2Co 7:10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
2Co 7:11 Porque he aquí, esto
mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en
vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué
celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.
Vivimos en un mundo donde el engaño, la
decepción, la injusticia, la corrupción sexual, moral y ética son normas de
conducta que lamentablemente se encuentran aun entre los de la comunidad de la
fe. Los medios modernos de comunicación se prestan no solamente para el bien,
sino para el mal. Aún hay religiones que aprovechan de dichos medios. Se debe
demandar que la comunidad cristiana sea íntegra en todo nivel de la vida.
Pero Dios consuela a los que están abatidos. Debemos mirar a Dios, por encima y más allá de todos los medios e instrumentos, porque Él es el Autor de todo consuelo y bien que disfrutamos. La tristeza según la voluntad de Dios, que es para la gloria de Dios, y la obra del Espíritu de Dios, vuelve al corazón, humilde, contrito, sumiso, dispuesto a mortificar todo pecado, y a caminar en la vida nueva. Este arrepentimiento está relacionado con la fe salvadora en Cristo y con un interés en su expiación. Hay una gran diferencia entre esta tristeza de buena clase y la tristeza del mundo.
Si alguno dice que se ha arrepentido, le insto a probarse seriamente a sí mismo por las siete evidencias del arrepentimiento que el Apóstol consigna en 2 Corintios 7:11:
1. Solicitud: La palabra griega significa solícita diligencia o cuidadoso rechazo de toda tentación a pecar. El verdadero arrepentido huye del pecado como lo hizo Moisés de la serpiente.
2. Defensa:
La palabra griega es apología. El sentido es este: aunque seamos muy solícitos,
sin embargo, por el poder de la tentación, podemos caer en pecado. Aquí en este
caso, el alma arrepentida no permitirá que el pecado se quede como una llaga
purulenta en su conciencia, más bien se juzga a sí misma por su pecado. Derrama
lágrimas delante del Señor. Implora misericordia en el nombre de Cristo y nunca
se conforma hasta recibir su perdón. Aquí es quitada la culpa de su conciencia
y puede presentar una apología de sí misma contra Satanás.
3. Indignación:
El espíritu del que se arrepiente del ce con todo su ser. La indignación es
estar angustiado de corazón por el pecado. El arrepentido está disgustado
consigo mismo. David se denomina a sí mispecado hierve, como le hierve la
sangre cuando se encuentra con alguien que aborremo... torpe y bestia (Salmos
73:22). Dios nunca está más contento con nosotros que cuando estamos
disgustados con nosotros mismos por nuestro pecado.
4. Temor:
Un corazón tierno es siempre un corazón tembloroso. El arrepentido ha sentido
la amargura del pecado. Esta avispa le ha picado y ahora, teniendo la esperanza
de que está reconciliado con Dios, no se acerca más al pecado. El alma
arrepentida está llena de temor. Teme perder el favor de Dios, lo cual es mejor
que la vida misma. Tiene temor de que le falte diligencia, que no alcance
salvación. Tiene miedo de que después de que su corazón se ha ablandado, las
aguas del arrepentimiento se congelen y vuelva a endurecerse en el pecado:
"Bienaventurado el hombre que siempre teme" (Proverbios 28:14)... La
persona arrepentida teme y no peca; la persona sin la gracia peca y no teme.
5. Ardiente afecto:
En el griego original, esta expresión tiene la connotación de un "fuerte
deseo". Así como una salsa agria abre el apetito, las hierbas amargas del
arrepentimiento agudizan el deseo. Pero, ¿qué desea el arrepentido? Desea más
poder contra el pecado y ser librado de él. Es cierto, se ha librado de
Satanás, pero anda como un prisionero que se ha escapado de la cárcel con
cadenas en los pies. No puede caminar con libertad y rapidez en los caminos de
Dios. Desea, pues, que las cadenas del pecado le sean quitadas. Quiere ser
libre de corrupción. Clama con Pablo: "¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?" (Romanos 7:24). En pocas palabras, desea estar con Cristo, y que
todo gire alrededor de él.
6. Celo:
Es apropiado que deseo y celo se coloquen juntos para mostrar que el deseo
ardiente se plasma en labores realizadas con celo. ¡Cómo se ocupa el
arrepentido del tema de la salvación! ¡Cómo toma el reino de los cielos por
fuerza (Mateo 11:12)! El celo impulsa a buscar la gloria. El celo, al
encontrarse ante alguna dificultad, se hace más audaz ante la oposición y
pisotea el peligro. El celo hace que el alma arrepentida persista con dolor
espiritual contra todo desaliento y oposición, vengan de donde vengan. El celo
eleva al hombre más allá de sí mismo para gloria de Dios. Pablo, antes de su
conversión, actuaba enfurecido en contra de los santos (Hechos 26:11). Después
de su conversión lo juzgaban como un loco por Cristo: "Estás loco,
Pablo" (Hechos 26:24). Pero lo suyo era celo, no locura. El celo anima al
espíritu y al deber. Causa fervor en la religión, lo cual es para la religión
lo que el fuego es para sacrificio (Romanos 12:11). Así como el temor es un
freno para el pecado, el celo es una espuela para la responsabilidad.
7. Vindicación:
El verdadero arrepentido persigue sus pecados con santa malicia. Quiere la
muerte de ellos como Sansón se vindicó de los filisteos por la pérdida de sus
ojos. Usa sus pecados como los judíos usaron a Cristo. Les da hiel y vinagre para
beber. Crucifica sus lascivias (Gálatas 5:24). El verdadero hijo de Dios busca
vindicarse sobre todo de aquellos pecados que han deshonrado más a Dios...
David, por pecado, mancilló su lecho; después, arrepentido, regó su lecho con
lágrimas. Israel había pecado por su idolatría, y después hasta profanaron a
sus ídolos: "Entonces profanarás la cubierta de tus esculturas de
plata" (Isaías 30:22)... Las mujeres israelitas que se habían estado
vistiendo durante horas y habían abusado de sus espejos dominadas por su
orgullo, ofrecieron sus espejos para el uso y servicio del tabernáculo de Dios
(Éxodo 38:8). Entonces, esos conjuradores que usaban curiosas artes o magia...
en cuanto se arrepentían, traían sus libros, y para su vindicación, los
quemaban (Hechos 19:19).
Estos son los frutos y productos benditos del arrepentimiento. Si podemos encontrar uno de estos en nuestra alma, hemos alcanzado aquel arrepentimiento del cual nunca hay que arrepentirse (2 Corintios 7:10)
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