Mar 2:13 Salió de nuevo a la orilla del mar. Todo el
pueblo acudía a él, y él los instruía.
Mar 2:14 Al pasar, vio a
Leví, el de Alfeo, sentado en su despacho de cobrador de impuestos, y le dice:
«Sígueme.» Y él se levantó y lo siguió.
Cautelosa
e inexorablemente la puerta de la sinagoga se le iba cerrando a Jesús. Los
guardianes de la ortodoxia judía le habían declarado la guerra. Ahora Jesús
enseñaba, no en la sinagoga, sino a la orilla del lago. Su iglesia estaría al
aire libre sin más techumbre que el cielo azul, y con la colina o la barca de
pesca como púlpito. El Hijo de Dios fue excluido de lo que se consideraba la
casa de Dios.
Jesús
iba paseando por la orilla del lago y enseñando. Esa era una de las maneras más
corrientes de enseñar que tenía los rabinos. Cuando los rabinos judíos iban de
camino de un lugar a otro o se daban un paseo al aire libre, sus discípulos se
agrupaban a su alrededor andando con ellos y escuchando la que les decían.
Jesús estaba haciendo lo que cualquier rabino.
Galilea
era uno de los grandes centros de comunicaciones del mundo antiguo. Se ha dicho
que " Judasa no estaba de camino a ningún sitio; Galilea estaba de paso a
todo el mundo." Palestina era una tierra puente entre Europa y África;
todo el tráfico terrestre tenía que pasar por ella. La gran carretera del mar
iba desde Damasco, pasando por Galilea, por Cafarnaum, por debajo del Carmelo,
a lo largo de la llanura de Sarón, pasando por Gaza y hacia Egipto. Era una de
las grandes carreteras del mundo. Otra carretera iba desde Acre en la costa,
atravesaba el Jordán y seguía hacia Arabia y las fronteras del imperio, una
carretera transitada constantemente por regimientos y caravanas.
Palestina
estaba dividida por aquel tiempo. Judasa era una provincia romana bajo un
procurador romano; Herodes Antipas, uno de los hijos de Herodes el Grande,
gobernaba Galilea; el territorio hacia el Este que incluía Gaulonítida,
Traconítila y Batanea, era gobernado por Felipé, otro de los hijos de Herodes.
De camino entre el territorio de Felipe y el de Herodes, Cafarnaum era la única
población que encontraba el viajero. Por tanto, era como un pueblo fronterizo;
y de ahí que fuera también un centro aduanero. En aquellos días se pagaban
impuestos de importación y exportación, y Cafarnaum tiene que haber sido un
lugar donde se cobraban. Allí era donde trabajaba Mateo. Es verdad que él no
estaba, como Zaqueo, al servicio de los romanos; era un funcionario de Herodes
Antipas; pero era igualmente un odiado publicano. (La versión Reina-Valera
sigue usando esta palabra heredada de la Vulgata via Biblia del Oso y otras
traducciones de la Reforma. Publicano, del latín publicanus, era centro los
Romanos, arrendador de los impuestos o rentas públicas y de las minas del
estado», como dice el D R.A E.).
Esta
historia nos revela algunas cosas tanto de Mateo como de Jesús.
(i)
Mateo era un hombre muy odiado. Los
cobradores de impuestos nunca son populares en ninguna comunidad, pero en el
mundo antiguo eran odiados. La gente no sabía nunca exactamente cuánto tenía
que pagar; los cobradores de impuestos les sacaban todo lo que podían y se
forraban los bolsillos con el extra que les quedaba después de pagar al estado
la parte convenida. Hasta un escritor griego como Luciano asocia a los
cobradores de impuestos con «adúlteros, alcahuetes, aduladores y sicofantas.»
Jesús quiso al que nadie quería. Le ofreció Su amistad al que todos se habrían
avergonzado de considerar su amigo.
(ii)
Mateo tiene que haber sido en aquel
momento un hombre con un gran vacío en el corazón. Tiene que haber oído
acerca de Jesús, o probablemente había escuchado Su mensaje desde el borde de
la multitud; y algunas veces tiene que haberle vibrado el corazón. No podría
haberse dirigido a los buenos ortodoxos de su tiempo. Para ellos era inmundo y se habrían negado a relacionarse con
él.
Hugh
Redwood nos cuenta la historia de una mujer que vivía en el distrito de los
astilleros de Londres, que venía a la reunión de señoras. Había estado viviendo
con un chino, y tenía un bebé mestizo que llevaba con ella. Le gustaba la reuníón
y volvía una y otra vez. Entonces el pastor se dirigió a ella le dijo: "
Debo pedirle que no vuelva por aquí.» La mujer le devolvió la pregunta con la
mirada; y él le contestó: "otras mujeres dicen que dejarán de venir si
usted continua viniendo.» Ella se le quedó mirando con una sorpresa dolorida y
le dijo: «Señor, ya sé que soy una pecadora; ¿pero no hay ningún sitio adonde
pueda ir una pecadora?» Afortunadamente el Ejército de Salvación encontró a
aquella mujer y la rescató para Cristo.
Eso
era precisamente lo que Mateo tenía que arrostrar hasta que encontró a Uno que
vino al mundo a buscar y a salvar lo que se había perdido.
(iii) Esta historia nos dice algo acerca de Jesús. Fue cuando iba paseando por la orilla del lago cuando llamó a Mateo. Decía un gran profesor: «Hasta cuando estaba dándose un paseo estaba buscando oportunidades.» Jesús no estaba nunca fuera de servicio. Si podía encontrar a una persona para Dios mientras se estaba dando un paseo, la encontraba.
¡Qué cosecha podríamos reunir si
buscáramos gente para Cristo cuando vamos andando por ahí!
(iv) De todos los discípulos, Mateo fue
el que renunció a más. Literalmente lo dejó todo para seguir a Jesús. Pedro y
Andrés, Santiago y Juan podían volver a la pesca. Siempre habría peces que
pescar y siempre podrían volver a su antiguo trabajo; pero Mateo quemó las
naves definitivamente. En una sola acción, en un momento del tiempo, con una
rápida decisión, se excluyó de su trabajo para siempre; porque una vez que se
dejaba el trabajo de cobrador de impuestos, ya no se podía recuperar. Requiere
un gran hombre el hacer una gran decisión; y sin embargo, a toda vida le llega
el momento de decidir.
Cierto
hombre famoso tenía la costumbre de darse largos paseos por el campo en Dartmoor.
Cuando llegaba a un arroyo demasiado ancho para cruzarlo fácilmente, lo primero
que hacía era tirar la chaqueta al otro lado. Así se comprometía a no darse la
vuelta. Hacía la decisión de pasar al otro lado, y se aseguraba de no
claudicar. Mateo fue un hombre que se lo jugó todo por Cristo, y no se
equivocó.
(v)
De su decisión sacó Mateo por lo menos
tres cosas.
(a)
Salió con las manos limpias.
Desde aquel momento podía mirarle a la cara a todo el mundo. Puede que fuera
mucho más pobre, y que la vida le resultara mucho más dura, y que se le
acabaran los lujos y las comodidades; pero desde aquel momento tuvo las manos
limpias; y, porque tenía las manos limpias, tenía la mente en paz.
(b)
Perdió un trabajo, pero consiguió
otro mucho mejor.
Se
ha dicho que Mateo lo dejó todo menos una cosa: la pluma. Los investigadores no
creen que el Primer Evangelio, tal como lo tenemos ahora, sea obra de Mateo;
pero sí creen que incorpora uno de los más importantes documentos de toda la
Historia, el primer compendio escrito de las enseñanzas de Jesús, y que ese
documento sí fue escrito por Mateo. Con su mente ordenada, su manera metódica
de trabajar, su familiaridad con la pluma, Mateo fue el primer hombre que le
dio al mundo un libro de las enseñanzas de Jesús.
(c)
Lo curioso es que la decisión repentina de Mateo le proporcionó la única cosa
que estaría buscando -le trajo una fama inmortal y universal. Todo el mundo
conoce el nombre de Mateo como el de uno que hizo posible que se conociera la
historia de Jesús. Si Mateo se hubiera negado a aceptar la llamada de Jesús, se
le habría recordado localmente por un cierto tiempo como seguidor de una
profesión despreciable que todos odiaban; al aceptar la llamada de Jesús ganó
una fama internacional como el hombre que nos dejó el primer compendio de las
enseñanzas de Jesús. Dios nunca se queda corto con el que se lo juega todo por
Él.
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