Mar 11:12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania,
tuvo hambre.
Mar 11:13 Y viendo de lejos una higuera que tenía
hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella,
nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
Mar 11:14 Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás
coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos.
La higuera, una fuente económica y popular de alimentación en Israel,
demoraba tres años en dar fruto luego de plantarse. Cada árbol produce una gran
cantidad de fruto, el cual se cosecha dos veces al año: a finales de la
primavera y a comienzos del otoño. Este incidente ocurrió cerca de la
primavera, cuando las hojas empezaban a brotar. Los higos casi siempre crecen
junto con las hojas, pero este árbol en particular, aunque estaba lleno de
hojas, no tenía higos, lo que significa que ese año no daría fruto. El árbol se
veía prometedor, pero no tenía fruto. Las palabras duras de Jesús connotaban
que la nación de Israel era como esta higuera. Debía dar fruto, pero era
espiritualmente estéril.
Vemos
al principio de este pasaje una de las muchas pruebas de que nuestro Señor
Jesucristo era realmente hombre. Leemos que " tenía hambre." Tenía
una naturaleza y una constitución
corporal, exactamente iguales a las nuestras en todo excepto el pecado Lloraba,
se regocijaba, sufría dolores; se cansaba y
necesitaba descanso, tenía sed y necesitaba agua ; tenía hambre y
necesitaba alimento.
Expresiones como estas debieran enseñarnos cuál era
la condescendencia de Cristo. ¡Que -admirable cuando en ella reflexionamos!
Aquel que es Dios eterno, que hizo el
mundo y lo que encierra, de cuyas manos brotaron los frutos de la tierra, los
pescados del mar, los pájaros del aire, las bestias de los campos, se dignó sufrir hambre, cuando vino al mundo a
salvar a los pecadores. Este es un gran misterio. Bondad y amor que exceden la
humana inteligencia. No es de
admirarnos, pues, que S. Pablo hable de las "insondables riquezas
de Cristo." Efes. 3.8.
Expresiones como estas deberían mostrarnos como
puede Cristo simpatizar con los fieles que viven sobre la tierra. Sabe por
experiencia cuáles son sus penas.
Puede conmoverse con el sentimiento de sus miserias.
Sabe lo que es tener un cuerpo, con sus necesidades diarias. Ha experimentado
los sufrimientos más terribles a que
puede someterse el cuerpo humano. Ha probado lo que es debilidad, dolor,
cansancio, hambre y sed. Cuando en nuestras oraciones le hablamos de estas cosas, sabe lo que decimos, y no le
cogen de nuevo nuestras angustias. Ciertamente que este es el Salvador y Amigo
que requiere esta pobre humanidad
dolorida y quejosa.
Aprendemos, en segundo lugar, en estos versículos el
gran peligro de una religión que consiste en formas y que no produce frutos Es
una lección que nuestro Señor nos da de
una manera típica. Se nos dice que como se acercara a una higuera en busca de
higos, y no encontrara "en ella sino hojas," pronunció esta solemne sentencia: "Que ningún hombre
coma fruto de ti nunca más en adelante." Y se agrega que al día siguiente
se encontró la higuera "seca desde las
raíces." No podemos dudar que este acontecimiento fue un emblema de
cosas espirituales. Fue una parábola en acción, tan significativa como
cualquiera otra de las parábolas
habladas de nuestro Señor.
Pero ¿a quienes son a los que debe dirigirse y
hablar esa higuera seca? Fue un sermón que podía aplicarse de tres maneras
sermón que debería clamar en voz muy
alta a la conciencia de todos los que hacen profesión de ser cristianos. Aunque
marchito y seca esa higuera habla aún. De ella salía una voz para la
iglesia judaica. Rica en hojas que eran
las formas de su religión, pero estéril en frutos del Espíritu, esa iglesia
estaba en gran peligro, precisamente cuando tuvo lugar ese fenómeno. ¡Qué bueno hubiera sido para la
iglesia judaica tener ojos para ver su peligro! De ella salía una voz para
todas las ramificaciones de la iglesia
visible de Cristo en todas épocas y en todas las partes del mundo. Era un
apercibimiento contra las profesiones huecas de Cristianismo que no estén acompañadas de doctrina sana y de santidad de
vida, y que harían bien en atesorar en su corazón algunas de ellas. Pero
especialmente una voz salía de esa
higuera seca que se dirige a todos los cristianos carnales, hipócritas y
falsos. ¡Qué gran bien reportarían todos los que se contentan con vivir en el
nombre aunque estén muertos en realidad,
al contemplarse en el espejo de este pasaje! Como
las hojas de higuera de que se hicieron cubiertas Adán y Eva, no podrán ocultar la desnudez de nuestras almas a los
ojos de un Dios que todo lo ve, ni darnos valor cuando estemos en su presencia
el día final.
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