Romanos 4; 1-8
1 ¿Qué pues diremos
que halló Abraham nuestro padre según la carne?
2 Porque si Abraham
fue declarado justo por obras, tiene de qué gloriarse; pero no lo tenía ante
Dios.
3 Pues, ¿qué dice la
Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado como justicia.
4 Al que obra, no se
le cuenta el salario como gracia sino como deuda,
5 pero al que no
obra, sino que cree en el que declara justo al impío, su fe le es contada como
justicia.
6 Como también David
declara la bienaventuranza del hombre al cual Dios atribuye justicia sin obras,
7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades fueron perdonadas, Y cuyos pecados
fueron cubiertos.
8 Bienaventurado el
varón al cual el Señor no imputa pecado..
A
lo largo de la carta a los Romanos del apóstol Pablo hemos visto las tres
claves de toda buena enseñanza: repetición, repetición y repetición.
Ahora Pablo
pasa a hablar de Abraham por tres razones.
(i) Los judíos consideraban a Abraham el
patriarca de su raza y el dechado de todo lo que debe ser un hombre; por tanto
sería natural que le preguntaran a Pablo: " Si lo que dices es cierto,
¿qué fue lo que Dios vio en Abraham cuando le eligió para que fuera el
patriarca de Su pueblo escogido? ¿En qué era diferente de los demás?"
Pablo se dispone a contestar a esa pregunta.
(ii) Pablo ha estado tratando de demostrar
que lo que pone a un hombre en relación con Dios no es el cumplimiento de
lo que establece la Ley, sino sencillamente la confianza que se manifiesta
en una entrega incondicional creyendo que Dios tiene palabra y que nos sigue
amando a pesar de que no hemos hecho nada para merecerlo. La reacción
inmediata de los judíos sería: «Esto es algo completamente nuevo, y que
contradice todo lo que se nos ha dicho que tenemos que creer. Esto es
totalmente increíble.» Y Pablo responde: «Lejos de ser nada nuevo, esta
doctrina es tan antigua como la fe de Israel. Lejos de ser una herejía
novedosa, es la misma base de la religión judía.» Y eso es lo que se dispone a
demostrar.
(iii) Pablo empieza hablando de Abraham
porque es un maestro consciente y sabe cómo funciona la mente humana. Ha
estado hablando de la fe. La fe es una idea abstracta. Una mente sencilla tiene
dificultad para captar las ideas abstractas. Un buen maestro sabe que las ideas
hay que personificarlas; que la única manera de que una mente corriente pueda
entender una idea abstracta es presentársela en acción, en una persona. Así es
que lo que Pablo dice en realidad es: «He estado hablando de la fe. Si quieres
saber lo que es la fe, mira a Abraham.»
Cuando Pablo empieza a hablar de Abraham se
coloca en un terreno que les era conocido a todos los judíos. Abraham ocupaba
un puesto de honor en su pensamiento. Era el fundador de la nación. Fue el
primer hombre con quien Dios se puso en contacto. Fue un hombre único, porque
Dios le escogió, y porque escuchó y obedeció a Dios. Para enfrentar los puntos
de vista de los judíos, el apóstol se refiere primero al ejemplo de Abraham, en
quien se gloriaban los judíos como su antepasado de mayor renombre. Por
exaltado que fuese en diversos aspectos, no tenía nada de qué jactarse en la
presencia de Dios, siendo salvo por gracia por medio de la fe, como los demás.
Sin destacar los años que pasaron antes de su llamado y los momentos en que
falló su obediencia, y aun su fe, la Escritura estableció expresamente que: “Y creyó a YHVH, y le fue contado por justicia.” Génesis 15, 6. Aun cuando Abram había demostrado su fe a través de sus acciones, fue
la fe y no las acciones lo que hizo a Abram justo ante Dios. Se observa a partir de este ejemplo que si un
hombre pudiera obrar toda medida exigida por la ley, la recompensa sería
considerada deuda, que evidentemente no fue el caso de Abraham, puesto que la
fe le fue contada por justicia. Cuando los creyentes son justificados por la
fe, “les es contado por justicia”, pero la fe de ellos no los justifica como
parte, pequeña o grande, de la justicia propia, sino como medio designado de
unirlos a Aquel que escogió el nombre por el cual debe llamársele: “YHVH Justicia
nuestra”. La gente perdonada es la única gente bendecida.
Claramente surge de la Escritura que Abraham
fue justificado varios años antes de su circuncisión. Por tanto, es evidente
que este rito no era necesario para la justificación. Era una señal de la
corrupción original de la naturaleza humana. Y era una señal y un sello
exterior concebido no solo para ser la confirmación de las promesas que Dios le
había dado a él y a su descendencia, y de la obligación de ellos de ser del Señor,
sino para asegurarle de igual modo que ya era un verdadero partícipe de la
justicia de la fe. Abraham es, de este modo, el antepasado espiritual de todos
los creyentes que anduvieron según el ejemplo de su obediencia de fe.
Los rabinos habían discutido mucho sobre
Abraham. La esencia de su grandeza era para Pablo que Dios se había puesto en
contacto con él y le había mandado marcharse de su casa y de sus parientes y
amigos y medio de vida, y le había dicho: «Si te embarcas en esta gran aventura
de fe, llegarás a ser el padre de una gran nación.» Abraham creyó que Dios
tenía palabra; no se puso a discutir, ni a dudar, sino que se puso en camino
sin saber adónde iba (Heb_11:8 ). Lo que le puso en relación con Dios no
fue el haber cumplido meticulosamente los preceptos de una ley, sino el poner toda su confianza en Dios y estar
dispuesto a dedicarle su vida. Para Pablo eso era la fe, y fue la fe de
Abraham lo que hizo que Dios le considerara bueno.
Unos pocos, muy pocos, de los rabinos más
avanzados pensaban así. Había un comentario rabínico que decía: "Nuestro
padre Abraham heredó este mundo y el mundo venidero únicamente por el mérito de
la fe con que creyó en el Señor; porque dice la Escritura que "creyó al
Señor, y Él se lo contó como justicia."»
Pero la inmensa mayoría de los rabinos
manipulaban la historia de Abraham para ponerla de acuerdo con sus creencias.
Sostenían que Abraham era el único justo de su generación, y por tanto Dios le
eligió como patriarca de su pueblo escogido. La objeción inmediata sería: «Si
la única manera de ser justo es cumplir perfectamente la Ley, ¿cómo pudo serlo
Abraham, que vivió cientos de años antes de que se promulgara la Ley?» Y los
rabinos contestaban con la extraña teoría de que Abraham cumplió la Ley por
intuición o por anticipación. «En aquel entonces la Ley no escrita se conocía
instintivamente, y así se podían cumplir los mandamientos.» «Cumplió la Ley del
Altísimo y entró en alianza con Dios... Por tanto, Dios le aseguró con un
juramento que las naciones serían benditas en su descendencia.» Los rabinos
estaban tan enamorados de su teoría de las obras que insistían en que Abraham
había sido elegido por sus obras, aunque entonces tenían que suponer que
conocía la Ley por anticipación, porque todavía no había sido promulgada.
Aquí tenemos otra vez la raíz de la escisión
entre el legalismo judío y la fe cristiana. La idea básica de los judíos era
que el hombre tiene que ganarse el favor de Dios; y la idea básica del
Cristianismo es que lo único que puede hacer el hombre es creer que Dios tiene
palabra, y jugárselo todo a que Dios cumplirá sus promesas. El razonamiento de
Pablo, realmente incontestable, era que Abraham había entrado en relación con
Dios, no por cumplir toda clase de preceptos legales, sino por dar crédito a la
promesa de Dios, y obrar en consecuencia.
El propósito de Pablo es el de contrastar la
fe y las obras. Las obras, por un lado, implican una situación de obligación. Una
persona que trabaja recibe el salario que un empleador tiene la obligación de
pagarle. La fe, por otra parte, implica una situación en la que se da
gratuitamente. Como un acto de humilde aceptación, la fe no ejerce demanda
alguna sobre el que da; tampoco tiene el dador “obligación” de responder. Estos
contrastes demuestran claramente que la justificación debe basarse en la fe.
Esto es porque Dios es, por definición, un Dios de gracia, un Dios que
justifica al impío. Una persona no pasa a disfrutar una relación con Dios
porque a causa de su justicia (condición de justa) se lo haya ganado. Es a la
“persona malvada”, la persona que no tiene nada bueno en sí misma que
justifique o que defienda su caso, aquella a quien Dios acepta. Pablo nos
recuerda aquí de una de las grandes verdades de las Escrituras: que los seres
humanos no pueden exigir la atención de Dios. Establecer una relación con Él es
cuestión de su don gratuito, que debe aceptarse en humilde fe.
En el Salmo 32:1, 2 1 En ti, oh YHVH, me he refugiado, No sea yo avergonzado jamás, Líbrame en tu justicia. 2 Inclina a mí tu oído y rescátame pronto, ¡Sé Tú mi roca fuerte y la fortaleza para salvarme! David también deja establecido que Dios justifica a las personas aparte de las obras. La bendición, expresa claramente David, no es una cuestión de logros por parte de una persona, sino de que una persona sea perdonada por Dios. Pablo dice claramente que la frase “contado por justicia” en Gén. 15:6 significa que Dios considera a una persona como teniendo una condición de “justicia” en la cual los pecados de esa persona no le son “contados” en su contra.
El pecado es la causa de nuestra desgracia;
pero las transgresiones del creyente verdadero a la ley divina son todas
perdonadas puesto que están cubiertas por la expiación. Cristo llevó sus
pecados, en consecuencia, no se le imputan. Puesto que se nos imputa la
justicia de Cristo, y por haber sido hechos justicia de Dios en Él, no se nos
imputa nuestra iniquidad, porque Dios cargó sobre Él el pecado de todos nosotros,
y lo hizo ofrenda por el pecado por nosotros. No imputar el pecado es un acto
de Dios, porque Él es el Juez. Dios es el que justifica.
Dios quiere perdonar a los pecadores. El
perdón ha sido siempre parte de su naturaleza amorosa. Lo anunció a Moisés (Exo_34:6-7 6
Pasó pues YHVH por delante de él, proclamando: ¡YHVH, YHVH, Dios
misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad,
7 que guarda la misericordia a millares,
que carga con la iniquidad, la trasgresión y el pecado, pero de ningún modo
justifica al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos, y
sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación! ), lo reveló a David y lo mostró
dramáticamente al mundo por medio de Jesucristo. Estos versículos hablan de las
diferentes acciones que expresan el perdón de Dios: perdona la transgresión,
cubre el pecado, no nos inculpa de pecado.
Fijémonos en el carácter de aquel cuyos
pecados son perdonados; es sincero y busca la santificación por el poder del Espíritu
Santo. No profesa arrepentirse con la intención de darse el gusto pecando,
porque el Señor esté listo para perdonar. No abusa de la doctrina de la libre
gracia. Y al hombre cuya iniquidad es perdonada, se le promete toda clase de
bendiciones.
Nosotros también podemos tener una relación
correcta con Dios al confiar en El plenamente. Nuestras acciones exteriores
-asistir a la iglesia, orar y realizar buenas obras- no nos harán por sí mismas
justos ante Dios. La relación con Dios se fundamenta en la fe, en la confianza
en que Dios es quien dice ser y hace lo que promete hacer. Las buenas obras son
una consecuencia natural de lo anterior.
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