Mar 3:1
Entró de nuevo en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano
seca,
Mar
3:2 y estaban espiando a Jesús a ver si
lo curaba en sábado, para poder acusarlo.
Mar
3:3 Dice entonces al hombre que tenía la
mano seca: «Ponte aquí delante.»
Mar
3:4 Luego les dice: «¿Qué es lícito en
sábado, hacer bien o hacer mal; salvar una vida o dejarla perecer?» Pero ellos
guardaban silencio.
Mar
3:5 Y mirándolos en torno con ira,
apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la
extendió, y la mano se le quedó sana.
Mar
3:6 Los fariseos, apenas salieron, junto
con los herodianos, en seguida acordaron en consejo contra Jesús la manera de
acabar con él.
Este
es un incidente crucial en la vida de Jesús. Ya estaba claro que Él y los
líderes ortodoxos de los judíos tenían actitudes incompatibles. Para Él, el
volver a la sinagoga era dar muestras de un valor extraordinario. Era la acción
de un Hombre que rehusaba buscar Su seguridad, y que estaba decidido a
arrostrar una situación peligrosa. En la sinagoga se encontraba una delegación
del Sanedrín. Eran inconfundibles, porque los primeros asientos eran los sitios
de honor, y allí se encontraban. Uno de los deberes del Sanedrín era descubrir
y pararle los pies a cualquiera que pudiera descarriar al pueblo apartándolo
del camino correcto. Y eso era precisamente lo que aquella delegación
consideraba que estaba haciendo Jesús. Lo que menos les interesaba era el culto
o la predicación de la Palabra de Dios. Estaban allí para investigar las
acciones y las palabras de Jesús con la intención de eliminarle.
En
la sinagoga había un hombre con un brazo paralizado. La palabra griega indica
que no era una incapacidad de nacimiento, sino el resultado de alguna
enfermedad o accidente. Si Jesús hubiera
sido cauto y astuto habría evitado encontrarse con aquel hombre en público;
porque Él sabía muy bien que el curarle en sábado era buscarse problemas.
Estaba prohibido hacer ningún trabajo en sábado, y curar a un enfermo era un
trabajo. La ley judía era definida y detallada en este punto. La atención
médica se podía otorgar solamente si había peligro de muerte. Para dar algunos
ejemplos: Se podía ayudar el sábado a una mujer que estuviera de parto; se
podía tratar una infección de garganta; si se le caía un muro encima a alguien,
se le podía descubrir lo suficiente para ver si estaba vivo; si estaba vivo, se
le podía ayudar; pero si estaba muerto, se dejaba allí el cuerpo hasta el día
siguiente. No se podía entablillar una fractura. No se podía echar agua fresca
en una mano o en un pie dañado. Se podía vendar un corte con un vendaje
sencillo, pero no se podía poner ungüento. Es decir: que como mucho se podía
procurar que el enfermo o herido no se pudiera peor, pero no que se pusiera
mejor.
Nos
es sumamente difícil comprender una actitud así. Lo mejor que podemos hacer
para comprender aquel punto de vista tan estricto acerca del sábado es recordar
que un judío ortodoxo rehusaría defender su vida en sábado. En las de los
Macabeos, cuando se inició la resistencia, algunos' los rebeldes judíos se refugiaron
en cuevas. Los soldados s' los persiguieron. El historiador judío Josefo nos
dice que ofrecieron que se rindieran,
pero ellos se negaron; «así que atacaron en sábado, y los abrasaron cuando se
encontraban en las cuevas sin que ellos ofrecieran la menor resistencia
siquiera para impedirles la entrada en las cuevas. Se negaron a defenderse a sí
mismos aquel día porque no estaban dispuestos a quebrantar el honor que debían
al sábado ni siquiera para salvar sus vidas; porque nuestra Ley nos manda
descansar e día." Cuando el general romano Pompeyo estaba sitiando
Jerusalén, los defensores se refugiaron en el recinto del templo. -Pompeyo se
puso a construir una empalizada hasta la altura conveniente desde la que
pudiera atacarlos. Conocía las costumbres de los judíos, y construía en sábado;
y los judíos no movieron ni una mano para defenderse o para impedir la
construcción, aunque sabían que con su inactividad sabática estaban firmando su
propia sentencia de muerte. Los romanos que tenían servicio militar obligatorio,
tuvieron que acabar por eximir de él a los judíos, porque se negaban a pelear
en sábado: La actitud judía ortodoxa para con el sábado era totalmente rígida e
inflexible.
Jesús
lo sabía. La vida de aquel hombre no corría peligro en absoluto. Físicamente no
estaría peor si se le hacía esperar hasta el día siguiente. Para Jesús esto era
una prueba, y Él se enfrentó con ella limpia y claramente. Le dijo al hombre
que se levantara y se pusiera donde todos le pudieran ver. Probablemente eso lo
hizo por dos razones. Una sería, para despertar la compasión de los presentes
hacia aquel desgraciado mostrándoles a todos su desgracia. Y también porque
Jesús quería dar aquel paso de tal manera que nadie pudiera por menos de verlo.
Entonces
les hizo a los maestros de la Ley dos preguntas: "¿Qué es conforme a la
Ley, hacer una buena obra en sábado o hacer un*mala obra?" Jesús los puso
en un aprieto. Estaban obligados a admitir que era legal hacer el bien, y era
una buena obra lo que Él se proponía hacer. Estaban obligados a negar que fuera
legal hacer mal; y sin embargo, seguramente no cabía duda que era una mala obra
dejar a un hombre en una situación lastimosa cuando se tenía la posibilidad de
ayudarle. Y entonces les preguntó: «¿Es legal salvar una vida o destruirla?"
Aquí Jesús estaba poniendo el dedo en la llaga. Él estaba haciendo lo posible
para salvarle la vida a aquel hombre; ellos estaban programando acabar con Él.
Se mirara como se mirara, no cabía duda de que era mejor pensar en ayudar a un
hombre que pensar en matar a un hombre. ¡No nos sorprende que no pudieran
contestarle!
Entonces
Jesús, con una palabra de poder, sanó al hombre; y los fariseos salieron y
trataron de urdir un complot con los herodianos para matarle. Esto muestra
hasta dónde estaban dispuestos a llegar los fariseos. Ningún fariseo tendría
nada que ver con un gentil o con un hombre que no guardara la Ley. Tales
personas eran inmundas. Los herodianos eran los funcionarios de Herodes.
Estaban relacionados permanentemente con los romanos. En todos los sentidos
normales los fariseos los consideraban inmundos; pero ahora estaban dispuestos
a entrar con ellos en lo que siempre les habría parecido una alianza impía.
Tenían tal odio en el corazón que no se paraban ante nada.
Este
pasaje es fundamental, porque muestra la colisión entre dos conceptos de
religión.
(i)
Para los fariseos religión era
ritualismo. Consistía en obedecer ciertas reglas y normas. Jesús
quebrantaba aquellas reglas, y ellos estaban genuinamente convencidos de que
era una mala persona. Eran como el que cree que -la religión consiste en ir a
la iglesia, leer la Biblia o rezar, dar gracias a Dios antes de las comidas,
hacer el culto familiar o rezar el rosario, y llevar a cabo todos los actos
externos que se consideran religiosos, y que sin embargo nunca está dispuesto a
hacer nada por nadie, que no siente nunca compasión ni tiene ningún deseo de
sacrificarse por nadie; que tiene bastante con su religiosidad, y que es sordo
a la llamada de la necesidad ' ciego a las lágrimas del mundo.
(ii)
Para Jesús
religión era servicio. Era amar a
Dios y a las personas. El ritual era irrelevante comparado con el amor en
acción. Para Jesús la cosa más importante del mundo no era llevar a cabo
correctamente un ritual, sino la respuesta espontánea al clamor de la necesidad
humana.
Oímos
lo que se dijo mal y vemos lo que se hizo mal, pero Cristo mira a la raíz de
amargura del corazón, su ceguera y dureza y se entristece. Tiemblen los
pecadores de corazón duro al pensar en la ira con que los mirará dentro de poco
tiempo, cuando llegue el día de su ira. Jesús se enojó al ver
la actitud despiadada de los fariseos. Enojarse, en sí mismo, no es malo.
Depende de lo que nos hace enojar y lo que hacemos con el enojo. Con mucha
frecuencia expresamos nuestro enojo de manera egoísta y perjudicial. Jesús en
cambio expresó su enojo corrigiendo un problema: sanó la mano al hombre.
El
gran día de sanidad es ahora, el día de reposo, y el lugar de sanidad es la
casa de oración, pero el poder sanador es de Cristo. El mandato del evangelio
es como el registrado aquí: aunque nuestras manos estén secas, aun así, si no
las extendemos, es nuestra falta que no seamos sanados. Pero si somos sanados,
Cristo, su poder y gracia, deben tener toda la gloria.
Los
fariseos eran un grupo religioso que con celo seguía la Ley del Antiguo
Testamento así como sus tradiciones. Eran respetados en la comunidad, pero
odiaban a Jesús porque se enfrentó a sus orgullosas actitudes y a sus poco
honorables motivaciones.
Los
herodianos eran un partido político judío que esperaba restaurar en el trono la
línea de Herodes el Grande. Jesús era una amenaza para ellos porque desafiaba
sus ambiciones políticas. Fariseos y herodianos, por lo general enemigos,
unieron sus fuerzas en contra de Jesús porque este los desenmascaraba y
socavaba su poder y reputación.
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