} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (14)

sábado, 12 de marzo de 2022

BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (14)

 

 

Jeremías  23:29  ¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

Colosenses 3:16  La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales

2 Timoteo 3; 16-17

 16  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Hebreos 4; 12

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

2ª Pedro 1; 19 Y tenemos algo más firme, la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro hasta que amanezca el día y se levante el lucero de la mañana en vuestros corazones.

 

         Como quiera que entendamos las palabras leídas en estos estudios,  cuidémonos de no pensar, como algunos han pensado y afirmado, que las Sagradas Escrituras bastan por sí solas para iluminar, convencer y convertir el alma, y ​​que no hay necesidad del Santo Espíritu. El fuego mismo debe ser aplicado por un agente para producir sus efectos; y seguramente el martillo no puede romper la roca en pedazos, a menos que lo empuñe un artesano hábil. Y sólo el Espíritu de Dios puede aplicarlo así; porque la encontramos frecuentemente leída y frecuentemente hablada, sin producir ningún efecto saludable. Y por esto mismo los verdaderos predicadores de la palabra de Dios pueden ser distinguidos de los falsos, no comisionados; los que corren, aunque no sean enviados, Jeremías 23:21 No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban. La palabra del que tiene su comisión del cielo será como un fuego y como un martillo; los pecadores serán convencidos y convertidos a Dios por ella. Pero los otros, aunque roben la palabra de su prójimo, tomen prestado o roben un buen sermón, sin embargo, en nada aprovechan al pueblo, porque Dios no los envió, Jeremías 23:32 He aquí Yo estoy contra los que profetizan sueños falsos, dice YHVH, y los cuentan, y extravían a mi pueblo con sus mentiras y su jactancia, porque Yo no los he enviado ni les he dado orden, y ningún provecho han traído a este pueblo, dice YHVH.; porque el poder de Dios en su ministerio no acompaña a la palabra.

Hebreos 4; 12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Este versículo se ha escrito para mostrar que no podemos escapar de la atención de Dios; que toda falta de sinceridad, incredulidad, hipocresía, será detectada por él; y que ya que nuestros corazones están perfectamente abiertos ante él, debemos ser sinceros y no debemos intentar engañarlo. El sentido es que la verdad de Dios es omnipenetrante y escudriñadora, y que los verdaderos pensamientos e intenciones del corazón saldrán a la luz, y que si hay falta de sinceridad y autoengaño no hay esperanza de escapar.  La idea aquí es que lo que “Dios había dicho” es adecuado para detectar la hipocresía y poner al descubierto la verdadera naturaleza de los sentimientos del alma, de modo que no pueda haber escape para los culpables. Su “verdad” está adaptada para sacar a la luz los sentimientos reales y mostrar al hombre exactamente lo que es. La verdad siempre tiene este poder, ya sea predicada, leída, comunicada por conversación o impresa en la memoria y la conciencia por el Espíritu Santo. No puede haber escapatoria de la aplicación penetrante y escrutadora de la Palabra de Dios. Esa verdad tiene poder para mostrar lo que es el hombre, y es como una espada penetrante que deja abierto al hombre entero. La frase “la Palabra de Dios” aquí se puede aplicar, por lo tanto, a la “verdad” de Dios, como sea que se la conozca a la mente. De alguna manera sacará a relucir los verdaderos sentimientos y mostrará lo que es el hombre. Su poder se ve en el despertar de la conciencia; alarmando los miedos; poniendo al descubierto los sentimientos secretos del corazón, y haciendo temblar al pecador con la aprensión del juicio venidero. Todos los grandes cambios en el mundo moral para mejorar han sido causados ​​por el poder de la verdad. Son tales que la verdad en su propia naturaleza es adecuada para llevar a cabo, y si podemos juzgar su poder por la grandeza de las revoluciones producidas, ninguna palabra puede sobrestimar el poder de la verdad que Dios ha revelado. La comparación de la Palabra de Dios con una espada o con una flecha, está diseñada para mostrar su poder de penetrar el corazón; Eclesiastés_12:11, “Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos clavados por los maestres de asambleas;”     Apocalipsis_1:16, “En su diestra tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de doble filo, y su semblante era como cuando brilla el sol en su fuerza;” Apocalipsis_2:12 Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos:, Apocalipsis_2:16 Por tanto, arrepiéntete, pues si no, iré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.; Apocalipsis_19:15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro. Él pisará el lagar del vino del furor de la ira del Dios Todopoderoso.  La idea es la de perforar o penetrar; y el significado aquí es que la Palabra de Dios llega al “corazón”, el centro mismo de la acción, y pone al descubierto los motivos y sentimientos del hombre. Era común entre los antiguos tener una espada de dos filos. La espada romana se fabricaba comúnmente de esta manera. El hecho de que tuviera dos filos hacía que fuera más fácil de penetrar, así como de cortar con todos los sentidos.

Las doctrinas de la fe, ilustradas con un lenguaje adecuado, son como clavos clavados por  cada palabra se hunde tan profundamente en la mente, por la fuerza de la verdad contenida en ella, como un clavo bien puntiagudo se clava en una tabla, cuando es impulsado por la fuerza del martillo. El único pastor, para velar por que nada se pusiera en manos de la gente que no fuera útil para leer; y que, cuando algún sabio daba instrucciones públicas, un buen escriba se sentaba para anotar las palabras; y luego el maestro examinó lo que había escrito, para ver que era recto, y que las palabras eran doctrinas de verdad. Eran algo así como nuestros mecanógrafos; pero la existencia de tales es poco más que una conjetura.

Después de todo, lo que estaba escrito, las palabras de Dios, de las cuales instruían al pueblo; el único Pastor, Dios Todopoderoso, de quien recibieron la autoridad y la unción para predicar la verdad; y por la energía de cuyo Espíritu la enseñanza celestial fue fijada en sus corazones, como un clavo bien clavado en un buen trozo de madera. Así actúa en nosotros, sus hijos.

Sin embargo los impíos van siempre en busca del gozo, y no lo encuentran: se afanan y desazonan en su búsqueda, pero es en vano. Sus corazones se apartan del Señor, buscan el gozo aquí abajo, donde no se encuentra; rechazan la sustancia y con diligencia persiguen la sombra, la cual se burla de ellos. Es el decreto soberano del cielo que nada puede hacer a los pecadores felices excepto Dios en Cristo; pero esto no quieren creerlo, y por ello van de criatura en criatura, de una cisterna rota a la otra, inquiriendo donde puede ser hallado verdadero gozo. Cada cosa mundana que les atrae les dice: se encuentra en mí, pero pronto se ven decepcionados. Sin embargo, siguen buscando hoy en la misma cosa que les decepcionó ayer. Si después de muchas pruebas descubren el vacío de un objetivo de la palabra del Señor: «El que bebe de esta agua volverá a tener sed». Yendo ahora al otro extremo: hay algunos cristianos que suponen que gozarse es pecado. No hay duda que muchos lectores se sorprenderán de oír esto, pero que se alegren que ellos han sido criados en un ambiente más soleado, y tengan paciencia mientras platicamos con otros que han sido menos favorecidos. A algunos se les ha enseñado que es una obligación el estar sombrío, no ya tanto por inculcación directa, sino por implicación y con el ejemplo. Se imaginan que los sentimientos de gozo son producidos por el demonio que se les aparece como un ángel de luz. Llegan a la conclusión de que es casi una especie de maldad el ser feliz en un mundo de pecado tal como éste en que se hallan. Creen que es presunción gozarse en saber que su pecados han sido perdonados y si ven a algunos cristianos jóvenes que lo hacen les dicen que no tardarán mucho en estar anegándose en el Pantano del Desespero. A los tales con cariño les instamos a que lean el resto del presente estudio considerándolo en oración. «Estad siempre gozosos» (1ª Tesalonicenses 5:16). No puede haber peligro en hacer lo que Dios nos manda. El Señor no ha prohibido el gozarse. ¡No! es Satán el que se esfuerza por que colguemos las arpas. No hay ningún precepto en la Escritura que diga: «Afligíos en el Señor siempre, y otra vez os digo que os aflijáis». En cambio hay la exhortación que nos manda: (Salmo 33: l-12 ¡Alegraos, oh justos, en YHVH! En los íntegros es hermosa la alabanza. 2  Dad gracias a YHVH con arpa, Cantadle con salterio y decacordio. 3  Cantadle cántico nuevo, ¡Hacedlo bien, tañendo con júbilo! 4  Pues recta es la palabra de YHVH, Y toda su obra es con fidelidad. 5  Él ama la rectitud y la justicia. De la misericordia de YHVH está llena la tierra. 6  Por la palabra de YHVH fueron hechos los cielos, Y todas sus constelaciones por el aliento de su boca. 7  Él junta como montón las aguas del mar, Él pone en depósitos los abismos. 8  ¡Tema a YHVH toda la tierra! ¡Tiemblen delante de Él todos los habitantes del mundo! 9  Porque Él dijo y se hizo, Él ordenó y se cumplió. 10  YHVH hace nulo el consejo de las naciones, Y frustra los planes de los pueblos. 11  El consejo de YHVH permanece para siempre, Y los pensamientos de su corazón por todas las generaciones. 12  ¡Cuán bienaventurada es la nación cuyo Dios es YHVH! El pueblo que Él escogió para su propia heredad.).

Lector, si eres un cristiano real (y ya es hora de que te hayas puesto a prueba por la Escritura y hayas aclarado este punto), entonces Cristo es tuyo, y todo lo suyo es tuyo. Te manda: « ¡He venido a mi huerto, oh hermana mía y esposa mía; He recogido mi mirra con mi bálsamo, He comido mi panal con mi miel; He bebido mi vino con mi leche! ¡Comed, amigos! ¡Bebed y embriagaos, oh amados! » (Cantares 5:1): el único pecado que podéis cometer contra su banquete de amor es retraeros e inhibiros. « ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, Y vuestro esfuerzo en lo que no sacia? ¡Oídme atentamente y comed lo bueno, Y deléitense vuestras almas con manjares! » (Isaías 55:2) se dice no sólo de los santos en el cielo sino de los que están aún en la tierra.

  Debemos regocijarnos de tener tal Salvador. La gente en todas partes ha sentido la necesidad de un Salvador, y para nosotros debería ser motivo de gozo sincero que se nos haya proporcionado uno, a Jesucristo. Cuando pensamos en nuestros pecados, ahora podemos regocijarnos de que hay Alguien que puede librarnos de ellos; cuando pensamos en el valor del alma, podemos regocijarnos de que hay Alguien que puede salvarla de la muerte; cuando pensamos en nuestro peligro, podemos regocijarnos de que hay Alguien que puede rescatarnos de todo peligro y llevarnos a un mundo donde estaremos seguros para siempre.

Podemos regocijarnos de tener tal Salvador. Él es tal como lo necesitamos. Él logra exactamente lo que queremos que haga un Salvador. Necesitamos que   nos dé a conocer una forma de perdón, y Jesucristo lo hace. Necesitamos uno para hacer una expiación por el pecado, y Él lo hace. Necesitamos que uno nos dé paz de una conciencia atribulada, y Él lo hace. Necesitamos uno que nos apoye en las pruebas y duelos, y Él lo hace. Necesitamos a Alguien que pueda consolarnos en el lecho de muerte y guiarnos a través del valle oscuro, y el Señor Jesús es justo lo que queremos. Cuando miramos su carácter, es tal como debe ser para conquistar nuestros corazones y hacer que lo amemos; y cuando miramos lo que ha hecho, vemos que ha logrado todo lo que podemos desear, y ¿por qué no deberíamos regocijarnos?

Podemos y debemos regocijarnos en el Señor Jesús. El gozo principal del verdadero cristiano debe estar en el Señor. Debe encontrar su felicidad no en las riquezas, ni en la alegría, ni en la vanidad, ni en la ambición, ni en los libros, ni en el mundo en ninguna forma, sino en la comunión con el Señor Jesús, y en la esperanza de la vida eterna a través de Él. En su amistad, y en su servicio, debe ser el mayor de nuestros gozos, y en estos siempre podemos ser felices. Por lo tanto, es privilegio de un cristiano regocijarse. Tiene más fuentes de alegría que cualquier otro hombre, fuentes que no fallan cuando todas las demás fallan. La fe en Jesucristo no es tristeza ni melancolía, es alegría; y el cristiano nunca debe dejar la impresión en los demás de que su fe lo vuelve melancólico o malhumorado. Un semblante alegre, un ojo de benignidad, una conversación agradable y amable, siempre debe evidenciar el gozo de su corazón, y en todo su contacto con el mundo que lo rodea insinúa que debe mostrar que su corazón está lleno de gozo.

 Esto nos conduce a decir:

1. Nos beneficiamos de la Escritura cuando nos damos cuenta de que el gozo es un deber. « ¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo diré: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4). La Sagrada Escritura habla aquí de regocijarse como un deber personal, presente y permanente para el pueblo de Dios. El Señor no nos ha dejado a nosotros el que escojamos si queremos estar contentos o tristes, sino que ha hecho de la felicidad algo imperativo.  Es el privilegio de los cristianos hacer esto, no en ciertos períodos y en intervalos distantes, sino que en todo momento pueden regocijarse de que hay un Dios y Salvador; pueden regocijarse en el carácter, la ley y el gobierno de Dios, en sus promesas y en comunión con él. El cristiano, por tanto, puede y debe ser siempre un hombre feliz. Si todo lo demás cambia, el Señor no cambia; si las fuentes de todo otro gozo están secas, esto no sucede; y no hay un momento en la vida de un cristiano en el que no pueda encontrar gozo en el carácter, la ley y las promesas de Dios. El no regocijarse es un pecado de omisión. La próxima vez que encuentres un creyente radiante no se lo eches en cara, tú, habitante del Castillo de la Duda; al contrario, tú mismo tienes que vapulearte: en vez de estar dispuesto a poner en duda la fuente divina de la alegría del otro, júzgate a ti mismo por tu estado luctuoso. No es carnal el gozo que te instamos a que disfrutes, por lo cual se quiere decir que no procede de fuentes carnales. Es inútil buscar el gozo en las riquezas terrenas, porque con frecuencia extienden las alas y se alejan. Algunos buscan su gozo en el círculo de familia, pero esto permanece sólo durante unos pocos años. No, si queremos «gozarnos siempre» debemos hacerlo en un objeto que sea permanente. No nos referimos a un gozo fanático. Hay algunos con naturalezas hábiles a la emoción que son sólo felices cuando se hallan excitados; pero, la reacción es terrible. No, aquí se trata de un deleite del corazón en Dios mismo, inteligente, sobrio, firme. Pero, repetimos «Gozaos en el Señor» es un mandato divino, y la obediencia, en gran parte, se encuentra en nuestro poder. Y soy responsable del control de mis emociones. Es verdad que no puedo evitar estar triste en presencia de pensamientos que causan tristeza, pero puedo rehusar a la mente el entretenerlos, hasta cierto punto. Puedo verter hacia afuera mi corazón para hallar alivio en el Señor, y poner mi carga sobre El. Puedo buscar su gracia para meditar en su bondad, sus promesas, el glorioso futuro que me aguarda. Y puedo decidir si puedo salir y estar bajo la luz, o esconderme en la sombra. El no regocijarse en el Señor es más que una desgracia, es una falta que tenemos que confesar y suprimir.

2. Nos beneficiamos de la Palabra cuando aprendemos el secreto del verdadero gozo. Este secreto se revela en 1ª Juan 1:3-4: « Lo que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4  Y estas cosas os escribimos para que nuestro gozo sea completo.» Cuando consideramos lo insignificante que es nuestra comunión con Dios, lo superficial que es, no es de maravillarse que tantos cristianos carezcan de gozo. A veces cantamos: «Día feliz en que escogí servir a mi Señor y Dios. ¡Mi corazón debe sentir y publicar su eterno amor!» Sí, pero esta felicidad debe ser mantenida como una ocupación permanente del corazón y la mente con Cristo. Sólo donde hay mucha fe y el amor que le sigue hay también mucho gozo. «Gozaos en el Señor siempre.» No hay otro objetivo en el cual nos podamos regocijar «siempre». Todo lo demás varía y es inconstante. Lo que nos complace hoy palidece mañana. Pero, el Señor es siempre el mismo, y podemos regocijar nos en El en los períodos de adversidad lo mismo que en la prosperidad. Podemos añadir a esto el versículo siguiente: «Vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca» (Filipenses 4:5). Sed templados en relación con las cosas externas; no os dejéis llevar por aquellas que son más placenteras, ni tampoco sentiros abrumados cuando son desagradables. No os exaltéis cuando el mundo os sonríe ni perdáis ánimo cuando frunce el ceño. Mantened una indiferencia estoica a las comodidades externas; ¿por qué hay que estar tan ocupado con estas cosas cuando el mismo Señor está «a la mano»? Si la persecución es violenta, las pérdidas temporales gravosas, el Señor está cerca, Él es « Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.» (Salmo 46: l), dispuesto a ayudarnos y socorrernos si nos echamos en su regazo. El cuidará de nosotros, para que no estemos « Por nada estéis angustiados, antes bien, por la oración y la súplica, en todo sean conocidas ante Dios vuestras peticiones con acción de gracias, » (Filipenses 4:6). Las personas mundanas están atosigadas por los cuidados como la madera por la carcoma, pero no ha de ser así para el cristiano. « Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo. » (Juan 15:1l). Cuando meditamos en estas preciosas palabras de Cristo y las atesoramos en el corazón, no pueden por menos de producir gozo. Un corazón que se regocija es el resultado en un conocimiento creciente del amor y verdad de Jesucristo. « Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; Y tu Palabra fue para mí el gozo y la alegría de mi corazón, Porque tu Nombre es invocado sobre mí, ¡Oh YHVH, ’Elohim Sebaot!.» (Jeremías 15:16). Sí, es al alimentarnos de las palabras del Señor que el alma se refuerza, y regocija, y la hace cantar y alegrarse en el corazón. « Entonces entraré al Altar de Dios, al Dios que es la alegría de mi gozo, Y te alabaré con el decacordio, Oh ’Elohim, Dios mío. » (Salmos 43:4). Como dijo Spurgeon: «Los creyentes deberían acercarse a Cristo con exultación, porque Él es más de lo que era el altar para el Salmista. Una luz más clara debería dar mayor intensidad de deseo. No era por el altar en sí que se interesaba David, porque no era creyente que siguiera las tendencias paganas del ritualismo: su alma deseaba comunión espiritual, comunión con Dios mismo en verdad. ¿Para qué sirven todos los ritos del culto a menos que el Señor se halle en él? ¿Qué son, en realidad sino cáscaras vacías? ¡Notemos el santo entusiasmo con que David contempla al Señor! No es sólo su gozo, es su gozo en alto grado; no sólo es su fuente de gozo, el dador del gozo, el sostenedor del gozo, es el "gozo mismo". Mi alegría y mi gozo, es decir, el alma, la esencia, las mismas entrañas de mi gozo.» « Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya fruto, Aunque engañe el producto del olivo Y los campos no produzcan alimento, Aunque se acaben las ovejas del redil Y no haya vacas en los establos, 18  Con todo, yo me alegraré en YHVH Y me gozaré en el Dios de mi salvación.» (Habacuc 3:17,18). Esto es algo que la persona mundana no conoce; ¡y por desgracia, es una experiencia extraña también a muchos cristianos profesos! Es en Dios que tenemos la fuente de nuestro gozo espiritual y permanente; es de El que fluya. Esto lo reconocía desde muy antiguo la iglesia cuando decía: « Entonces los que cantan y los que danzan dirán: ¡Todas mis fuentes están en ti! ». (Salmo 87:7). ¡Feliz el alma que ha aprendido este secreto!

3. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos enseña el gran valor del gozo. El gozo es para el alma lo que las alas para el pájaro, que le permiten volar por encima de la superficie de la tierra. Esto lo pone claro Nehemías 8: 10: « Luego les dijo: ¡Id, comed ricos manjares y bebed, y enviad porciones al que nada tiene preparado, porque hoy es día santo para nuestro Señor! ¡No os entristezcáis, porque el gozo de YHVH es vuestra fortaleza!». Los días de Nehemías marcaron un cambio de rumbo en la historia de Israel. Había sido liberado un remanente del pueblo, cautivo en Babilonia, y había regresado a Palestina. La Ley, que había sido prácticamente desconocida por los exiliados, ahora volvía a ser establecida como la regla de la comunidad recientemente formada. Había un recuerdo vivo de los muchos pecados del pasado, y las lágrimas, como es natural, se mezclaban con el agradecimiento de que volvieran a ser una nación, teniendo un cultivo divino y una Ley divina en medio de ellos. Su caudillo, conociendo muy bien que si el espíritu del pueblo empezaba a flaquear no podían hacer frente a las dificultades de su posición y vencerlas, les dijo: «Este es un día santo a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis ni lloréis; (porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la Ley). Luego les dijo: ¡Id, comed ricos manjares y bebed, y enviad porciones al que nada tiene preparado, porque hoy es día santo para nuestro Señor! ¡No os entristezcáis, porque el gozo de YHVH es vuestra fortaleza!.» La confesión del pecado y el lamentarse por el mismo tienen su lugar, y la comunión con Dios no puede ser mantenida sin ellos. Sin embargo, cuando ha tenido lugar el verdadero arrepentimiento, y las cosas han sido puestas en orden con Dios, hemos de olvidar « Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado, pero una cosa hago, olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome a las que están delante, » (Filipenses 3:13). Y hemos de seguir adelante con alegría y gozo en nuestro corazón. ¡Cuán pesados son los pasos de aquel que se acerca al lugar en que se encuentra un amado que yace en la fría muerte! ¡Cuán enérgicos son los movimientos del que se apresura al encuentro de la esposa! Las lamentaciones nos hacen poco aptos para las batallas de la vida. Donde hay falta de esperanza ya no hay pronto poder para la obediencia. Si no hay gozo no puede haber adoración.

Queridos lectores, hay tareas que deben ser ejecutadas, servicios que hay que rendir, tentaciones a vencer, batallas que ganar; y nosotros nos hallamos en forma para atacar esta tarea sólo si nuestros corazones se regocijan en el Señor. Si nuestras almas descansan en Cristo, si nuestros corazones están llenos de alegría sosegada, nuestro trabajo será fácil, los deberes agradables, la pena tolerable, la resistencia posible. Ni los recuerdos contritos de los errores pasados, ni las resoluciones vehementes bastarán a llevarnos a la victoria. Si el brazo ha de dar golpes vigorosos, debe darlos impulsado por un corazón alegre. Del Señor mismo se dice: « puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.» (Hebreos 12:2).

4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando nos fijamos en la raíz del gozo. La fuente del gozo es la fe: « Así el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en la esperanza por el poder del Espíritu Santo. ». (Romanos 15:13). Hay una maravillosa provisión en el Evangelio tanto por lo que nos proporciona a nosotros como por lo que quita de nosotros, en cuanto a calma y ardor en el corazón del cristiano. Quita la carga de la culpa, al hablar palabras de paz a la conciencia abatida. Quita el terror de Dios y de la muerte que pesa en el alma que está bajo condenación. Nos da a Dios mismo como porción del corazón, como objeto de nuestra comunión. El Evangelio obra gozo, porque el alma está en paz con Dios. Pero, estas bendiciones pasan a ser nuestras sólo por medio de una apropiación personal. La fe debe recibirlas y, cuando lo hace, el corazón se llena de paz y gozo. Y el secreto de un gozo sostenido es mantener abierto el cauce, para que continúe como empezó. Es la incredulidad la que atasca el cauce. Si hay tan poco calor aplicado a la base del termómetro no es de extrañar que el mercurio indique un grado baje de temperatura. Si hay una fe débil, el gozo no puede ser fuerte. Debemos orar diariamente para obtener una nueva comprensión de la maravilla que es el Evangelio, una nueva apropiación de su bendito contenido; y entonces habrá una renovación de nuestro gozo.

 5. Nos beneficiamos de la Palabra cuando tenemos cuidado de mantener nuestro gozo. El «gozo en el Espíritu Santo» es algo por completo distinto de la efervescencia natural del espíritu Es el producto del Consolador morando en nuestros corazones, revelándonos a Cristo, respondiendo a toda nuestra necesidad de perdón y purificación, y poniéndonos en paz con Dios; y formando a Cristo en nosotros, de modo que El reine en nuestras almas y nos sujete a su control. No hay circunstancias de pruebas o tentaciones en las cuales tengamos que abstenernos del gozo, porque la orden es: «Gozaos en el Señor siempre». El que nos dio esta orden conoce a fondo el lado sombrío de nuestras vidas, los pecados y aflicciones que nos acosan, la «mucha tribulación», por la que hemos de pasar para entrar en el reino de Dios. La alegría natural se desvanece cuando aparecen las pruebas y dificultades, los sufrimientos de la vida no son compatibles con ella. Pronto muere cuando perdemos los amigos o la salud. Pero el gozo al que se nos exhorta no está limitado a ningún grupo de circunstancias o tipo de temperamento; ni fluctúa con nuestro humor o nuestra fortuna. La naturaleza puede hacer valer sus derechos en todos sus súbditos. Incluso Jesús lloró ante la tumba de Lázaro. Sin embargo, podemos exclamar con Pablo: « como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo.» (2ª Corintios 6: 10). El cristiano puede estar cargado con graves responsabilidades, su vida puede tener fracasos y más fracasos, sus planes pueden ser hechos añicos y sus esperanzas marchitarse, la tumba puede cerrarse sobre sus amados, amados que eran su alegría y dulzura, y con todo, bajo todas estas penas y aflicciones, el Señor todavía la manda que se goce. He ahí a los apóstoles en la prisión de Filipos, en el calabozo más profundo, con los pies en el cepo, sus espaldas sangrando de los azotes salvajes que habían recibido. ¿En qué se ocupaban? En lamentarse y gemir. ¡No! A medianoche Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios (Hechos 16:25 Pero hacia la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos escuchaban.). No había pecado en sus vidas, eran obedientes, y por ello el Espíritu Santo tenía libertad para ofrecerles las riquezas de Cristo de las que su corazón estaba rebosando. Si hemos de mantener el gozo, hemos de abstenernos de agraviar al Espíritu Santo. Cuando Cristo reina supremo en el corazón, el gozo lo llena. Cuando Él es el Señor de todo deseo, la Fuente de todo motivo, el Subyugador de toda concupiscencia, entonces habrá gozo en el corazón y alabanza en los labios. La posesión de esto implica el tomar la cruz a cada hora del día; Dios ha ordenado las cosas de tal forma que no podemos tener lo uno sin lo otro. El sacrificio personal, el «cortar la mano derecha, o sacar el ojo derecho», según la figura de Cristo, son las avenidas por las que el Espíritu entra en el alma trayendo con El los gozos de Dios: su sonrisa de aprobación y la seguridad de su amor y presencia permanente. Mucho depende también del espíritu con que hacemos frente al mundo cada día. Si esperamos que se nos acaricie, la decepción no tardará en llegar. Si deseamos que ministren a nuestro orgullo, pronto nos sentiremos abatidos. El secreto de la felicidad es el olvidarnos de nosotros mismos y el ministrar a la felicidad de los otros. «Más bienaventurada cosa es dar que recibir.» De modo que hay más felicidad en ministrar a los otros que en ser servido por ellos.

 6. Nos beneficiamos de la Palabra cuando somos vigilantes en evitar los obstáculos al gozo. ¿Por qué muchos cristianos tienen tan poco gozo? ¿No son todos ellos hijos de la luz y del día? El término «luz» que se usa con tanta frecuencia en las Escrituras, nos describe la naturaleza de Dios, nuestras relaciones con El y nuestro futuro destino, es altamente sugestivo de gozo y alegría. ¿Qué otra cosa en la naturaleza es tan beneficiosa y hermosa como la luz? « Éste es el mensaje que hemos oído de Él y os anunciamos: Dios es luz, y en Él no hay ninguna tiniebla. » (1ª Juan 1: 5). Es sólo cuando andamos con Dios, en la luz, que nuestro corazón puede sentirse verdaderamente gozoso. Es el permitir voluntariamente cosas que entorpecen nuestra comunión con El que enfría y oscurece nuestras almas. Es la indulgencia de la carne, el confraternizar con el mundo, el entrar por sendas prohibidas, que harán, marchitar nuestras vidas espirituales y nos privarán del gozo. David tuvo que exclamar: « ¡Restitúyeme el gozo de tu salvación, Y un espíritu noble me sustente! » (Salmo 51:12). Había aflojado, se había vuelto indulgente. Se había presentado la tentación y no la había podido resistir. Cedió y un pecado acarreó otro. Se había apartado, había perdido contacto con Dios. El pecado no confesado gravitaba pesadamente en su conciencia. Oh, hermanos y hermanas, si hemos de ser librados de caídas semejantes, si no hemos de perder nuestro gozo, hemos de negar nuestro yo, los afectos y conscupiscencias de la carne deben ser crucificadas. Hemos de estar siempre alerta contra la tentación. Hemos de pasar mucho tiempo de rodillas. Hemos de beber con frecuencia en la Fuente de agua viva. Hemos de permanecer en la presencia del Señor.

7. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando mantenemos un equilibrio entre el gozo y la pena. Si la fe del cristiano tiene una decidida aptitud para producir gozo, tiene también una tendencia igual a producir aflicción: una aflicción que es solemne, varonil, noble. « como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo» (2ª Corintios 6:10) es la regla de la vida del cristiano. Si la fe proyecta su luz sobre nuestra condición, nuestra naturaleza, nuestros pecados, la aflicción ha de ser uno de los efectos resultantes. No hay nada más despreciable en sí, no hay peor marca de superficialidad en el carácter que una alegría sin matices, irresponsable, que no descansa en fundamentos de aflicción profunda, paciente; aflicción porque sabemos lo que somos y lo que deberíamos ser; pena porque al mirar alrededor nuestro vemos el fuego del infierno, detrás del jolgorio y algazara prevalecientes, y sabemos a dónde va a parar todo esto, hacia dónde se dirigen los que se divierten en ella. El que estaba ungido con el óleo del gozo « Has amado la justicia y aborrecido la impiedad, Por eso te ungió ’Elohim, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. » (Salmo 45:7), fue también el «varón de dolores, experimentado en quebrantos». Y los dos aspectos de su carácter (en cierta medida) se repiten en las operaciones del Evangelio sobre cada corazón que le recibe. Y si, por una parte, a causa de los temores de que nos libra y de las esperanzas que nos inspira, y la comunión a que nos introduce, somos ungidos con el óleo de la alegría; por otra parte, a ' causa del sentimiento que nos produce de nuestra ruindad, y el conflicto que sentimos entre la carne y el Espíritu, hay infundida en nosotros tristeza, de la cual es muestra la expresión: « ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24). Las dos, tristeza y alegría, no son contradictorias, sino complementarias. El Cordero Pascual debe ser comido con « Y aquella noche comerán la carne asada al fuego con panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. » (Exodo 12:8).

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