Mar 3:7 Jesús con sus discípulos se retiró a la
orilla del mar. Grandes multitudes de Galilea lo siguieron. También acudieron a
él, al oír las cosas que hacía, numerosas gentes de Judea,
Mar 3:8 de Jerusalén, de
Idumea, del otro lado del Jordán y de los contornos de Tiro y Sidón.
Mar 3:9 Entonces dijo a sus
discípulos que por causa de la muchedumbre le dispusieran una barquilla para
que no lo apretujaran;
Mar 3:10 porque, como curaba a
tantos, todos los que tenían alguna enfermedad se le echaban encima para
tocarlo.
Mar 3:11 También los
espíritus impuros, cuando lo veían, se postraban ante él gritando: «Tú eres el
Hijo de Dios.»
Mar 3:12 Pero él severamente
les encargaba que no lo divulgaran.
Aunque Jesús era blanco del fuego de los
líderes religiosos, seguía ganando popularidad entre el pueblo. Algunos eran
curiosos, otros buscaban sanidad, otras evidencias para usarlas en su contra y
otros querían saber si en realidad era el Mesías. La mayoría no entendía la
verdadera dimensión de lo que ocurría entre ellos. A pesar de que los maestros
religiosos lo habían rechazado, las multitudes no; a veces las personas comunes
pueden ver las cosas espirituales antes que los teólogos “ciegos” que no ven.
Las multitudes siguieron acudiendo a Jesús, probablemente buscando sanidad en
la mayoría de los casos.
Hoy
en día, la gente sigue al Señor por idéntica variedad de razones. A menos que
Jesús quisiera verse involucrado en una colisión frontal con las autoridades,
tenía que dejar de utilizar las sinagogas. No es que se retirara por temor a
las consecuencias; sino que Su hora no había sonado todavía. Le quedaba todavía
mucho por hacer y por decir antes que llegara el conflicto mal.
Así
que se retiró de las sinagogas y salió a la orilla del lago y al aire libre.
Hasta allí Le siguieron en tromba las multitudes viniendo desde lejos.
Procedían de toda Galilea; muchos habían recorrido más de ciento cincuenta
kilómetros desde Jerusalén y otros lugares de Judasa para verle y escucharle.
ldumea era el antiguo reino de Edom, en el extremo Sur, entre la frontera de
Palestina y Arabia. También venían del Este del Jordán; y hasta de territorio
extranjero, de las ciudades fenicias de Tiro y de Sidón en la costa del
Mediterráneo al Noroeste de Galilea.
Tan
numerosas eran las multitudes que la cosa se puso peligrosa, y había que tener
una barca dispuesta cerca de la orilla en caso de que el gentío estuviera a
punto de aplastarle. Las curaciones Le atraían aún más número; aún más peligro,
porque los enfermos ni siquiera esperaban a que los tocara, sino se lanzaban a
tocarle ellos.
Para
entonces tenía que enfrentarse con un problema especial: el de los que estaban
poseídos por demonios. Recordemos que, sea cual sea nuestra opinión acerca de
ese asunto, aquellas personas estaban convencidas de que estaban poseídas por
un poder malo ajeno a sí mismos. Aquellos llamaban a Jesús Hijo de Dios. ¿Qué
querían decir con eso? Seguramente no usaban la expresión en lo que podríamos
llamar un sentido teológico. En el mundo antiguo, hijo de Dios no era un título
infrecuente. Los reyes de Egipto se autoproclamaban hijos de Ra, su dios. Desde
Augusto en adelante, muchos de los emperadores Romanos se describen en las
inscripciones como hijos de Dios. El Antiguo Testamento tiene cuatro maneras de
usar esta expresión.
(i)
Los ángeles son los hijos de Dios. La antigua historia de Gen_6:2 dice que los hijos de Dios vieron a las hijas
de los hombres y se sintieron fatalmente atraídos por ellas. Job_1:6 nos habla del día cuando los hijos de Dios
vinieron a presentarse delante del Señor. Era un título corriente para los
ángeles.
(ii) El pueblo de Israel era el hijo de Dios.
Dios llamó a Su hijo para que saliera de Egipto Ose_11:1 ). En Exo_4:22 Dios dice de la nación: «Israel es mi
primogénito.»
(iii) El rey de Israel era el hijo de Dios.
Samuel 7:14, la promesa que se le hace al rey es: «Yo seré su Padre, y él será Mi hijo.»
(iv) En los libros posteriores, que
escribieron entre los dos Testamentos, un hombre bueno es' hijo de Dios. Para
Sirá, la promesa que se le hace al que bueno con los huérfanos es:
Así
llegarás a ser un hijo del Altísimo, y ÉL te amará más que tu propia madre.
(Eclesiástico 4:10)
En
todos estos casos el término hijo describe a alguien que` está especialmente
cerca de Dios. Tenemos paralelos de ello en el Nuevo Testamento que nos
muestran algo de su significado. Pablo llama a Timoteo su hijo (1 Timoteo_1:2 ;
1 Timoteo_1:1 Timoteo no era ni siquiera
pariente de Pablo; pero no había otro, como Pablo les dice a los Filipenses
(2:19-22), que conociera y estuviera de acuerdo con él tanto como Tiimoteo.
Pedro llama a Marcos su hijo (1Pe_5:13 ), porque no había otro que pudiera
interpretar su pensamiento tan bien como Marcos. Cuando nos encontramos este
título en la sencillez la historia evangélica no tenemos que pensar en términos
teología o en la doctrina de la Trinidad; tenemos que verlo como una manera de
expresar el hecho de que la relación de Jesús con Dios era tan íntima que
ninguna otra palabra podría describirla nada más que Hijo. Ahora bien, aquellos
poseídos por demonios sentían que había en ellos un espíritu malo
independiente; y se daban cuenta de alguna manera de que Jesús estaba cerca y
muy próximo a Dios; se daban cuenta de que en la presencia de esa proximidad a
Dios los demonios no podían vivir, y por tanto tenían miedo.
Debemos
preguntarnos: «¿Por qué les ordenaba Jesús tan seriamente que guardaran silencio?
La razón era muy sencilla y necesaria. Jesús era el Mesías, el Rey Ungido por
Dios; pero Su idea del mesiazgo era totalmente diferente de la idea popular. Él
veía en el mesiazgo un camino de servicio, de sacrificio y de amor, con una
Cruz al final de él. La idea popular del Mesías era como un Rey conquistador
que barrería a los romanos y conduciría a los judíos a un dominio universal con
sus poderosos ejércitos. Por tanto, si se difundía el rumor de que el Mesías
había llegado, la consecuencia inevitable serían rebeliones y levantamientos,
especialmente en Galilea, donde la gente estaba dispuesta a seguir a cualquier
líder nacionalista.
Jesús
pensaba en el mesiazgo en términos de amor; el pueblo, en términos de
nacionalismo judío. Por tanto, antes de que pudiera haber ninguna proclamación
de Su mesiazgo, Jesús tenía que enseñarle al pueblo el verdadero sentido que
tenía para El. En aquella etapa, sólo daño y problemas y desastres serían la
consecuencia de la proclamación de que el Mesías había llegado. Sólo habría
desembocado en una guerra inútil y en un baño de sangre. Lo primero que todos
tenían que aprender era la verdadera idea de la misión y el carácter del
Mesías; un anuncio prematuro podría haber sido la ruina de toda la misión de
Jesús.
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