Romanos 3; 27-31
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda
excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
Rom 3:28 Concluimos,
pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿Es Dios solamente
Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también
de los gentiles.
30 Porque Dios es
uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe
a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego por la fe
invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.
En
el estilo de discusión que tanto utiliza en Romanos Pablo avanza en su
argumentación con otra pregunta: ¿Dónde, pues, está la jactancia? Pablo
probablemente formula esta pregunta pensando particularmente en los judíos. Tal
como señala en otras partes, los judíos tenían una tendencia a descansar en sus
obras como el fundamento de su relación con Dios (Filipenses
3:2-9 2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos
obreros, guardaos de la mutilación. 3
Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu
de Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. 4 Aunque también yo puedo confiar en la carne.
Si algún otro cree poder confiar en la carne, yo más: 5 Circuncidado al octavo día; del linaje de
Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley,
fariseo; 6 en cuanto al celo,
perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que hay en la Ley,
irreprensible. 7 Pero, ¡cuántas cosas que eran para mí
ganancias, las he estimado como pérdida por amor al Mesías! 8 Y ciertamente aun considero todas las cosas
como pérdida por la superioridad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por el cual perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol, para ganar a
Cristo, 9 y ser hallado en Él, no
teniendo mi propia justicia, que procede de la Ley, sino la que es mediante la
fe de Cristo, la justicia que procede de Dios basada en la fe,). La
provisión de la justicia de Dios “sin las obras de la ley” y a través de la fe
en Jesucristo revela la necedad de tal jactancia
en el logro. Está excluida, afirma Pablo, a través de la ley de la fe.
Pablo desarrolla en estos versículos tres
puntos.
(i) Si
el camino a Dios es el de la fe y la aceptación, queda descartada toda
presunción por méritos humanos. Había cierto tipo de religiosidad judía
que pretendía llevar una cuenta de debe y haber con Dios, y el que la llevaba
-naturalmente, el hombre- llegaba al convencimiento de que Dios estaba en deuda
con él. Pablo partía de la base de que todos los seres humanos somos pecadores
y estamos en deuda con Dios, y que nadie puede llegar por su propio esfuerzo a
estar en paz con Dios; por tanto, no hay la menor base para estar satisfecho o
presumir de ningún mérito propio. Y después de conocer a Cristo, «todo lo bueno
que haya podido hacer no he sido yo sino la Gracia de Dios obrando en mí» (1Corintios 15:10 Pero por
la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo,
antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios
conmigo). La
verdadera humildad no radica en convencerse de que uno no es valioso sino de
que Dios obra en nosotros. Es mantener la perspectiva de Dios en quién somos y
reconocer su gracia en el desarrollo de nuestras habilidades. Pablo manifiesta
haber trabajado más que los demás apóstoles. Esta no es una declaración
petulante, porque sabía que su poder procedía de Dios y que no importaba quién
trabajara más que los demás.
El Nuevo Pacto de Dios de Jeremías 31:31-34 31 He aquí que vienen días, dice YHVH, en los
cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No
como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de
la tierra de Egipto, pues ellos invalidaron mi Pacto, aunque fui Yo un marido
para ellos, dice YHVH. 33 Pero éste es el pacto que haré con la casa de
Israel después de aquellos días, dice YHVH: Daré mi Ley en su mente y la
escribiré en su corazón, Y Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. 34 Y no enseñará más cada cual a su prójimo, y
cada cual a su hermano, diciendo: ¡Conoce a YHVH!, porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice YHVH. Porque perdonaré
su maldad, y no me acordaré más de sus pecados) no está basado en los
actos, sino en la fe/confianza/creencia (pistis) de Su carácter lleno de gracia
y en Sus promesas. Tanto el Antiguo como el Nuevo Pactos tenían el propósito de
cambiar a la humanidad pecadora al carácter (justo) de Dios. El Antiguo por medio
de la ley externa; el Nuevo por medio de un nuevo corazón (Ezequiel 36:26-27 26 Os daré un corazón nuevo, y pondré un
espíritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra, y os daré un corazón de carne. 27
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.).
(ii) Pero
un judío podría objetar: «Eso está muy bien para un gentil que no conoce la
Ley; pero no para un judío que la conoce.» A eso Pablo contestaría con
las palabras que forman el comienzo de lo que se denomina el "Shemá"
("Escuchar") en los servicios judíos, y pertenecen al oficio diario
de la mañana y la tarde. Pueden ser llamados “el credo de los judíos”. Este
importante texto contiene mucho más que una mera declaración de la unidad de
Dios en contra del politeísmo; o de la autoridad exclusiva de la revelación que
Él había hecho a Israel en contra de otras supuestas manifestaciones de Su
voluntad y atributos. Afirma que el Señor Dios de Israel es absolutamente Dios,
y ningún otro. Él, y sólo Él, es Jehová (Yahweh) el Dios absoluto, sin causa;
Aquel que, por Su elección de ellos, se dio a conocer a Israel.: «Oye, Israel: YHVH nuestro Dios, YHVH, uno es» (Deuteronomio 6:4). No hay un Dios para los judíos
y otros para los gentiles. Dios no hay más que Uno. El camino a Dios es el
mismo para judíos y gentiles; y no es el de los méritos humanos, sino el de
la confianza y la aceptación creyente.
Ya no puede la ley de Moisés, la Torah, estar
como una “pared divisoria” entre judíos y gentiles (Efesios
2:11-22 11 Por tanto, acordaos de que anteriormente
vosotros, los gentiles en la carne (los llamados incircuncisión por la llamada
circuncisión, hecha por manos en la carne), 12
en aquel tiempo estabais sin el Mesías, apartados de la ciudadanía de
Israel, y extraños a los pactos de la promesa, no teniendo esperanza, y sin
Dios en el mundo. 13 Pero ahora en
Cristo Jesús, vosotros, que en un tiempo estabais lejos, fuisteis hechos cercanos
por la sangre de Cristo. 14 Porque Él es
nuestra paz, que de ambos hizo uno, y derribó la pared intermedia de separación,
es decir, la enemistad; 15 aboliendo en
su carne la Ley de los mandamientos dados en reglamentos, para crear en Sí
mismo, de los dos, un solo nuevo hombre, haciendo la paz; 16 y reconciliar con Dios a ambos en un solo
cuerpo por medio de la cruz, matando en ella la enemistad. 17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a
vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca; 18 pues por medio de Él, los unos y los otros
tenemos derecho a entrar por un mismo Espíritu al Padre. 19 Así pues ya no sois extranjeros ni
advenedizos, sino que sois conciudadanos con los santos y miembros de la
familia de Dios, 20 edificados sobre el
fundamento de los Apóstoles y Profetas, siendo la piedra angular el mismo
Cristo Jesús, 21 en quien, bien trabado
todo edificio, crece hasta llegar a ser un Templo santo en el Señor; 22 en el cual también vosotros sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu.).
Dios justifica tanto a los de la circuncisión (el judío) como a los de la
incircuncisión (el gentil), por la fe.
(iii) «Pero
-podría decir el judío-, ¿quiere eso decir que la Ley no cuenta para nada?»
Y podríamos esperar que Pablo contestara que sí; pero contesta: "No.» Dice
que, por el contrario, lo que hace es dar más valor a la Ley, revela una vez más el deseo de Pablo de evitar
que sus lectores saquen conclusiones demasiado extremas respecto de su
argumentación contra la ley. El rechazo liso y llano que hace Pablo de
cualquier función de la ley en la justificación, favoreciendo así a la fe, no
significa que busque de esta manera invalidar la ley. Por el contrario, Pablo
insiste en que confirmamos la ley. Tal
como Pablo habrá de expresarlo en Romanos 8:4, la justa exigencia de la ley se
halla plenamente cumplida en el creyente lleno del Espíritu Santo.
Lo que Pablo quiere decir es que, hasta ahora,
los judíos han procurado ser buenos y cumplir los mandamientos porque le tenían
miedo a Dios y les aterraba el castigo que les reportaría el quebrantar la Ley.
Pero esa actitud ya no tiene la menor justificación, porque lo único que tiene
ahora suprema importancia es el camino de salvación por fe en Jesucristo para
que nuestros pecados sean limpiados por Su sangre derramada en la cruz.
La fe
es una ley, es una gracia que obra dondequiera obre en verdad. Por fe, que en
esta materia no es un acto de obediencia o una buena obra, sino la formación de
una relación entre Cristo y el pecador, que considera adecuado que el creyente
sea perdonado y justificado por amor del Salvador, y que el incrédulo, que no
está unido o relacionado de este modo con Él, permanezca sometido a condenación.
La ley todavía es útil para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos
hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvos por ella como un pacto, sin
embargo la reconocemos y nos sometemos a ella, como regla en la mano del
Mediador.
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