} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL NACIMIENTO DE JESÚS

miércoles, 9 de junio de 2021

EL NACIMIENTO DE JESÚS

 

  

Mat 1:18  El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

Mat 1:19  José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.

Mat 1:20  Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Mat 1:21  Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Mat 1:22  Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:

Mat 1:23  He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,

 Y llamarás su nombre Emanuel,

que traducido es: Dios con nosotros.

Mat 1:24  Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer.

Mat 1:25  Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.

  

                Estos versículos empiezan refiriéndonos dos grandes acontecimientos. Nos refieren, que el Señor Jesucristo, tomando nuestra naturaleza, se hizo hombre. Nos  refieren también, que Su nacimiento fue milagroso: su madre María era virgen.

Estas materias son muy misteriosas. Hay profundidades cuyo fondo no tenemos sondas que alcancen a tocarlo. Hay verdades que son incomprensibles a  nuestra limitada inteligencia. No pretendemos aclarar cosas que son superiores a la penetración de nuestra razón. Contentémonos con creer reverentemente.

Bástenos saber, que para Aquel que hizo el mundo, nada es imposible. No pretendemos ir más allá de lo expresado en el Credo: "Jesucristo fue concebido por  obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de la virgen María.

Observemos la conducta de José que estos versículos describen. Es un bello ejemplo de piadosa discreción, y de consideración delicada para con nuestros  prójimos. El vio la apariencia de maldad en la que era desposada; mas no obró con precipitación, sino esperó pacientemente para ver con claridad la senda del  deber. En sus oraciones, con toda probabilidad, expuso el caso ante Dios. "El que cree no se apresure". Isaías 28.16.

La paciencia de José fue recompensada benignamente. Recibió un mensaje directo de Dios, sobre el asunto que causaba su ansiedad, y de una vez fue librado  de todos sus temores. ¡Cuán bueno es servir a Dios! ¿Quién Le confió alguna vez sus cuidados en oración fervorosa, y vio después que no correspondió a Sus  promesas? "Reconócele en todas tus acciones, y El dirigirá tus pasos". Prov. 3.6

Para nuestra manera occidental de pensar, las relaciones que salen en este pasaje son muy extrañas. En primer lugar, se nos dice que María estaba desposada con José; luego hemos traducido que él estaba haciendo los preparativos para divorciarse de ella en secreto; y luego se la llama su mujer o esposa. Pero la relación entre ambos representa el procedimiento judío normal, en el que había tres pasos.

(i) Estaba el compromiso. Este se hacía a menudo cuando la pareja no eran más que niños. Lo hacían corrientemente los padres, o por medio de un casamentero profesional. Y se hacía a menudo sin que los que formaban la pareja se hubieran visto nunca. El matrimonio se consideraba que era un paso demasiado serio para dejarlo a los dictados del corazón humano.

(ii) Estaba el desposorio. Este era lo que podríamos llamar la ratificación del compromiso que ya había contraído la pareja. Hasta este momento, el compromiso que se había establecido por medio de los padres o del casamentero, se podía romper si una de las dos partes no quería continuar con él. Pero una vez que se llegaba al desposorio era absolutamente vinculante. Duraba un año. Durante ese año la pareja se consideraban marido y mujer, aunque todavía no tenían esa relación. El desposorio no se podía dar por concluido de ninguna manera más que por el divorcio. En la ley judía nos encontramos frecuentemente lo que nos parece una frase curiosa. Una chica cuyo prometido había muerto durante el año de los desposorios se llamaba «una virgen que es viuda.» En esta etapa se encontraban José y María. Estaban desposados; y si José quería acabar el desposorio no lo podía hacer más que con el divorcio; y ese año de desposorio a María se la conocía legalmente como su esposa.

(iii) La tercera etapa era el matrimonio propiamente dicho, que tenía lugar al final del año de desposorio.

Si tenemos presentes las costumbres matrimoniales normales de los judíos, entonces la relación que se indica en este pasaje está perfectamente clara.

Así que en esta etapa se le dijo a José que María iba a tener un Niño, que había sido concebido por obra del Espíritu Santo, y que él, José, debería ponerle por nombre Jesús. Jesús es la forma griega del nombre hebreo Josué, que quiere decir Jehová es salvación. Hacía mucho tiempo, el salmista había oído decir a Dios: "El redimirá a Israel de todos sus pecados» (Salmo_130:8 ). Y a José se le dijo que el Niño que nacería llegaría a ser el Que salvara al pueblo de Dios de sus pecados. Jesús fue, aún más que el Hombre nacido para ser Rey, el Hombre nacido para ser Salvador. Vino a este mundo no por Su propia cuenta, sino por la de los hombres y su salvación.

Este pasaje nos dice que Jesús nació por la acción del Espíritu Santo. Nos habla de lo que llamamos el Nacimiento Virginal. De momento lo único que nos concierne es descubrir lo que quiere decir para nosotros.

Si miramos este pasaje con naturalidad y lo leemos como si fuera la primera vez encontramos que lo que subraya no es tanto que Jesús naciera de una mujer virgen como que el nacimiento de Jesús fue la obra del Espíritu Santo. «Se supo que María estaba embarazada del Espíritu Santo.» «Lo que ella ha concebido es del Espíritu Santo.» Es como si estas frases estuvieran subrayadas o impresas en tipo grande. Eso es lo que Mateo quiere decirnos en este pasaje. Entonces, ¿qué quiere decir que en el nacimiento de Jesús el Espíritu Santo de Dios estuvo especialmente operativo? Dejemos las cuestiones dudosas o debatibles, y concentrémonos en esa gran verdad, como Mateo querría que hiciéramos.

En el pensamiento judío el Espíritu Santo tenía ciertas funciones muy definidas. No podemos traer a este pasaje la idea cristiana del Espíritu Santo en toda su plenitud, porque José no sabría nada de eso. Debemos interpretarlo a la luz de la idea judía del Espíritu Santo, porque esa sería la interpretación que José le daría inevitablemente a este pasaje, porque era la única que conocía.


(i) Según la idea judía, el Espíritu Santo era la Persona Que traía a los hombres la verdad de Dios. Era el Espíritu Santo el Que enseñaba a los profetas lo que habían de decir; era el Espíritu Santo el Que enseñaba a los hombres lo que debían hacer; era el Espíritu Santo Quien a lo largo de edades y generaciones traía la verdad de Dios a la humanidad. Así que Jesús es la única Persona que trae la verdad de Dios a la humanidad.

Para decirlo de otra manera: Jesús es la única Persona que nos puede decir cómo es Dios y lo que Dios quiere que seamos. Solamente en Él podemos ver cómo es Dios y cómo debemos ser nosotros. Antes de que Jesús viniera, la humanidad no tenía más que unas ideas vagas e imprecisas, y a menudo erróneas, acerca de Dios; lo único que podía era suponer y andar a tientas; pero Jesús pudo decir: «El que Me ha visto ha visto al Padre» (Jn_14:9 ). En Jesús vemos el amor, la compasión, la misericordia, el corazón buscador, la pureza de Dios, como no los podemos ver en ningún otro lugar del mundo. Con la venida de Jesús, el tiempo de las suposiciones ha terminado, y ha llegado el de las certezas. Antes de que Jesús viniera no sabíamos realmente lo que era la bondad. Solamente en Jesús podemos ver lo que son la verdadera humanidad, la verdadera bondad, la verdadera obediencia a la voluntad de Dios. Jesús vino al mundo a decirnos la verdad acerca de Dios y acerca de nosotros mismos.


(ii) Los judíos creían que el Espíritu Santo no sólo traía la verdad de Dios a los hombres, sino también capacitaba a los hombres para reconocer esa verdad cuando la vieran. Así es que Jesús nos abre los ojos a la verdad. Los hombres son cegados por su propia ignorancia; son descarriados por sus propios prejuicios; tienen la mente y los ojos oscurecidos por su propio pecado y por sus pasiones. Jesús puede abrir nuestros ojos para que podamos ver la verdad.

La vida se convierte en algo totalmente diferente cuando Jesús nos enseña a mirar las cosas. Cuando Jesús viene a nuestro corazón, nos abre los ojos para que veamos las cosas tal como son de veras.

 

(iii) Especialmente, los judíos conectaban al Espíritu de Dios con la obra de la creación. Fue por medio de Su Espíritu como Dios realizo Su obra creadora. En el principio, el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas y el caos llegó a ser un mundo (Gen_1:2 ). «Por la palabra del Señor fueron Hechos los cielos -dijo el salmista-; y todo el ejército de ellos por el aliento de Su boca» (Salmo_33:6 ). (Tanto en hebreo, rúaj, como en griego, pneuma, la palabra para aliento y espíritu es la misma). «Envías Tu Espíritu, son creados y renuevas la faz de la tierra» (Salmo_104:30 ). "El Espíritu de Dios me hizo -decía Job- y el soplo del Omnipotente me dio vida» (Job_33:4 ).

El Espíritu es el Creador del mundo y el Dador de la vida. Así que en Jesús vino al mundo el poder vivificador y creador de Dios. Ese poder, que convirtió en orden el caos primigenio, ha venido a traer orden a nuestra desordenada vida. Ese poder, que alentó vida donde antes no la había, ha venido a alentar vida en nuestra debilidad y frustración. Podríamos decir realmente que no estamos vivos de veras hasta que Jesús entra en nuestras vidas.


(iv) Los judíos conectaban al Espíritu especialmente, no sólo con la obra de la creación, sino también con la obra de la re-creación. Ezequiel traza un cuadro sombrío del valle de los huesos secos. Pasa luego a contar cómo los huesos secos volvieron a la vida; y entonces oye decir a Dios: "Yo hago entrar espíritu en vosotros y viviréis» (Eze_37:1-14 ). Los rabinos tenían un dicho: «Dios dijo a Israel: "En este mundo Mi Espíritu ha puesto sabiduría en vosotros, pero en el futuro Mi Espíritu os hará vivir de nuevo."» Cuando los hombres están muertos en pecado y en letargo, es el Espíritu de Dios el Que puede despertarlos a una vida nueva.

Así pues, en Jesús vino a este mundo el poder que puede re-crear la vida. Puede traer otra vez a la vida al alma que está muerta en pecado; puede reavivar otra vez los ideales que han muerto; puede hacer fuerte otra vez la voluntad de la bondad que ha perecido. Puede renovar la vida, cuando las personas han perdido todo lo que la vida representa.

Hay mucho más en este capítulo que el hecho escueto de que Jesucristo nació de una madre virgen. La esencia de la historia de Mateo es que, en el nacimiento de Jesús, el Espíritu de Dios estuvo operativo como nunca antes en este mundo. Es el Espíritu el Que trae a la humanidad la verdad de Dios; el Que capacita a las personas a reconocer esa verdad cuando la ven; el Que fue el Agente de Dios en la creación del mundo; el único Que puede re-crear el alma humana que ha perdido la vida que debería tener.

Jesús nos capacita para ver cómo es Dios y cómo debemos ser nosotros; nos abre los ojos de la mente para que podamos ver la verdad de Dios para nosotros; es el poder creador venido entre los hombres; es el poder re-creador que puede liberar las almas humanas de la muerte del pecado.

 Notemos los dos nombres en estos versículos se dan al Señor. Uno es Jesús: el otro Emmanuel. Uno describe Su misión: el otro Su naturaleza. Ambos son  sumamente interesantes. El nombre Jesús dignifica "Salvador," lo mismo que Josué en el Antiguo Testamento. Se da nuestro Señor, a causa de que salva a Su  pueblo de sus pecados. Esta es Su especial misión. Nos redime del delito que el pecado implica, lavándonos en Su sangre expiatoria. Nos redime del dominio  del pecado, introduciendo en nuestras almas el Espíritu santificador. Nos salva de la presencia del pecado, cuando nos lleva a este mundo a descansar con El en la  Gloria. Nos salvará de todas las consecuencias del pecado, y cuando en el último día nos dé un cuerpo glorioso. ¡Dichoso y santo el pueblo de Cristo! Está  purificado de delito, por la sangre del Redentor, y se ha hecho idóneo para el cielo, por su Espíritu. Esta es la salvación. El que se adhiere al pecado, no está  salvo todavía.

Jesús en un nombre que inspira muchísimo consuelo a los pecadores agobiados de aflicciones. El que es Rey de reyes, y Señor de señores, pudo haber tomado,  legítimamente, algún nombre más pomposo. Mas El no obra así. Los gobernadores de este mundo se han dado a sí mismos, con frecuencia, los dictados de Grandes, Conquistadores, Atrevidos, Magníficos y otros semejantes. El Hijo de Dios se contenta con nombrarse Salvador. Las almas que desea la salvación  pueden acercarse al Padre con intrepidez y confianza en virtud de la mediación de Cristo. "Dios no ha enviado a Su Hijo al mundo para condenar al mundo,  sino para que se salve el mundo por medio de Él". Juan 3.17

Jesús es un nombre peculiarmente dulce y precioso para los creyentes. Nos ha sido propicio, cuando el favor de los príncipes y reyes nos habría sido  indiferente. Ese nombre nos ha dado lo que no puede conseguirse con el dinero: la paz interior. Ha aliviado nuestras conciencias abrumadas y devuelto el reposo a  nuestros corazones agitados. El Cantar de los Cantares revela los sentimientos de muchos cuando dice: "Tu nombre es como bálsamo derramado." Cant. 1.3. Feliz el  que no confía solamente en nociones vagas de la misericordia y bondad de Dios, sino en  Jesús.

Es apenas menos interesante el otro nombre dato a Jesús en estos versículos que el que acabamos de explanar. Dásele a nuestro Señor por su naturaleza, que es  la de "Dios manifiesto en la carne". Se Le llama Emmanuel, "Dios con nosotros". Cuidemos de tener nociones claras de la naturaleza y persona de nuestro  Señor Jesucristo. Este es un punto de suma importancia. Debemos fijar firmemente en nuestras mentes la verdad de que nuestro Salvador es tan perfecto  hombre como perfecto Dios y tan perfecto Dios como perfecto hombre. Si de una vez perdemos de vista esta gran verdad fundamental, podemos incurrir en  terribles herejías. El nombre Emmanuel incluye en si todo el misterio. Jesús es "Dios con nosotros". Él tuvo en todo una naturaleza como la nuestra,  exceptuando solamente el pecado. Pero aunque Jesús estuvo con nosotros en carne y sangre humana, era al mismo tiempo verdadero Dios.

Leyendo los Evangelios, vemos a menudo que nuestro Salvador estuvo cansado, hambriento y sediento; que lloró, suspiró y sintió dolor como cualquiera de  nosotros. En todo esto vemos "al hombre" Cristo Jesús. Vemos la naturaleza que asumió cuando nació de la virgen María.

Mas también veremos en los mismos Evangelios, que nuestro Salvador penetraba los pensamientos y corazones de los hombres; que tenía poder sobre los  demonios; que con una sola palabra hizo los más portentosos milagros; que los ángeles le sirvieron, que permitió a uno de sus discípulos llamarle "mi Dios", y  que dijo "Antes que Abrahán fuera, Yo soy", y "Yo y mi Padre somos uno" En todo esto vemos al "eterno Dios" Vemos a Cristo "que es Dios sobre todas las  cosas, bendito por los siglos" Rom. 9.5

¿Querríais tener un cimiento firme en que estribar vuestra fe y vuestra esperanza? Tened siempre presente la divinidad de nuestro Salvador. Aquel en cuya  sangre habéis sido enseñados a confiar, es Dios Todopoderoso. Suyo es todo poder en el cielo y en la tierra. Nadie puede arrebataros de Su mano. No se  turben vuestros corazones ni tengáis zozobra, si sois verdaderos creyentes en Jesús.

¿Querríais tener un dulce consuelo en los sufrimientos y en las pruebas de la vida? Tened siempre presente la "humanidad" de vuestro Salvador. Él es el  hombre Cristo Jesús, que cuando niño reposó en el seno de la virgen María y conoce el corazón del hombre. Puede compadecerse de nosotros en nuestras  flaquezas, pues ha experimentado en Si Mismo las tentaciones de Satanás; ha sufrido hambre; ha derramado lágrimas; ha sentido dolor. Confiadle vuestros  pesares en todas ocasiones: Él no os despreciará. Abridle vuestro corazón en la oración, y nada le ocultéis. Él puede compadecerse de su pueblo.

Que penetren profundamente estas reflexiones en nuestras almas. Bendigamos a Dios por las verdades consoladoras  contenidas en el primer capítulo del Nuevo Testamento. Nos da a conocer su Ser que "salva a su pueblo de sus pecados".

Mas esto no es todo: nos hace saber que este Salvador es "Emmanuel", verdadero Dios, y no obstante, Dios con nosotros.

Dios manifiesto en carne humana, lo mismo que la nuestra. Estas son alegres nuevas, en verdad. Por la fe y con acciones  de gracias alimentemos nuestros corazones con estas verdades.

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