Jeremías 23:29 ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová,
y como martillo que quebranta la piedra?
Colosenses 3:16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros,
enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia
en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales
2 Timoteo 3; 16-17
16 Toda la Escritura
es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia, 17 a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Hebreos 4; 12
Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón.
2ª Pedro 1; 19 Y tenemos algo más firme, la palabra
profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla
en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana
en vuestros corazones.
Como
quiera que entendamos las palabras leídas en estos estudios, cuidémonos de no pensar, como algunos han
pensado y afirmado, que las Sagradas Escrituras bastan por sí solas para
iluminar, convencer y convertir el alma, y que no hay necesidad del Santo
Espíritu. El fuego mismo debe ser aplicado por un agente para producir sus
efectos; y seguramente el martillo no puede romper la roca en pedazos, a menos
que lo empuñe un artesano hábil. Y sólo el Espíritu de Dios puede aplicarlo
así; porque la encontramos frecuentemente leída y frecuentemente hablada, sin
producir ningún efecto saludable. Y por esto mismo los verdaderos predicadores
de la palabra de Dios pueden ser distinguidos de los falsos, no comisionados;
los que corren, aunque no sean enviados, Jeremías
23:21 No envié yo aquellos profetas, pero ellos
corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. La palabra del que
tiene su comisión del cielo será como un fuego y como un martillo; los
pecadores serán convencidos y convertidos a Dios por ella. Pero los otros,
aunque roben la palabra de su prójimo, tomen prestado o roben un buen sermón,
sin embargo, en nada aprovechan al pueblo, porque Dios no los envió, Jeremías 23:32 He aquí Yo
estoy contra los que profetizan sueños falsos, dice YHVH, y los cuentan, y
extravían a mi pueblo con sus mentiras y su jactancia, porque Yo no los he
enviado ni les he dado orden, y ningún provecho han traído a este pueblo, dice
YHVH.; porque el poder de Dios en su ministerio no acompaña a la
palabra.
Hebreos 4; 12 Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón.
Este
versículo se ha escrito para mostrar que no podemos escapar de la atención de
Dios; que toda falta de sinceridad, incredulidad, hipocresía, será detectada
por él; y que ya que nuestros corazones están perfectamente abiertos ante él,
debemos ser sinceros y no debemos intentar engañarlo. El sentido es que la
verdad de Dios es omnipenetrante y escudriñadora, y que los verdaderos
pensamientos e intenciones del corazón saldrán a la luz, y que si hay falta de
sinceridad y autoengaño no hay esperanza de escapar. La idea aquí es que lo que “Dios había dicho”
es adecuado para detectar la hipocresía y poner al descubierto la verdadera
naturaleza de los sentimientos del alma, de modo que no pueda haber escape para
los culpables. Su “verdad” está adaptada para sacar a la luz los sentimientos
reales y mostrar al hombre exactamente lo que es. La verdad siempre tiene este poder, ya sea predicada, leída, comunicada
por conversación o impresa en la memoria y la conciencia por el Espíritu Santo.
No puede haber escapatoria de la aplicación penetrante y escrutadora de la
Palabra de Dios. Esa verdad tiene poder
para mostrar lo que es el hombre, y es como una espada penetrante que deja
abierto al hombre entero. La frase “la Palabra de Dios” aquí se puede
aplicar, por lo tanto, a la “verdad” de Dios, como sea que se la conozca a la
mente. De alguna manera sacará a relucir los verdaderos sentimientos y mostrará
lo que es el hombre. Su poder se ve en el despertar de la conciencia; alarmando
los miedos; poniendo al descubierto los sentimientos secretos del corazón, y
haciendo temblar al pecador con la aprensión del juicio venidero. Todos los
grandes cambios en el mundo moral para mejorar han sido causados por el poder
de la verdad. Son tales que la verdad en su propia naturaleza es adecuada para
llevar a cabo, y si podemos juzgar su poder por la grandeza de las revoluciones
producidas, ninguna palabra puede sobrestimar el poder de la verdad que Dios ha
revelado. La comparación de la Palabra de Dios con una espada o con una flecha,
está diseñada para mostrar su poder de penetrar el corazón; Eclesiastés_12:11, “Las
palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos clavados por los
maestres de asambleas;” Apocalipsis_1:16,
“En su diestra tenía siete estrellas, y de su boca
salía una espada aguda de doble filo, y su semblante era como cuando brilla el
sol en su fuerza;” Apocalipsis_2:12 Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: Esto dice el que
tiene la espada aguda de dos filos:, Apocalipsis_2:16
Por tanto, arrepiéntete, pues si no, iré a ti
pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.; Apocalipsis_19:15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las
naciones, y las regirá con vara de hierro. Él pisará el lagar del vino del
furor de la ira del Dios Todopoderoso. La idea es la de perforar o penetrar; y el
significado aquí es que la Palabra de Dios llega al “corazón”, el centro mismo
de la acción, y pone al descubierto los motivos y sentimientos del hombre. Era
común entre los antiguos tener una espada de dos filos. La espada romana se
fabricaba comúnmente de esta manera. El hecho de que tuviera dos filos hacía
que fuera más fácil de penetrar, así como de cortar con todos los sentidos.
Las
doctrinas de la fe, ilustradas con un lenguaje adecuado, son como clavos
clavados por cada palabra se hunde tan
profundamente en la mente, por la fuerza de la verdad contenida en ella, como
un clavo bien puntiagudo se clava en una tabla, cuando es impulsado por la
fuerza del martillo. El único pastor, para velar por que nada se pusiera en
manos de la gente que no fuera útil para leer; y que, cuando algún sabio daba
instrucciones públicas, un buen escriba se sentaba para anotar las palabras; y
luego el maestro examinó lo que había escrito, para ver que era recto, y que
las palabras eran doctrinas de verdad. Eran algo así como nuestros mecanógrafos;
pero la existencia de tales es poco más que una conjetura.
Después
de todo, lo que estaba escrito, las palabras de Dios, de las cuales instruían
al pueblo; el único Pastor, Dios Todopoderoso, de quien recibieron la autoridad
y la unción para predicar la verdad; y por la energía de cuyo Espíritu la
enseñanza celestial fue fijada en sus corazones, como un clavo bien clavado en
un buen trozo de madera. Así actúa en nosotros, sus hijos.
Sin
embargo los impíos van siempre en busca del gozo, y no lo encuentran: se afanan
y desazonan en su búsqueda, pero es en vano. Sus corazones se apartan del
Señor, buscan el gozo aquí abajo, donde no se encuentra; rechazan la sustancia y
con diligencia persiguen la sombra, la cual se burla de ellos. Es el decreto soberano del cielo que nada
puede hacer a los pecadores felices excepto Dios en Cristo; pero esto no
quieren creerlo, y por ello van de criatura en criatura, de una cisterna rota a
la otra, inquiriendo donde puede ser hallado verdadero gozo. Cada cosa mundana
que les atrae les dice: se encuentra en mí, pero pronto se ven decepcionados.
Sin embargo, siguen buscando hoy en la misma cosa que les decepcionó ayer. Si
después de muchas pruebas descubren el vacío de un objetivo de la palabra del
Señor: «El que bebe de esta agua volverá a tener sed». Yendo ahora al otro
extremo: hay algunos cristianos que
suponen que gozarse es pecado. No hay duda que muchos lectores se
sorprenderán de oír esto, pero que se alegren que ellos han sido criados en un
ambiente más soleado, y tengan paciencia mientras platicamos con otros que han
sido menos favorecidos. A algunos se les
ha enseñado que es una obligación el estar sombrío, no ya tanto por
inculcación directa, sino por implicación y con el ejemplo. Se imaginan que los sentimientos de gozo
son producidos por el demonio que se les aparece como un ángel de luz. Llegan a
la conclusión de que es casi una especie de maldad el ser feliz en un mundo de
pecado tal como éste en que se hallan. Creen
que es presunción gozarse en saber que su pecados han sido perdonados y si ven
a algunos cristianos jóvenes que lo hacen les dicen que no tardarán mucho en
estar anegándose en el Pantano del Desespero. A los tales con cariño les
instamos a que lean el resto del presente estudio considerándolo en oración. «Estad siempre gozosos» (1ª
Tesalonicenses 5:16). No puede haber peligro en hacer lo que Dios nos
manda. El Señor no ha prohibido el gozarse. ¡No! es Satán el que se esfuerza
por que colguemos las arpas. No hay ningún precepto en la Escritura que diga:
«Afligíos en el Señor siempre, y otra vez os digo que os aflijáis». En cambio
hay la exhortación que nos manda: (Salmo 33: l-12
¡Alegraos, oh justos, en YHVH! En los íntegros es hermosa la
alabanza. 2 Dad gracias a YHVH con arpa,
Cantadle con salterio y decacordio. 3
Cantadle cántico nuevo, ¡Hacedlo bien, tañendo con júbilo! 4 Pues recta es la palabra de YHVH, Y toda su
obra es con fidelidad. 5 Él ama la
rectitud y la justicia. De la misericordia de YHVH está llena la tierra. 6 Por la palabra de YHVH fueron hechos los
cielos, Y todas sus constelaciones por el aliento de su boca. 7 Él junta como montón las aguas del mar, Él
pone en depósitos los abismos. 8 ¡Tema a
YHVH toda la tierra! ¡Tiemblen delante de Él todos los habitantes del mundo!
9 Porque Él dijo y se hizo, Él ordenó y
se cumplió. 10 YHVH hace nulo el consejo
de las naciones, Y frustra los planes de los pueblos. 11 El consejo de YHVH permanece para siempre, Y
los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. 12 ¡Cuán bienaventurada es la nación cuyo Dios
es YHVH! El pueblo que Él escogió para su propia heredad.).
Lector,
si eres un cristiano real (y ya es hora
de que te hayas puesto a prueba por la Escritura y hayas aclarado este punto),
entonces Cristo es tuyo, y todo lo suyo es tuyo. Te manda: « ¡He venido a mi huerto, oh hermana mía y esposa mía; He
recogido mi mirra con mi bálsamo, He comido mi panal con mi miel; He bebido mi
vino con mi leche! ¡Comed, amigos! ¡Bebed y embriagaos, oh amados! » (Cantares 5:1): el único pecado que podéis cometer
contra su banquete de amor es retraeros e inhibiros. « ¿Por
qué gastáis dinero en lo que no es pan, Y vuestro esfuerzo en lo que no sacia? ¡Oídme atentamente y comed lo bueno, Y deléitense vuestras
almas con manjares! » (Isaías 55:2)
se dice no sólo de los santos en el cielo sino de los que están aún en la
tierra.
Debemos regocijarnos de tener tal Salvador.
La gente en todas partes ha sentido la necesidad de un Salvador, y para
nosotros debería ser motivo de gozo sincero que se nos haya proporcionado uno,
a Jesucristo. Cuando pensamos en nuestros pecados, ahora podemos regocijarnos
de que hay Alguien que puede librarnos de ellos; cuando pensamos en el valor
del alma, podemos regocijarnos de que hay Alguien que puede salvarla de la
muerte; cuando pensamos en nuestro peligro, podemos regocijarnos de que hay Alguien
que puede rescatarnos de todo peligro y llevarnos a un mundo donde estaremos
seguros para siempre.
Podemos regocijarnos de tener tal
Salvador. Él es tal como lo necesitamos. Él logra
exactamente lo que queremos que haga un Salvador. Necesitamos que nos dé
a conocer una forma de perdón, y Jesucristo lo hace. Necesitamos uno para hacer
una expiación por el pecado, y Él lo hace. Necesitamos que uno nos dé paz de
una conciencia atribulada, y Él lo hace. Necesitamos uno que nos apoye en las
pruebas y duelos, y Él lo hace. Necesitamos a Alguien que pueda consolarnos en
el lecho de muerte y guiarnos a través del valle oscuro, y el Señor Jesús es
justo lo que queremos. Cuando miramos su carácter, es tal como debe ser para
conquistar nuestros corazones y hacer que lo amemos; y cuando miramos lo que ha
hecho, vemos que ha logrado todo lo que podemos desear, y ¿por qué no
deberíamos regocijarnos?
Podemos y debemos regocijarnos en
el Señor Jesús. El
gozo principal del verdadero cristiano debe estar en el Señor. Debe
encontrar su felicidad no en las riquezas, ni en la alegría, ni en la vanidad,
ni en la ambición, ni en los libros, ni en el mundo en ninguna forma, sino en la comunión con el Señor Jesús, y en la
esperanza de la vida eterna a través de Él. En su amistad, y en su
servicio, debe ser el mayor de nuestros gozos, y en estos siempre podemos ser
felices. Por lo
tanto, es privilegio de un cristiano regocijarse. Tiene más fuentes
de alegría que cualquier otro hombre, fuentes que no fallan cuando todas las
demás fallan. La fe en Jesucristo no es
tristeza ni melancolía, es alegría; y el cristiano nunca debe dejar la
impresión en los demás de que su fe lo vuelve melancólico o malhumorado. Un
semblante alegre, un ojo de benignidad, una conversación agradable y amable,
siempre debe evidenciar el gozo de su corazón, y en todo su contacto con el
mundo que lo rodea insinúa que debe mostrar que su corazón está lleno de gozo.
Esto
nos conduce a decir:
1. Nos beneficiamos de
la Escritura cuando nos damos cuenta de que el gozo es un deber.
« ¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo diré:
¡Regocijaos! (Filipenses 4:4). La
Sagrada Escritura habla aquí de regocijarse como un deber personal, presente y
permanente para el pueblo de Dios. El Señor no nos ha dejado a nosotros el que
escojamos si queremos estar contentos o tristes, sino que ha hecho de la
felicidad algo imperativo. Es
el privilegio de los cristianos hacer esto, no en ciertos períodos y en
intervalos distantes, sino que en todo momento pueden regocijarse de que hay un
Dios y Salvador; pueden regocijarse en el carácter, la ley y el gobierno de
Dios, en sus promesas y en comunión con él. El cristiano, por tanto, puede y
debe ser siempre un hombre feliz. Si todo lo demás cambia, el Señor no cambia;
si las fuentes de todo otro gozo están secas, esto no sucede; y no hay un
momento en la vida de un cristiano en el que no pueda encontrar gozo en el
carácter, la ley y las promesas de Dios. El
no regocijarse es un pecado de omisión. La próxima vez que encuentres un
creyente radiante no se lo eches en cara, tú, habitante del Castillo de la
Duda; al contrario, tú mismo tienes que vapulearte: en vez de estar dispuesto a
poner en duda la fuente divina de la alegría del otro, júzgate a ti mismo por
tu estado luctuoso. No es carnal el gozo
que te instamos a que disfrutes, por lo cual se quiere decir que no procede de
fuentes carnales. Es inútil buscar el gozo en las riquezas terrenas, porque
con frecuencia extienden las alas y se alejan. Algunos buscan su gozo en el
círculo de familia, pero esto permanece sólo durante unos pocos años. No, si
queremos «gozarnos siempre» debemos hacerlo en un objeto que sea permanente. No
nos referimos a un gozo fanático. Hay algunos con naturalezas hábiles a la
emoción que son sólo felices cuando se hallan excitados; pero, la reacción es
terrible. No, aquí se trata de un
deleite del corazón en Dios mismo, inteligente, sobrio, firme. Pero, repetimos «Gozaos en el Señor» es un
mandato divino, y la obediencia, en gran parte, se encuentra en nuestro poder.
Y soy
responsable del control de mis emociones. Es verdad que no puedo
evitar estar triste en presencia de pensamientos que causan tristeza, pero
puedo rehusar a la mente el entretenerlos, hasta cierto punto. Puedo verter
hacia afuera mi corazón para hallar alivio en el Señor, y poner mi carga sobre
El. Puedo buscar su gracia para meditar en su bondad, sus promesas, el glorioso
futuro que me aguarda. Y puedo decidir si puedo salir y estar bajo la luz, o
esconderme en la sombra. El no regocijarse en el Señor es más que una
desgracia, es una falta que tenemos que confesar y suprimir.
2. Nos beneficiamos de
la Palabra cuando aprendemos el secreto del verdadero gozo.
Este secreto se revela en 1ª Juan 1:3-4: «
Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que también
vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es
con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4
Y estas cosas os escribimos
para que nuestro gozo sea completo.» Cuando consideramos
lo insignificante que es nuestra comunión con Dios, lo superficial que es, no
es de maravillarse que tantos cristianos carezcan de gozo. A veces cantamos:
«Día feliz en que escogí servir a mi Señor y Dios. ¡Mi corazón debe sentir y
publicar su eterno amor!» Sí, pero esta felicidad debe ser mantenida como una
ocupación permanente del corazón y la mente con Cristo. Sólo donde hay mucha fe y el amor que le sigue hay también mucho gozo.
«Gozaos en el Señor siempre.» No hay otro objetivo en el cual nos podamos
regocijar «siempre». Todo lo demás varía y es inconstante. Lo que nos complace
hoy palidece mañana. Pero, el Señor
es siempre el mismo, y podemos regocijar nos en El en los períodos de
adversidad lo mismo que en la prosperidad. Podemos añadir a esto el
versículo siguiente: «Vuestra mesura sea conocida de
todos los hombres. El Señor está cerca» (Filipenses
4:5). Sed templados en relación
con las cosas externas; no os dejéis llevar por aquellas que son más
placenteras, ni tampoco sentiros abrumados cuando son desagradables. No os
exaltéis cuando el mundo os sonríe ni perdáis ánimo cuando frunce el ceño.
Mantened una indiferencia estoica a las comodidades externas; ¿por qué hay que
estar tan ocupado con estas cosas cuando el mismo Señor está «a la mano»? Si la
persecución es violenta, las pérdidas temporales gravosas, el Señor está cerca,
Él es « Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las
tribulaciones.» (Salmo 46: l),
dispuesto a ayudarnos y socorrernos si nos echamos en su regazo. El cuidará de
nosotros, para que no estemos « Por nada
estéis angustiados, antes bien, por la oración y
la súplica, en todo sean conocidas ante Dios vuestras peticiones con acción de
gracias,
» (Filipenses 4:6). Las personas mundanas
están atosigadas por los cuidados como la madera por la carcoma, pero no ha de
ser así para el cristiano. « Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea completo. » (Juan
15:1l). Cuando meditamos en estas preciosas palabras de Cristo y las
atesoramos en el corazón, no pueden por menos de producir gozo. Un corazón que
se regocija es el resultado en un conocimiento creciente del amor y verdad de
Jesucristo. « Fueron halladas tus palabras, y yo las
comí; Y tu Palabra fue para mí el gozo y la alegría de mi corazón, Porque tu
Nombre es invocado sobre mí, ¡Oh YHVH, ’Elohim Sebaot!.» (Jeremías 15:16). Sí, es al alimentarnos de las
palabras del Señor que el alma se refuerza, y regocija, y la hace cantar y
alegrarse en el corazón. « Entonces entraré al Altar
de Dios, al Dios que es la alegría de mi gozo, Y te alabaré con el decacordio,
Oh ’Elohim, Dios mío. » (Salmos 43:4). Como dijo Spurgeon: «Los creyentes deberían acercarse a Cristo
con exultación, porque Él es más de lo que era el altar para el Salmista. Una
luz más clara debería dar mayor intensidad de deseo. No era por el altar en sí
que se interesaba David, porque no era creyente que siguiera las tendencias
paganas del ritualismo: su alma deseaba comunión espiritual, comunión con Dios
mismo en verdad. ¿Para qué sirven todos los ritos del culto a menos que el
Señor se halle en él? ¿Qué son, en realidad sino cáscaras vacías? ¡Notemos el
santo entusiasmo con que David contempla al Señor! No es sólo su gozo, es su
gozo en alto grado; no sólo es su fuente de gozo, el dador del gozo, el
sostenedor del gozo, es el "gozo mismo". Mi alegría y mi gozo, es
decir, el alma, la esencia, las mismas entrañas de mi gozo.» « Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya fruto, Aunque
engañe el producto del olivo Y los campos no produzcan alimento, Aunque se
acaben las ovejas del redil Y no haya vacas en los establos, 18 Con todo, yo me alegraré en YHVH Y me gozaré
en el Dios de mi salvación.» (Habacuc
3:17,18). Esto es algo que la persona mundana no conoce; ¡y por
desgracia, es una experiencia extraña también a muchos cristianos profesos! Es en Dios que tenemos la fuente de nuestro
gozo espiritual y permanente; es de El que fluya. Esto lo reconocía desde
muy antiguo la iglesia cuando decía: « Entonces los
que cantan y los que danzan dirán: ¡Todas mis fuentes están en ti!
». (Salmo 87:7). ¡Feliz el alma que ha
aprendido este secreto!
3. Nos beneficiamos de
la Palabra cuando nos enseña el gran valor del gozo.
El gozo es para el alma lo que las alas para el pájaro, que le permiten volar
por encima de la superficie de la tierra. Esto lo pone claro Nehemías 8: 10: « Luego
les dijo: ¡Id, comed ricos manjares y bebed, y enviad porciones al que nada
tiene preparado, porque hoy es día santo para nuestro Señor! ¡No os
entristezcáis, porque el gozo de YHVH es vuestra fortaleza!».
Los días de Nehemías marcaron un cambio de rumbo en la historia de Israel.
Había sido liberado un remanente del pueblo, cautivo en Babilonia, y había
regresado a Palestina. La Ley, que había sido prácticamente desconocida por los
exiliados, ahora volvía a ser establecida como la regla de la comunidad
recientemente formada. Había un recuerdo vivo de los muchos pecados del pasado,
y las lágrimas, como es natural, se mezclaban con el agradecimiento de que
volvieran a ser una nación, teniendo un cultivo divino y una Ley divina en
medio de ellos. Su caudillo, conociendo muy bien que si el espíritu del pueblo
empezaba a flaquear no podían hacer frente a las dificultades de su posición y
vencerlas, les dijo: «Este es un día santo a Jehová nuestro Dios; no os
entristezcáis ni lloréis; (porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de
la Ley). Luego les dijo: ¡Id, comed ricos manjares y bebed, y enviad porciones
al que nada tiene preparado, porque hoy es día santo para nuestro Señor! ¡No os
entristezcáis, porque el gozo de YHVH es vuestra fortaleza!.» La confesión del
pecado y el lamentarse por el mismo tienen su lugar, y la comunión con Dios no
puede ser mantenida sin ellos. Sin embargo, cuando ha tenido lugar el verdadero arrepentimiento, y las cosas han
sido puestas en orden con Dios, hemos de olvidar « Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado, pero una cosa hago,
olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome a las que están
delante,
» (Filipenses 3:13). Y hemos de seguir
adelante con alegría y gozo en nuestro corazón. ¡Cuán pesados son los pasos de
aquel que se acerca al lugar en que se encuentra un amado que yace en la fría
muerte! ¡Cuán enérgicos son los movimientos del que se apresura al encuentro de
la esposa! Las lamentaciones nos hacen poco aptos para las batallas de la vida.
Donde hay falta de esperanza ya no hay pronto poder para la obediencia. Si no hay gozo
no puede haber adoración.
Queridos
lectores, hay tareas que deben ser ejecutadas, servicios que hay que rendir,
tentaciones a vencer, batallas que ganar; y
nosotros nos hallamos en forma para atacar esta tarea sólo si nuestros
corazones se regocijan en el Señor. Si nuestras almas descansan en Cristo,
si nuestros corazones están llenos de alegría sosegada, nuestro trabajo será
fácil, los deberes agradables, la pena tolerable, la resistencia posible. Ni
los recuerdos contritos de los errores pasados, ni las resoluciones vehementes
bastarán a llevarnos a la victoria. Si el brazo ha de dar golpes vigorosos,
debe darlos impulsado por un corazón alegre. Del Señor mismo se dice: « puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual,
por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio,
se ha sentado a la diestra del trono de Dios.» (Hebreos 12:2).
4. Nos beneficiamos de
la Palabra cuando nos fijamos en la raíz del gozo.
La fuente del gozo es la fe: « Así el Dios de esperanza
os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en la esperanza por
el poder del Espíritu Santo. ». (Romanos
15:13). Hay una maravillosa provisión en el Evangelio tanto por lo que
nos proporciona a nosotros como por lo que quita de nosotros, en cuanto a calma
y ardor en el corazón del cristiano. Quita la carga de la culpa, al
hablar palabras de paz a la conciencia abatida. Quita el terror de Dios y de
la muerte que pesa en el alma que está bajo condenación. Nos da a Dios
mismo como porción del corazón, como objeto de nuestra comunión. El Evangelio obra gozo, porque el alma
está en paz con Dios. Pero, estas bendiciones pasan a ser nuestras sólo
por medio de una apropiación personal. La fe debe recibirlas y, cuando lo hace,
el corazón se llena de paz y gozo. Y el secreto de un gozo sostenido es
mantener abierto el cauce, para que continúe como empezó. Es la incredulidad la
que atasca el cauce. Si hay tan poco calor aplicado a la base del termómetro no
es de extrañar que el mercurio indique un grado baje de temperatura. Si hay una fe débil, el gozo no puede ser
fuerte. Debemos orar diariamente para obtener una nueva comprensión de la
maravilla que es el Evangelio, una nueva apropiación de su bendito contenido; y
entonces habrá una renovación de nuestro gozo.
5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando
tenemos cuidado de mantener nuestro gozo. El «gozo en el Espíritu Santo» es algo por completo
distinto de la efervescencia natural del espíritu Es el producto del Consolador morando en nuestros
corazones, revelándonos a Cristo, respondiendo a toda nuestra necesidad de
perdón y purificación, y poniéndonos en paz con Dios; y formando a Cristo en
nosotros, de modo que El reine en nuestras almas y nos sujete a su control.
No hay circunstancias de pruebas o tentaciones en las cuales tengamos que
abstenernos del gozo, porque la orden es: «Gozaos
en el Señor siempre». El que nos dio esta orden conoce a fondo el lado
sombrío de nuestras vidas, los pecados y aflicciones que nos acosan, la «mucha
tribulación», por la que hemos de pasar para entrar en el reino de Dios. La
alegría natural se desvanece cuando aparecen las pruebas y dificultades, los
sufrimientos de la vida no son compatibles con ella. Pronto muere cuando
perdemos los amigos o la salud. Pero el gozo al que se nos exhorta no está
limitado a ningún grupo de circunstancias o tipo de temperamento; ni fluctúa
con nuestro humor o nuestra fortuna. La naturaleza puede hacer valer sus
derechos en todos sus súbditos. Incluso Jesús lloró ante la tumba de Lázaro.
Sin embargo, podemos exclamar con Pablo: « como
entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos;
como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo.» (2ª Corintios 6: 10). El cristiano puede estar
cargado con graves responsabilidades, su vida puede tener fracasos y más
fracasos, sus planes pueden ser hechos añicos y sus esperanzas marchitarse, la
tumba puede cerrarse sobre sus amados, amados que eran su alegría y dulzura, y
con todo, bajo todas estas penas y aflicciones, el Señor todavía la manda que
se goce. He ahí a los apóstoles en la prisión de Filipos, en el calabozo más
profundo, con los pies en el cepo, sus espaldas sangrando de los azotes
salvajes que habían recibido. ¿En qué se ocupaban? En lamentarse y gemir. ¡No!
A medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios (Hechos 16:25 Pero hacia la
medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los
presos escuchaban.). No había pecado
en sus vidas, eran obedientes, y por ello el Espíritu Santo tenía libertad para
ofrecerles las riquezas de Cristo de las que su corazón estaba rebosando. Si
hemos de mantener el gozo, hemos de abstenernos de agraviar al Espíritu Santo.
Cuando Cristo reina supremo en el corazón, el gozo lo llena. Cuando Él es el Señor de todo deseo, la Fuente de todo motivo, el
Subyugador de toda concupiscencia, entonces habrá gozo en el corazón y alabanza
en los labios. La posesión de esto implica el tomar la cruz a cada
hora del día; Dios ha ordenado las cosas de tal forma que no podemos tener lo
uno sin lo otro. El sacrificio personal, el «cortar la mano derecha, o sacar el
ojo derecho», según la figura de Cristo, son las avenidas por las que el
Espíritu entra en el alma trayendo con El los gozos de Dios: su sonrisa de
aprobación y la seguridad de su amor y presencia permanente. Mucho depende
también del espíritu con que hacemos frente al mundo cada día. Si esperamos que
se nos acaricie, la decepción no tardará en llegar. Si deseamos que ministren a
nuestro orgullo, pronto nos sentiremos abatidos. El secreto de la felicidad es el olvidarnos de nosotros mismos y el
ministrar a la felicidad de los otros. «Más bienaventurada cosa es dar que
recibir.» De modo que hay más felicidad en ministrar a los otros que en ser
servido por ellos.
6. Nos beneficiamos de la Palabra cuando somos
vigilantes en evitar los obstáculos al gozo.
¿Por qué muchos cristianos tienen tan poco gozo? ¿No son todos ellos hijos de
la luz y del día? El término «luz» que se usa con tanta frecuencia en las
Escrituras, nos describe la naturaleza de Dios, nuestras relaciones con El y
nuestro futuro destino, es altamente sugestivo de gozo y alegría. ¿Qué otra
cosa en la naturaleza es tan beneficiosa y hermosa como la luz? « Éste es el mensaje que hemos oído de Él y os anunciamos: Dios es
luz, y en Él no hay ninguna tiniebla. » (1ª Juan 1: 5). Es sólo cuando andamos con Dios, en
la luz, que nuestro corazón puede sentirse verdaderamente gozoso. Es el
permitir voluntariamente cosas que entorpecen nuestra comunión con El que
enfría y oscurece nuestras almas. Es la indulgencia de la carne, el
confraternizar con el mundo, el entrar por sendas prohibidas, que harán,
marchitar nuestras vidas espirituales y nos privarán del gozo. David tuvo que
exclamar: « ¡Restitúyeme el gozo de tu salvación, Y un
espíritu noble me sustente! » (Salmo
51:12). Había aflojado, se había vuelto indulgente. Se había presentado
la tentación y no la había podido resistir. Cedió y un pecado acarreó otro. Se
había apartado, había perdido contacto con Dios. El pecado no confesado
gravitaba pesadamente en su conciencia. Oh, hermanos y hermanas, si hemos de
ser librados de caídas semejantes, si no hemos de perder nuestro gozo, hemos de
negar nuestro yo, los afectos y conscupiscencias de la carne deben ser
crucificadas. Hemos de estar siempre alerta contra la tentación. Hemos
de pasar mucho tiempo de rodillas. Hemos
de beber con frecuencia en la Fuente de agua viva. Hemos de permanecer en la
presencia del Señor.
7. Nos beneficiamos de
la Palabra, cuando mantenemos un equilibrio entre el gozo y la pena.
Si la fe del cristiano tiene una decidida aptitud para producir gozo, tiene
también una tendencia igual a producir aflicción: una aflicción que es solemne,
varonil, noble. « como entristecidos, pero
siempre gozosos; como pobres, pero
enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo»
(2ª Corintios 6:10) es la regla de la vida
del cristiano. Si la fe proyecta su luz sobre nuestra condición, nuestra
naturaleza, nuestros pecados, la aflicción ha de ser uno de los efectos
resultantes. No hay nada más despreciable en sí, no hay peor marca de
superficialidad en el carácter que una alegría sin matices, irresponsable, que
no descansa en fundamentos de aflicción profunda, paciente; aflicción porque
sabemos lo que somos y lo que deberíamos ser; pena porque al mirar
alrededor nuestro vemos el fuego del infierno, detrás del jolgorio y
algazara prevalecientes, y sabemos a dónde va a parar todo esto, hacia dónde se
dirigen los que se divierten en ella. El que estaba ungido con el óleo del gozo
« Has amado la justicia y aborrecido la impiedad, Por eso te ungió
’Elohim, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
» (Salmo 45:7), fue también el «varón de
dolores, experimentado en quebrantos». Y los dos aspectos de su carácter (en
cierta medida) se repiten en las operaciones del Evangelio sobre cada corazón
que le recibe. Y si, por una parte, a causa de los temores de que nos libra y
de las esperanzas que nos inspira, y la comunión a que nos introduce, somos
ungidos con el óleo de la alegría; por otra parte, a ' causa del sentimiento
que nos produce de nuestra ruindad, y el conflicto que sentimos entre la carne y
el Espíritu, hay infundida en nosotros tristeza, de la cual es muestra la
expresión: « ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de
este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24).
Las dos, tristeza y alegría, no son contradictorias, sino complementarias. El
Cordero Pascual debe ser comido con « Y aquella
noche comerán la carne asada al fuego con panes sin levadura; con hierbas
amargas lo comerán. » (Exodo
12:8).
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