} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LOS DOS PRINCIPIOS DE LA VIDA

lunes, 4 de enero de 2021

LOS DOS PRINCIPIOS DE LA VIDA

 

Rom 8:5  Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.

Rom 8:6  Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

Rom 8:7  Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;

Rom 8:8  y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

Rom 8:9  Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Rom 8:10  Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.

Rom 8:11  Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

 

 

      Pablo está presentando el contraste entre dos clases de vida:

 (i) La vida que está dominada por la naturaleza humana pecadora, cuyo centro es el yo, cuya única ley es el propio deseo, que se apodera de lo que quiere en cuanto puede. Personas diferentes describirán esa vida de forma diferente. Puede estar controlada por las pasiones, por la lujuria, por el orgullo o por la ambición. Se caracteriza por estar absorta en las cosas en las que pone su delicia la naturaleza humana sin Cristo.

(ii) Y la vida controlada por el Espíritu de Dios. Como los seres vivos necesitan el aire para vivir, así el cristiano vive en Cristo. De la misma manera que está en nosotros el aire que respiramos, así también Cristo. El cristiano no tiene una mente propia; su mente es la de Cristo (1Co_2:16 ). No tiene deseos propios: la voluntad de Cristo es su única ley. Está gobernado por el Espíritu, controlado por Cristo, centrado en Dios.

Estas dos vidas van en sentidos diametralmente opuestos. La vida dominada por los deseos y las actividades de la naturaleza humana pecadora se dirige a la muerte. En el sentido más literal, no tiene futuro, porque se va alejando más y más de Dios. El permitir que las cosas del mundo dominen totalmente la vida conduce a la extinción, es un suicidio espiritual. Al vivir así uno se incapacita cada vez más para estar en la presencia de Dios. Se vuelve resentido contra la Ley y el control de Dios. No piensa en Dios como su amigo, sino como su enemigo.

La vida gobernada por el Espíritu, centrada en Cristo y orientada hacia Dios, se va acercando día a día al Cielo aun cuando sigue en la Tierra. Es una vida que es una marcha tan regular hacia Dios que la transición final de la muerte no es más que un paso más en el camino. Como Enoc, de quien se nos dice que su vida era un caminar con Dios, y Dios le tomó; o, como lo contó un niño, " se daba paseos con Dios, hasta que un día no volvió» (Gen_5:24 ).

Cuando Pablo acababa de decir esto, se le ocurrió una objeción: «Tú dices que una persona controlada por el Espíritu va de camino a la vida; pero el hecho es que todos tenemos que morir. ¿Qué quieres decir?» Y Pablo contesta: «Todos los seres humanos mueren porque están involucrados en la situación humana. Cuando entró en el mundo el pecado, le siguió la muerte como una consecuencia natural. Por tanto, es inevitable que los seres humanos mueran; pero los que están controlados por el Espíritu y tienen a Cristo en el corazón mueren para resucitar.» El pensamiento fundamental de Pablo es que el cristiano está indisolublemente unido a Cristo. Ahora bien, Cristo murió y resucitó; y el que es uno con Cristo es uno con el Conquistador de la muerte y participa de Su victoria. La persona controlada por el Espíritu y unida a Cristo va de camino a la vida; la muerte no es más que un interludio inevitable que hay que pasar en el camino.

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