UNA CASA DONDE VIVIR
Como han cambiado las cosas desde que llegaron a tierra de Belén. Todo está siendo transformado para estas queridas mujeres. A su llegada a Belén estaban en conocida y manifiesta desventaja. Sin oportunidades, sin respaldo, solas, tristes, afligidas y llenas de incertidumbre. No obstante, las cosas ahora al final del capítulo dos toman otro rumbo.
El narrador nos indica que Noemí y Rut siguen juntas en Belén. No nos revela que reacción produjo en Rut el recibimiento de las mujeres de Belén y sus comentarios respecto a Noemí. Tampoco nos da pistas sobre los pensamientos, sentimientos y reacción ante las revelaciones públicas de su suegra. Lo que nos dice es que se quedaron juntas en una casa, al llegar a este pueblo. Por lo cual, el capítulo dos, comienza hablando de la solicitud que hace Rut a Noemí, para ir a buscar un campo donde trabajar. No sabemos si la necesidad, es lo que moviliza tan tempranamente a Rut a salir a espigar. Tampoco sabemos como Rut tuvo conocimiento de las leyes que le favorecían en Israel. Lo que sabemos es que decide ir a espigar. Para lo cual solicita la aprobación y respaldo de su suegra.
En este sentido, Rut esta en casa con su suegra, y se rompe el silencio de la mañana con las palabras de súplica de Rut respecto a su salida al campo. “Y Rut la moabita dijo a Noemí: Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas…” (2). Recibe la respuesta contundente y precisa, no sin ternura y familiaridad de su suegra. “…Y ella le respondió Ve, hija mía…” (2). Por lo cual, Rut no espera ni un segundo más. Se levanta y se prepara para salir. Por consiguiente, la escena del día del capítulo dos inicia en casa, bajo el refugio de la casa, el ambiente privado y familiar y lo expectante de la mañana.
La narración se limita a decirnos que Rut se fue en la dirección comunicada a su suegra para buscar a alguien que la recibiera con gracia para su labor. También, nos dice que llegó a un campo, lo cual nos muestra el cumplimiento del objetivo y del deseo expresado claramente en el versículo anterior. “Fue, pues, y llegando…” (3). Rut salió y llegó al campo de destino. Noemí se ha quedado en casa, esperando hasta el regreso de su nuera para informarse de cómo le ha ido en su intento de buscar alimento.
Respecto a su salida y llegada al campo, podemos reconocer que esto es posible sólo por la dirección providente de Dios. Es interesante, como el narrador nos dice que llegó. Nos preguntamos ¿Rut sabía para donde iba? ¿Por qué dice y llegando? ¿A dónde llegó? ¿Cuál era el destino de esta mujer? Podemos advertir que al decir llegó, no es a un lugar conocido previamente por ella. Sabemos que ella desconoce el lugar a donde se dirige. No obstante, llega a un lugar donde la reciben y comienza a trabajar. Por su parte, desde la perspectiva de la soberanía de Dios, sabemos que cuando salió estaba guiada por el Señor a un único y determinado lugar al cual efectivamente llegó. El lugar al cual va a espigar no llegó por casualidad, sino por la fiel guía del Señor, quien prospera y dirige sus pasos.
El mayordomo de la finca relaciona a Rut con su suegra Noemí, al ser interrogado por Booz sobre ella. “…Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab” (6).
Rut es reconocida por los trabajadores en la era como la extranjera moabita y como la compañera y nuera de Noemí. Es decir, es reconocida por su procedencia nacional y por su relación o familiaridad con Noemí. Estos dos aspectos se repiten en el libro sobre la identidad de ella. Parte de su identidad y presentación es ser moabita y nuera de Noemí.
Por lo tanto, es altamente revelador que se asocie permanentemente a ella con su suegra. Pareciera a simple vista que Rut no tiene identidad propia, sino en relación con otras personas y lugares. No obstante, se nos está comentando, la inmensa bendición de estar al lado de esta mujer sufrida, lo cual le posibilita una identidad y posición en Belén. Booz mismo al dirigirse a ella, le expresa lo que sabe de ella. Era conocido por él su parentesco con Noemí su suegra, su tragedia por la pérdida de su esposo y su decisión de convertirse al Dios de Israel. También, su desprendimiento de sus relaciones nacionales y familiares, por lo que Booz, le augura una hermosa bendición. “Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes” (11). Pese a llegar a una tierra y pueblo desconocido, esta siendo recompensada porque quien dirigía sus pasos es el Dios de esa tierra.
Rut esta altamente agradecida con su suegra y no tiene temor, ni vergüenza de ser asociada a esta vieja y sufrida mujer. Por el contrario, se refugia a su lado y descubre las bendiciones de semejante amistad y relación. Es tan importante la actitud de Rut hacía su suegra que mientras come esta pensando en ella. Al saciarse, no desaprovecha la oportunidad para guardar lo que le sobró y empacarlo a su suegra. ¡Que cuadro más tierno y especial!
Una amistad y amor verdadero ha crecido entre estas mujeres. No ve la hora de llegar a casa para compartir con ella las alegrías de su bendición y el alimento que le ha guardado.
Pareciera que Rut tiene en su retina la amargura de su suegra al llegar a Belén y en sus oídos las palabras de reconocimiento y amargura de ella: “Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías…” (21). Por tanto, se esfuerza en llegar a casa con las manos llenas, los bolsillos llenos, la boca llena, la mente llena y el corazón lleno.
Al anochecer Rut tiene una ruta segura, la casa de Noemí. Tiene un lugar donde llegar y una querida mujer que la espera. La emoción del encuentro es altamente motivador para Rut. Por lo tanto, se esfuerza en llegar pronto y comunicar las bendiciones de este maravilloso día. “Y lo tomó, y se fue a la ciudad; y su suegra vio lo que había recogido. Sacó también luego lo que le había sobrado después de haber quedado saciada, y se lo dio” (18). Quizás, es oscuro ya, cuando Rut llega a la casa de donde salió muy temprano en la mañana. Un lugar seguro, íntimo, privado y familiar la espera.
Ya en casa, Rut bendice a su suegra con toda la provisión recibida en sus horas de trabajo incansable. Ella se ocupa de estar con su suegra, acompañarla, animarla y testificarle de los resultados. Podemos imaginarnos su rostro radiante y satisfecho mientras cuenta lo que le ha acontecido. Noemí, con su rostro sereno y confiado, escucha gustosamente a su nuera, mientras su paladar se deleita con el alimento preparado que le trajo su fiel nuera.
En la mañana la casa estaba en silencio, vacía de provisión, sin historias que contar, sin nada que compartir. Solo había incertidumbre y expectativa. En la noche, esta casa es un lugar seguro, un refugio especial. Se llena de noticias, alimento, esperanza y alabanza. Hay bendiciones, oraciones, exclamaciones y expresiones de fulgurante júbilo. Las manos llenas de Rut son presentadas a Noemí en la intimidad de la casa. Su bocado es puesto en la mesa para que disfrute Noemí de la provisión. Su corazón lleno y satisfecho testifica a Noemí de las maravillas del Señor y de su gracia para con los pobres, extranjeros y viudas.
No existe el silencio incierto, si no alabanza y adoración. La amargura de Noemí, se torna en dulzura. Su lenguaje de queja y dolor, en esperanza. Su actitud de malestar y aflicción, en expectante alegría y manifiesta gratitud. “…Bendito sea el que te ha reconocido…” (19). “Y dijo Noemí a su nuera: Sea él bendito de Jehová, pues que no ha rehusado a los vivos la benevolencia que tuvo para con los que han muerto…” (20). La esperanza que les embarga en casa, es prodigiosa. Ya no ven la muerte como una tragedia, si no como una bendición. Antes hablaba en el pueblo de su dolor, ahora en lo profundo de su casa, en la intimidad de sus sentimientos manifiesta la bondad de Dios para con vivos y muertos.
Esto nos permite reconocer que en lo más profundo de su ser Noemí esta siendo restaurada. La compañía de Rut, aunque le insistió que regresara a Moab, se ha convertido en un refugio para ella. Dios, está usando todas las circunstancias para mostrar su bondad, gracia y protección. Ahora ve la muerte de su esposo y sus hijos, no como una tragedia que le produce amargura y aflicción. En lo recóndito de la noche, bajo la seguridad de su casa, expresa la gracia y bendición de que es objeto. Acepta y proclama que la muerte de sus seres queridos, ha servido para tejer el plan de Dios a favor de los vivos.
La casa se convierte no en lugar de luto y conmiseración, si no en un lugar de encuentro, transformación y recreación, por la gracia de Dios. Esta hermosa actitud de valor y cambio de actitud, le permite ver respuesta donde antes no las veía. “…Después le dijo Noemí: Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos” (20). En el peregrinar por el camino, Noemí solo veía obstáculos. Vieja, sola, afligida, sin hijos, con sus manos vacías. Ahora, ss ojos espirituales, pueden ver oportunidades, esperanza y redención, para ella, su nuera y el recuerdo de los que murieron.
Al ser mirada por la gracia de Dios, ella es transformada en su forma de pensar y ver las circunstancias. Con frecuencia se nos olvida que todas las cosas tienen un buen propósito en la providencia de Dios para sus hijos. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago. 1:2-4). También, San Pablo nos advierte, que todas las cosas obran para bien a los amados de Dios. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
La casa es para Noemí y Rut un lugar de unión, comunión, esperanza y promesa. En ella, están siendo nutridas con las promesas de redención y salvación definitiva. Allí, están siendo recíprocamente sustentadas para continuar en medio de las adversidades. Son recreadas allí y viven en una auténtica familia. Es un lugar de bendiciones, intercambio, solidaridad, compañía, dialogo, restauración. Las mujeres que fueron públicamente torturadas y afligidas, ahora son íntimamente restauradas, por la gracia de Dios.
El capítulo termina diciendo que Rut vivía con su suegra. Es muy diciente, la expresión vivía con Noemí. “…y vivía con su suegra” (23). Cada día Rut era más reconocida y admirada por sus virtudes, su estadía en Belén es más alentadora y esperanzadora. Esto hubiese podido ocasionar que se separara de su suegra. La vejez, soledad, intimidad del hogar, hubiera podido hacer que su nuera cambiara de opinión respecto a su resolución de vivir con ella siempre y morir juntas. No obstante, ella se mantiene fiel.
Son importantes las palabras del cierre del capítulo para indicar que mientras salía todos los días a trabajar al campo de Booz, durante la cosecha, vivía junto a su suegra. Que cuadro más excelente de fidelidad, entrega, servicio y relacionalidad. Sólo la gracia de Dios mirando a estas mujeres, puede producir lazos tan fuertes de unión y fraternidad. Cada vez nos damos cuenta que a ellas no las une el dolor o la soledad, tampoco las circunstancias. Están unidas por un amor sobrenatural y sacrificial y por una esperanza segura y alentadora: su redención por parte del pariente cercano, por el cual fueron ya saciadas.
De esta forma, llegamos al cierre del capítulo dos. Al igual que el primero, se da una narración bastante circular. Comienza en la casa y termina en la casa. Los ámbitos de lo privado a lo público y luego a lo privado, marcan la narración. Ahora esta mujer extranjera puede descansar tranquila en casa, con la expectativa de la redención, por parte de su pariente protector. No ha llegado a cualquier campo. Ha sido dirigida al campo preciso; el de su pariente. Para nosotros, que casualidad, para Dios que fidelidad. Para nosotros que afortunada, para Dios que gracia y misericordia soberana. Suponemos que el sueño de las dos esta noche, fue reconfortante y vitalizador. Quizás, se acostaron muy tarde, pero esas horas fueron suficientes para vitalizar su cuerpo y levantarse nuevamente al trabajo. Con este día de trabajo y la noche de descanso, dejamos el capítulo dos.
Con todas estas ideas en mente y las reflexiones sobre el desarrollo del mismo, concluimos el estudio del capítulo dos. La meditación, análisis y observación nos sirven para afianzar las verdades bíblicas de esta narración. Los cristianos tenemos el privilegio de ser pastoreados por el Señor. Su gracia soberana es derramada en nuestro corazón. Aunque la tierra nos es desconocida, tenemos a nuestro lado y en nuestro corazón al que todo lo conoce. Esa seguridad nos permite confiar en su provisión y su segura y definitiva redención. Al igual que Noemí y Rut podemos dormir tranquilos con la seguridad de su gracia generosa obrando en nuestro corazón.
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