Mar 4:30 Decía también: ¿A
qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos?
Mar 4:31 Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra
en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
Mar 4:32 pero después de sembrado, crece, y se hace la
mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves
del cielo pueden morar bajo su sombra.
La parábola
de la semilla de mostaza es una de esas que participan del carácter de la
historia y de profecía. Parece que tiene por objeto ilustrar la historia de
la iglesia visible de Cristo sobre la
tierra, desde el tiempo de la primera venida hasta el día del juicio. La
semilla plantada en la tierra, en la parábola precedente, nos mostraba la obra de la gracia en un
corazón. La semilla de mostaza nos muestra el progreso del cristianismo en el
mundo.
Hay en esta parábola dos cuadros que cualquier judío
podría reconocer fácilmente. Primero, en Palestina se usaba proverbialmente el
grano de mostaza como la cosa más pequeña que se pudiera imaginar. Por ejemplo,
«una fe como un grano de mostaza» quiere decir "la cantidad más pequeña
imaginable de fe.» Este grano de mostaza crecía de hecho hasta hacerse algo
como un árbol. Un viajero en Palestina nos habla de haber visto una planta de
mostaza que, en altura, sobrepasaba a un caballo con su jinete. A los pájaros
les encantan las semillitas negras del árbol, y era corriente ver una nube de
pájaros en una planta de mostaza.
Segundo, en el Antiguo Testamento se describe un
gran imperio como un árbol, y los países súbditos como las aves que encuentran
cobijo a la sombra de sus ramas (Eze_17:22
ss; 31:1ss; Dan_4:10; Dan_4:21 ). La figura de un árbol con pájaros en
sus ramas representa por tanto un gran imperio y las naciones que forman parte
de él.
(i) Esta parábola dice: No te desanimes nunca por los principios humildes. Puede
parecer que de momento no pueden producir más que un efecto muy pequeño; pero
si ese efecto pequeño se repite y se repite, llegará a ser muy grande. Hay un
experimento científico que muestra el efecto de los tintes. Se tiene una gran
vasija de agua clara, y un frasquito de tinte. Gota a gota se deja caer el
tinte en el agua clara. Al principio parece que no produce absolutamente ningún
efecto, y el agua no parece colorearse lo más mínimo. Pero poco a poco el agua
empieza a teñirse de color; poco a poco el color se hace más intenso hasta que
todo el recipiente se colorea. Es el efecto de las gotas repetidas
sucesivamente.
Algunas veces pensamos que, para todo lo que podemos
hacer, realmente apenas vale la pena empezarlo. Pero debemos siempre tener
presente esto: Todo tiene que tener un principio. Nada nace como Minerva de la
cabeza de Zeus en la mitología griega, teniendo su forma definitiva. Debemos
hacer lo que podamos; y el efecto acumulativo de todos los pequeños esfuerzos
acabará produciendo un resultado sorprendente.
(ii) Esta
parábola habla del imperio de la Iglesia. El árbol y los pájaros, como
hemos visto, representan un gran imperio y todas las naciones que encuentran
cobijo en él. La Iglesia empezó por una persona, y está diseñada para abarcar
todo el mundo. Hay dos direcciones en las que esto es verdad.
(a) La Iglesia es un imperio en el que pueden tener
su lugar todas las opiniones y todas las teologías. Tenemos la manía de tachar
de herejes a todos los que no piensan como nosotros: John Wesley fue el mayor
ejemplo de tolerancia de la Historia. «Pensamos -decía-, y dejamos pensar.»
"Yo no tengo más derecho -decía- a objetar a uno que tiene una opinión
diferente de la mía del que tengo a diferir de uno porque lleva peluca mientras
que yo tengo todavía mi pelo.» Wesley tenía un saludo: "¿Es tu corazón
como el mío? ¡Entonces, dame la mano!» Está bien que uno esté seguro de tener
razón; pero eso no es razón para pretender que ningún otro la tenga.
(b) La Iglesia es un imperio en el que tienen cabida
todas las naciones.
Os voy a contar una historia: Una vez, se estaba
construyendo una iglesia. Una de sus muchas bellezas iba a ser una vidriera de
colores. El comité de construcción buscaba un tema, y finalmente se decidió por
los versos del himno: “Del trono eterno en derredor niñitos mil están…”
Contrataron a un gran artista para que hiciera el
modelo del que luego se haría la vidriera. Tan pronto como empezó su trabajo,
se entregó a él totalmente. Cuando lo terminó, se acostó y se quedó dormido;
pero por la noche creyó oír un ruido en el estudio. Fue a investigar, y vio a
un extraño, con la paleta y el pincel en la mano, trabajando en su pintura. "¡Estate
quieto! -gritó- ¡Vas a estropearme el cuadro!» «Creo -dijo el extraño- que ya
lo has estropeado tú.» «¿Por qué me dices eso?» -preguntó el artista. «Porque
-le contestó el otro- tú tienes muchos colores en la paleta, pero no has usado
nada más que el blanco para los rostros de los niños. ¿Quién te dijo que el
Cielo es un lugar en el que no hay más que niños blancos?" «Nadie -confesó
el artista-; pero así es como yo me lo figuré.» «¡Mira! -dijo el extraño-. Voy
a poner algunas de sus caritas amarillas, y otras negras, y otras rojas, y
otras grises. Todos están allí, porque han aceptado Mi invitación.» "¿Tu
invitación? ¿Quién eres Tú?» El Extraño sonrió, y dijo: «Una vez hace mucho Yo
dije: "Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis, porque de los
tales es el Reino del Cielo" -¡Y lo sigo diciendo!» Entonces el artista se
dio cuenta de que era el Maestro en persona; y cuando se dio cuenta, Él
desapareció. El cuadro parecía tanto más maravilloso ahora que tenía niños
negros y amarillos y rojos y grises y blancos. Por la mañana, el artista se
despertó y fue corriendo al estudio. Su cuadro estaba corno lo había dejado el
día antes; y se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Aunque aquel mismo
día venían los del comité a ver el cuadro, él cogió los pinceles y la paleta, y
empezó a pintar los niños de todos los colores que tienen las razas humanas en
todo el mundo. Cuando llegó el comité, todos pensaron que el cuadro era
maravilloso; y uno dijo conmovido: "¡Vamos a tener la familia de Dios en
nuestra iglesia!»
La Iglesia es la familia de Dios; y en esa Iglesia
que empezó en Palestina tan pequeña como un granito de mostaza, hay sitio para
todas las naciones del mundo. No hay barreras en la Iglesia de Dios. Los
hombres las levantan, pero Dios en Cristo las elimina.
La iglesia de Cristo no se ha detenido aún en su
crecimiento, a pesar de la triste apostasía de algunos de sus ramos, y de la
deplorable debilidad de otros; aun sigue
extendiéndose y desarrollándose por el mundo. Nuevos ramos han brotado de
continuo en América, en la India, en Australia, en África, en China, en
las Islas del mar del Sur, durante estos
últimos cincuenta años. No han duda que se ven muchos males, que la corrupción
y las falsas profesiones abundan; pero,
lo cierto es que el paganismo se va debilitando, gastándose y
desvaneciéndose. A pesar de las predicciones de Paine y de Voltaire, a despecho
de enemigos extraños y de traidores que
abriga en su seno, la iglesia visible progresa, la semilla de mostaza sigue
creciendo.
Y podemos estar seguros que la profecía aún no se ha
realizado en toda su extensión. Aún no ha llegado el día, en que la gran Cabeza
de la iglesia asumirá el poder, y
reinará, y pondrá a todos sus enemigos bajo sus pies. La tierra tendrá aún que
llenarse con el conocimiento de Dios, como las aguas cubren el fondo del mar. Isaías 2.2 Satanás será atado; los
paganos formarán parte de la heredad de nuestro Señor, y los últimos confines
de la tierra serán posesión suya. Y
entonces esta parábola tendrá su completa realización. La semilla
pequeña se convertirá en "un gran árbol" y llenará toda la
tierra" Daniel 3.35 Al suspender nuestras meditaciones sobre esta parábola
hagámoslo con la firme resolución de no despreciar ningún movimiento ni ningún
instrumento de la iglesia de Cristo, por débil y pequeño que sea en sus
comienzos. Acordémonos del pesebre de Belén y aprendamos a ser sabios. El
nombre del que en el nació, niño
desvalido, es conocido ahora por todo el mundo. La pequeña semilla que fue
plantada el día en que Jesús nación, se ha convertido en un gran árbol, y nosotros mismos nos estamos solazando bajo su
sombra. Sea uno de los principios fijos de nuestra religión "no despreciar
nunca el día de los humildes comienzos
"Zac. 4.10. Un niño puede ser el principio de una escuela floreciente, una
conversión el comienzo de una iglesia poderosa, una palabra la iniciativa de una gran empresa cristiana, una semilla la
seguridad de una rica cosecha de almas salvadas.
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