Romanos 3; 9-20
9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que
ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que
todos están bajo pecado.
10 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien
entienda, No hay quien busque a
Dios.
12 Todos se
desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto
es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus
labios;
14 Su boca está llena
de maldición y de amargura.
15 Sus pies se
apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y
desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron
camino de paz.
18 No hay temor de
Dios delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que
todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda
boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las
obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por
medio de la ley es el conocimiento del pecado
En el
pasaje anterior Pablo insistía en que, a pesar de todo, los judíos ocupan una
posición especial en el plan de Dios. No nos sorprende que entonces el objetor
pregunte si eso quiere decir que los judíos les llevan ventaja a los demás
pueblos. Y la respuesta de Pablo es que tanto los judíos como los gentiles, si
están sin Cristo, están bajo el dominio del pecado. La frase griega que usa es
muy sugestiva: hypo hamartían. En este sentido, hypo quiere decir en el poder
de, bajo la autoridad de. En Mat_8:9 , el centurión dice: " Tengo soldados
hypo emautón, por debajo de mí.» Es decir, a mis órdenes. En su
estado natural, sin Cristo, el ser humano está bajo el control del pecado, y es
incapaz de liberarse.
Cada persona es valiosa ante los ojos de Dios
porque Él nos ha creado a su imagen y nos ama, pero no hay un solo justo (o
sea, no hay persona que se haya ganado el estar a bien con Dios). A pesar de
ser valiosos, hemos caído en pecado. Pero Dios, a través de Jesús su Hijo, nos
ha redimido y nos ofrece perdón si nos volvemos a Él en fe.
Hay otra palabra interesante en este pasaje,
la del versículo 12. La palabra griega es ajeiroó, que quiere decir
literalmente dejar inútil. Se usa en relación con la leche que se ha
estropeado. La naturaleza humana sin Cristo es una cosa corrompida e inútil.
Pablo hace aquí lo que solían hacer los
rabinos. En los versículos 10-18 ensarta una serie de textos del Antiguo
Testamento, no citándolos literalmente sino de memoria; incluye versículos de:
Salmo_14:1-3 Dice el necio
en su corazón: No hay Dios. Se han
corrompido, hacen obras abominables; No
hay quien haga el bien. 2 Jehová miró
desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que
buscara a Dios. 3 Todos se desviaron, a
una se han corrompido; No hay quien haga
lo bueno, no hay ni siquiera uno
Salmo_5:9 Porque en la boca de ellos no hay
sinceridad; Sus entrañas son maldad,
Sepulcro abierto es su garganta,
Salmo140:3 Aguzaron su lengua como la
serpiente; Veneno de áspid hay debajo de sus labios.
Salmo_10:7 Llena está su boca de maldición, y
de engaños y fraude; Debajo de su lengua
hay vejación y maldad.
Isaìas_59:7 Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre
inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y
quebrantamiento hay en sus caminos
Salmo_36:1. La iniquidad del impío me dice al
corazón: No hay temor de Dios delante de
sus ojos
Era frecuente en la predicación de los rabinos
el ensartar textos así. Lo llamaban jaraz, que quería decir precisamente eso:
ensartar perlas.
Es una descripción terrible de la naturaleza
humana en su estado sin Cristo. Estos
textos del Antiguo Testamento describen tres cosas: (a) EL carácter cuyas notas
distintivas son la ignorancia, la indiferencia, la tortuosidad y la inutilidad.
(b) La lengua que se caracteriza por sus cualidades destructivas, mentirosas y
maliciosas. (c) La conducta que se manifiesta en la opresión, la injuria, la
implacabilidad. Estos son los resultados
de no tener en cuenta a Dios. Esto completa su mal carácter; son
francamente ateos, al menos en la práctica. No temen los juicios de Dios,
aunque Su ojo está sobre ellos en sus malos caminos. No hay un solo artículo de
lo que se acusa aquí a judíos y gentiles que no se pueda encontrar justificado
por las historias de ambos, de la manera más amplia. Y lo que era verdad de
ellos en esos tiempos primitivos es verdad de ellos hoy todavía. Con muy poca
variación, estos son los males en los que se deleita y vive la gran masa de la
humanidad. Mira especialmente a los hombres en estado de guerra; mirad a las
naciones de Europa, que disfrutan más de las tinieblas que de la luz de Dios;
ved lo que ha sucedido entre ellos, cómo abandonaron las Cinco solas de la Reforma.
¡Mira qué destrucción de millones y qué
miseria de cientos de millones ha sido la consecuencia de la excitación
satánica en las pasiones caídas y feroces! ¡Oh pecado, qué has hecho! ¡Cuántas
miríadas de almas has precipitado, sin preparación, al mundo eterno! ¡Quién,
entre los hombres o los ángeles, puede estimar la grandeza de esta calamidad!
esta carnicería de almas! ¡Qué viudas, qué huérfanos quedan para deplorar a sus
maridos y padres sacrificados, y su propia miseria consiguiente! ¿Y de dónde
surgió todo esto? De ahí, de donde vienen todas las guerras y luchas; los malos
deseos de los hombres; la lujuria del dominio; la sed insaciable de dinero; y
el deseo de ser único e independiente. Este es el pecado que arruinó a nuestros
primeros padres, los expulsó del paraíso, y que ha descendido a toda su
posteridad; y prueba plenamente, prueba indiscutiblemente, que somos su
descendencia legítima; la progenie caída de padres caídos; hijos en cuyos
caminos hay destrucción y miseria; en cuyo corazón no hay fe; y ante cuyos
ojos no hay nada del temor de Dios.
Nadie ha visto tan claramente como Pablo la
maldad de la naturaleza humana; pero advertimos que esto no era para él una llamada a la
desesperación, sino un desafío a la esperanza. Cuando decimos que Pablo creía
en el pecado original y en la depravación de la naturaleza humana no debemos
concluir que desesperara de la naturaleza humana ni que la mirara con un
desprecio cínico. Pablo nunca le quitaba importancia al pecado humano, ni
grandeza al poder redentor de Jesucristo. Pablo creía que la gente sin Cristo
era mala, pero no demasiado mala para salvarse. Estaba convencido de que lo que
Cristo había hecho por él lo podía hacer por cualquier otro.
En los dos últimos versículos vemos dos
propósitos en la Ley de Dios. El curso del razonamiento en estos capítulos
muestra el sentido en que el apóstol lo usa aquí. Evidentemente, tiene la
intención de aplicarlo a aquellas reglas o leyes por las cuales los judíos y
gentiles pretendían enmarcar sus vidas; y afirmar que las personas pueden ser
justificadas por la no conformidad con esas leyes. Le había mostrado a Rom. 1
que “los paganos, todo el mundo gentil”, había violado las leyes de la naturaleza;
las reglas de la virtud que les son dadas a conocer por la razón, la tradición
y la conciencia. Pablo había mostrado el mismo Rom. 2–3 con respecto a los
judíos. También habían fallado en rendir obediencia a su Ley. En ambos casos la
referencia no era a las leyes “ceremoniales” o rituales, sino a la ley moral;
si esa ley fue dada a conocer por la razón o por la revelación. El apóstol no
había estado discutiendo la cuestión de si habían obedecido su ley ceremonial,
sino si habían sido hallados santos, es decir, si habían obedecido la ley
moral. La conclusión fue que en todo
esto habían fallado, y que por lo tanto no podían ser justificados por esa Ley.
Es evidente que el apóstol no pretendía hablar sólo de obras externas; porque
todo el tiempo les acusa de falta de conformidad del corazón no menos que de
falta de conformidad de la vida; Rom_1:26, Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun
sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, Rom_1:29-31
estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; 30
murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios,
altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural,
implacables, sin misericordia; Rom_2:28-29 Pues no es
judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace
exteriormente en la carne; 29 sino
que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón,
en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres,
sino de Dios. . La conclusión es,
pues, general, que por ninguna ley, dada a conocer por la razón, la conciencia,
la tradición o la revelación, podría el hombre ser justificado; que no había
ninguna forma de obediencia que pudiera rendirse, que pudiera justificar a la
gente a la vista de un Dios santo.
Ningún hombre; ningún ser humano, ni entre los
judíos ni entre los gentiles. Es una expresión fuerte, que denota la absoluta
universalidad de su conclusión, ninguno será considerado como que ha guardado
la Ley, y como teniendo derecho a las recompensas de la obediencia. Dios se
sienta como Juez para determinar el carácter de las personas, y no juzgará a
ninguno por haber guardado la Ley. Porque por la ley, es decir, por toda la
ley. La conexión muestra que este es el sentido. La ley es una regla de acción.
El efecto de aplicar una regla a nuestra conducta es mostrarnos qué es el
pecado. El significado del apóstol claramente es que la aplicación de una ley
para probar nuestra conducta, en lugar de ser un motivo de justificación, será
meramente para mostrarnos nuestra propia pecaminosidad y desviaciones del
deber. Un hombre puede estimarse a sí mismo como muy justo y correcto, hasta
que se compara con una regla o ley; así que si los gentiles compararon su
conducta con las leyes de su razón y conciencia, o los judíos la suya con su
ley escrita, el efecto sería mostrarles cuán lejos se habían alejado. Cuanto
más cerca y fielmente se aplicara, más lo verían. Lejos de ser justificados por
ella, serían cada vez más condenados. Lo mismo es el caso ahora. Así es como se
convierte el pecador; y cuanto más cerca y fielmente se predique la Ley, más lo
condenará y le mostrará que necesita algún otro plan de salvación. Porque, así
como un borde recto reconocido es la única forma en que se puede determinar la
rectitud o la torcedura de una línea, así la oblicuidad moral de las acciones
humanas solo puede determinarse por la ley de Dios; esa regla de derecho que
procede de su propia santidad inmaculada.
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