} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL PECADO IMPERDONABLE

martes, 22 de diciembre de 2020

EL PECADO IMPERDONABLE

 

 

 Mar 3:20  Y otra vez se juntó la multitud, de tal manera que ellos ni aun podían comer pan.

Mar 3:21  Y como lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.

Mar 3:22  Y los escribas que habían venido de Jerusalem, decían que tenía a Belzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.

Mar 3:23  Y llamándoles, les dijo por parábolas: ¿ Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?

Mar 3:24  Y si un reino contra sí mismo fuere dividido, no puede permanecer el tal reino.

Mar 3:25  Y si una casa fuere dividida contra sí misma, no puede permanecer la tal casa.

Mar 3:26  Y si Satanás se levantare contra sí mismo, y fuere dividido, no puede permanecer; mas tiene fin.

Mar 3:27  Nadie puede saquear las alhajas del valiente entrando en su casa, si ántes no atare al valiente; y entónces saqueará su casa.

Mar 3:28  De cierto os digo, que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera con que blasfemaren:

Mar 3:29  Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene perdón para siempre; mas está expuesto a juicio eterno.

Mar 3:30  Porque decían: Tiene espíritu inmundo.

Mar 3:31  Vienen pues sus hermanos y su madre, y estando de fuera, enviaron a él llamándole.

Mar 3:32  Y la multitud estaba asentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos te buscan fuera.

Mar 3:33  Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre, y mis hermanos?

Mar 3:34  Y mirando al derredor a los que estaban sentados en derredor de él, dijo: He aquí mi madre, y mis hermanos.

Mar 3:35  Porque cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.   

Sabemos todos cuan penoso es que nuestra conducta sea mal juzgada e interpretada, cuando obramos bien. Nuestro Señor Jesucristo, durante su ministerio  terreno, tuvo continuamente que someterse a esa prueba, y es una comprobación de ello el pasaje que comentamos. Los "escribas que habían venido a  Jerusalén" vieron los milagros que hacía, y no podían negar su realidad. ¿Qué hicieron entonces? ¡Acusaron a nuestro bendito Salvador de estar en liga con el  diablo y unido a él! Decían. "Tiene a Belcebú, y por el príncipe de los demonios lanza los demonios.”

Hay en la respuesta que dio nuestro Señor a esa maligna acusación expresiones en que debemos fijar nuestra atención. Veamos qué lecciones encierran para  nuestro bien.

Esta es la enseñanza que más se destaca en relieve en la primera parte de la réplica de nuestro Señor dio a los escribas. Prueba que es un absurdo suponer que  Satanás "lanzará a Satanás" y contribuyera así a destruir en su propio poder. Apela el hecho notorio, que aun sus enemigos tienen que aceptar, que no puede  haber fuerza donde existe división. "Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir..

Esta es una verdad a que no se presta la consideración que demanda. En ningún otro particular ha producido tanto daño el abuso del derecho de juicio  individual. Las divisiones de la iglesia son una gran causa de la debilidad de la iglesia visible. Absorben la energía, el tiempo y el poder que pudieran  empleare en cosas mejores, y suministran a los incrédulos un argumento contra la verdad del cristianismo. Trabajan a favor del diablo y por eso Satanás es el  principal promotor de las divisiones religiosas. Si no puede destruir el cristianismo, se esfuerza en hacer que los cristianos disputen entre ellos, y arma a los  unos contra los otros. Nadie mejor que el diablo sabe, que "dividir es conquistar".

Hagamos la resolución, en cuanto de nosotros dependa, de evitar toda diferencia, disensiones y disputas en religión; contemplémoslas con horror y  aborrecimiento como plagas de las iglesias. Seamos celosos, y nunca lo seremos demasiado, de las verdades y de los dogmas salvadores; pero es muy fácil  equivocarse y tomar una escrupulosidad mórbida por delicadeza de conciencia, y un celo en defender fruslerías por celo en pro de la verdad. Es justificable la  separación de una iglesia tan solo cuando esta se separa del Evangelio. Estemos siempre dispuestos a hacer muchas concesiones y muchos sacrificios en bien  de la unidad y de la paz.

Debemos notar, en segundo lugar, la gloriosa declaración que en estos versículos hace nuestro Señor respecto al perdón de los pecados. Dice que "todos los  pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y cualesquiera blasfemias con que blasfemaren”.

 Algunas veces los cristianos se preguntan si han cometido el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Este no es un pecado del cual los cristianos deben preocuparse, pues se trata de una actitud de incredulidad y falta de arrepentimiento. Rechazar a propósito la acción del Espíritu Santo es blasfemia porque es rechazar a Dios mismo. Los dirigentes religiosos acusaron a Jesús de blasfemia, pero irónicamente blasfemaron cuando cara a cara lo acusaron de estar poseído por Satanás.

Estas palabras pasan desapercibidas para muchas personas o son oídas con indiferencia sin descubrir en ellas ninguna belleza especial; pero el hombre que  tiene la convicción de sus pecados y que siente profundamente la necesidad de perdón, esas palabras son dulces y preciosas. "Todos los pecados serán  perdonados". Los pecados de la juventud y de la ancianidad, los de pensamiento, de obra, de lengua y de imaginación, los pecados de los perseguidores como  Saulo, los de los idólatras como Manasés, los de los enemigos declarados de Cristo, como fueron los judíos que lo crucificaron, los pecados de los que  abandonan a Cristo y de Él se separan, como Padre, todos, todos pueden ser perdonados. La sangre de Cristo puede lavarlos todos; la justicia de Cristo puede  cubrirlos todos, y ocultarlos a los ojos de Dios.

La doctrina que aquí se establece es la corona y la gloria del Evangelio. Lo primero que propone al hombre es libre perdón, absolución entera, remisión  completa, sin dinero y sin precio. "Por este hombre se os anuncia la remisión de los pecados: y en Él es justificado todo aquel que creyere" Hechos 13.38-39.

Aceptemos esta doctrina sin dilación si antes no lo hemos hecho; tanto nos interesa a nosotros como a los demás. Nosotros también si hoy nos acercamos a  Cristo, podemos ser perdonados., "Aunque nuestros pecados hayan sido como escarlata, quedarán blancos como la nieve" Isaías 1.18 Adhirámonos firmemente a esta doctrina si es que ya la hemos aceptado. Quizás nos sintamos algunas veces desfallecidos, indignos y abrumados; pero si  verdaderamente nos hemos acercado a Cristo, nuestros pecados quedarán perdonados. Dios los apartará de su vista, los borrará del libro de los recuerdos, los  hundirá en el fondo del océano. Creamos y no tengamos miedo.

Debemos notar, por último que es posible que el alma de un hombre quede perdida para siempre en el infierno. Las palabras de nuestro Señor son muy claras  y muy preciosas. Habla de uno que "nunca recibe perdón, sino que está en peligro de condenación eterna.

No hay duda que esta es una verdad terrible; pero es una verdad y no podemos cerrar los ojos a ella. La encontramos proclamada una y otra vez en las  sagradas Escrituras. Para presentarla de una manera clara y no dar lugar a equivocaciones se multiplican en la Biblia figuras e imágenes de toda clase, y se  emplea toda clase de lenguaje. En una palabra, si no hay lo que se llama "condenación eterna" podemos arrojar la Biblia a un lado y decir que sus palabras  nada significan.

Gran necesidad hay en todos nuestros tiempos de presentar constantemente ante los ojos de los hombres esta verdad terrible. Se han presentado maestros que  atacan abiertamente la doctrina de la eternidad de las penas, o hacen esfuerzos en explicarla de manera que de hecho la refutan. Los oídos de los hombres han  sido agradablemente lisonjeados con argumentos plausibles acerca del "amor de Dios" y de lo imposible que es que un Dios amoroso permita un infierno  eterno. Se dice que la eternidad de las penas es tan solo una "cuestión especulativa" respecto a la cual se puede creer lo que a cada cual le placa. En medio de  este diluvio de falsas doctrinas abracemos con firmeza la verdad antigua. No nos avergoncemos de creer que hay un Dios eterno, un cielo eterno y un infierno  eterno. Recordemos que el pecado es un mal infinito, que exige una expiación de valor infinito para librar al creyente de sus consecuencias y que arrastra  consigo una pérdida infinita al incrédulo que rechaza el remedio que para el proveyó. Después de todo, apoyémonos en las aseveraciones claras de la  Escrituras, como es la que tenemos ahora ante nuestros ojos. Un texto claro vale por mil argumentos abstrusos.

Finalmente, si es verdad que haya una "condenación eterna" seamos muy diligentes para evitar nosotros incurrir en ella. No nos detengamos, escapemos para  salvar la vida. Gen. 18.16-17. Refugiémonos en la esperanza que nos abre el Evangelio, y no descansemos hasta que sepamos y sintamos que nos hallamos  seguros. Y no nos avergoncemos nunca, de buscar esa seguridad; avergoncémonos, si, del pecado, de la mundanalidad y del amor del placer: pero no de los  esfuerzos que hagamos en libertarnos de un infierno perdurable.

Por último, Jesús dio una severa advertencia acerca del único pecado imperdonable en la Biblia: el pecado en contra del Espíritu Santo. Esto parece ser cerrar deliberadamente el corazón y la mente al testimonio del Espíritu acerca de Jesús, algo que los maestros habían demostrado en su culpabilidad. El torcimiento de la verdad tan deliberado y a propósito hace que el arrepentimiento y la salvación sean imposibles, ya que se ha cerrado la única puerta de la salvación que Dios ha abierto. No es que Dios no esté dispuesto a perdonar, sino que tal persona no quiere recibir el perdón del Señor. Si aún tememos que seremos culpables, es una señal clara de que no hemos cometido el peor de los pecados y que no estamos en peligro de cometerlo. En verdad, como ha sido dicho muchas veces, lo marcado está del otro lado: la preciosa verdad es que todos los demás pecados pueden ser perdonados. El sostener fuertemente estas verdades ha de ayudar a muchas almas sensibles a no tener agonía, especialmente a aquellos que, en tiempos de persecución, han sido obligados a blasfemar contra Cristo. Podemos recordar a Saulo de Tarso, quien procuraba hacer blasfemar a los primitivos cristianos de origen judío (Hech. 26:11), o a las dictaduras de diversas clases en nuestros días. Pedro blasfemó y juró que él no conocía a Jesús, y si él pudo arrepentirse y ser perdonado, igualmente nosotros podemos ser perdonados.

 

De suma importancia especialmente en un mundo donde Satanás parece tan poderoso, es que nos demos cuenta de que el enemigo ya ha sido derrotado. Cada vez que en el Evangelio de Mararcos Jesús echa fuera a Satanás de la vida de un hombre o una mujer y libera a la persona de ese poder, tenemos otra prueba más. La derrota de Satanás es segura a pesar de que aún pueda demostrar su poder en religiones no cristianas (los cristianos del Tercer Mundo sabrán que mientras pueda haber algo de verdad en esas religiones, también con frecuencia tienen algo de demoníaco), con “magia” y “encantamientos”, o en el avivamiento del satanismo y de lo oculto en el mundo occidental de hoy. El fuerte ya ha sido conquistado y atado: la batalla ya ha sido peleada y ganada, y ahora sólo hay operaciones de “limpieza”. La referencia a las posesiones desaparecidas indica que aquellos que eran poseídos por el enemigo anteriormente ahora pueden ser libres.

María era la madre de Jesús (Luc_1:30-31) y sus hermanos sin duda eran los hijos que María y José tuvieron después de Jesús. Muchos cristianos, sin embargo, creen la antigua tradición según la cual María tuvo un solo hijo. Si esto es verdad, tal vez los "hermanos" de Jesús eran sus primos (en esa época se acostumbraba llamar hermanos a los primos). Hay quienes dan otra alternativa: cuando José se casó era viudo y estos hermanos de Jesús eran hijos del primer matrimonio de José. En ese caso, serían medios hermanos de Jesús (Mar_6:3-4). Según vemos en el versículo 21, la familia de Jesús no logró entender a plenitud el ministerio de Jesús. Jesús explicó que nuestra familia espiritual establece relaciones que en último término pueden ser más importantes y perdurables que las relaciones formadas en nuestras familias carnales.

La familia de Dios es de brazos abiertos y no excluye a nadie. Aunque Jesús amaba a su madre y a sus hermanos, también amaba a quienes lo amaban. Jesús no hacía acepción de personas, sino que concedía a todos el privilegio de obedecer a Dios y ser parte de su familia. En nuestro mundo, cada vez más computarizado e impersonal, las relaciones afectuosas entre los miembros de la familia de Dios adquieren una mayor importancia. La iglesia puede dar amor y cuidado personal que mucha gente no encuentra en ninguna otra parte.

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