} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA ELECCIÓN DE LOS DOCE

lunes, 21 de diciembre de 2020

LA ELECCIÓN DE LOS DOCE


 Mar 3:13  Sube luego al monte, llama junto a sí a los que quería, y ellos acudieron a él.

Mar 3:14  Escogió doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar,

Mar 3:15  con poder para arrojar los demonios.

Mar 3:16  Escogió, pues, a los doce: Simón. a quien puso el sobrenombre de Pedro;

Mar 3:17  Santiago, el de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno;

Mar 3:18  Andrés y Felipe, Bartolomé y Mateo, Tomás y Santiago, el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo

Mar 3:19  y Judas Iscariote, el que luego lo entregó.

  

Jesús había llegado a un momento muy importante de vida y obra. Se había presentado con Su mensaje; había seguido Su método; había recorrido Galilea predicando y sanando. Para entonces ya había hecho un impacto considerable la opinión pública. Ahora tenía que enfrentarse con dos problemas muy prácticos. En primer lugar, tenía que encontrar, manera de hacer que permaneciera Su mensaje en caso de algo Le sucediera a Él, y que ese algo había de sucederlé no lo dudaba. Segundo, tenía que encontrar la manera de extender Su mensaje; y en una edad en que no había tal cosa como periódicos o libros, ni ninguna manera de alcanzar grandes audiencias a la vez, esa no era una tarea fácil. No había nada más que una forma de resolver los dos problemas: tenía escoger algunas personas para escribir Su mensaje en corazones y vidas, y que salieran de Su presencia para decirlo a los cuatro vientos. Eso exactamente es lo que Le vemos hacer aquí.

Es significativo que el Cristianismo empezó con un grupito. La fe cristiana es algo que estaba diseñado desde el principio que se había de descubrir y vivir en compañía. La esencia de la manera de vivir de los fariseos era que separaba a los hombres de su entorno. El mismo nombre de fariseo quiere decir separado; la esencia del Cristianismo es que vincula a cada uno con sus semejantes, y le presenta la tarea de vivir en compañía con los demás.

Además, el Cristianismo empezó con un grupo muy heterogéneo. En él se encontraban los dos extremos: Mateo era cobrador de contribuciones, y por tanto un marginado; era un renegado y un traidor a sus compatriotas; y Simón el Cananeo, al que Lucas llama correctamente el Celota; y los zelotes eran una pandilla de nacionalistas ardientes y violentos que se comprometían hasta a cometer crímenes y asesinatos para librar a su país del yugo extranjero. El hombre que había perdido totalmente el sentido de patriotismo y el patriota fanático estaban juntos en aquel grupo, y sin duda habría entre aquellos dos extremos toda clase de trasfondos y opiniones. El Cristianismo empezó insistiendo en que las personas más diferentes deben vivir juntas, y ofreciéndoles la oportunidad de hacerlo conviviendo con Jesús. A juzgar por los baremos del mundo, los hombres que escogió Jesús no tenían ninguna cualificación especial. No eran ricos, ni tenían una posición social especial, ni tenían una cultura elevada, ni tenían preparación teológica, ni tenían una posición elevada en la iglesia. Eran doce personas normales y corrientes. Pero sí tenían dos cualificaciones especiales. La primera: habían sentido la atracción magnética de Jesús. Había algo en Él que les había hecho querer tenerle por Maestro. Y la segunda: tenían el coraje de mostrar que estaban de Su parte. No nos equivoquemos: aquello requería coraje. Ahí estaba Jesús, pasando tranquilamente por alto normas y reglas; ahí estaba Jesús siguiendo un camino que conducía inevitablemente a una colisión con los líderes ortodoxos; ahí estaba Jesús, ya marcado como pecador y como hereje; y sin embargo tuvieron el coraje de asociarse con Él. Ningún grupo de hombres lo arriesgó todo nunca antes ni después a una esperanza trasnochada como aquellos galileos, y ninguna banda de hombres lo hizo ni lo haría nunca jamás con los ojos más abiertos que ellos. ¿Por qué Jesús escogió doce hombres? El número doce corresponde a las doce tribus de Israel (Mat_19:28), con lo cual se muestra la continuidad entre el antiguo sistema religioso y el nuevo basado en el mensaje de Jesús. Muchos seguían a Jesús, pero los doce recibieron la preparación más intensa. Podemos ver el impacto de estos hombres en el resto del Nuevo Testamento. Aquellos Doce tenían toda clase de faltas; pero dijérase lo que se dijera de ellos, amaban a Jesús y no tenían miedo de decirle al mundo que Le amaban -y eso es ser cristianos.

Jesús los eligió con dos propósitos. Primero, los eligió para que estuvieran con Él; los eligió para que fueran Sus constantes y fieles compañeros. Otros podrían ir y venir; la multitud podría estar allí un día y no al siguiente; otros puede que fluctuaran y cambiaran en su relación con Él; pero estos Doce habían de identificar sus vidas con Su vida y vivir con Él todo el tiempo. Segundo, los eligió para enviarlos. Quería que fueran Sus representantes; que les hablaran a otros de Él. Ellos mismos habían sido ganados para que pudieran ganar a otros.

Para la tarea, Jesús los equipó con dos cosas. En primer lugar, les dio un mensaje. Habían de ser Sus heraldos. Un sabio dijo una vez que nadie tiene ningún derecho a ser maestro; a menos que tenga una enseñanza propia que ofrecer, o la enseñanza de otro que desee apasionadamente propagar. La gente siempre escuchará al que tenga un mensaje. Jesús les dio a Sus amigos algo que decir. Segundo, les dio un poder. También habrían de echar demonios. Porque estaban en Su compañía, algo de Su poder se reflejaba en sus vidas.

Si queremos aprender lo que es el discipulado, haremos bien en fijarnos en estos primeros discípulos.

 

Sabemos por los otros Evangelios que Jesús subió al monte a orar porque debía tomar una decisión muy importante. El mismo Hijo de Dios necesitaba hallar un lugar donde pudiera estar a solas con Dios, ya que no había silencio en ninguna otra parte. Jesús nos ha enseñado a buscar la soledad para orar si es posible (Mat. 6:6).

 

Cuando Jesús nos llama a responder, su amor nos obliga a seguirle. Estos doce eran el “equipo” de Jesús señalados para trabajar con él y unos con otros. El hace alusión en términos de su familia más amplia en los versúclos. 31-35. Mar. en ningún lugar los denomina “apóstoles”, aunque este es el nombre por el que fueron conocidos más tarde. Por esta razón algunos traductores omiten esta palabra aquí. Pero, si usamos el nombre o no, ellos fueron los misioneros de Jesús; y el misionero Marcos lo sabía muy bien. Podemos observar lo que significa “apóstol” en el v. 14. Jesús escogió a estos va rones para enviarlos a predicar las buenas nuevas, al igual que lo estaba haciendo él. Sin embargo, antes de que estuvieran listos ara predicar las buenas nuevas tendrían que pasar tiempo con Jesús para aprender a modelar la vida de ellos por la de él. Si no seguimos el ejemplo de ellos, nuestra predicación será como altoparlantes propagando fuertemente algo sin sentido.

 

Además, tuvieron que demostrar el poder de Jesús y el Espíritu conquistando al enemigo, como lo había hecho Jesús. Él les había dado su poder para echar fuera los demonios (Mat. agrega el poder para sanar enfermedades en su nombre). Ambas cosas eran señales de la llegada del reino de Dios. Es importante tomar nota de que Jesús compartió su poder con humanos muy imperfectos, como nosotros. En realidad, Marcos, en todo su Evangelio, enfatiza las imperfecciones de los doce y en particular las de Pedro, quien de muchas maneras era el líder. Al hacerlo, Marcos simplemente estaba estableciendo los hechos; no estaba procurando minimizar a los apóstoles, como algunos han sugerido. Hace que la gracia de Dios sea tanto más maravillosa (como lo vio Pablo; 2 Cor. 4:7) ya que no hay superhombres ni supermujeres en el NT, solamente pecadores salvos por gracia. Los demás evangelistas querían mitigar el impacto de algunos de los relatos, pero Marcos quiere mostrarnos que los apóstoles eran humanos tal como nosotros, con todas nuestras debilidades. Los “santos” del NT no tienen aureolas relucientes en derredor de sus cabezas; ¡esto fue una invención de la iglesia romanista más adelante!

Nunca se podrá encarecer demasiado lo importante de esta regla para los intereses de la verdadera religión. No serán nunca demasiado estrictos y minuciosos  los ministros de la iglesia en las indagaciones que hagan respecto al carácter espiritual de los candidatos para órdenes. Un ministro no convertido es  completamente incapaz de ejercer su misión. ¿Cómo podrá hablar con experiencia de la gracia que nunca ha sentido? ¿Cómo recomendará a su congregación  ese Salvador que el mismo no conoce sino de manera intelectual nada más? ¿Cómo presentará a las almas la necesidad urgente de la conversión y del nuevo nacimiento, que él no ha  experimentado? ¡Qué miserablemente se equivocan los padres que persuaden a sus hijos para que se dediquen al ministerio, tan solo para obtener una buena  ofrenda, o escoger una profesión respetable! ¿Qué otra cosa es eso sino persuadirlos a que digan lo que no es verdad, y a que tomen el nombre del Señor en  vano? Los ministros no convertidos, los ministros mundanos son los que más daño hacen a la causa del cristianismo. Son apoyo de los infieles, alegría del  diablo y ofensa a Dios.

Otro detalle que recalca lo “común” de los apóstoles era que la mayoría tenía sobrenombres, algunos dados por Jesús mismo. En la mayor par te del mundo, las personas son conocidas por sus sobrenombres que describen su manera de ser en vez de sus verdaderos nombres. Estos discípulos eran gente real. Así que tenemos a Simón, a quien Jesús le dio el sobrenombre de “Pedro” o “la roca”; luego Jacobo y Juan, a quienes denominó hijos del trueno (o “Rayos y Centellas”, como decimos hasta hoy). Tomás fue llamado “el mellizo”, y otro Simón fue llamado “el Zelote” que puede haber sido una referencia a su “celo” por la causa nacionalista de Israel. El sobrenombre de Judas, “Iscariote” también puede haber estado conectado con el mismo movimiento. Cuando recordamos al jactancioso Simón, quien negó a Jesús, a Tomás quien dudó de él, a Jacobo y Juan quienes fueron ambiciosos, y a todos los demás discípulos, quienes salieron corriendo asustados cuando Jesús fue detenido, no estamos glorificando sus flaquezas, sino al Dios que puede usar a gente débil como ellos, y como nosotros (2 Cor. 12:9).

 

Los doce apóstoles de nuestro Señor eran, sin duda alguna, una clase  distinta de hombres. Cuando murieron, no tuvieron sucesores, así que estricta y literalmente no se puede decir que hay sucesión apostólica. A nadie puede  llamarse realmente "sucesor de los apóstoles", si no hace milagros, como ellos, y como ellos es infalible en su enseñanza. Pero, a pesar de esto, no debemos  olvidar que en muchas cosas los apóstoles fueron elegidos para servir de modelos y de ejemplos a todos los ministros del Evangelio. Teniendo esta  circunstancia presente podemos deducir lecciones muy útiles de este pasaje en referencia a los deberes de un fiel ministro.

Un ministro fiel debe, como los apóstoles, mantenerse en íntima comunión con Cristo. Debe estar mucho "con El" Debe frecuentar la compañía "del Hijo," y  morar en El. Debe separarse del mundo, y sentarse diariamente, como María, a los pies de Jesús para oír su palabra. Debe estudiarlo, copiarlo, asimilarse su  Espíritu, seguir sus huellas. Debería empeñarse en adquirir la facultad de decir, cuando sube al púlpito, "lo que hemos visto y oído, eso mismo os declaramos"  1Juan 1.3 El ministro fiel debe ser predicador como los apóstoles. Este debe ser su principal trabajo y en el concentrar sus pensamientos. Debe considerar la predicación  como muy por encima de la administración de los sacramentos. 1 Cor. 1.17. Un ministro que no predica no sirve de mucho a la iglesia de Cristo; es un faro sin  lámpara, un trompetero silencioso, un vigilante dormido y un fuego pintado.

Un ministro fiel debe oponerse como los apóstoles a todas las obras del diablo. Aunque no llamado en el día a lanzar los espíritus malos del cuerpo, debe de  estar siempre dispuesto a resistirse a los planes del diablo, y a denunciar los lazos que le tiende al alma. Debe manifestar las consecuencias que producen el  gusto por las carreras de caballos, los teatros, los bailes, el juego, la borrachera, la profanación del día del Señor, y todos los placeres sensuales. Cada época  tiene sus tentaciones especiales, pues muchas son las tratas de Satanás; pero cualquiera que sea el camino que haya escogido el diablo para urdir sus engaños,  allí debe estar dispuesto y preparado el ministro a oponérsele y a hacerle resistencia.

¡Cuán grande es la responsabilidad de los ministros! ¡Cuán trabajosa su obra, si cumplen con su deber! ¡Cuánto necesitan de las plegarias de todos los que  oran para robustecer y sostener sus manos! No es de admirarse que S. Pablo diga con tanta frecuencia a las iglesias, "Orad por nosotros.

 

 


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