Mar 4:26 Decía además: Así es el reino de Dios, como
cuando un hombre echa semilla en la tierra;
Mar 4:27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y
la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Mar 4:28 Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero
hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
Mar 4:29 y cuando el fruto está maduro, en seguida se
mete la hoz, porque la siega ha llegado.
Esta es la
única parábola que no nos cuenta más que Marcos. El Reino de Dios quiere decir
literalmente el reinado de Dios. Quiere decir el día cuando la voluntad de Dios
se cumpla tan perfectamente en la Tierra como se cumple en el Cielo. Ese es el
objetivo de Dios para todo el universo. Esta parábola es corta, pero está llena
de verdades insoslayables.
(i) Nos habla
de la impotencia humana. El labrador no hace crecer la semilla. En último
análisis, ni siquiera sabe cómo crece. La semilla tiene el secreto de la vida y
del crecimiento en sí misma. Nadie ha poseído nunca el secreto de la vida.
Ninguna persona ha creado nunca nada en el sentido exacto de la palabra. El ser
humano puede descubrir cosas; puede organizarlas; puede desarrollarlas; pero no
puede crearlas. Nosotros no creamos el Reino de Dios; el Reino es de Dios. Es
verdad que lo podemos frustrar o impedir; y que podemos producir una situación
en el mundo en la que se le da la oportunidad de que venga más plenamente y más
rápidamente. Pero por detrás de todas las cosas está Dios, y el poder y la
voluntad de Dios.
(ii) Nos dice
algo acerca del Reino. Es un hecho notable el que Jesús usara tan a menudo
ilustraciones del crecimiento de la naturaleza para describir la venida del
Reino de Dios.
(a) El
crecimiento natural es a menudo imperceptible. Si vemos una planta
todos los días no nos damos cuenta de su crecimiento. Es sólo cuando la vemos
de tarde en tarde cuando notamos la diferencia. Así sucede con el Reino. No nos
cabe la menor duda que el Reino está avanzando si comparamos, no hoy con ayer,
sino este siglo con cualquiera de los pasados.
Cuando Elizabeth Fry fue a la cárcel de Newgate en
1817, encontró en el pabellón de las mujeres a trescientas mujeres e
innumerables niños apiñados en dos pequeñas salas. Vivían y cocinaban y comían
y dormían en el suelo. Los únicos que estaban a cargo eran un anciano y su
hijo. Las mujeres estaban apelmazadas, medio desnudas, casi como bestias,
mendigando dinero que gastaban en bebida alcohólica en el bar de la misma
cárcel. Elizabeth encontró allí a un chico de nueve años que estaba esperando
que le ahorcaran por romper una ventana y robar unos dibujos valorados en dos
peniques. En 1853, los tejedores de Bolton estaban de huelga pidiendo un sueldo
de diez peniques y medio al día, y los mineros de Stafford estaban en huelga
pidiendo una paga de dos chelines y medio a la semana. (2 peniques son ahora 1 céntimo
de euro).
Ahora esas cosas no se pueden ni imaginar. ¿Por qué?
Porque el Reino sigue avanzando. Puede que el crecimiento del Reino, como el de
la planta, sea imperceptible de un día para otro; pero con el paso de los años es indudable.
(b) El
crecimiento natural es constante. Noche y día, mientras el campesino
duerme, el crecimiento prosigue. No hay nada irregular en la obra de Dios. Lo
malo del esfuerzo humano y de la bondad humana es que son espasmódicos. Un día
damos un paso adelante, y al día siguiente retrocedemos dos. Pero la obra de
Dios prosigue calladamente; Dios desarrolla Su plan sin cesar.
(c) El
crecimiento natural es inevitable. No hay nada tan poderoso como el
crecimiento. Un árbol puede quebrar una acera de hormigón con el poder de su
crecimiento. Una planta puede asomar su cabecita verde en un camino de asfalto.
Nada puede detener el crecimiento. Así sucede con el Reino. A pesar de la
rebeldía y la desobediencia humanas, la obra de Dios sigue adelante; y nada
puede acabar por detener el plan de Dios.
(iii) Nos
dice que hay una consumación. Llegará el día de la cosecha.
Inevitablemente, cuando llegue la cosecha sucederán dos cosas, que son como las
dos caras de la misma moneda: los frutos buenos se recogen, y los hierbajos y
la cizaña se destruyen. La cosecha y el juicio van inseparablemente de la mano.
Cuando pensamos en ese día por venir, se nos imponen tres cosas.
(a) Se nos
convoca a la paciencia. Somos criaturas del momento, e inevitablemente
pensamos en términos del momento. Dios tiene toda la eternidad para realizar Su
obra. " Mil años para Ti son como el día de ayer, que ya ha pasado, y como
una de las vigilias de la noche» Salm_90:4 ). En vez de la prisa humana
malhumorada, impaciente, nerviosa, debemos cultivar en nuestra alma la
paciencia que aprende a esperar en Dios.
(b) Se nos
convoca a la esperanza. Estamos viviendo hoy en día en una atmósfera de
desesperación. Se desespera de la Iglesia; se desespera del mundo; se otea el
futuro con un estremecimiento de temor. «El hombre -dijo H. G. Wells- que
empezó en una cueva a cubierto del viento terminará en las ruinas infectadas de
un chabolario.» Entre las dos guerras mundiales, Sir Philip Gibbs escribió un
libro en el que miraba hacia adelante pensando en la posibilidad de una guerra
de gases asfixiantes; y decía algo así como: «Si huelo un gas asfixiante en la
calle principal de Kensington, no voy a ponerme una máscara antigás. Voy a
salir a la calle, y llenarme bien los pulmones, porque sabré que la farsa ha
terminado.» Eso es lo que piensa mucha gente. Ahora bien: nadie puede pensar
eso si cree en Dios. Si Dios es el Dios en Quien creemos, no cabe el pesimismo.
Puede que haya remordimientos y pesar; puede que haya arrepentimiento y
contrición; puede que haya examen de conciencia y reconocimiento del fracaso y
del pecado; pero no puede haber nunca lugar para la desesperación.
(c) Se nos
convoca a estar preparados para la consumación. Será demasiado tarde
para prepararnos' cuando se nos eche encima. Tenemos que estar preparados,
literalmente, para encontrarnos con nuestro Dios.
Si vivimos en la paciencia que no puede ser
derrotada, en la esperanza que no puede resultar fallida y en la preparación
que contempla siempre la vida a la luz de la eternidad, por la gracia de Dios
estaremos listos para la consumación de Su plan cuando llegue.
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