Mar 2:18 Los discípulos de Juan y los fariseos estaban
guardando un ayuno. Vienen y le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no ayunan
cuando están ayunando los discípulos de Juan y los de los fariseos?»
Mar 2:19 Jesús les respondió: «¿Acaso van a ayunar los
invitados a bodas mientras el novio está con ellos? Es natural que no ayunen
mientras lo tienen en su compañía.
Muchos hombres de fe miraban a Jesús con simpatía.
¡Cómo les gustaba que renovara el fervor de su pueblo! Pero la misión de Jesús
no era de reorganizar el culto y llenar las sinagogas. Los fariseos ayunaban. El ayuno, signo de
penitencia y de tristeza, apoyaba las súplicas dirigidas a Dios para que
viniera a salvar a su pueblo. Pero precisamente Dios viene en Jesús conviene
más la alegría que el ayuno. Los
profetas habían anunciado las bodas de Dios con su pueblo cuando viniera a
visitarlos (Is 62,4-5). Por eso al presente, en esta ocasión, como el novio
Jesús da a entender quién es él. ¿Qué
es el vino nuevo? El Evangelio, por supuesto, y la embriaguez del Espíritu
Santo que lleva a los discípulos a cualquier locura para dar a conocer el amor
del Padre y la libertad que ellos mismos han conseguido. Para entenderlo,
leamos los Hechos de los Apóstoles y la vida de los Santos, de los verdaderos,
desde luego, no de los santos tristes y fingidos.
Entre los judíos más estrictos, el ayuno era una
práctica regular. En la religión judía había solamente un día de ayuno
obligatorio, el del Día de la Expiación. El día que la nación entera confesaba
su pecado y recibía el perdón era El Ayuno par excelencia. Pero los judíos
estrictos ayunaban dos días por semana, los lunes y los jueves. Conviene notar
que el ayuno no era tan serio como parece, porque duraba desde las 6 de la mañana
hasta las 6 de la tarde, y después se podía comer normalmente. El AT prescribe
el ayuno sólo en el Día de la Expiación (Lev_16:29), pero los fariseos lo hacían
los lunes y jueves (Lc 18:12). Aparentemente los fariseos ayunaban dos veces
por semana pero en una forma externa e hipócrita (Mt 6:16–18). Idealmente el
ayuno permite concentrarse en lo espiritual y no en las necesidades físicas
(Neh 1:4; Hch 13:2, 3; 14:23). Jesús no estaba
en contra del ayuno como tal. En el Sermón del Monte lo incluyó entre los
pilares de la piedad juntamente con la oración y la limosna (Mat_6:1-18 ).
Hay muy
buenas razones para practicar el ayuno. Uno puede abstenerse de cosas que le
gustan por mor de la disciplina personal, para estar seguro de que las domina,
y no ellas a él; para estar seguro de no llegar a depender de ellas tanto como
para no poder vivir sin ellas. Puede negarse por algún tiempo comodidades y
cosas agradables para poder apreciarlas aún más. Una de las mejores maneras de
aprender a apreciar nuestros hogares es tener pasar algún tiempo fuera de
ellos; y una de las mejores maneras de apreciar los dones de Dios es prescindir
de ellos por un tiempo.
Estas son buenas razones para ayunar. Lo malo de
fariseos era que en demasiados casos ayunaban por exhibicionismo, para llamar
la atención de la gente a su piedad. Llegaban hasta pintarse la cara de blanco
y salir descuidados con vestidos los días de ayuno para que no se pudiera por
menos de notar que estaban ayunando, y para que todos observaran y admiraran su
devoción. Era para llamar la atención de Dios a su piedad. Creían que ese acto
especial de piedad extra haría que Dios se fijara en ellos. Su ayuno era un
rito y un ritual exhibicionismo. Para tener algún valor, el ayuno no debe ser
rito; debe ser la expresión de un sentimiento del corazón.
Jesús usó una alegoría gráfica para decirles a Sus
objetos por qué Sus discípulos no ayunaban. Después de una boda judía, la
pareja no se iba para la luna de miel, sino se queda en casa. Durante una
semana o así mantenían su casa abierta y estaban de fiesta y de celebración. En
un tiempo en que vida era tan dura, la semana de la boda era la más feliz de la
vida de una persona. Los más íntimos amigos y amigas de los novios estaban
invitados aquella semana; y se los llamaba " los hijos del tálamo
nupcial.» Jesús comparó Su pequeña compañía con los hijos del tálamo nupcial,
los huéspedes especiales en una fiesta de bodas. Había una disposición rabínica
concreta que decía: «Todos los que están al servicio del novio queda relevados
de todas las prácticas religiosas que hubieran reducido su alegría.» Los
invitados a una boda estaban exentos de ayunar.
Este incidente nos dice que la actitud
característicamente cristiana en la vida es la alegría. El descubrir a Cristo y
el estar en Su compañía es la clave de la felicidad.
Hubo un famoso criminal japonés llamado Tockichi
Ishii. Era un despiadado total y bestial. Había asesinado brutalmente a
hombres, mujeres y niños en su carrera de crímenes. Le detuvieron y metieron en
la cárcel. Dos señoras canadienses le visitaron en la prisión. No consiguieron
hacerle hablar; solamente las observaba con un gesto de fiera. Cuando se
marcharon le dejaron un ejemplar de la Biblia con la esperanza de que la
leyera. Él la leyó, y la historia de la Crucifixión de Jesús le hizo un hombre
cambiado. “Más tarde, cuando llegó el carcelero a llevar al condenado a la
ejecución, no encontró al bruto endurecido y hosco que esperaba, sino a un
hombre con una sonrisa radiante. Porque el asesino había nacido de nuevo.» La
señal de su nuevo nacimiento era una sonrisa radiante. La vida que se vive en
Cristo no puede ser más que una vida de alegría.
Pero el pasaje termina con un presagio nebuloso. Sin
duda cuando Jesús habló del día en que se les había de arrebatar el novio, sus
amigos no Le entendieron en aquel momento. Pero aquí, tan al principio de Su
carrera, Jesús ya veía la Cruz que Le esperaba. La muerte no Le pillaría
desprevenido; ya Él había contado el precio y escogido el camino. Aquí tenemos
el verdadero coraje en acción; aquí tenemos la figura de un Hombre que no se
aparta del camino aunque al final de él Le espere una Cruz.
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