} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 2; 8-10

jueves, 4 de julio de 2024

EPÍSTOLA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS 2; 8-10

 

Efesios 2:8-10

8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;

9 no por obras, para que nadie se gloríe.

10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

 

8. Porque por gracia sois salvos. Esta es una inferencia de las declaraciones anteriores.

Habiendo tratado la elección y el llamamiento eficaz, llega a esta conclusión general: que habían obtenido la salvación sólo por la fe. Primero, afirma, que la salvación de los Efesios fue enteramente obra, la obra misericordiosa de Dios. Pero entonces habían obtenido esta gracia por la fe. Por un lado, debemos mirar a Dios; y, por otro, al hombre. Dios declara que no nos debe nada; de modo que la salvación no es un premio o recompensa, sino gracia pura. La siguiente pregunta es, ¿de qué manera reciben los hombres esa salvación que les ofrece la mano de Dios? La respuesta es, por fe; y de aquí concluye que nada relacionado con ello es nuestro. Si, por parte de Dios, es sólo gracia, y no aportamos nada, ya que esa fe también nos la da Dios, de este modo nos despoja de todo elogio, se sigue que la salvación no viene de nosotros.

¿No deberíamos entonces guardar silencio sobre el libre albedrío, las buenas intenciones, las preparaciones imaginadas, los méritos y las satisfacciones? No hay ninguno de estos que no reclame una parte de alabanza en la salvación de los hombres; para que la alabanza de la gracia, como muestra Pablo, no permanezca intacta. La fe, entonces, trae al hombre vacío ante Dios, para que pueda ser colmado de las bendiciones de Cristo. Y así añade, no de vosotros; para que, al no reclamar nada para sí mismos, puedan reconocer sólo a Dios como autor de su salvación.

9. No por obras. En lugar de lo que había dicho, que su salvación es por gracia, ahora afirma que “es don de Dios”. En lugar de lo que había dicho: “No de vosotros”, ahora dice: “No por obras”. Por tanto, vemos que el apóstol no deja nada a los hombres para procurar la salvación. En estas tres frases – no de vosotros - es don de Dios - no por obras, abraza la sustancia de su largo argumento en las Epístolas a los Romanos y a los Gálatas, de que la justicia nos viene de la misericordia de Dios solamente, se nos ofrece en Cristo por el evangelio, y se recibe solo por la fe, sin el mérito de las obras.

Este pasaje ofrece una refutación fácil de la vana cavilación con la que los papistas intentan evadir el argumento de que estamos justificados sin obras. Pablo, nos dice, está hablando de ceremonias. Pero la presente cuestión no se limita a una sola clase de obras. Nada puede ser más claro que esto. Toda la justicia del hombre, que consiste en las obras; es más, todo el hombre y todo lo que puede llamar suyo, queda de lado. Debemos prestar atención al contraste entre Dios y el hombre, entre gracia y obras. ¿Por qué habría que contrastar a Dios con el hombre, si la controversia se refería nada más que a ceremonias?

Los mismos papistas se ven obligados a reconocer que Pablo atribuye a la gracia de Dios toda la gloria de nuestra salvación, pero se esfuerzan por eliminar esta admisión mediante otro recurso. Este modo de expresión, nos dicen, se emplea porque Dios otorga la primera gracia. Es realmente una tontería imaginar que puedan tener éxito de esta manera, ya que Pablo excluye al hombre y su máxima capacidad, no sólo desde el principio, sino en todo momento, de toda la obra de obtener la salvación.

Pero es aún más absurdo pasar por alto la inferencia del apóstol, para que nadie se gloríe. Siempre debe quedar algún espacio para la jactancia del hombre, siempre que, independientemente de la gracia, los méritos sean de alguna utilidad. La doctrina de Pablo es derribada, a menos que toda la alabanza se rinda sólo a Dios y a su misericordia. Y aquí debemos advertir un error muy común en la interpretación de este pasaje. Muchas personas restringen la palabra don únicamente a la fe. Pero, en otras palabras, Pablo sólo repite el sentimiento anterior. Su significado no es que la fe sea el don de Dios, sino que la salvación también nos la da Dios, o que la obtenemos por el don de Dios.

10. Porque somos hechura suya. Al dejar de lado la suposición contraria, prueba su afirmación de que por gracia somos salvos, que no nos quedan obras por las cuales podamos merecer la salvación; porque todas las buenas obras que poseemos son fruto de la regeneración. De donde se sigue que las obras mismas son parte de la gracia.

Cuando dice que “somos hechura suya”, no se refiere a la creación ordinaria, por la cual somos hechos hombres. Somos declarados nuevas criaturas, no por nuestro propio poder, sino por el Espíritu de Cristo, hemos sido formados para justicia. Esto se aplica sólo a los creyentes. Como descendientes de Adán, eran malvados y depravados; pero por la gracia de Cristo, son renovados espiritualmente y llegan a ser hombres nuevos. Por tanto, todo lo bueno que hay en nosotros es don sobrenatural de Dios. El contexto explica su significado.

Somos hechura suya, porque hemos sido creados, no en Adán, sino en Cristo Jesús, no para toda clase de vida, sino para buenas obras.

¿Qué le queda ahora al libre albedrío, si se reconoce que todas las buenas obras que proceden de nosotros han sido dones del Espíritu de Dios? Que los lectores piadosos sopesen cuidadosamente las palabras del apóstol. No dice que somos asistidos por Dios.

No dice que la voluntad esté preparada y luego se la deje funcionar por sus propias fuerzas.

No dice que se nos concede el poder de elegir correctamente y que luego se nos deja hacer nuestra propia elección. Ésa es la charla ociosa a la que están acostumbradas a entregarse aquellas personas que hacen todo lo posible por subestimar la gracia de Dios. Pero el apóstol afirma que somos obra de Dios, y que todo lo bueno que hay en nosotros es creación suya; con lo cual quiere decir que todo el hombre está formado por su mano para ser bueno.

No es el mero poder de elegir correctamente, o algún tipo indescriptible de preparación, o incluso asistencia, sino la voluntad correcta misma, que es su obra; de lo contrario, el argumento de Pablo no tendría fuerza. Quiere demostrar que el hombre no procura de ninguna manera la salvación para sí mismo, sino que la obtiene como un don gratuito de Dios. La prueba es que el hombre no existe más que por gracia divina. Por tanto, quienquiera que haga el más mínimo reclamo sobre el hombre, aparte de la gracia de Dios, le concede, en esa medida, la posibilidad de procurar la salvación.

Creados para buenas obras. Se equivocan ampliamente de la intención de Pablo, quienes torturan este pasaje con el propósito de dañar la justicia de la fe. Avergonzados de afirmar claramente, y conscientes de que nada ganarían afirmando que no estamos justificados por la fe, se refugian en esta especie de subterfugio. “Somos justificados por la fe, porque la fe, por la cual recibimos la gracia de Dios, es el comienzo de la justicia; pero somos justificados por la regeneración, porque, siendo renovados por el Espíritu de Dios, andamos en buenas obras”. De esta manera hacen de la fe la puerta por la que entramos a la justicia, pero imaginamos que la obtenemos por nuestras obras, o, al menos, definen la justicia como aquella rectitud por la cual un hombre es formado de nuevo para una vida santa.

No me importa la antigüedad de este error; pero se equivocan gravemente quienes se esfuerzan por apoyarlo en este pasaje.

Debemos mirar el diseño de Pablo. Tiene la intención de mostrar que no le hemos traído nada a Dios que le pueda imponer obligaciones hacia nosotros; y muestra que incluso las buenas obras que realizamos provienen de Dios. De ahí se sigue que no somos nada, excepto por el puro ejercicio de su bondad. Esos hombres, por otra parte, infieren que la mitad de nuestra justificación surge de las obras. Pero ¿qué tiene esto que ver con la intención de Pablo o con el tema que trata? Una cosa es indagar en qué consiste la justicia, y otra cosa es seguir la doctrina de que no es por nosotros mismos, por este argumento, que no tenemos derecho a reclamar buenas obras como nuestras, sino que hemos sido formados por la justicia. Espíritu de Dios, por la gracia de Cristo, para todo lo bueno. Cuando Pablo establece la causa de la justificación, se concentra principalmente en este punto: que nuestras conciencias nunca disfrutarán de paz hasta que confíen en la propiciación por los pecados. En el presente caso ni siquiera se alude a nada de este tipo. Todo su objetivo es demostrar que, “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” (1 Corintios 15:10) por la gracia de Dios somos lo que somos.

Que Dios preparó. Cuidado con aplicar esto, como lo hacen los pelagianos, a la instrucción de la ley; como si el significado de Pablo fuera que Dios ordena lo que es justo y establece una regla de vida adecuada. En lugar de esto, sigue la doctrina que había comenzado a ilustrar, de que la salvación no procede de nosotros mismos. Dice que, antes de que naciéramos, las buenas obras fueron preparadas por Dios; es decir, que por nuestras propias fuerzas no podemos llevar una vida santa, sino sólo en la medida en que seamos formados y adaptados por la mano de Dios. Ahora bien, si la gracia de Dios vino antes de nuestras actuaciones, todo motivo de jactancia ha sido eliminado. Observemos atentamente la palabra preparada. Sobre la simple base del orden de los acontecimientos, Pablo apoya la prueba de que, con respecto a las buenas obras, Dios no nos debe nada. ¿Cómo es eso?

Porque fueron sacados de sus tesoros, en los que mucho antes habían estado guardados; a quienes llamó, a ellos justifica y regenera.

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