} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CONSEJO A LOS CRISTIANOS DEPRIMIDOS Y ANSIOSOS 2 (Richard Baxter)

sábado, 1 de junio de 2024

CONSEJO A LOS CRISTIANOS DEPRIMIDOS Y ANSIOSOS 2 (Richard Baxter)

 

Habiendo descrito extensamente la melancolía, Baxter ahora aplica este conocimiento al decir cómo tratar con la depresión. Asegúrese de que no haya un error teológico en la raíz de su angustia. Especialmente, tenga un entendimiento sólido del pacto de la gracia y de las riquezas de misericordia reveladas en Cristo. Será útil para que entienda estas verdades siguientes, entre otras:

Instrucción 1ª.

1 Nuestros pensamientos de la bondad infinita de Dios deberían estar en proporción a nuestros pensamientos con referencia a su poder y sabiduría infinitas.

2. La misericordia de Dios ha provisto para el pecador a un Salvador muy suficiente para que ninguno perezca por la falta de un resarcimiento completo por sus pecados a través de Cristo. La salvación o el perdón de ningún hombre requiere que él provea el resarcimiento de sus propios pecados.

 3. En el pacto de su evangelio, Cristo se ha entregado (lo cual es un acto de sacrificio propio) con perdón y salvación a todo el que acepte el ofrecimiento creyendo y con arrepentimiento. Nadie que escuche el evangelio perece sino los últimos, los obstinados que niegan a Cristo y a la vida.

4. El que cree la verdad del evangelio hasta el punto de aceptar el pacto de la gracia —que Dios el Padre sería su Señor y Padre reconciliado, y Cristo su Salvador y el Espíritu Santo su santificador— tiene una fe verdadera y salvadora y derecho a la bendición del pacto.

5. El día de la gracia es tan proporcional o igual a la duración de nuestra vida que cualquiera que se arrepienta verdaderamente y acepte el pacto de la gracia antes de morir es ciertamente perdonado y tiene vida eterna. Es responsabilidad de cada uno hacerlo, para que se pueda tener el perdón.

6. Las tentaciones de Satanás no son nuestros pecados: solamente ceder a la tentación es pecado.

7. Los efectos de la enfermedad natural o padecimiento no son (en sí mismos) pecado.

8. Los pecados más pequeños (formalmente) y con menos posibilidad de condenarnos son aquellos que estamos menos dispuestos a cometer y que menos nos gustan o disfrutamos.

9. Ningún pecado que detestemos más de lo que nos guste puede condenarnos, si preferimos dejarlo y ser libertados de él en lugar de permanecer en él. Esto es el verdadero arrepentimiento.

10. Está verdaderamente santificado aquel que prefiere ser perfecto en santidad de corazón y vida, en amar a Dios y en vivir por fe, en lugar de tener los mayores placeres, riquezas u honores del mundo, considerando también los medios por los cuales se logran ambas opciones.

11. El que tiene esta gracia y deseo puede saber que está elegido. Asegurando nuestro llamado al aceptar el pacto santo es también una manera de asegurar nuestra elección.  2 Pedro 1; 10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.

12. La misma cosa que es una responsabilidad magnífica para algunos, podría no ser en absoluto una responsabilidad para otro, quien debido a enfermedad física (fiebres, delirio, melancolía, etc.) no tiene la capacidad para hacerla. Este es el principio de responsabilidad disminuida, un precedente legal establecido hace mucho.

 

Instrucción 2ª.

Tenga cuidado con las preocupaciones, la tristeza y el descontento de este mundo. No atesore cosas terrenales al grado de que les permita enfadarlo. Mejor, aprenda a entregarle sus preocupaciones a Dios. Hallará menos paz en cualquier sufrimiento que venga por medios mundanos y pecaminosos. Es mucho más seguro estar preocupado por las incumbencias del cielo que por las de este mundo. [Los puritanos conceptualizaron nuestro viaje por esta vida (también conocido como “La ciudad de destrucción” por John Bunyan) hacia el cielo (“La ciudad celestial” también por Bunyan) como peligroso junto con un camino engañoso, rodeado por muchos obstáculos, enemigos y trampas. Este camino demanda valor (el significado dorado entre desesperación y precipitación) junto con las otras virtudes clásicas y cristianas. Aquí Baxter nos amonesta a ejercer prudencia o discreción.]

 

Instrucción 3ª.

La meditación no es definitivamente una responsabilidad para una persona melancólica, excepto por los pocos que pueden tolerar un tipo de meditación breve y estructurada. Esto tiene que ser sobre algún asunto alejado del que los perturba, excepto para las meditaciones cortas como las oraciones repentinas, espontáneas, que se dicen en voz alta.

Una medicación rígida y extendida solamente le frustrará y perturbará, y lo dejará sin poder llevar a cabo otras responsabilidades. Si un hombre tiene una pierna quebrada, no debe caminar hasta que se cure, si no todo el cuerpo sufrirá.

Es su facultad para pensar o su imaginación la parte que está quebrada, lesionada. Por lo tanto, no debe usarla para reflexionar en las cosas que tanto lo perturban. Usted podría decir: “¡Eso es profanación, descuida a Dios y al alma, y deja que el tentador haga su voluntad!”. Sin embargo, yo respondo: “No, es simplemente abstenerse de lo que no puede hacer en este momento, para que al hacer otras cosas que sí puede, usted pueda más adelante hacer lo que no puede ahora. Es simplemente postponer el intento de hacer (en el presente) lo que solo le incapacitará para hacer todas sus otras responsabilidades. En el presente, usted puede llevar a cabo los asuntos de su alma por medio del razonamiento santificado. No estoy disuadiéndole del arrepentimiento o de creer, sino más bien de las meditaciones fijas, prolongadas y profundas que solamente le lastimarán”.

 Instrucción 4ª.

 No se involucre por mucho tiempo en una tarea privada que usted no puede soportar. La oración en sí, cuando usted es incapaz de hacerla, tiene que ser llevada a cabo solamente al grado que usted puede. Cuando no puede hacerlo mejor, entonces las confesiones y peticiones cortas a Dios tendrán que ser suficientes en vez de las oraciones privadas prolongadas. (Las palabras de Pablo en 2 Corintios 8:12: “Porque si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene)

Si la enfermedad puede excusar a una persona por ser cortante debido a que su fuerza está disminuida, entonces el mismo principio aplica aquí en una enfermedad del cerebro y del ánimo. Dios no ha ordenado que se involucre en actividades que son dañinas para usted.

Instrucción 5ª.

Cuando se halle incapaz de tener devocionales privados, no sea demasiado duro consigo mismo. Mejor, vaya a un paso que no sea demasiado incómodo. ¿Por qué? Porque todo esfuerzo que no lo capacita, solamente lo estorba, hace que su responsabilidad sea más pesada para usted y lo deshabilita más al empeorar su condición. Es como un buey que jala de manera dispareja o un caballo que muerde el freno y, por consiguiente, se cansa rápidamente. Conserve su disposición para cumplir su responsabilidad y evite las cosas que le hagan sentir desdichado. Cuando su estómago está descompuesto, no es comer mucho sino digerir bien lo que restaura la salud. Se debe comer poco cuando no se puede digerir mucho; así también en el caso de sus meditaciones y devociones privadas.

Instrucción 6.

Invierta el mayor esfuerzo en tareas que tolera mejor. Para la mayoría, esto consistirá en orar en voz alta en presencia de otros y la buena conversación. Un hombre enfermo, cuyo estómago no puede tolerar la mayoría de las comidas, debe comer lo que puede tolerar. Y Dios ha provisto una variedad de medios para que unos puedan ser efectivos cuando los otros no. No me malinterprete: en asuntos de necesidad absoluta, permítame enfatizar, usted tiene que esforzarse en hacerlas pase lo que pase. (Pablo dice en Gálatas 6:2, 5: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. … Porque cada uno llevará su propia carga”. Aunque superficialmente paradójico, el texto sugiere que algunas cargas son abrumadoras y no hay posibilidad de cargarlas solos, y aquellos que tienen capacidad de hacerlo deben ayudar a quienes están en peligro de ser aplastados por dicho peso. Al mismo tiempo, hay responsabilidades personales —cargas— que solo atañen a la persona. Estas no deben descuidarse ni delegarse ni ser asumidas por otro.) Si es lento para creer, para arrepentirse, para amar a Dios y a su prójimo, para ser serio, recto y devoto, o incluso para orar, entonces, aquí usted debe luchar y no excusarse por renuencia. Estas responsabilidades deben cumplirse, o usted está perdido. (Baxter no está sugiriendo que nos salvamos por hacer un uso diligente de los medios de la gracia, sino que está diciendo que no nos salvamos sin usarlos, tampoco) Sin embargo, alguien que no puede leer podría ser salvo sin leer, y alguien en prisión o enfermo podría ser salvo sin escuchar la Palabra predicada y sin la comunión de los santos. En la misma forma, una persona discapacitada por la melancolía podría ser salva por medio de reflexiones breves y oraciones rápidas sin meditaciones prolongadas y formales y oraciones privadas. Otras responsabilidades que él puede hacer compensarán la falta de estas. De la misma manera en que la naturaleza ha provisto dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales, dos riñones y dos pulmones para que si uno falla el otro puede compensar, así sucede aquí.

Instrucción 7ª.

Evite estar a solas innecesariamente y, tanto como sea posible, mantenga una compañía sincera y animada. Usted necesita a los demás y no es conveniente estar por sí solo. Dios usará y honrará a los demás como extensiones de sus manos para entregar sus bendiciones. La soledad es para aquellos que aptos para ella y provee un tiempo excelente para meditar y conversar con Dios y con nuestro propio corazón. Sin embargo, para usted, es un tiempo de tentación y peligro. Si Satanás tentó a Cristo mismo cuando Él estaba ayunando y a solas en el desierto, ¿cuánto más aprovechará esto como su oportunidad en contra de usted? La soledad invita a sopesar y a reflexionar, que son las cosas de las que debe apartarse si no quiere perderlo todo.

Instrucción 8ª.

Cuando aparezcan pensamientos blasfemos o perturbadores, o reflexiones infructuosas, confróntelas de inmediato y use la autoridad de la razón que queda en usted para rechazarlos y ordenarles que se vayan. Si no ha perdido su razón, ella y su voluntad tendrán poder sobre los pensamientos, así como sobre la lengua, las manos o los pies. De la misma manera en que se avergonzaría por correr en círculos o pelear con sus puños y luego dijera “no puedo evitarlo”, o que se permitiera hablar incesantemente, todo el día, y dijera “no puedo detenerlo”, así debería avergonzarse de permitirle a sus pensamientos continuar alegóricamente, o permanecer sobre cosas dolorosas, y luego decir: “no puedo evitarlo”. ¿Está haciendo su mejor esfuerzo para evitarlo? ¿No puede pensar en algo más? ¿O no puede animarse a sí mismo y deshacerse de ellos? Algunos individuos, al echarse un poco de agua fría en la cara (o al pedirle a alguien que se la eche), [Tenga en cuenta que la iniciativa es con la persona deprimida para autoadministrarse este tratamiento o para solicitarlo. No se debe imaginar que abofetear a alguien o arrojarle agua en la cara sin que se lo haya pedido es ser defensor, como en algunas de las “curas” ridículas de la histeria presentada en las películas antiguas. En tal parodia, siempre se puede contar con que la persona responda agradecida: “Gracias, lo necesitaba”. Este no es el método de Baxter.] pueden despertarse del letargo melancólico como se despertarían del sueño. Si esto no es posible, ¿no puede salir de su habitación y empezar alguna tarea que le sirva como una distracción? Podría hacer más de lo que habría hecho si tan solo estuviera dispuesto y supiera cuánta responsabilidad tiene de hacerlo.

Instrucción 9ª.

Cuando piensa en cosas santas, que sean las mejores: Dios y la gracia, Cristo, el cielo, o sus hermanos o la iglesia. Concentre sus meditaciones externamente, pero asegúrese de no examinarse a sí mismo en detalle, y no desperdicie sus pensamientos pensando en sus pensamientos. Así como debemos dirigir los pensamientos de los pecadores negligentes al interior y dirigirlos del mundo y el pecado hacia sí mismos, en una manera diferente debemos dirigir al exterior los pensamientos de las personas melancólicas y autoconfundidas. Esto se debe a que la naturaleza de su trastorno estar acusándose a sí mismos continuamente. Recuerde que es un deber mucho más alto, más noble y más dulce pensar en Dios, Cristo y el cielo que en tales gusanos como lo somos nosotros. Cuando vamos a Dios, vamos al amor y a la luz y a la libertad. Cuando bajamos la mirada a nuestro interior, vemos un calabozo, una prisión, un desierto, un lugar de tinieblas, horror, suciedad, miseria y confusión. Por lo tanto, aunque tales pensamientos son necesarios en cuanto a que sin ellos nuestro arrepentimiento y debida vigilancia no pueden ser mantenidos; aunque son dolorosos, innobles, e incluso infructuosos en comparación con nuestros pensamientos en Dios. Cuando derrama el contenido de su corazón para buscar si el amor de Dios está allí, sería más sabio pensar en la amistad infinita de Dios. Eso provocará el amor de Dios, ya sea que haya estado o no allí antes. Entonces, en vez de tratar tan fuerte de leer su corazón para saber si está o no fijo en lo celestial, eleve sus pensamientos al cielo y piense en su gloria. Eso elevará su corazón hacia el cielo y le dará y mostrará lo que estaba buscando. Dedique tiempo a plantar deseos santos en el jardín de su corazón, tiempo que usted está actualmente usando en probarse y examinarse mientras espera discernir si esos deseos están allí.

Somos criaturas entenebrecidas y confundidas que vernos a nosotros mismos es suficiente para provocar aversión y horror en nuestra mente, y para contribuir a la melancolía. Sin embargo, en Dios y la gloria no hay nada que desanime nuestros pensamientos y todo para deleitarlos si Satanás no logra tergiversárnoslos.

 

 Instrucción 10ª.

No pase por alto el milagro de amor que Dios ha mostrado en la encarnación, el ministerio, la vida, la muerte, la resurrección, la ascensión y el reino de nuestro Redentor. Mejor, impregne sus pensamientos más que todo en estas maravillas de misericordia, ordenadas por Dios para ser la substancia primordial de sus pensamientos. Debería traer racionalmente a su memoria muchos pensamientos sobre Cristo y la gracia para cada uno de los que lista sobre su pecado y miseria. Dios requiere que usted vea su pecado y miseria, pero de una manera que tiende a magnificar el remedio y haga que usted lo acepte. Nunca piense en su pecado y en el infierno aisladamente, sino como una manera hacia los pensamientos en Cristo y en la gracia. Esta es la responsabilidad de incluso el peor de nosotros. ¿Están sus pecados siempre frente a usted? (Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.) ¿Por qué no también la gracia perdonadora en Cristo? (¡Ya basta de la caricatura pesimista de los puritanos!) ¿Está el infierno abierto ante usted? ¿Por qué no está también ante usted el Redentor? ¿Dice: “Porque el pecado y el infierno me pertenecen, pero Cristo, la santidad y el cielo no son míos”? Entonces, yo le respondo: “Es así, porque así lo quiere: si no lo quisiera de esa manera, entonces no es así”. Dios puso primero vida ante usted, y no solo muerte. Él ha puesto a Cristo, la santidad y el cielo en su lado de la balanza; el diablo pone el placer del pecado por un tiempo, en el otro. El lado que usted escoge sin fingimiento alguno es suyo. Dios le ha dado a elegir. Nada es más cierto que esto: Dios ha dado tan completamente a Cristo y la vida a todos los que escuchan el evangelio que nada, excepto su rechazo final y obstinado, puede condenarlos. (Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna; 5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.; 1 Juan 5:10–12 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11  Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12  El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida; Apocalipsis 22:17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.) Cristo y la vida son puestos ante la voluntad y la elección de todos, aunque no todos lo aceptarán y elegirán a Él. Así que si no quiere tener a Cristo, la vida y la santidad, ¿qué prefiere tener? Y si no, ¿de qué se queja? (El uso de la paradoja en terapia no es una innovación moderna)

 

 Instrucción 11ª.

Piense y hable tanto sobre la misericordia que ha recibido como lo hace sobre el pecado que ha cometido. Similarmente, concéntrese tanto en la misericordia ofrecida como en la misericordia que necesita. No se atreva a decir que la misericordia que ha recibido es menos digna de recordarse y mencionarse que todos sus pecados. Cuando Dios hace tanto por usted, ¿debería ignorarse, disimularse o minimizarse como si sus misericordias fuera un hueso seco o un desierto infértil que no produce algo en que reflexionar? No sea culpable de tan enorme ingratitud. Los pensamientos de amor y misericordia engendrarán amor y dulzura en el alma. Por el contrario, los pensamientos de pecado e ira solamente cultivarán indisposición, terror, amargura y confusión. Estos últimos apartan de Dios al corazón.

Instrucción 12ª.

Comprométase diariamente a usar gran parte de sus oraciones en confesar la misericordia recibida como también en confesar el pecado cometido, y en alabar a Dios como en lamentar sus propias miserias. No se atreva a negar que esta es su responsabilidad, si es que comprende su deber. La acción de gracias y la alabanza son responsabilidades mayores que confesar el pecado y la miseria. Decida, entonces, que estas deberán tener la mayor parte de su tiempo. Si hace simplemente esto, lo cual puede hacer si quiere, con el tiempo quitará la amargura de su espíritu. La sola mención frecuente de cosas más dulces, endulzará su mente y cambiará su temperamento y su hábito, así como un cambio de dieta impacta el vigor de su cuerpo. Le suplico: sea determinado y pruebe este enfoque. Si no puede mencionar la misericordia tan agradecidamente como quisiera o mencionar las excelencias de Dios con el grado de devoción y alabanza que desearía, de todos modos haga lo que pueda y menciónelas según pueda. (Somos amonestados a no permitir que lo que no podemos hacer verdaderamente sirva como una excusa por descuidar lo que sí podemos hacer) Podría distribuir su tiempo, decidiendo qué debería tener la mayor parte en oración, incluso si no puede controlar sus sentimientos. Si solo hace esto, hallará gran beneficio.

 Instrucción 13ª.

No valore demasiado el aspecto apasionado del deber, pero entienda esto: el juicio, la voluntad, la práctica, la alta estima de Dios y la santidad, la decisión determinada, y el esfuerzo sincero son la vida de la gracia y la responsabilidad; las emociones que siente son cosas menores e inciertas. Usted no sabe lo que hace cuando enfatiza tanto en aspecto emocional, o cuando se esfuerza mucho por obtener revelaciones profundas y trascendentales. Esto no es lo importante ni lo esencial de la santidad. Demasiado de esos sentimientos pueden distraerlo. Dios sabe cuánto usted puede soportar. Los sentimientos apasionados dependen considerablemente de la naturaleza. Algunas personas son más expresivas que otras. Una cosa pequeña afecta profundamente a algunos. Las personas más sabias y más dignas son generalmente las menos apasionadas. El más débil apenas controla sus sentimientos. (Creo que aquí, Baxter está discutiendo sobre dominio propio, no de la ausencia de emoción expresada.) Dios no se deja llevar por nuestras sensaciones, y por lo tanto, se le puede experimentar mejor a través del entendimiento y la voluntad que a través de las emociones. El alma más santa es la más inclinada hacia Dios, determinada por Él y conformada a la voluntad de Dios; no la afectada con las tristezas, los temores y las alegrías más profundas, y otro tipo de emociones cautivantes similares. No obstante, sería mejor si los afectos santos pudieran ser estimulados a voluntad, al grado que nos equiparan mejor para el deber. Sin embargo, he conocido a muchos que se quejan de la falta de sentimientos más profundos, que si sus sentimientos (como ellos los llaman, emociones) hubieran sido más intensos, se hubieran distraído. Preferiría ser un cristiano que se odia a sí mismo por el pecado, está determinadamente en su contra y lo abandona (aunque no pueda llorar por él) que uno de aquellos que pueden llorar hoy, pero pecan de nuevo mañana, uno cuyas emociones pecaminosas son tan rápidamente estimuladas como sus mejores emociones.

Instrucción 14ª.

 No se preocupe demasiado en sus propios pensamientos. No les dé mucha importancia. Si Satanás le lanza pensamientos abusivos, y su usted no puede echarlos fuera, menosprécielos, y no les dé importancia. Hacer un gran alboroto por cada pensamiento que entra en su mente los mantendrá más tiempo allí. Porque de lo que más conscientes estamos, pensamos más en ello. Lo que menos nos importa es en lo que pensamos menos. Si usted no quiere deshacerse de ellos nunca, entonces siga prestándoles atención y haciéndolos demasiado importantes. Estos pensamientos problemáticos son como las arpías molestas: si les presta atención y les responde, nunca lo dejarán tranquilo. Si las deja que hablen, no les preste atención y no les responda, se cansarán y se rendirán. El plan del diablo es fastidiarlo y desconcertarlo. Si ve que usted no se molestará ni desconcertará, él se rendirá. (Santiago 4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.) Ya conozco su respuesta: “¿Debería yo ser tan impío como para ignorar esos pensamientos pecaminosos?”. Le estoy aconsejando no que los ignore en el sentido de que no se preocupe por qué pensamientos están en su mente o que descarte un pecado pequeño como si no existiera. Sino que no los haga pecados más grandes o más peligrosos de lo que son en realidad. (1 Juan 5:16–17 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17  Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte. 18  Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.. afirma claramente que algunos pecados son peores que otros. Aquí, Baxter aconseja no desestimar cualquier pecado como “insignificante” porque es “pequeño”, o elevarlo por encima de la gracia de Cristo porque es “inmenso”.) No les preste atención distintiva o particular ni se moleste por ellos. Si lo hace, no tendrá espacio en sus pensamientos para Cristo y el cielo y lo que debería captar sus pensamientos. En cambio, el diablo se regocijará al ver cómo él lo ocupa a usted en pensar sus propios pensamientos por usted, (Mejor debemos “considerar los pensamientos de Dios antes que él”.) (o más bien, las tentaciones de él). Satanás puede ocuparlo a usted el día entero en escuchar lo que él le dice y pensando en sus sugerencias en vez de en las obras de Dios. Ninguno de los siervos de Dios está libre de pensamientos inconsistentes y pecaminosos. Para tales pensamientos, ellos tienen que pedir perdón diariamente y alegrarse de que tienen un Salvador suficiente y remedio para ellos, y que, por lo tanto, el pecado finalmente llevará solo a la exaltación de la gracia. Sin embargo, si ellos les prestaran atención excesivamente y estuvieran molestos por cada pensamiento sin fundamento, este sería simplemente una trampa para desviarlo de casi todas sus responsabilidades mayores. ¿Le gustaría si su empleado empezara a notar y a preocuparse por imperfecciones insignificantes en su trabajo en lugar de hacer su trabajo?

 Instrucción 15ª.

Recuerde, no es pecado ser tentado, sino solamente ceder a la tentación. Cristo mismo fue llevado y tentado blasfemamente por el diablo, tentado incluso a postrarse y adorarlo. Sin embargo, Cristo convirtió estas tentaciones en una ventaja, incrementando su gloria a través de su victoria sobre ellas. No crea que el pecado del diablo le pertenece a usted. ¿Son sus tentaciones más horribles e insoportables que las de Cristo? ¿Qué pasaría si el diablo lo llevara a usted al pináculo del templo, como lo hizo con Cristo? ¿Acaso no habría pensado que Dios lo había abandonado y se habría rendido al poder de Satanás? Usted podría justificar que cedió a la tentación aunque Cristo no lo hizo. Bueno, no puede esperarse que la gente pecadora debería soportar la tentación tan inocentemente como lo hizo Cristo, ¿o sí? Satanás no encontró nada en Cristo para avenirse a él; sin embargo, ¡en nosotros él encuentra una naturaleza pecaminosa! La cera recibirá una marca, mientras que el mármol no. Pero no toda contaminación pecaminosa representa acceder al pecado que nos tienta.

Instrucción 16ª.

 Considere cuán distante está de amar, deleitarse o estar renuente a abandonar estos pensamientos pecaminosos. Observe que no todo pecado condena, excepto el pecado que es tan amado y en que tanto se deleita que preferiría mantenerlo que dejarlo. [Los puritanos estarían necesariamente más preocupados por las causas que por las consecuencias. Quien teme y odia la causa de la condenación final (el pecado) tiene menos temor que quien simplemente teme las consecuencias (el infierno).] ¿Acaso no anhela ser libertado de todos estos pensamientos y pecados horribles? ¿Estaría renuente a vivir en desgracia, pobreza o exilio si tan solo fuera libertado del pecado? Si es así, ¿por qué duda de su perdón? ¿Acaso puede tener una señal más segura de arrepentimiento o de que su pecado no es un pecado imperdonable ni gobernante que el hecho de que usted no lo ama ni lo desea? Mientras menos voluntad para pecar, menos pecado; y mientras más voluntad para pecar, más pecado. El hombre codicioso ama su dinero, el fornicario ama su lujuria, el orgulloso ama su honor, al borracho le encantan sus bebidas y al glotón le encanta complacer su apetito. A ellos les gusta tanto esto que no lo dejarán. Pero ¿a usted le gustan sus pensamientos perturbadores, confusos o blasfemos? ¿Acaso no está muy cansado de ellos, incluso hasta cansado de su vida a causa de ellos? ¿No le agradaría y estaría agradecido de que nunca lo vuelvan a molestar? Entonces, ¿cómo puede dudar de ser perdonado?

Instrucción 17ª.

No se culpe a sí mismo más de lo que exista una causa para ello por los efectos de su enfermedad. Indirectamente, un hombre que en su distracción piensa o habla inapropiadamente podría decirse que es responsable al grado de que su pecado ha causado su enfermedad. Sin embargo, directamente en él y por sí mismo, los efectos involuntarios de su enfermedad no son pecaminosos. La depresión es simplemente una enfermedad que afecta las emociones y la imaginación, aunque uno no perciba enfermedad alguna. Es igualmente esperado que una persona deprimida sea impetuosa y que las dudas, los temores, los pensamientos desesperantes y las tentaciones blasfemas la atormenten, como lo es para un hombre habla incoherentemente por la fiebre cuando falla su conocimiento. De manera similar, cuán común es que una fiebre provoque pensamientos de agua y sed poderosas. ¿Haría que un hombre con fiebre se acuse a sí mismo por tener sed o por esos pensamientos, deseos o las cosas que dijo? Si usted tuvo los pensamientos espantosos en sus sueños que ahora tiene mientras está despierto, ¿acaso no los clasificaría como debilidades inevitables en vez de pecados no perdonados? Por consiguiente, su trastorno hace a sus pensamientos malos moralmente equivalentes a los sueños.

Instrucción 18ª.

Asegúrese de mantenerse constantemente ocupado, hasta donde su fortaleza le permita, en labores diligentes de un llamado honesto, y no desperdicie tiempo precioso en la ociosidad. La pereza es la oportunidad del tentador: cuando usted está desocupado, invita al diablo a venir a molestarlo. Entonces, tendrá tiempo para escucharlo y pensar en lo que él ponga en su mente, y luego, ¡volver a pensar en esos pensamientos! Cuando no tiene nada que hacer, el diablo le pondrá este tipo de trabajo. Luego, tendrá que sentarse quieto y reflexionar, y sus pensamientos se moverán por necesidad en el caos de su propio mal, como niños jugando en el lodo. Y la ociosidad es un pecado, que Dios no consentirá. Él le ha mandado: “Seis días trabajarás”. (Éxodo 20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra) Y, Con el sudor de tu rostro comerás el pan (Génesis 3:19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.) Y “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10 Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma) Recuerde que el tiempo es preciado, y que se va volando, y que Dios no le ha dado nada sin propósito. Por lo tanto, si está atribulado por otros pecados, haga de este pecado un asunto de consciencia, y no desperdicie ni quince minutos en cosas ociosas e improductivas. Sería adecuado que Dios fuera a hacer de su pecado mismo su castigo, y que sus pensamientos ociosos lo castigaran diariamente si no se levanta y va a hacer sus labores honestas. Ningún fingimiento de oración o cualquier otra devoción disculpará su holgazanería pues es contra la ley de Dios. Sobre todo lo que le he dicho, permítame suplicarle, por lo tanto, que obedezca esta instrucción en especial. He conocido personas desesperadas, melancólicas, que se sanaron al ponerse a sí mismas, resuelta y diligentemente, a cumplir sus responsabilidades (y cambiar de localidad, de compañía y saliendo). Si usted insiste en acurrucarse en una esquina y pecar contra Dios a través de la pereza y la pérdida de tiempo, y así contribuir a su propia miseria en vez de levantarse y hacerse cargo de sus responsabilidades, entonces, su tragedia está bien merecida. No diga que tiene poco o nada que hacer. Dios ha hecho que la responsabilidad de cada uno, sin importar su riqueza, sea trabajar en tal ocupación según sea adecuado para la posición y capacidad personal.

Instrucción 19ª.

Observe cuidadosamente cuánto se deleita el diablo en confinarlo a pensamientos tristes y desalentadores. Entonces, podría ver fácilmente que tal enfoque no puede ser su responsabilidad ¡ni le conviene ya que es muy útil y complaciente para el diablo! Al mantenerlo a usted en sus dudas y temores confusos, él le roba a Dios el agradecimiento y la alabanza que usted le debe por todas sus misericordias. Estas responsabilidades superiores las deja a un lado como si no le pertenecieran. Usted falla en darle a Dios el honor por su misericordia excelentemente milagrosa en nuestra redención; ¡tampoco estudia, ni se deleita, ni admira, ni magnifica las riquezas de la gracia en Jesucristo! Tiene pensamientos pobres y bajos del amor infinito de Dios y no está apto para sopesarlos ni para percibirlo. Se parece a alguien con un reflujo ácido constante, que le causa permanente un sabor amargo en la boca y le impide disfrutar la comida. Sus pensamientos bajos acerca de Dios le impiden amarlo y lo inclinan a odiarlo y a huir de Él como si fuera un enemigo. Mientras tanto, el diablo hace una mala representación de Dios fingiendo que Él lo odia. Esto desperdicia su tiempo; le priva de toda disposición y placer en su responsabilidad y se convierte todo el servicio a Dios en una carga y molestia. Es muy opuesto al espíritu de adopción, y a todo el marco de adoración y obediencia evangélicas. ¿Y, bajo el pretexto de ser más humilde, afligido y sagaz, gratificará a Satanás y perjudicará a Dios y a sí mismo? (El perfeccionismo obsesivo puede representar la forma más arrogante de superioridad moral. Ya que el autosacrificio es orgullo disfrazado de humildad. Idiomáticamente, nos referimos a tal actitud como “ser más católico que el Papa”. Baxter argumenta que dicho perfeccionismo está muy lejos de ser un estado más alto de gracia que de ser un pecado real.)

 Instrucción 20ª.

 No confíe en su propio juicio, durante su condición deprimida y ansiosa, en cuanto al estado de su alma o a la elección y conducta de sus pensamientos o deseos. Comprométase al juicio dirección de alguien experimentado, un guía fiel. En esta condición oscura y desordenada, usted no está apto para juzgar su propia condición ni la manera para abordar su responsabilidad. Su mente e imaginación están bien o enfermas: si están bien, entonces, ¿qué son estas quejas sobre molestias, confusión y una incapacidad para meditar y orar? Si están enfermas, entonces, ¿por qué sería usted tan arrogante en pensar que es capaz de avaluarse a sí mismo mientras tiene una imaginación y un pensamiento tan trastornado? Una de las peores características de las personas deprimidas es que, muchas veces, son sabias ante sus propios ojos y tercas en sus opiniones en un momento en que su cerebro está más enfermo y su razón más débil. Es más, son engreídas, testarudas e imposibles de enseñar, como si estuvieran orgullosas de su entendimiento patético y piensan que nadie sabe tanto como ellas.( Es imposible aprender algo si usted lo sabe todo) “¡Oh!”, dice, “¡usted no entiende mi caso!”. ¿Acaso no hay más posibilidad de que yo, que he visto muchos casos así, pueda comprender su caso mejor de lo que usted podría, cuando nunca ha experimentado la depresión en nadie más que no sea usted? Un espectador podría entender mejor la situación de alguien que está soñando, de lo que el soñador puede comprender su propia situación. ¡Usted dice que los demás no sienten lo que usted siente! Bueno, un médico no siente lo que siente alguien con epilepsia o delirio. Aun así, sobre la base de lo que usted dice sentir y lo que el médico ve, él puede entender mucho mejor su trastorno, tanto la naturaleza como la cura del mismo, que usted, que lo siente. Una persona sabia, cuando está enferma, se confiará a sí misma, bajo Dios, a la instrucción de su médico y a la ayuda de sus amigos, y no se opone a su ayuda ni su consejo y tampoco los rechaza obstinadamente solo porque no lo complace. Haga lo mismo si es sabio. Confíese al consejo apropiado. No menosprecie el juicio del proveedor sobre su condición o su responsabilidad. Usted piensa que está perdido y que no hay esperanza. Escuche a alguien que esté en mejor posición para juzgar. No ponga su comprensión limitada muy obstinadamente en contra de él. ¿Cree que él es tan tonto como para estar equivocado? ¿En cambio, no debería alguna humildad hacer que considere que usted podría estar equivocado? Acepte su concejo sobre sus pensamientos, la forma y la duración de sus devociones privadas y todas las dudas para las que necesita consejo. Respóndame esta única pregunta: ¿Conoce a alguien que sea más sabio y más capaz para evaluar su condición y darle consejo? Si dice que no, entonces, ¡qué orgulloso está de tal sensatez trastornada! Si dice que sí, entonces, crea y confíe en esa persona y decídase a seguir sus indicaciones. Y, yo le preguntaría, ¿alguna vez tuvo una opinión muy diferente de sí mismo? Si es así, ¿no estaba, en ese entonces, sensato y capaz de juzgar, y tenía más posibilidad de tener razón, de lo que está ahora?

Instrucción 21ª.

Mi último consejo es este: esfuércese por curar su enfermedad, sométase al cuidado de su médico y obedézcale. No sea como la mayoría de las personas deprimidas, quienes no creen que el medicamento les haga bien, sino que piensan que es solamente su alma la que está afligida. Porque, entienda esto, es la química, la razón y el estado de ánimo los que están desequilibrados. Por consiguiente, el alma es como alguien que ve a través de un vidrio de color y piensa que todo tiene el mismo color que el vidrio. En lo personal, he sabido de muchos individuos que sanaron por el medicamento. (Muchos de los medicamentos a los que Baxter probablemente se refiere serían considerados hoy como venenos, en que los efectos secundarios de dichos medicamentos (“físicos”) eran mucho más pronunciados que cualquier efecto terapéutico. Sin embargo, Baxter habría estado familiarizado, como médico laico y el único médico experto para su congregación, con la farmacopea de sus días. Su testimonio (“Yo personalmente he conocido muchas personas que se han curado con medicamentos”), debemos tomarlo al pie de la letra, ya que él no parece estar haciendo afirmaciones casi universales como aquellos que han sido falsamente hechos por ciertos medicamentos modernos. Pero es razonable deducir que si el medicamento rudimentario de los tiempos de Baxter –los cuales incluían cosas como mercurio y arsénico probaron ser efectivos a veces, podríamos considerar nuestras ofertas modernas farmacológicas por lo menos igual de útiles.) Es más, a menos que el cuerpo esté sano, la mente será difícilmente curada, (Baxter está discutiendo, no por la preeminencia del cuerpo sobre la mente, sino por la necesidad del cuerpo de que la mente pueda existir y funcionar normalmente. Ya que el cerebro es integral al trabajo del cuerpo, así esa porción del cuerpo es particularmente esencial al funcionamiento de la mente) hasta el punto en que incluso el consejo más lúcido y bien razonado será ineficaz. (A veces, cuando la consejería, la asesoría o la psicoterapia formal basta para tratar tanto la ansiedad como la depresión. Sin embargo, a veces estos métodos son ineficaces sin medicamento y pueden ser peor que ineficaces a menos que estén acompañados por cuidados médicos apropiados.)

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