} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: PIEDAD, VERDADERA Y FALSA

martes, 15 de diciembre de 2020

PIEDAD, VERDADERA Y FALSA

 

 

Mar 2:23  Un día de sábado iba él atravesando un campo de mieses, y sus discípulos, según pasaban, se pusieron a arrancar espigas.

Mar 2:24  Y le decían los fariseos: «Oye, ¿por qué hacen éstos en sábado lo que no está permitido?»

Mar 2:25  Y él les contesta: «¿Es que nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los suyos:

Mar 2:26  que entró en la casa de Dios, en tiempos del pontífice Abiatar, y comió los panes ofrecidos a Dios, los que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y los repartió también entre sus compañeros?»

Mar 2:27  Y añadió: «El sábado se instituyó para el hombre, no el hombre para el sábado.

Mar 2:28  Así pues, también del sábado es señor el Hijo del hombre.»

 

Una vez más Jesús entró en conflicto con las reglas y normas de los escribas. Cuando Él y Sus discípulos iban pasando por unos trigales en sábado, Sus discípulos se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cualquier otro días de la semana aquello estaba totalmente permitido (Deuteronomio 23:25). Siempre que el viajero no usara una hoz, podía arrancar las espigas. Pero esto lo hicieron un sábado, y el sábado estaba terminantemente prohibido hacer ningún trabajo: Los trabajos se clasificaban en treinta y nueve categorías diferentes, que se llamaban " los trabajos padres,» cuatro de los cuales eran segar, aventar, trillar y preparar una comida. Con su acción, los discípulos eran culpables de haber quebrantado estas cuatro prohibiciones. A nosotros nos parecerá algo fantástico; pero para los rabinos judíos era una cuestión de pecados mortales y de vida o muerte.

 

Los fariseos aprovecharon inmediatamente la ocasión para acusar a los discípulos de Jesús de quebrantar la Ley. Sin duda esperaban que Él los parara inmediatamente. Pero Jesús les contestó en su propio lenguaje. Citó la historia que se cuenta en 1Sa_21:1-6. David iba huyendo para salvar la vida; llegó al tabernáculo de Nob; pidió algo de comida, y no había más que los panes de la proposición. Exo_25:23-30  nos dice lo que era este pan. Consistía en doce panes que se colocaban en una mesa de oro de un metro de longitud por medio de anchura y medio de altura. La mesa estaba en el tabernáculo delante del lugar santísimo, y los panes eran una especie de ofrenda a Dios. Se cambiaban una vez por semana; los que se retiraban podían comerlos los sacerdotes, pero nadie más (Lev_24:9). Sin embargo entonces, en su necesidad, David y sus amigos comieron de aquel pan. Jesús mostró que la misma Escritura contiene un precedente de que la necesidad humana tiene prioridad aun sobre la Ley divina.

" El sábado -les dijo- fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.» Era evidente: El ser humano fue creado antes de que se promulgaran las elaboradas leyes del sábado. El ser humano no fue creado para ser la víctima y el esclavo de las reglas y .normas sabáticas, que se hicieron en un principio para hacerles la vida mejor y más fácil a las personas. El hombre no debe ser un esclavo del sábado, que existe realmente para su bien.

Este pasaje nos enfrenta con algunas verdades esenciales que sería peligroso olvidar.

(i) El Cristianismo no consiste en cumplir normas y reglas. Vamos a referirnos a un asunto parecido al de este pasaje evangélico. La observancia del Día del Señor -es lo que quiere decir la palabra domingo- es importante; pero si el Cristianismo consistiera en no trabajar e ir a misa o al culto el domingo, rezar o leer la Biblia y abstenerse de ciertas cosas, ser cristiano sería muy fácil. Siempre que nos olvidamos del amor y del perdón y del servicio y de la misericordia que son el corazón del Cristianismo, y los sustituimos por el cumplimiento de reglas y normas, el Cristianismo ha perdido su esencia. Cristianismo siempre ha consistido mucho más en hacer cosas que en abstenerse de hacer cosas.

(ii) La primera obligación es la de atender a la necesidad humana. Hasta todos los catecismos y las confesiones  admiten que es perfectamente legal en el Día del Señor cumplimiento del deber y la práctica de las buenas obras y misericordia. Si la religiosidad de una persona no la mueve a ayudar a los que están en necesidad, su religión no merece nombre. La gente importa más que los sistemas; las persona son mucho más importantes que el ritual; la mejor manera honrar a Dios es ayudar a nuestros semejantes.

(iii) La mejor manera de usarlas cosas santas es usarlas para ayudar a nuestros semejantes necesitados. En realidad, esa es la única manera de dedicarle las cosas a Dios.

Una de las historias más encantadoras es la de El Cuarto Rey Mago. Se llamaba Artabán. Había decidido seguir la estrella, y llevaba un zafiro, un rubí y una perla de precio incalculable como regalos para el Rey. Iba cabalgando a toda prisa para encontrarse en el lugar convenido con sus, tres amigos Melchor, Gaspar y Baltasar. Iba con el tiempo justo; le dejarían atrás si llegaba tarde. Pero de pronto vio una figura confusa en el suelo por delante de él. Era otro viajero, que había contraído unas fiebres. Si Artabán se detenía a ayudarle, perdería a sus amigos. Y se detuvo a ayudar al necesitado hasta que se puso bueno. Pero ahora estaba solo. Necesitaba amellos y mozos que le ayudaran a cruzar el desierto, porque había perdido a sus amigos y su caravana. Tuvo que vender el zafiro para cubrir sus necesidades; Le dio pena que esa preciosa joya no fuera para su Rey.

Siguió su viaje, y a su debido tiempo llegó a Belén; pero de nuevo era demasiado tarde. José y María y el Niño se habían ido. Entonces llegaron los soldados para cumplir las crueles órdenes de Herodes y matar a todos los niños. Artabán estaba en una casa en la que había un niño. Los soldados llegaron a la puerta. Se oía a las otras madres llorar su desconsuelo. Artabán se puso a la puerta, alto y oscuro de piel como era, con el rubí en la mano, y sobornó al capitán para que no entrara. Así se salvó el niño de la casa, y la madre estaba gozosa; pero Artabán ya no tenía el rubí para su Rey.

Durante años vagó por todas partes buscando en vano a su Rey. Más de treinta años después llegó a Jerusalén. Había una crucifixión aquel día. Cuando Artabán se enteró de que era a Jesús al Que iban a crucificar, comprendió que era su Rey, y se dirigió a toda prisa al Calvario. Podría ser que su perla, la más maravillosa del mundo, pudiera comprar la vida del Rey.

Calle abajo corría una joven huyendo de un grupo de soldados. "¡Mi padre tiene deudas -gritaba-, y me van a vender como esclava para pagarlas! ¡Sálvame!» Artabán vaciló un instante; pero en seguida sacó la perla, y se la dio a los soldados para comprar la libertad de la joven.

De pronto los cielos se oscurecieron. Hubo un terremoto, y una piedra volante le golpeó a Artabán en la cabeza. Cayó medio inconsciente en el suelo, y la chica le sujetó la cabeza en su regazo. De pronto, él empezó a mover los labios: "No, Señor, ese no puedo ser yo; porque ¿Cuándo Te he visto hambriento y te he dado de comer? ¿O sediento y Te he dado de beber? ¿Cuándo Te he recibido cuando eras forastero? ¿O desnudo y Te he vestido? ¿Cuándo he sabido que estabas en la cárcel y he ido a visitarte? Llevaba treinta y tres años buscándote; pero no había visto nunca Tu rostro, ni Te he prestado ningún servicio, mi Rey." Y entonces se oyó una voz, como un susurro que llegara de muy lejos: "De cierto te digo, que en cuanto lo has hecho con Mis hermanos necesitados, Me lo has hecho a Mí." Y Artabán sonrió al morir, porque supo que el Rey había recibido sus dones.

La mejor manera de consagrarle cosas a Dios es usándolas para ayudar a los necesitados. Se ha sabido de niños a los que no se permitía entrar en una iglesia porque era un monumento y estaba llena de cosas valiosas. Desgraciadamente puede que una iglesia esté más preocupada por la solemnidad de su ritual que de ayudar a los humildes y aliviar a los pobres. Pero las cosas realmente sagradas se deben usar para remediar el dolo y la necesidad. Los panes de la proposición no fueron nunca tan sagrados como cuando se usaron para alimentar a un hambriento. El sábado no fue nunca tan sagrado como cuan se usó para ayudar a los necesitados. El árbitro final acerca de uso de todas las cosas es el amor y no la ley.

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