Habiendo descrito extensamente la melancolía, Baxter
ahora aplica este conocimiento al decir cómo tratar con la depresión. Asegúrese
de que no haya un error teológico en la raíz de su angustia. Especialmente, tenga un entendimiento sólido del pacto de
la gracia y de las riquezas de
misericordia reveladas en Cristo. Será útil para que entienda estas
verdades siguientes, entre otras:
Instrucción 1ª.
1 Nuestros pensamientos de la bondad infinita de
Dios deberían estar en proporción a nuestros pensamientos con referencia a su
poder y sabiduría infinitas.
2. La misericordia de Dios ha provisto para el
pecador a un Salvador muy suficiente para que ninguno perezca por la falta de
un resarcimiento completo por sus pecados a través de Cristo. La salvación o el
perdón de ningún hombre requiere que él provea el resarcimiento de sus propios
pecados.
3. En el
pacto de su evangelio, Cristo se ha entregado (lo cual es un acto de sacrificio
propio) con perdón y salvación a todo el que acepte el ofrecimiento creyendo y
con arrepentimiento. Nadie que escuche el evangelio perece sino los últimos,
los obstinados que niegan a Cristo y a la vida.
4. El que cree la verdad del evangelio hasta el
punto de aceptar el pacto de la gracia —que Dios el Padre sería su Señor y
Padre reconciliado, y Cristo su Salvador y el Espíritu Santo su santificador—
tiene una fe verdadera y salvadora y derecho a la bendición del pacto.
5. El día de la gracia es tan proporcional o igual a
la duración de nuestra vida que cualquiera que se arrepienta verdaderamente y
acepte el pacto de la gracia antes de morir es ciertamente perdonado y tiene
vida eterna. Es responsabilidad de cada uno hacerlo, para que se pueda tener el
perdón.
6. Las tentaciones de Satanás no son nuestros
pecados: solamente ceder a la tentación es pecado.
7. Los efectos de la enfermedad natural o
padecimiento no son (en sí mismos) pecado.
8. Los pecados más pequeños (formalmente) y con
menos posibilidad de condenarnos son aquellos que estamos menos dispuestos a
cometer y que menos nos gustan o disfrutamos.
9. Ningún pecado que detestemos más de lo que nos
guste puede condenarnos, si preferimos dejarlo y ser libertados de él en lugar
de permanecer en él. Esto es el verdadero arrepentimiento.
10. Está verdaderamente santificado aquel que
prefiere ser perfecto en santidad de corazón y vida, en amar a Dios y en vivir
por fe, en lugar de tener los mayores placeres, riquezas u honores del mundo,
considerando también los medios por los cuales se logran ambas opciones.
11. El que tiene esta gracia y deseo puede saber
que está elegido. Asegurando nuestro llamado al aceptar el pacto santo
es también una manera de asegurar nuestra elección. 2 Pedro 1; 10
Por lo cual, hermanos, tanto
más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas
cosas, no caeréis jamás.
12. La misma cosa que es una responsabilidad
magnífica para algunos, podría no ser en absoluto una responsabilidad para
otro, quien debido a enfermedad física (fiebres, delirio, melancolía, etc.) no
tiene la capacidad para hacerla. Este es el
principio de responsabilidad disminuida, un precedente legal establecido hace
mucho.
Instrucción 2ª.
Tenga cuidado con las preocupaciones, la tristeza y
el descontento de este mundo. No atesore cosas terrenales al grado de que les
permita enfadarlo. Mejor, aprenda a entregarle sus preocupaciones a Dios.
Hallará menos paz en cualquier sufrimiento que venga por medios mundanos y
pecaminosos. Es mucho más seguro estar preocupado por las incumbencias del
cielo que por las de este mundo. [Los puritanos conceptualizaron nuestro viaje por
esta vida (también conocido como “La ciudad de destrucción” por John Bunyan)
hacia el cielo (“La ciudad celestial” también por Bunyan) como peligroso junto
con un camino engañoso, rodeado por muchos obstáculos, enemigos y trampas. Este
camino demanda valor (el significado dorado entre desesperación y
precipitación) junto con las otras virtudes clásicas y cristianas. Aquí Baxter
nos amonesta a ejercer prudencia o discreción.]
Instrucción 3ª.
La meditación no es definitivamente una
responsabilidad para una persona melancólica, excepto por los pocos que pueden
tolerar un tipo de meditación breve y estructurada. Esto tiene que ser sobre
algún asunto alejado del que los perturba, excepto para las meditaciones cortas
como las oraciones repentinas, espontáneas, que se dicen en voz alta.
Una medicación rígida y extendida solamente le
frustrará y perturbará, y lo dejará sin poder llevar a cabo otras
responsabilidades. Si un hombre tiene una pierna quebrada, no debe caminar
hasta que se cure, si no todo el cuerpo sufrirá.
Es su facultad para pensar o su imaginación la parte
que está quebrada, lesionada. Por lo tanto, no debe usarla para reflexionar en
las cosas que tanto lo perturban. Usted podría decir: “¡Eso es profanación,
descuida a Dios y al alma, y deja que el tentador haga su voluntad!”. Sin
embargo, yo respondo: “No, es simplemente abstenerse de lo que no puede hacer
en este momento, para que al hacer otras cosas que sí puede, usted pueda más
adelante hacer lo que no puede ahora. Es simplemente postponer el intento de
hacer (en el presente) lo que solo le incapacitará para hacer todas sus otras
responsabilidades. En el presente, usted puede llevar a cabo los asuntos de su
alma por medio del razonamiento santificado. No estoy disuadiéndole del
arrepentimiento o de creer, sino más bien de las meditaciones fijas,
prolongadas y profundas que solamente le lastimarán”.
Instrucción 4ª.
No se
involucre por mucho tiempo en una tarea privada que usted no puede soportar. La
oración en sí, cuando usted es incapaz de hacerla, tiene que ser llevada a cabo
solamente al grado que usted puede. Cuando no puede hacerlo mejor, entonces las
confesiones y peticiones cortas a Dios tendrán que ser suficientes en vez de
las oraciones privadas prolongadas. (Las palabras de Pablo en 2 Corintios 8:12: “Porque
si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no
según lo que no tiene”)
Si la enfermedad puede excusar a una persona por ser
cortante debido a que su fuerza está disminuida, entonces el mismo principio
aplica aquí en una enfermedad del cerebro y del ánimo. Dios no ha ordenado que
se involucre en actividades que son dañinas para usted.
Instrucción 5ª.
Cuando se halle incapaz de tener devocionales
privados, no sea demasiado duro consigo mismo. Mejor, vaya a un paso que no sea
demasiado incómodo. ¿Por qué? Porque todo esfuerzo que no lo capacita,
solamente lo estorba, hace que su responsabilidad sea más pesada para usted y
lo deshabilita más al empeorar su condición. Es como un buey que jala de manera
dispareja o un caballo que muerde el freno y, por consiguiente, se cansa
rápidamente. Conserve su disposición para cumplir su responsabilidad y evite
las cosas que le hagan sentir desdichado. Cuando su estómago está descompuesto,
no es comer mucho sino digerir bien lo que restaura la salud. Se debe comer
poco cuando no se puede digerir mucho; así también en el caso de sus
meditaciones y devociones privadas.
Instrucción 6.
Invierta el mayor esfuerzo en tareas que tolera
mejor. Para la mayoría, esto consistirá en orar en voz alta en presencia de
otros y la buena conversación. Un hombre enfermo, cuyo estómago no puede
tolerar la mayoría de las comidas, debe comer lo que puede tolerar. Y Dios ha
provisto una variedad de medios para que unos puedan ser efectivos cuando los
otros no. No me malinterprete: en asuntos de necesidad absoluta, permítame
enfatizar, usted tiene que esforzarse en hacerlas pase lo que pase. (Pablo dice en
Gálatas 6:2, 5: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la
ley de Cristo. … Porque cada uno llevará su propia carga”. Aunque
superficialmente paradójico, el texto sugiere que algunas cargas son
abrumadoras y no hay posibilidad de cargarlas solos, y aquellos que tienen
capacidad de hacerlo deben ayudar a quienes están en peligro de ser aplastados
por dicho peso. Al mismo tiempo, hay responsabilidades personales —cargas— que
solo atañen a la persona. Estas no deben descuidarse ni delegarse ni ser
asumidas por otro.) Si es lento
para creer, para arrepentirse, para amar a Dios y a su prójimo, para ser serio,
recto y devoto, o incluso para orar, entonces, aquí usted debe luchar y no
excusarse por renuencia. Estas responsabilidades deben cumplirse, o usted está
perdido. (Baxter
no está sugiriendo que nos salvamos por hacer un uso diligente de los medios de
la gracia, sino que está diciendo que no nos salvamos sin usarlos, tampoco) Sin embargo, alguien que no puede leer podría ser
salvo sin leer, y alguien en prisión o enfermo podría ser salvo sin escuchar la
Palabra predicada y sin la comunión de los santos. En la misma forma, una persona
discapacitada por la melancolía podría ser salva por medio de reflexiones
breves y oraciones rápidas sin meditaciones prolongadas y formales y oraciones
privadas. Otras responsabilidades que él puede hacer compensarán la falta de
estas. De la misma manera en que la naturaleza ha provisto dos ojos, dos oídos,
dos fosas nasales, dos riñones y dos pulmones para que si uno falla el otro
puede compensar, así sucede aquí.
Instrucción 7ª.
Evite estar a solas innecesariamente y, tanto como
sea posible, mantenga una compañía sincera y animada. Usted necesita a los
demás y no es conveniente estar por sí solo. Dios usará y honrará a los demás
como extensiones de sus manos para entregar sus bendiciones. La soledad es para
aquellos que aptos para ella y provee un tiempo excelente para meditar y
conversar con Dios y con nuestro propio corazón. Sin embargo, para usted, es un
tiempo de tentación y peligro. Si Satanás tentó a Cristo mismo cuando Él estaba
ayunando y a solas en el desierto, ¿cuánto más aprovechará esto como su
oportunidad en contra de usted? La soledad invita a sopesar y a reflexionar,
que son las cosas de las que debe apartarse si no quiere perderlo todo.
Instrucción 8ª.
Cuando aparezcan pensamientos blasfemos o
perturbadores, o reflexiones infructuosas, confróntelas de inmediato y use la
autoridad de la razón que queda en usted para rechazarlos y ordenarles que se
vayan. Si no ha perdido su razón, ella y su voluntad tendrán poder sobre los
pensamientos, así como sobre la lengua, las manos o los pies. De la misma
manera en que se avergonzaría por correr en círculos o pelear con sus puños y
luego dijera “no puedo evitarlo”, o que se permitiera hablar incesantemente,
todo el día, y dijera “no puedo detenerlo”, así debería avergonzarse de
permitirle a sus pensamientos continuar alegóricamente, o permanecer sobre
cosas dolorosas, y luego decir: “no puedo evitarlo”. ¿Está haciendo su mejor
esfuerzo para evitarlo? ¿No puede pensar en algo más? ¿O no puede animarse a sí
mismo y deshacerse de ellos? Algunos individuos, al echarse un poco de agua
fría en la cara (o al pedirle a alguien que se la eche), [Tenga en cuenta
que la iniciativa es con la persona deprimida para autoadministrarse este
tratamiento o para solicitarlo. No se debe imaginar que abofetear a alguien o
arrojarle agua en la cara sin que se lo haya pedido es ser defensor, como en
algunas de las “curas” ridículas de la histeria presentada en las películas
antiguas. En tal parodia, siempre se puede contar con que la persona responda
agradecida: “Gracias, lo necesitaba”. Este no es el método de Baxter.] pueden despertarse del letargo melancólico como se
despertarían del sueño. Si esto no es posible, ¿no puede salir de su habitación
y empezar alguna tarea que le sirva como una distracción? Podría hacer más de
lo que habría hecho si tan solo estuviera dispuesto y supiera cuánta
responsabilidad tiene de hacerlo.
Instrucción 9ª.
Cuando piensa en cosas santas, que sean las mejores:
Dios y la gracia, Cristo, el cielo, o sus hermanos o la iglesia. Concentre sus
meditaciones externamente, pero asegúrese de no examinarse a sí mismo en
detalle, y no desperdicie sus pensamientos pensando en sus pensamientos. Así
como debemos dirigir los pensamientos de los pecadores negligentes al interior
y dirigirlos del mundo y el pecado hacia sí mismos, en una manera diferente
debemos dirigir al exterior los pensamientos de las personas melancólicas y
autoconfundidas. Esto se debe a que la naturaleza de su trastorno estar
acusándose a sí mismos continuamente. Recuerde que es un deber mucho más alto,
más noble y más dulce pensar en Dios, Cristo y el cielo que en tales gusanos
como lo somos nosotros. Cuando vamos a Dios, vamos al amor y a la luz y a la
libertad. Cuando bajamos la mirada a nuestro interior, vemos un calabozo, una
prisión, un desierto, un lugar de tinieblas, horror, suciedad, miseria y
confusión. Por lo tanto, aunque tales pensamientos son necesarios en cuanto a
que sin ellos nuestro arrepentimiento y debida vigilancia no pueden ser mantenidos;
aunque son dolorosos, innobles, e incluso infructuosos en comparación con
nuestros pensamientos en Dios. Cuando derrama el contenido de su corazón para
buscar si el amor de Dios está allí, sería más sabio pensar en la amistad
infinita de Dios. Eso provocará el amor de Dios, ya sea que haya estado o no
allí antes. Entonces, en vez de tratar tan fuerte de leer su corazón para saber
si está o no fijo en lo celestial, eleve sus pensamientos al cielo y piense en
su gloria. Eso elevará su corazón hacia el cielo y le dará y mostrará lo que
estaba buscando. Dedique tiempo a plantar deseos santos en el jardín de su
corazón, tiempo que usted está actualmente usando en probarse y examinarse
mientras espera discernir si esos deseos están allí.
Somos criaturas entenebrecidas y confundidas que
vernos a nosotros mismos es suficiente para provocar aversión y horror en
nuestra mente, y para contribuir a la melancolía. Sin embargo, en Dios y la
gloria no hay nada que desanime nuestros pensamientos y todo para deleitarlos
si Satanás no logra tergiversárnoslos.
Instrucción
10ª.
No pase por alto el milagro de amor que Dios ha
mostrado en la encarnación, el ministerio, la vida, la muerte, la resurrección,
la ascensión y el reino de nuestro Redentor. Mejor, impregne sus pensamientos
más que todo en estas maravillas de misericordia, ordenadas por Dios para ser
la substancia primordial de sus pensamientos. Debería traer racionalmente a su
memoria muchos pensamientos sobre Cristo y la gracia para cada uno de los que
lista sobre su pecado y miseria. Dios requiere que usted vea su pecado y
miseria, pero de una manera que tiende a magnificar el remedio y haga que usted
lo acepte. Nunca piense en su pecado y en el infierno aisladamente, sino como
una manera hacia los pensamientos en Cristo y en la gracia. Esta es la
responsabilidad de incluso el peor de nosotros. ¿Están sus pecados siempre
frente a usted? (Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está
siempre delante de mí.) ¿Por qué no
también la gracia perdonadora en Cristo? (¡Ya basta de la caricatura
pesimista de los puritanos!) ¿Está el
infierno abierto ante usted? ¿Por qué no está también ante usted el Redentor?
¿Dice: “Porque el pecado y el infierno me pertenecen, pero Cristo, la santidad
y el cielo no son míos”? Entonces, yo le respondo: “Es así, porque así lo
quiere: si no lo quisiera de esa manera, entonces no es así”. Dios puso primero
vida ante usted, y no solo muerte. Él ha puesto a Cristo, la santidad y el
cielo en su lado de la balanza; el diablo pone el placer del pecado por un
tiempo, en el otro. El lado que usted escoge sin fingimiento alguno es suyo.
Dios le ha dado a elegir. Nada es más cierto que esto: Dios ha dado tan
completamente a Cristo y la vida a todos los que escuchan el evangelio que
nada, excepto su rechazo final y obstinado, puede condenarlos. (Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna; 5:40 y no queréis venir a mí para que tengáis
vida.;
1 Juan 5:10–12 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el
testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no
ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado
vida eterna; y esta vida está en su Hijo. 12
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no
tiene la vida; Apocalipsis 22:17 Y el Espíritu y
la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el
que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.) Cristo y la vida son puestos ante la voluntad y la
elección de todos, aunque no todos lo aceptarán y elegirán a Él. Así que si no
quiere tener a Cristo, la vida y la santidad, ¿qué prefiere tener? Y si no, ¿de
qué se queja? (El
uso de la paradoja en terapia no es una innovación moderna)
Instrucción
11ª.
Piense y hable tanto sobre la misericordia que ha
recibido como lo hace sobre el pecado que ha cometido. Similarmente,
concéntrese tanto en la misericordia ofrecida como en la misericordia que
necesita. No se atreva a decir que la misericordia que ha recibido es menos
digna de recordarse y mencionarse que todos sus pecados. Cuando Dios hace tanto
por usted, ¿debería ignorarse, disimularse o minimizarse como si sus
misericordias fuera un hueso seco o un desierto infértil que no produce algo en
que reflexionar? No sea culpable de tan enorme ingratitud. Los pensamientos de
amor y misericordia engendrarán amor y dulzura en el alma. Por el contrario,
los pensamientos de pecado e ira solamente cultivarán indisposición, terror,
amargura y confusión. Estos últimos apartan de Dios al corazón.
Instrucción 12ª.
Comprométase diariamente a usar gran parte de sus oraciones
en confesar la misericordia recibida como también en confesar el pecado
cometido, y en alabar a Dios como en lamentar sus propias miserias. No se
atreva a negar que esta es su responsabilidad, si es que comprende su deber. La
acción de gracias y la alabanza son responsabilidades mayores que confesar el
pecado y la miseria. Decida, entonces, que estas deberán tener la mayor parte
de su tiempo. Si hace simplemente esto, lo cual puede hacer si quiere, con el
tiempo quitará la amargura de su espíritu. La sola mención frecuente de cosas
más dulces, endulzará su mente y cambiará su temperamento y su hábito, así como
un cambio de dieta impacta el vigor de su cuerpo. Le suplico: sea determinado y
pruebe este enfoque. Si no puede mencionar la misericordia tan agradecidamente
como quisiera o mencionar las excelencias de Dios con el grado de devoción y
alabanza que desearía, de todos modos haga lo que pueda y menciónelas según
pueda. (Somos
amonestados a no permitir que lo que no podemos hacer verdaderamente sirva como
una excusa por descuidar lo que sí podemos hacer) Podría distribuir su tiempo, decidiendo qué
debería tener la mayor parte en oración, incluso si no puede controlar sus
sentimientos. Si solo hace esto, hallará gran beneficio.
Instrucción
13ª.
No valore demasiado el aspecto apasionado del deber,
pero entienda esto: el juicio, la voluntad, la práctica, la alta estima de Dios
y la santidad, la decisión determinada, y el esfuerzo sincero son la vida de la
gracia y la responsabilidad; las emociones que siente son cosas menores e
inciertas. Usted no sabe lo que hace cuando enfatiza tanto en aspecto
emocional, o cuando se esfuerza mucho por obtener revelaciones profundas y
trascendentales. Esto no es lo importante ni lo esencial de la santidad.
Demasiado de esos sentimientos pueden distraerlo. Dios sabe cuánto usted puede
soportar. Los sentimientos apasionados dependen considerablemente de la
naturaleza. Algunas personas son más expresivas que otras. Una cosa pequeña
afecta profundamente a algunos. Las personas más sabias y más dignas son
generalmente las menos apasionadas. El más débil apenas controla sus
sentimientos. (Creo que aquí, Baxter está discutiendo sobre dominio
propio, no de la ausencia de emoción expresada.) Dios no se deja llevar por nuestras sensaciones,
y por lo tanto, se le puede experimentar mejor a través del entendimiento y la
voluntad que a través de las emociones. El alma más santa es la más inclinada
hacia Dios, determinada por Él y conformada a la voluntad de Dios; no la
afectada con las tristezas, los temores y las alegrías más profundas, y otro
tipo de emociones cautivantes similares. No obstante, sería mejor si los
afectos santos pudieran ser estimulados a voluntad, al grado que nos equiparan
mejor para el deber. Sin embargo, he conocido a muchos que se quejan de la
falta de sentimientos más profundos, que si sus sentimientos (como ellos los
llaman, emociones) hubieran sido más intensos, se hubieran distraído.
Preferiría ser un cristiano que se odia a sí mismo por el pecado, está
determinadamente en su contra y lo abandona (aunque no pueda llorar por él) que
uno de aquellos que pueden llorar hoy, pero pecan de nuevo mañana, uno cuyas
emociones pecaminosas son tan rápidamente estimuladas como sus mejores
emociones.
Instrucción 14ª.
No se
preocupe demasiado en sus propios pensamientos. No les dé mucha importancia. Si
Satanás le lanza pensamientos abusivos, y su usted no puede echarlos fuera,
menosprécielos, y no les dé importancia. Hacer un gran alboroto por cada pensamiento
que entra en su mente los mantendrá más tiempo allí. Porque de lo que más
conscientes estamos, pensamos más en ello. Lo que menos nos importa es en lo
que pensamos menos. Si usted no quiere deshacerse de ellos nunca, entonces siga
prestándoles atención y haciéndolos demasiado importantes. Estos pensamientos
problemáticos son como las arpías molestas: si les presta atención y les
responde, nunca lo dejarán tranquilo. Si las deja que hablen, no les preste
atención y no les responda, se cansarán y se rendirán. El plan del diablo es
fastidiarlo y desconcertarlo. Si ve que usted no se molestará ni desconcertará,
él se rendirá. (Santiago 4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al
diablo, y huirá de vosotros.)
Ya conozco su respuesta: “¿Debería yo ser tan impío como para ignorar esos
pensamientos pecaminosos?”. Le estoy aconsejando no que los ignore en el
sentido de que no se preocupe por qué pensamientos están en su mente o que
descarte un pecado pequeño como si no existiera. Sino que no los haga pecados
más grandes o más peligrosos de lo que son en realidad. (1 Juan 5:16–17 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de
muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no
sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no
de muerte. 18 Sabemos que todo aquel que
ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por
Dios le guarda, y el maligno no le toca.. afirma claramente que algunos
pecados son peores que otros. Aquí, Baxter aconseja no desestimar cualquier
pecado como “insignificante” porque es “pequeño”, o elevarlo por encima de la
gracia de Cristo porque es “inmenso”.)
No les preste atención distintiva o particular ni se moleste por ellos. Si lo
hace, no tendrá espacio en sus pensamientos para Cristo y el cielo y lo que
debería captar sus pensamientos. En cambio, el diablo se regocijará al ver cómo
él lo ocupa a usted en pensar sus propios pensamientos por usted, (Mejor debemos
“considerar los pensamientos de Dios antes que él”.) (o más bien, las
tentaciones de él). Satanás puede
ocuparlo a usted el día entero en escuchar lo que él le dice y pensando en sus
sugerencias en vez de en las obras de Dios. Ninguno de los siervos de Dios está
libre de pensamientos inconsistentes y pecaminosos. Para tales pensamientos,
ellos tienen que pedir perdón diariamente y alegrarse de que tienen un Salvador
suficiente y remedio para ellos, y que, por lo tanto, el pecado finalmente
llevará solo a la exaltación de la gracia. Sin embargo, si ellos les prestaran
atención excesivamente y estuvieran molestos por cada pensamiento sin
fundamento, este sería simplemente una trampa para desviarlo de casi todas sus
responsabilidades mayores. ¿Le gustaría si su empleado empezara a notar y a
preocuparse por imperfecciones insignificantes en su trabajo en lugar de hacer
su trabajo?
Instrucción
15ª.
Recuerde, no es pecado ser tentado, sino solamente
ceder a la tentación. Cristo mismo fue llevado y tentado blasfemamente por el
diablo, tentado incluso a postrarse y adorarlo. Sin embargo, Cristo convirtió
estas tentaciones en una ventaja, incrementando su gloria a través de su
victoria sobre ellas. No crea que el pecado del diablo le pertenece a usted.
¿Son sus tentaciones más horribles e insoportables que las de Cristo? ¿Qué
pasaría si el diablo lo llevara a usted al pináculo del templo, como lo hizo
con Cristo? ¿Acaso no habría pensado que Dios lo había abandonado y se habría
rendido al poder de Satanás? Usted podría justificar que cedió a la tentación
aunque Cristo no lo hizo. Bueno, no puede esperarse que la gente pecadora
debería soportar la tentación tan inocentemente como lo hizo Cristo, ¿o sí?
Satanás no encontró nada en Cristo para avenirse a él; sin embargo, ¡en
nosotros él encuentra una naturaleza pecaminosa! La cera recibirá una marca,
mientras que el mármol no. Pero no toda contaminación pecaminosa representa
acceder al pecado que nos tienta.
Instrucción 16ª.
Considere
cuán distante está de amar, deleitarse o estar renuente a abandonar estos
pensamientos pecaminosos. Observe que no todo pecado condena, excepto el pecado
que es tan amado y en que tanto se deleita que preferiría mantenerlo que
dejarlo. [Los
puritanos estarían necesariamente más preocupados por las causas que por las
consecuencias. Quien teme y odia la causa de la condenación final (el pecado)
tiene menos temor que quien simplemente teme las consecuencias (el infierno).] ¿Acaso no anhela ser libertado de todos estos
pensamientos y pecados horribles? ¿Estaría renuente a vivir en desgracia,
pobreza o exilio si tan solo fuera libertado del pecado? Si es así, ¿por qué
duda de su perdón? ¿Acaso puede tener una señal más segura de arrepentimiento o
de que su pecado no es un pecado imperdonable ni gobernante que el hecho de que
usted no lo ama ni lo desea? Mientras menos voluntad para pecar, menos pecado;
y mientras más voluntad para pecar, más pecado. El hombre codicioso ama su
dinero, el fornicario ama su lujuria, el orgulloso ama su honor, al borracho le
encantan sus bebidas y al glotón le encanta complacer su apetito. A ellos les
gusta tanto esto que no lo dejarán. Pero ¿a usted le gustan sus pensamientos
perturbadores, confusos o blasfemos? ¿Acaso no está muy cansado de ellos,
incluso hasta cansado de su vida a causa de ellos? ¿No le agradaría y estaría
agradecido de que nunca lo vuelvan a molestar? Entonces, ¿cómo puede dudar de
ser perdonado?
Instrucción 17ª.
No se culpe a sí mismo más de lo que exista una
causa para ello por los efectos de su enfermedad. Indirectamente, un hombre que
en su distracción piensa o habla inapropiadamente podría decirse que es
responsable al grado de que su pecado ha causado su enfermedad. Sin embargo,
directamente en él y por sí mismo, los efectos involuntarios de su enfermedad
no son pecaminosos. La depresión es simplemente una enfermedad que afecta las
emociones y la imaginación, aunque uno no perciba enfermedad alguna. Es
igualmente esperado que una persona deprimida sea impetuosa y que las dudas,
los temores, los pensamientos desesperantes y las tentaciones blasfemas la
atormenten, como lo es para un hombre habla incoherentemente por la fiebre
cuando falla su conocimiento. De manera similar, cuán común es que una fiebre
provoque pensamientos de agua y sed poderosas. ¿Haría que un hombre con fiebre
se acuse a sí mismo por tener sed o por esos pensamientos, deseos o las cosas
que dijo? Si usted tuvo los pensamientos espantosos en sus sueños que ahora
tiene mientras está despierto, ¿acaso no los clasificaría como debilidades
inevitables en vez de pecados no perdonados? Por consiguiente, su trastorno
hace a sus pensamientos malos moralmente equivalentes a los sueños.
Instrucción 18ª.
Asegúrese de mantenerse constantemente ocupado,
hasta donde su fortaleza le permita, en labores diligentes de un llamado
honesto, y no desperdicie tiempo precioso en la ociosidad. La pereza es la
oportunidad del tentador: cuando usted está desocupado, invita al diablo a
venir a molestarlo. Entonces, tendrá tiempo para escucharlo y pensar en lo que
él ponga en su mente, y luego, ¡volver a pensar en esos pensamientos! Cuando no
tiene nada que hacer, el diablo le pondrá este tipo de trabajo. Luego, tendrá
que sentarse quieto y reflexionar, y sus pensamientos se moverán por necesidad
en el caos de su propio mal, como niños jugando en el lodo. Y la ociosidad es
un pecado, que Dios no consentirá. Él le ha mandado: “Seis días trabajarás”. (Éxodo 20:9 Seis
días trabajarás, y harás toda tu obra)
Y, Con el sudor de tu rostro comerás el pan (Génesis 3:19 Con el sudor de tu
rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás.) Y
“Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10 Porque
también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere
trabajar, tampoco coma) Recuerde
que el tiempo es preciado, y que se va volando, y que Dios no le ha dado nada
sin propósito. Por lo tanto, si está atribulado por otros pecados, haga de
este pecado un asunto de consciencia, y no desperdicie ni quince minutos en
cosas ociosas e improductivas. Sería adecuado que Dios fuera a hacer de su
pecado mismo su castigo, y que sus pensamientos ociosos lo castigaran
diariamente si no se levanta y va a hacer sus labores honestas. Ningún
fingimiento de oración o cualquier otra devoción disculpará su holgazanería
pues es contra la ley de Dios. Sobre todo lo que le he dicho, permítame
suplicarle, por lo tanto, que obedezca esta instrucción en especial. He
conocido personas desesperadas, melancólicas, que se sanaron al ponerse a sí
mismas, resuelta y diligentemente, a cumplir sus responsabilidades (y cambiar
de localidad, de compañía y saliendo). Si usted insiste en acurrucarse en una
esquina y pecar contra Dios a través de la pereza y la pérdida de tiempo, y así
contribuir a su propia miseria en vez de levantarse y hacerse cargo de sus responsabilidades,
entonces, su tragedia está bien merecida. No diga que tiene poco o nada que
hacer. Dios ha hecho que la responsabilidad de cada uno, sin importar su
riqueza, sea trabajar en tal ocupación según sea adecuado para la posición y
capacidad personal.
Instrucción 19ª.
Observe cuidadosamente cuánto se deleita el diablo
en confinarlo a pensamientos tristes y desalentadores. Entonces, podría ver
fácilmente que tal enfoque no puede ser su responsabilidad ¡ni le conviene ya
que es muy útil y complaciente para el diablo! Al mantenerlo a usted en sus
dudas y temores confusos, él le roba a Dios el agradecimiento y la alabanza que
usted le debe por todas sus misericordias. Estas responsabilidades superiores
las deja a un lado como si no le pertenecieran. Usted falla en darle a Dios el
honor por su misericordia excelentemente milagrosa en nuestra redención;
¡tampoco estudia, ni se deleita, ni admira, ni magnifica las riquezas de la
gracia en Jesucristo! Tiene pensamientos pobres y bajos del amor infinito de Dios
y no está apto para sopesarlos ni para percibirlo. Se parece a alguien con un
reflujo ácido constante, que le causa permanente un sabor amargo en la boca y
le impide disfrutar la comida. Sus pensamientos bajos acerca de Dios le
impiden amarlo y lo inclinan a odiarlo y a huir de Él como si fuera un enemigo.
Mientras tanto, el diablo hace una mala representación de Dios fingiendo que Él
lo odia. Esto desperdicia su tiempo; le priva de toda disposición y placer en
su responsabilidad y se convierte todo el servicio a Dios en una carga y
molestia. Es muy opuesto al espíritu de adopción, y a todo el marco de
adoración y obediencia evangélicas. ¿Y, bajo el pretexto de ser más humilde,
afligido y sagaz, gratificará a Satanás y perjudicará a Dios y a sí mismo? (El
perfeccionismo obsesivo puede representar la forma más arrogante de
superioridad moral. Ya que el autosacrificio es orgullo disfrazado de humildad.
Idiomáticamente, nos referimos a tal actitud como “ser más católico que el
Papa”. Baxter argumenta que dicho perfeccionismo está muy lejos de ser un
estado más alto de gracia que de ser un pecado real.)
Instrucción
20ª.
No confíe en
su propio juicio, durante su condición deprimida y ansiosa, en cuanto al estado
de su alma o a la elección y conducta de sus pensamientos o deseos.
Comprométase al juicio dirección de alguien experimentado, un guía fiel. En
esta condición oscura y desordenada, usted no está apto para juzgar su propia
condición ni la manera para abordar su responsabilidad. Su mente e
imaginación están bien o enfermas: si están bien, entonces, ¿qué son estas
quejas sobre molestias, confusión y una incapacidad para meditar y orar? Si
están enfermas, entonces, ¿por qué sería usted tan arrogante en pensar que es
capaz de avaluarse a sí mismo mientras tiene una imaginación y un pensamiento
tan trastornado? Una de las peores características de las personas deprimidas
es que, muchas veces, son sabias ante sus propios ojos y tercas en sus
opiniones en un momento en que su cerebro está más enfermo y su razón más
débil. Es más, son engreídas, testarudas e imposibles de enseñar, como si
estuvieran orgullosas de su entendimiento patético y piensan que nadie sabe
tanto como ellas.( Es imposible aprender algo si usted lo sabe todo) “¡Oh!”, dice, “¡usted no entiende mi caso!”.
¿Acaso no hay más posibilidad de que yo, que he visto muchos casos así, pueda
comprender su caso mejor de lo que usted podría, cuando nunca ha experimentado
la depresión en nadie más que no sea usted? Un espectador podría entender mejor
la situación de alguien que está soñando, de lo que el soñador puede comprender
su propia situación. ¡Usted dice que los demás no sienten lo que usted siente!
Bueno, un médico no siente lo que siente alguien con epilepsia o delirio. Aun
así, sobre la base de lo que usted dice sentir y lo que el médico ve, él puede
entender mucho mejor su trastorno, tanto la naturaleza como la cura del mismo,
que usted, que lo siente. Una persona sabia, cuando está enferma, se confiará a
sí misma, bajo Dios, a la instrucción de su médico y a la ayuda de sus amigos,
y no se opone a su ayuda ni su consejo y tampoco los rechaza obstinadamente
solo porque no lo complace. Haga lo mismo si es sabio. Confíese al consejo
apropiado. No menosprecie el juicio del proveedor sobre su condición o su
responsabilidad. Usted piensa que está perdido y que no hay esperanza. Escuche
a alguien que esté en mejor posición para juzgar. No ponga su comprensión
limitada muy obstinadamente en contra de él. ¿Cree que él es tan tonto como
para estar equivocado? ¿En cambio, no debería alguna humildad hacer que
considere que usted podría estar equivocado? Acepte su concejo sobre sus
pensamientos, la forma y la duración de sus devociones privadas y todas las
dudas para las que necesita consejo. Respóndame esta única pregunta:
¿Conoce a alguien que sea más sabio y más capaz para evaluar su condición y
darle consejo? Si dice que no, entonces, ¡qué orgulloso está de tal sensatez
trastornada! Si dice que sí, entonces, crea y confíe en esa persona y decídase
a seguir sus indicaciones. Y, yo le preguntaría, ¿alguna vez tuvo una opinión
muy diferente de sí mismo? Si es así, ¿no estaba, en ese entonces, sensato y capaz
de juzgar, y tenía más posibilidad de tener razón, de lo que está ahora?
Instrucción 21ª.
Mi último
consejo es este: esfuércese
por curar su enfermedad, sométase al cuidado de su médico y obedézcale. No
sea como la mayoría de las personas deprimidas, quienes no creen que el
medicamento les haga bien, sino que piensan que es solamente su alma la que
está afligida. Porque, entienda esto, es la química, la razón y el estado de
ánimo los que están desequilibrados. Por consiguiente, el alma es como
alguien que ve a través de un vidrio de color y piensa que todo tiene el mismo
color que el vidrio. En lo personal, he sabido de muchos individuos que sanaron
por el medicamento. (Muchos de los medicamentos a los que Baxter
probablemente se refiere serían considerados hoy como venenos, en que los
efectos secundarios de dichos medicamentos (“físicos”) eran mucho más
pronunciados que cualquier efecto terapéutico. Sin embargo, Baxter habría
estado familiarizado, como médico laico y el único médico experto para su
congregación, con la farmacopea de sus días. Su testimonio (“Yo personalmente
he conocido muchas personas que se han curado con medicamentos”), debemos
tomarlo al pie de la letra, ya que él no parece estar haciendo afirmaciones
casi universales como aquellos que han sido falsamente hechos por ciertos
medicamentos modernos. Pero es razonable deducir que si el medicamento
rudimentario de los tiempos de Baxter –los cuales incluían cosas como mercurio
y arsénico probaron ser efectivos a veces, podríamos considerar nuestras
ofertas modernas farmacológicas por lo menos igual de útiles.) Es más, a menos
que el cuerpo esté sano, la mente será difícilmente curada, (Baxter está
discutiendo, no por la preeminencia del cuerpo sobre la mente, sino por la
necesidad del cuerpo de que la mente pueda existir y funcionar normalmente. Ya
que el cerebro es integral al trabajo del cuerpo, así esa porción del cuerpo es
particularmente esencial al funcionamiento de la mente) hasta el punto en que incluso el consejo más
lúcido y bien razonado será ineficaz. (A veces, cuando la consejería, la
asesoría o la psicoterapia formal basta para tratar tanto la ansiedad como la
depresión. Sin embargo, a veces estos métodos son ineficaces sin medicamento y
pueden ser peor que ineficaces a menos que estén acompañados por cuidados
médicos apropiados.)
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