} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA DIFERENCIA QUE HACE LA FE

domingo, 31 de enero de 2021

LA DIFERENCIA QUE HACE LA FE


Mar 5:35  Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?

Mar 5:36  Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.

Mar 5:37  Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.

Mar 5:38  Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.

Mar 5:39  Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme.

Mar 5:40  Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña.

Mar 5:41  Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate.

Mar 5:42  Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente.

Mar 5:43  Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.

 

        Un gran milagro se refiere en estos versículos; una muchacha muerta es restaurada a la vida. Poderoso como es el "Rey de los terrores", hay uno más poderoso  que él. Las llaves de la muerte están en manos de nuestro Señor Jesucristo. Él un día "hará desaparecer la muerte en la victoria" Isaías 25.8 Aprendamos en estos versículos que el rango no es una exención del dolor. Jairo era gobernador; "sin embargo, la enfermedad y las angustias penetran en su  casa. Probablemente es que Jairo poseía riquezas y con estas podía emplear la ciencia de los médicos; pero el dinero no pudo alejar la muerte de su hija. Las  hijas de los gobernadores están tan expuestas a enfermarse como las hijas de los pobres y tienen también que morir.

Bueno es que todos lo tengamos presente, pues lo olvidamos con mucha facilidad. Hablamos y pensamos como si la posesión de las riquezas fuera un antídoto  del pesar, y como si el dinero pudiera preservarnos de la enfermedad y de la muerte. ¡Qué ceguedad tan completa el imaginárselo! Dirijamos la vista en torno  nuestro y eso bastará para que veamos mil pruebas de lo contrario. La muerte entra en los salones y los palacios, lo mismo que en la chozas, se lleva a los  propietarios lo mismo que a los labradores, a los ricos y a los pobres. No guarda ceremonias, y no se detiene por la conveniencia de nadie. No podemos  alejarla ni cerrarle el camino con barras y cerraduras. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez; y después de esto, el juicio" Hebreos 9.27.

Todos vamos al mismo lugar, a la sepultura.

Podemos estar seguros que hay más igualdad de la que a primera vista aparece en la suerte de los hombres. Las enfermedades son grandes niveladores; no  hacen distinciones. El cielo es el único lugar en que "sus habitantes no dirán, estamos enfermos" Isaías 23.24 Felices los que fijan sus afectos en las cosas del  cielo. Ellos, y solo ellos poseen un tesoro incorruptible. Tendrán que esperar un poco solamente para encontrarse en donde no oigan malas nuevas, en donde  enjugarán sus lágrimas y en donde no tendrán que vestirse de luto nunca jamás. Allí no volverán a oír estas tristes palabras, "tu hija, tu hijo, tu mujer, tu  marido, han muerto" Todo eso habrá pasado para siempre.

Aprendemos, además, que grande es el poder de nuestro Señor Jesucristo. El mensaje que atravesó el corazón del gobernador, anunciándole que su hija había  muerto no detuvo a nuestro Señor ni un momento. Levantó inmediatamente el espíritu abatido del padre con estas palabras consoladoras, "No temas, cree tan  solo" Va a la casa donde hay muchos que lloran y se lamenta, y entra en el cuarto en que está tendida la muchacha; la toma por la mano, y le dice; "Muchacha,  Yo te lo digo, levántate". El corazón le empieza a palpitar de nuevo y el cuerpo que estaba sin vida vuelve a respirar. La muchacha se levantó y caminó. No es  de extrañarse que leamos estas palabras: "quedaron asombrados con grande admiración.

Meditemos un momento en lo admirable del cambio que tuvo lugar en aquella casa. Del llanto pasaron al regocijo, de los pésames a las congratulaciones, de  la muerte a la vida, ¡cuán grande y maravillosa debió ser la transición! Bien pueden decirlo que han visto la muerte de cerca, apagada la que era la luz de su  hogar y el dardo de hierro clavado en lo más íntimo del alma. Solo ellos pueden concebir lo que debió sentir la familia de Jairo cuando vio a la que amaba  devuelta a su regazo por el poder de Cristo, ¡Qué alegre reunión de familia tendría lugar aquella noche! Veamos en este milagro glorioso una prueba de lo que Jesús puede hacer por las almas que se encuentran como muertas. Puede resucitar a nuestros hijos de la  muerte de la trasgresión y del pecado, y hacerlos marchar ante El con vida nueva. Puede tomar a nuestros hijos de la mano y decirles "Levantaos" y mandarles  que no vivan para ellos solos, sino para Aquel que murió por ellos y resucitó. ¿Tenemos un alma muerta en nuestra familia? Clamemos al Señor para que  venga y la reanime. Efes. 2.1 Enviémosle mensaje tras mensaje, y pidámosle su ayuda. El que vino al socorro de Jairo tiene aún abundancia de misericordia y  omnipotencia.

Veamos, finalmente, en este milagro una bendita promesa de lo que nuestro Señor hará el día de su segunda venida. Hará salir a su pueblo amado del seno de  sus sepulcros; los revestirá de un cuerpo mejor, más glorioso, y más bello, que el que tenían en la época de su peregrinación. Reunirá a sus elegidos del norte,  del sur, del este y del oeste para que nunca más se separen y nunca más vuelvan a morir. Padres creyentes volverán a ver a sus hijos creyentes, maridos  creyentes a sus esposas creyentes. No nos aflijamos como los que no tienen esperanza por nuestros amigos que duermen en el Señor. Cuando menos lo  esperemos asomará la mañana gloriosa del a resurrección. "Dios traerá consigo a los que duermen en Jesús" 1 Tes. 4.14. Llegará el día en que estas palabras  recibirán completo cumplimiento: "Los resucitaré del seno de la tumba; los redimiré de la muerte: O muerte, Yo seré tu azote; o sepulcro, Yo seré tu  destrucción" Oseas 13.14. El que resucitó a la hija de Jairo, vive aún. Cuando reúna su rebaño en torno suyo el día final, no se echará de menos ni uno de sus  corderos.

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