue distorsionado, o la aplicación que se hizo de ellos fue errónea, o quizás, ellos unieron varios textos, pero los aplicaron a conclusiones contradictorias, como si uno diera esperanza, pero el otro la quitara. De manera similar, algunos se convencen de que Dios les ha revelado profecías de eventos futuros, hasta que dichos presagios son superados por eventos que comprueban su falsedad, para vergüenza de estos individuos. Algunos, se vuelven hacia errores claros en asuntos religiosos es decir, herejía y creen que Dios respalda tales creencias; y llegan a estar sólidamente convencidos de tales errores. De hecho, se ha observado que algunos que una vez estuvieron crónicamente ansiosos han obtenido paz y gozo por esos cambios de creencia, lo cual refuerza su convicción de que ellos con toda seguridad deben estar ahora en el camino de Dios y que su falta de paz anterior puede tomarse como evidencia de haber estado equivocados.

De estos, he conocido a muchas personas que obtuvieron consuelo de posiciones completamente contrarias a las que habían tenido por mucho tiempo. Algunos se han alejado tanto de los formalistas (papistas) y supersticiosos que se han convertido en anabautistas, antinomianos, armenianos, perfeccionistas o cuáqueros; algunos se han vuelto de todas las formas de cristianismo a la infidelidad y, negando la vida después de la muerte, han vivido en promiscuidad licenciosa. Estos herejes y apóstatas escapan de sus tristezas por sus acciones, por lo que no son el tipo de individuos a quienes ahora dirijo mis comentarios.

 6. Sin embargo, aquellos que están más tristes y, paradójicamente, mejor por eso, al sentir este ruido que se mueve dentro de ellos, muchas veces están seguros de que sufren una posesión demoniaca o que, cuando menos, están bajo un hechizo maligno, de lo cual hablaré más adelante.

7. De estos últimos, la mayoría son agresivamente perseguidos por la intromisión de pensamientos blasfemos, ante lo cual realmente se estremecen, aunque no pueden evitar que entren en su mente. Ellos son tentados y están obsesionados por dudas respecto a la Escritura, al cristianismo y a la vida eterna, o a pensar mal de Dios mismo. Otras veces, están llenos de ansia por blasfemar contra Dios, por renunciar a Él, y aunque tiemblan de solo pensarlo, este pensamiento los persigue constantemente; y algunos realmente ceden a los pensamientos y lo dicen en voz alta. Al haberlo hecho, escuchan una voz interna que dice: “Ahora, tu condenación está sellada. Has pecado contra el Espíritu Santo. ¡Ya no hay esperanza!”.

8. Cuando las cosas continúan de esta manera, en su desesperación, muchos han hecho votos de no volver a hablar nunca, o de no comer nunca más, y algunos, de hecho, se han privado de comer hasta morir.

 9. En un estado de desesperación y al borde de la muerte, muchos han reportado apariciones de varias personas, pero especialmente de luces confusas durante la noche, alrededor de su cama. A veces, están seguros de escuchar voces o de sentir a alguien tocándolos o haciéndoles daño.

10. Evitan la compañía de los demás y no pueden tolerar nada excepto permanecer solos meditando sombríamente.

11. Descuidan su trabajo y no pueden ocuparse en atender sus responsabilidades claras y evidentes con alguna consistencia.

12. Cuando su condición llega a su extremo final, se tornan cansados de la vida misma y están fuertemente tentados a suicidarse. Por así decirlo, los persigue una fuerte ansiedad por ahogarse, degollarse, colgarse o saltar desde una gran altura. Lamentablemente, muchos han hecho exactamente eso.

13. Si logran escapar de un destino tan terrible, quedan, no obstante, en un estado de desgracia e incompetencia.

Entonces, usted puede ver cuáles son los síntomas dolorosos y los efectos de la depresión seria y, así, cuán importante es prevenirla o ser sanado de ella tan pronto como sea posible, mucho antes de que alcance la etapa final como se ha descrito antes.

 En este punto crítico, es necesario que responda a una pregunta frecuente, específicamente: ¿Son tales síntomas manifestaciones de una posesión demoníaca o no? ¿Y cuánto de lo ya mencionado puede ser atribuido a Satanás?

La controversia de la posesión demoníaca

Para la persona deprimida, que sinceramente quiere saber, debo decir que una estimación precisa de la intervención del diablo puede, en realidad, ser más tranquilizadora que perturbadora.

 Antes que nada, debemos definir qué se quiere decir por posesión demoníaca, ya sea del cuerpo o del alma. No es sencillamente la presencia local de Satanás o sus secuaces, o de su residencia en un hombre lo que representa la posesión. En realidad, sabemos poco del grado de su presencia en un hombre malo a diferencia de un hombre bueno.

Lo que es relevante es el grado al cual él ejerce su poder sobre alguien a través de medios operacionales efectivos. Por ejemplo, el Espíritu de Dios está presente con incluso el peor de los hombres y ejerce influencias dirigidas al bien en el alma del impenitente; pero es una influencia residente y poderosa en el alma de un creyente devoto, y se dice, con razón, que habita en este último, a fin de “poseerlo” en términos de propiedad a través de la devoción y el amor. Así también, Satanás hace mociones demasiado frecuentes hacia los fieles de Dios, pero ejerce “propiedad”, por así decirlo, solamente en las almas de aquellos cuyos hábitos están entregados a la incredulidad y la sensualidad. De manera similar, Dios le permite al diablo infringir persecuciones, sufrimientos y enfermedades comunes sobre los justos sin que sea culpa suya. También es el ejecutor de Dios de sufrimientos extraordinarios, que afectan especialmente al cerebro, al privar a las personas del sentido y el entendimiento, trabajando adicionalmente en las bases puramente fisiológicas de la enfermedad. A esto puede llamársele posesión. Como la mayoría de las influencias en el alma tienen a Satanás como su padre, pero a nuestros propios corazones como su madre, así que es útil concebir que la mayoría, o por lo menos, muchas enfermedades físicas provienen de Satanás, en el sentido de que Dios las permite (como en el caso de Job), aunque las enfermedades también tienen causas directas dentro del propio cuerpo.

Aunque nuestras propias faltas y predisposiciones, las épocas, el clima y los accidentes pueden ser causas de enfermedades, Satanás podría estar operando detrás de todo esto. Cuando la operación de Satanás es tan directa que nos referimos a ella como una posesión, él podría todavía obrar por medio de las debilidades corporales, aunque, a veces, se sabe que funciona bastante por encima del poder de cualquier enfermedad en sí, como cuando aquellos hablan espontáneamente en idiomas extraños no aprendidos, y quienes están evidentemente bajo algún encantamiento vomitan lo que es claramente hierro o vidrio u otra substancia extraña. Por otro lado, él a veces se conforma con trabajar simplemente a través de la enfermedad en sí, como en el caso de las epilepsias y las psicosis.

Revisemos las causas espirituales y las confusiones

 A partir de esta situación complicada, lo siguiente debería estar claro, por lo menos:

 1. Si Satanás posee el cuerpo, eso no es una señal segura de que la gracia esté ausente, tampoco dicha posesión condenará al alma si esta no está poseída. No, algunos de los hijos de Dios no están, en ocasiones, afligidos por Satanás como un medio de Dios para corregirlos y a veces probarlos, como lo fue en el caso de Job. Aunque algunos podrían decir lo contrario, la espina en la carne de Pablo, descrita como un mensajero de Satanás para afligirlo, parece haber sido alguna dolencia física, como un cálculo renal, del cual no se proporcionó un alivio permanente, aunque se oró tres veces. En cambio, a Pablo se le prometió gracia suficiente para soportar lo que debe haber sido una prueba muy difícil.

2. La posesión de Satanás de un alma impía es una situación miserable y mucho peor que su posesión del cuerpo solamente. No obstante, no debe tomarse toda inclinación al mal o al pecado como representante de dicha posesión, porque nadie es perfecto ni está libre de pecado.

3. Ningún pecado en particular demuestra la propiedad duradera y condenatoria de Satanás, excepto aquel pecado que es más amado que odiado, al que uno prefiere aferrarse en lugar de librarse de él y eso, incluso, voluntariamente y no a regañadientes.

 4. Esto debería ser de gran consuelo para las almas deprimidas, pero honestas, si tienen el entendimiento para recibirlo: de todos, nadie tiene tan poco amor por sus pecados como aquellos que gimen bajo el peso oneroso de ellos. Permítame preguntarle: ¿aprecia su incredulidad, sus temores, sus pensamientos distraídos, sus tentaciones para blasfemar? ¿Preferiría librarse de ellos o aferrarse a ellos? El orgulloso, el ambicioso, el sexualmente inmoral, el borracho, el apostador, el chismoso ocioso, el extremadamente autocomplaciente: todos estos aman sus pecados y no desean dejarlos ni lo harán. Como Esaú, que vendió su primogenitura por un bocado de comida, ellos arriesgarán perder a Dios, a Cristo, su alma y el cielo antes de dejar la pocilga del pecado. ¿Pero es este su caso? ¿Disfruta el estado en que está? No, usted está muy cansado y harto de eso, tan agotado y cargado que está literalmente llamado a venir a Cristo en busca de consuelo (Mateo 11:28-29 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30  porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.).

5. Digamos que es un procedimiento de operación estándar que el diablo acose, con tentaciones molestas e indeseables, a quienes no puede vencer con tentaciones atractivas y condenatorias. De la misma manera en que el diablo levanta externamente tormentas de persecución en su contra una vez que ellos logran escapar de sus trampas engañosas, del mismo modo los ataca por dentro, hasta el grado que Dios se lo permite.

Evidencia de la intervención satánica

No negamos que Satanás ha recibido libertad en la vida de las personas deprimidas:

 1. Sus tentaciones son, a veces, la causa inmediata del pecado por el cual Dios corrige al individuo.

2. Muchas veces, su obra es evidente en un desequilibrio fisiológico en el cuerpo.

3. Como tentador, él es la causa principal de los pensamientos pecaminosos e irritantes, de las dudas, de los temores y de la confusión emocional de lo cual la depresión puede considerarse como una causa secundaria.

El diablo puede hacer con nosotros, no lo que a él le da la gana, sino lo que nosotros le permitimos. Él no puede romper nuestras puertas, por así decirlo, pero podrá entrar libremente si nosotros las dejamos abiertas. Por lo tanto, puede resultarle fácil tentar a un individuo obeso, fuera de forma, a la pereza; a un individuo sano y de “sangre caliente” a la lujuria; a uno dado a la gratificación a caer en glotonería, embriaguez, o ambas; y al joven aburrido a desperdiciar el tiempo ociosamente con juegos o simplemente pasando el rato.

Por otro lado, algunos individuos, debido al temperamento, pero sin crédito propio, sencillamente no son tentados en estos asuntos. Sin embargo, si el enemigo puede empujarlo a la depresión, se le facilitará tentarlo a estar agitado y temeroso, a tener dudas y pensamientos distractores, a quejarse contra Dios y a la desesperación. A partir de allí, el recorrido es corto para creer que está vencido y empezar a tener pensamientos blasfemos acerca de Dios. O, en el extremo opuesto, a veces sucede que los individuos imaginan que se han convertido en receptores exaltados de los dones de revelación y profecía.

 4. Sin embargo, me apresuro a añadir que Dios imputará las tentaciones del diablo, no a usted, sino al diablo, sin importar cuán horribles sean, siempre y cuando las rechace y las odie. De manera similar, usted no será responsabilizado por los efectos nocivos, inevitables de una enfermedad física, y no más de lo que Dios condenaría a un hombre por los pensamientos o las palabras alucinantes dichas en un delirio o psicosis franca. No obstante, al grado en que usted retenga su razón y una voluntad para gobernar sus emociones, debe usar su razón y voluntad como pueda. Si no lo hace, es su culpa; sin embargo, las condiciones que lo dificultan ciertamente hacen que la falta sea menos reprochable.

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