} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CONSEJO A LOS CRISTIANOS DEPRIMIDOS Y ANSIOSOS (Richard Baxter)

viernes, 31 de mayo de 2024

CONSEJO A LOS CRISTIANOS DEPRIMIDOS Y ANSIOSOS (Richard Baxter)

 

         Los individuos, incluso creyentes, somos propensos a la melancolía frecuente y fácilmente somos lanzados incluso más profundamente en ella a través de patrones de pensamiento indisciplinados o emociones fuera de control.

 El estado al que llegamos es tan triste que yo creo que es necesario dar algunos consejos específicos escritos especialmente para estas situaciones.

 Encuentro personas que no están familiarizadas con la naturaleza de esta y otras enfermedades, y que, por consiguiente, deshonran grandemente el nombre de Dios y llevan la profesión de la fe cristiana al desprecio. Lo hacen al atribuirle todo el comportamiento y las palabras de las personas melancólicas a las obras excelentes y excepcionales del Espíritu de Dios. Luego, hacen conclusiones sobre los métodos y las obras de Dios sobre el alma, así como también, sobre la naturaleza de influencia que se le ha permitido ejercer al diablo. Otros, han publicado las profecías, posesiones (demoniacas) y los exorcismos de mujeres histéricas, especialmente escritos por los frailes.

No categorizo como melancólicos a quienes están racionalmente arrepentidos por el pecado, conscientes de su miseria y vigorosamente preocupados por su recuperación y salvación, incluso si es con una seriedad tan grande como la de los pecadores, en tanto ellos tengan una razón firme y la imaginación, la fantasía ni el intelecto no estén torcidos o enfermos.

Por melancolía o depresión quiero decir una locura enfermiza, dolor o error de la imaginación, y consecuentemente del entendimiento. Se conoce por medio de estas señales siguientes  (no todos suceden en cada caso individual de depresión).

1. Muchas veces sienten temor sin causa, o sin causa suficiente. Todo lo que escuchan o ven es capaz de incrementar sus temores, especialmente si el temor en sí fue el precipitante, y muchas veces lo es.

2. Su imaginación se equivoca más al exagerar su pecado, peligro o infelicidad. Cada pecadillo que mencionan con asombro, como si fuera un pecado atroz. Cada peligro posible lo toman como probable, y los probables por seguros, cada peligro pequeño por grande, y cada calamidad por una destrucción total.

3. Son consumados por la tristeza excesiva: algunos lloran sin saber por qué e incluso piensan que, de alguna manera, es apropiado. Si llegaran a sonreír o a hablar animadamente, sus consciencias les reprochan por ello, como si hubieran hecho algo malo.

 4. Sus sentimentalismos y prácticas religiosas enfatizan el duelo y el ascetismo.

5. Se acusan continuamente, trayendo todo tipo de cargos contra sí mismos, ya sean cosas que escucharon, leyeron, vieron o pensaron. Se cuestionan en todo lo que hacen, así como una persona polémica lo hace con otros.

6. Sienten constantemente que Dios los abandonó y son propensos a la desesperación. Son como un hombre en el desierto, abandonado por todos sus amigos y sus comodidades, abatidos y desconsolados. Su pensamiento continuo es: “¡Estoy acabado, acabado, acabado!”.

 7. Piensan que el momento de la gracia ha pasado y que ahora es demasiado tarde para arrepentirse o para hallar misericordia. Si les habla del tono del evangelio y su ofrecimiento de perdón gratuito para todo creyente penitente, ellos aún lamentan: “Muy tarde, muy tarde, mi oportunidad ha pasado”, sin considerar que cada alma que se arrepiente verdaderamente en esta vida está ciertamente perdonada.

 8. Muchas veces, son tentados a mirar solo los aspectos temerosos en la doctrina de la predestinación y, completamente fuera de contexto, los usan mal como base para la desesperación. Ellos razonan que si Dios los ha rechazado (o no los ha elegido), todo lo que ellos, o el mundo entero, haga no podrá salvarlos. Seguidamente, desarrollan una convicción fuerte de que ellos no están dentro de los elegidos y están, por consiguiente, una ayuda o esperanza pasada. No entienden que Dios no elige a nadie simplemente para ser salvo mientras pasa por alto los medios de gracia. Más bien, Él elige para que ellos crean, se arrepientan y, como resultado, sean salvos. La elección aplica tanto al fin como a los medios. Todos los que se arrepientan y elijan a Cristo y una vida santa son elegidos para la salvación, porque son elegidos para los medios y el estado de salvación. Si perseveran, disfrutarán de la salvación. Arrepentirse es la mejor manera de demostrar que uno es elegido.

9. Nunca leen ni escuchan algún ejemplo miserable sin identificarse con él. Si oyen de Caín, o de faraón, entregados a la dureza de corazón, o leen que algunos son vasos de ira, preparados para la destrucción o que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, corazón y no entienden, ellos piensan: “¡Todo eso se trata de mí!”, o “Esta es justamente mi situación”. Si oyen de cualquier ejemplo terrible de los juicios de Dios sobre alguien, o se quema una casa, o alguien está delirando o muere en la desesperación, ellos piensan que lo mismo les sucederá. La lectura del caso de Spira provoca o intensifica la depresión en muchos. El escritor ignorante de este caso describió en realidad una depresión severa que sucedió por pecar contra la consciencia. Sin embargo, él describe el caso como si fuera una desesperación imperdonable surgiendo de un intelecto sobrio.

10. Al mismo tiempo, estas personas piensan que nadie ha compartido un problema similar. He visto muchos casos muy similares en el curso de unas pocas semanas. Aun así, cada uno dice que nadie más ha sido como ellos.

 11. Son totalmente incapaces de disfrutar algo. No pueden entender, creer o pensar en nada agradable. Leen todas las amenazas de la Palabra con una percepción y aplicación preparada. Sin embargo, leen las promesas una y otra vez sin notarlas, como si no las hubieran leído. O dicen: “No me pertenecen: mientras más grande sea la misericordia de Dios y las riquezas de la gracias, más miserable soy por no tener parte en ellas”. Son como un hombre en dolor o enfermedad permanente, incapaz de regocijarse debido a la percatación de su dolor. Ven al esposo, la esposa, los amigos, los hijos, la casa, las posesiones y todo lo demás sin placer alguno, como quien va a ser ejecutado por alguna clase de crimen.

12. Su consciencia se apresura a hablarles del pecado y sugiere que los esfuerzos desmoralizadores son responsabilidades. Sin embargo, son ajenos a todas las responsabilidades que podrían llevar consuelo. En cuanto al agradecimiento por las misericordias, alabar a Dios, meditando en su amor y gracia, y en Cristo y sus promesas: indíquelas tan firmemente como quiera, ellos no ven estas como su responsabilidad, tampoco hacen esfuerzo consciente alguno para llevarlas a cabo. Más bien, piensan que estas son responsabilidades de otros, pero inadecuadas para ellos mismos.

13. Dicen siempre que no pueden creer, y por lo tanto, piensan que no pueden ser salvos. Esto se debe a que ellos malinterpretan generalmente la naturaleza de la fe. Consideran que la fe es la creencia que ellos mismos están perdonados y que están en el favor de Dios, y por consiguiente, deben ser salvos. Y debido a que no pueden creer esto, lo cual su enfermedad no les permitirá creer, piensan que no son creyentes. En contraste, la fe salvadora no es otra cosa sino la creencia de que el evangelio es cierto, y de que Cristo es el Salvador a quien le confiamos nuestra alma. Esta creencia nos hace consentir inmediatamente que Él es nuestro y que nosotros le pertenecemos, y, de este modo, estamos de acuerdo con el pacto de la gracia. Sin embargo, incluso cuando ellos están de acuerdo con lo mismo (y darían el mundo para estar seguros de que Cristo es de ellos y no ser perfectamente santo), aun así ellos piensan que no creen porque no creen que Él los perdonará o salvará individualmente.

14. Están infelices y descontentos consigo mismos como una persona quejosa y obstinada está hacia los demás. Piense en alguien difícil de complacer, que encuentra errores en todo lo que ve o escucha, que se ofende con todos y que sospecha de todos a los que ve murmurando. Así es como una persona deprimida es hacía sí misma: desconfiada, descontenta y hallando defectos en todo.

 15. Son adictos a la soledad y evitan la compañía en casi todo.

16. Se dan a las reflexiones fijas, y a los pensamientos observadores y largos que no sirven para nada. En consecuencia, la meditación y el pensamiento profundo son sus actividades principales y una gran parte de su enfermedad.

17. Son muy reacios a trabajar en sus llamados y tienden a la ociosidad, ya sea acostados en la cama o sentados solos, pensando de manera no beneficiosa.

18. Piensan más que nada en sí mismos: como piedras de molino que se muelen una a otra en ausencia de grano, así un pensamiento trae a otro. Sus pensamientos se tratan de sus pensamientos. Cuando han estado estratégicamente pensando, piensan sobre lo que acaban de pensar. Generalmente, en raras ocasiones meditan sobre Dios (a menos que estén airados), el cielo, Cristo, el estado de la iglesia o cualquier cosa externa a ellos. Más bien, todos sus pensamientos están restringidos y son reflexivos. La autotortura resume sus pensamientos y sus vidas.

19. Sus pensamientos perplejos son como lana o seda enredada o como un hombre en un laberinto en el desierto, o uno que ha perdido el rumbo en la noche. Él busca y va a tientas, y puede restarle importancia a cualquier cosa. Está aún más desconcertado, confundido y enredado, lleno de dudas y dificultades de las que no encuentra salida.

 20. Sus escrúpulos son interminables: teme pecar en cada palabra que dice, en cada pensamiento y en cada mirada, en cada comida que ingiera y en cada artículo de ropa que viste. Si considera cómo enmendarlos, tiene dudas sobre las soluciones que provee. No se atreve a viajar ni a quedarse en casa, a hablar ni a quedarse callado. Está obsesionado con todo, como si él consistiera enteramente de inseguridad contradictoria.

21. En consecuencia, aparece que es altamente supersticioso y que inventa muchas reglas para sí mismo que Dios nunca le requirió. Se atrapa a sí mismo con votos y resoluciones innecesarias, y un ascetismo dañino: “no tocar, no probar, no manejar”. Su “religión” está tan compuesta de tales responsabilidades externas y autoimpuestas que pasa muchas horas en este o aquel acto de supuesta devoción: usar estas ropas, pero rechazar las más bonitas, rechazar las comidas favoritas y muchas cosas similares. Una gran cantidad del aspecto perfeccionista de la devoción supersticiosa y ritualista surge de la melancolía, aunque la estructura eclesiástica de esta comunión deriva del orgullo y la codicia.

22. Tales individuos han perdido el poder de controlar sus pensamientos por medio de la razón. Si los convence de que deberían rechazar sus pensamientos auto desconcertantes e improductivos y dirigir sus pensamientos a otros temas o, simplemente, descansar, ellos no pueden obedecerle. Están bajo una compulsión o restricción. No pueden expulsar sus pensamientos molestos; no pueden redirigir su mente; no pueden pensar en el amor y la misericordia. No pueden pensar en otra cosa que no sea sobre lo que sí piensan, como un hombre con un dolor de muelas solo puede pensar en su dolor.

23. Por lo general, después de esta etapa empeoran progresivamente, volviéndose incapaces de participar en la oración o en la meditación privada. Sus pensamientos se vuelven desordenados. Cuando deberían orar o meditar, se van por cientos de tangentes, y no pueden mantener sus pensamientos fijos en una sola cosa. Esta es la esencia misma de su enfermedad: una imaginación errónea, confundida, combinada con una razón débil que no puede controlarla. A veces, el terror los aparta de la oración; no se atreven a tener esperanza y, por lo tanto, no se atreven a orar. Generalmente, se atreven a no recibir la Santa Cena. Aquí es cuando están más asustados. Si la reciben, se llenan de terror, temiendo que la han tomado para su propia condenación al haberla recibido de manera indigna.

 24. De este modo, desarrollan una evasión poderosa de toda obligación con la religión. El temor y la desesperación hacen que se acerquen a la oración, la predicación y la lectura de la Biblia de la misma manera que un oso siendo llevado a la hoguera. Luego, ellos concluyen que odian a Dios y a la devoción, atribuyendo los efectos de su enfermedad a sus almas. Irónicamente, aquellos que son devotos prefieren ser liberados de todos sus pecados y ser perfectamente santos que tener todas las riquezas o el honor del mundo.

 25. Generalmente, están preocupados con pensamientos intensos y de presión que, estando muy desorganizados, solo compiten entre ellos y se contradicen. Experimentan esto como si algo estuviera hablando en su interior, y como si sus propios pensamientos violentos fueran alegatos e impulsos de alguien más. Por lo tanto, tienden a atribuirles todas sus fantasías a algún acto extraordinario del diablo o del Espíritu de Dios. Se expresan en palabras como estas: “Lo pusieron en mi corazón”, o “Me dijeron que tenía que hacer algo. Luego, me dijeron que no tenía que hacerlo, y ¡me dijeron que tenía que hacer algo más!”. Experimentan sus propios pensamientos casi como voces audibles diciendo lo que ellos mismos están en realidad pensando.

26. Cuando la depresión se vuelve intensa, estos individuos son afligidos frecuentemente con tentaciones espantosas, blasfemas, en contra de Dios, de Cristo o de la Escritura, y en contra de la inmortalidad del alma. Esto viene parcialmente de sus temores, lo que los hace permanecer, a pesar de sí mismos, en lo que más temen, del mismo modo en que la sangre naturalmente fluye de una herida. El dolor mismo de sus temores atrae sus pensamientos hacia lo que temen. Como uno que anhela desesperadamente dormir y teme ser incapaz de poder dormirse está condenado a mantenerse despierto por esos mismos temores y deseos, así que los temores y los anhelos de la melancolía están en desacuerdo. Además, la mezquindad del diablo está claramente interfiriendo aquí, así como también él está aprovechando, por medio de esta enfermedad, para tentarlos y afligirlos, y para mostrar su odio por Dios, por Cristo, por la Escritura y por ellos. Pues así como puede tentar más fácilmente a una persona colérica a la ira; a una persona flemática, sensual a la pereza; y a una persona sanguínea o de temperamento caliente, a la lujuria y a la inmoralidad; de la misma manera, una persona melancólica deprimida es más fácilmente tentada a tener pensamientos de blasfemia, infidelidad y desesperación. Muchas veces, tales personas sienten una urgencia intensa, como si fueran impulsados internamente, a decir palabras blasfemas o tontas. No tienen paz hasta haber cedido a tales impulsos. Otros, ceden a la tentación de estar callados, y cuando lo han hecho, están tentados a desesperarse completamente porque han cometido un pecado muy grande. Cuando el diablo obtiene esta ventaja sobre ellos, continúa sus esfuerzos en su contra.

27. Ante esto, se sienten más tentados a pensar que han cometido el pecado contra el Espíritu Santo, sin entender cuál es ese pecado, pero aún temerosos de haberlo cometido debido a que es un pecado muy temible. Por lo menos, piensan que no serán perdonados. No reconocen que la tentación es una cosa, pero que el pecado es otra, y que nadie tiene menos razón de temer a ser condenado por su pecado que aquel que está menos dispuesto a cometerlo y que más lo odia. Nadie puede estar menos dispuesto a cometer pecado que estas pobres almas con respecto a los pensamientos horribles y blasfemos de que se quejan.

28. A causa de esos pensamientos, algunos de ellos llegan a pensar que están endemoniados. Si tan solo entra en su mente la manera en que una persona poseída actúa, el simple poder de la sugestión hará que se comporten igual. He conocido personas que juran, maldicen, blasfeman e imitan una voz extraña interior, pensando que fue el diablo en ellos el que lo hacía. Sin embargo, pocos llegan a este extremo.

29. Algunos que sí experimentan delirio escuchan voces y ven luces y apariciones, y creen que el velo se abre ante ellos, y que alguien se encuentra y conversa con ellos. Es, sin embargo, solamente el error de un cerebro que falla y de la imaginación desordenada.

 30. Muchos de ellos llegan a cansarse de la vida en sí debido a las perplejidades constantes y agotadoras de su mente, y aun así, permanecen con temor a morir. Algunos deciden matarse de hambre; otros son fuertemente tentados a suicidarse, y son afligidos con la tentación tan implacablemente que no pueden ir a ninguna parte sin sentir como si algo en su interior los provoca y les dice: “¡Hazlo, hazlo!”. Con el tiempo, muchas pobres almas ceden y se suicidan.

31. Muchos otros sufren temores fijos y falsos de llevar carencia, pobreza y miseria a su familia; de encarcelamiento o deportación; o de que alguien los matará. Ellos creen que a cualquiera que ven murmurando está tramando asesinarlos.

 32. Algunos determinan no decir ni una palabra, y entonces, permanecen en decidido silencio.

33. Todos ellos son intrincados y tercos en sus opiniones, y no se les puede convencer de lo contrario, sin importar cuán irracionales sean.

34. Pocos de ellos responden positivamente a cualquier razón, persuasión o consejo. Si parece satisfacerlos, aquietarlos y animarlos por el momento, al día siguiente estarán igual de mal que antes. La naturaleza de su enfermedad es pensar de la manera en que lo hacen. Sus pensamientos no están curados porque la enfermedad subyacente en sí permanece sin curar.

35. Sin embargo, en toda esta angustia, algunos de ellos creerán que están deprimidos, y detestan que se les diga. Insisten en que es simplemente una sensación racional de infelicidad debido a que Dios los abandonó y están bajo la ira pesada de Él. Por lo tanto, difícilmente pueden ser persuadidos de tomar algún medicamento o de usar otros medios para la curación de su cuerpo. Sostienen que están bien, confiados de que solo es su alma la que está afligida. Este es el caso miserable de estas personas desafortunadas, para ser enormemente compadecidas y no despreciadas por nadie.

 He hablado aquí solamente de lo que yo mismo he observado y sabido frecuentemente. Que nadie menosprecie a estos individuos; personas de toda clase caen en esta miseria: educados y analfabetas, altos y bajos, buenos y malos, así como algunos que vivieron previamente en un egoísmo y sensualidad decadentes hasta que Dios hizo que se dieran cuenta de su estupidez.

 Las causas de la melancolía son:

 (1) más comúnmente por alguna pérdida temporal, sufrimiento, dolor o preocupación que los ha afectado muy profundamente

(2) un temor excesivo a situaciones comunes aunque peligrosas

 (3) trabajo o pensamiento intelectual demasiado agotador e incesante, que ha confundido y fatigado la imaginación muy intensamente

 (4) temores, muy profundos o muy constantes, y pensamientos serios, apasionados, y preocupaciones sobre el peligro del alma

 (5) Las predisposiciones principales para ello (de hecho, las causas principales) son una fragilidad de la facultad y la razón, aunada a las emociones fuertes (que muchas veces se hallan en las mujeres y en quienes les aparecen naturalmente)

(6) Finalmente, en algunos casos, la melancolía es introducida por algún pecado atroz, que los culpables no soportan ni recordarlo una vez que su consciencia ha despertado finalmente. Cuando el curso natural de esta enfermedad está muy avanzado, el consejo para las personas afectadas es inútil porque ellas no tienen racionalidad ni libertad para implementarlo. Más bien, son los amigos más cercanos a ellos los que necesitan consejería. Sin embargo, al menos al inicio, la mayoría de personas siguen teniendo algún poder de razonamiento, así que a continuación doy instrucciones aquí para el beneficio de ellas.

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