Rom 8:5 Porque los que son de la carne piensan en las
cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Rom 8:6 Porque el ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Rom 8:7 Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden;
Rom 8:8 y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios.
Rom 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
Rom 8:10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en
verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la
justicia.
Rom 8:11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
vosotros.
Pablo
está presentando el contraste entre dos clases de vida:
(i) La
vida que está dominada por la naturaleza humana pecadora, cuyo centro es el
yo, cuya única ley es el propio deseo, que se apodera de lo que quiere en
cuanto puede. Personas diferentes describirán esa vida de forma diferente.
Puede estar controlada por las pasiones, por la lujuria, por el orgullo o por
la ambición. Se caracteriza por estar absorta en las cosas en las que pone su
delicia la naturaleza humana sin Cristo.
(ii) Y la vida controlada por el Espíritu de Dios.
Como los seres vivos necesitan el aire para vivir, así el cristiano vive en
Cristo. De la misma manera que está en nosotros el aire que respiramos, así
también Cristo. El cristiano no tiene una mente propia; su mente es la de
Cristo (1Co_2:16 ). No tiene deseos propios: la voluntad de Cristo es su única
ley. Está gobernado por el Espíritu, controlado por Cristo, centrado en Dios.
Estas dos vidas van en sentidos diametralmente
opuestos. La vida dominada por los deseos y las actividades de la naturaleza
humana pecadora se dirige a la muerte. En el sentido más literal, no tiene
futuro, porque se va alejando más y más de Dios. El permitir que las cosas del
mundo dominen totalmente la vida conduce a la extinción, es un suicidio
espiritual. Al vivir así uno se incapacita cada vez más para estar en la
presencia de Dios. Se vuelve resentido contra la Ley y el control de Dios. No
piensa en Dios como su amigo, sino como su enemigo.
La vida gobernada por el Espíritu, centrada en
Cristo y orientada hacia Dios, se va acercando día a día al Cielo aun cuando
sigue en la Tierra. Es una vida que es una marcha tan regular hacia Dios que la
transición final de la muerte no es más que un paso más en el camino. Como Enoc, de quien se nos dice que su vida era un
caminar con Dios, y Dios le tomó; o, como lo contó un niño, " se daba
paseos con Dios, hasta que un día no volvió» (Gen_5:24 ).
Cuando Pablo acababa de decir esto, se le ocurrió
una objeción: «Tú dices que una persona controlada por el Espíritu va de camino
a la vida; pero el hecho es que todos tenemos que morir. ¿Qué quieres decir?» Y
Pablo contesta: «Todos los seres humanos mueren porque están involucrados en la
situación humana. Cuando entró en el mundo el pecado, le siguió la muerte como
una consecuencia natural. Por tanto, es inevitable que los seres humanos
mueran; pero
los que están controlados por el Espíritu y tienen a Cristo en el corazón
mueren para resucitar.» El pensamiento fundamental de Pablo es
que el cristiano está indisolublemente unido a Cristo. Ahora bien, Cristo murió
y resucitó; y el que es uno con Cristo es uno con el Conquistador de la muerte
y participa de Su victoria. La persona controlada por el Espíritu y unida a Cristo
va de camino a la vida; la muerte no es más que un interludio inevitable que
hay que pasar en el camino.
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