El
primer evento que Mateo refiere del ministerio de nuestro Señor
después de su bautismo, es su tentación. Este es un punto profundo y
misterioso. Hay mucho en esta narración
que no podemos explicar. Pero por encima se presentan lecciones prácticas y
sencillas, que haremos bien en considerar.
Aprendamos
en primer lugar, que enemigo tan real y poderoso tenemos en el diablo. En su
malignidad asalta aún al mismo Jesús. Tres veces ataca de diversos modos al Hijo de Dios.
Fue
el diablo quien al principio trajo el pecado al mundo. Él fue quien hizo
padecer a Job, engañó a David y causó a Pedro una grave caída. La Biblia
le llama, "asesino, mentiroso, y
león rugidor." En su enemistad contra nuestras almas, jamás duerme. Por
cerca de 6,000 años ha estado ocupado en arruinar hombres y mujeres, para arrastrarlos al
infierno. Su astucia y sutileza sobrepujan a la inteligencia del hombre y a
menudo se presenta como "un ángel de luz.
Velemos
y oremos diariamente contra sus maquinaciones. Él es nuestro más cruel enemigo,
y aunque invisible, no descansa en su malignidad y designios contra nuestras almas. Guardémonos con escrupulosidad
de bufonadas y chanzas relativamente al diablo: lo cual es por desgracia común.
Recordemos todos los días, debemos no
solamente crucificar la carne, y vencer al mundo, sino también "resistir
al diablo".
Aprendamos,
en segundo lugar, que no debemos considerar las tentaciones como una cosa
extraña. "El discípulo no es más que su maestro, ni el criado que su amo". Si Satanás se acercó a Cristo, se
acercará también a los cristianos.
Sería
conveniente que todos los creyentes recordáramos esto, porque estamos demasiado
propensos a olvidarlo. Demasiada veces coqueteamos con sus insinuaciones.
Descubrimos frecuentemente malos pensamientos
surgiendo en nuestras mentes, los cuales podemos decir con verdad que
aborrecen. Dudas, cuestiones, fantasías pecaminosas nos son sugeridas, contra las
cuales nuestras almas se rebelan. Pero
que estas cosas no destruyan nuestra paz interior, ni nos priven de nuestros
consuelos. Recordemos que hay un diablo y no nos admiremos de hallarle rugiendo en derredor nuestro. Ser tentados
por él no es en sí mismo pecado. Ceder a la tentación, abrigarla en nuestros
corazones y llevarla hasta el fin, es lo que debemos temer.
Lo mismo que tiene
que probarse el metal sometiéndolo a una presión y tensión superiores a las que
tendrá que soportar antes de usarlo para un uso práctico, así un hombre tiene
que ser probado antes de que Dios pueda usarle para Su propósito. Los judíos
tenían un dicho: «El Santo, bendito sea Su nombre, no eleva a un hombre a una
dignidad hasta después de probarle y analizarle; y si resiste la tentación,
entonces Dios le eleva a la dignidad."
Aquí tenemos, pues,
una gran verdad edificante. Lo que llamamos tentación no nos viene para
hacernos pecar, sino para capacitarnos para conquistar el pecado; no para
hacernos malos, sino buenos; no para debilitarnos, sino para que surjamos de la
prueba más fuertes y auténticos y puros. La tentación no es un castigo por ser
humanos, sino la gloria de serlo. Es la prueba que sobreviene a una persona que
Dios quiere usar. Así que debemos pensar en todo este incidente, no tanto como
la tentación, sino como la prueba de Jesús.
Puede que a menudo
erremos sencillamente porque nunca hacemos lo posible para estar solos. Hay
ciertas cosas que una persona tiene que resolver a solas. Hay momentos cuando
no nos sirve de nada el consejo que se nos pueda dar. Hay veces cuando una
persona tiene que retenerse de actuar, y empezar a pensar. Puede que cometamos
muchos errores precisamente porque no nos damos la oportunidad de estar a solas
con Dios.
Parece ser ley de
vida que precisamente después que nuestro poder de resistencia ha estado en su
punto más alto se achanta hasta lo más bajo. El tentador escogió cuidadosa,
sutil y astutamente su momento para atacar a Jesús pero Jesús le venció. Haremos bien en
mantenernos especialmente en guardia después de cada vez que la vida nos ha
llevado a las alturas, porque es precisamente entonces cuando asalta el más
grave peligro de las simas.
No tenemos por qué
considerar esto como una experiencia externa de Jesús. Fue una lucha que tuvo
lugar en Su propio corazón y mente y alma. La prueba está en que no existe
ninguna montaña desde la que se puedan ver todos los reinos de la Tierra, pese
al Tibidabo. Fue una batalla interior.
Es en nuestros
pensamientos y deseos más íntimos como viene a nosotros el tentador. Lanza su
ataque en nuestras propias mentes. Es verdad que es tan real que casi podemos
hasta ver al diablo. Pero el poder del diablo estribe en el hecho de que supera
nuestras defensas y nos ataca desde dentro. Encuentra aliados y armas entre
nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
“La vigilancia eterna
es el precio de la libertad." En la milicia cristiana no hay licencia ni
se dan permisos. A veces nos preocupamos porque creemos que deberíamos alcanzar
una etapa en la que estuviéramos más allá de la tentación, una etapa en la que
el poder del tentador ya estuviera quebrantado para siempre. Jesús nunca alcanzó
esa etapa. Desde el principio hasta el fin de su carrera tuvo que mantenerse en
la lucha; por eso puede ayudarnos a pelear la nuestra.
Debemos recordar
siempre que una y otra vez somos atacados por medio de nuestros dones. La
persona dotada con algún encanto tendrá la tentación de usarlo para salirse con
la suya. La persona dotada con el poder de la palabra tendrá la tentación
recurrir a la labia para presentar disculpas que justifiquen cualquier
comportamiento suyo. La persona con una imaginación viva y gráfica sufrirá
agonías de tentación que una persona flemática no experimentará nunca. La
persona con grandes talentos mentales estará tentada a usarlos para su propio
bien y no para el de otros, para convertirse en amo y no en servidor de la humanidad.
Es un hecho inexorable de la tentación que es precisamente donde nos
consideramos más fuertes donde debemos tener más cuidado de no bajar la
guardia.
Nadie puede leer este
relato sin darse cuenta de que su fuente tiene que haber sido el mismo Jesús.
No había nadie con Él en el desierto cuando se estaba librando esta batalla. Y
tenemos noticias de ella solamente porque Jesús mismo tiene que habérselo
contado a sus hombres. Es como si Jesús nos estuviera relatando una parte de su
autobiografía espiritual.
Debemos siempre
acercarnos a esta historia con una reverencia única y especial, porque Jesús
nos descubre en ella Su más íntimo corazón y alma. Está refiriéndonos Su
experiencia. Es la más sagrada de todas las historias, porque Jesús nos está
diciendo en ella que puede ayudar a los demás en sus tentaciones porque Él
mismo fue tentado. Nos descorre el velo de Sus propias luchas para ayudarnos en
las nuestras.
Dios le ha dado un don a cada persona, y cada
persona puede hacerse una de dos preguntas. Puede preguntarse: «¿Qué partido
puedo yo sacar de este don?" o: « ¿Cómo puedo yo usar este don para el
bien de los demás?» Esta clase de tentación se nos puede presentar en la cosa
más sencilla. Una persona puede poseer, por ejemplo, una voz agradable de
escuchar; puede proponerse sacarle partido, y negarse a usarla a menos que se
le pague. No hay razón para rehusar que se le pague, pero hay toda clase de
razones para no deber usarla solamente para que se le pague. No hay persona que
no tenga la tentación de usar egoístamente el don que Dios le haya asignado.
Aprendamos
además, que la gran arma que debemos emplear para resistir a Satanás es la Palabra
de Dios en Biblia. Tres veces el gran enemigo presentó tentaciones a
nuestro Señor. Tres veces sus ofertas
fueron rechazadas, sirviendo en cada caso como arma para hacerlo así la Palabra
de Dios. "Está escrito," le dijo Jesús a Satanás.
He
aquí una razón entre muchas, porque deberíamos ser asiduos lectores de las
Santas Escrituras, meditando, reflexionando. La Biblia es la espada del
Espíritu. Nunca libraremos una buena
batalla, si no hacemos uso de la Biblia como nuestra arma principal. La
Escritura es lámpara que guía nuestros pasos. Si no viajamos con su luz,
nunca seguiremos rectamente en el camino
real del cielo. Debemos leerla realmente
y acompañar su lectura con fervientes oraciones. No nos hará ningún bien si
yace sin leerse en nuestros estantes. Debemos familiarizarnos con su contenido y atesorar sus verdades en nuestra
memoria; y lo más importante, que sea viva, se mantenga activa en nuestra vida.
La inteligencia de la Biblia nunca se adquiere por intuición. Se adquiere
leyéndola con regularidad todos los
días, y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo en la oración. Lo que está
relacionado con el bien de nuestras almas merece toda nuestra aplicación.
Para
ese bien es de suma importancia que nos familiaricemos con lo que nos dice Dios
en su santa Palabra.
Aprendamos,
finalmente, cuán tierna es la compasión de nuestro Señor Jesucristo.
"Porque en cuanto él mismo padeció, siendo tentado, es poderoso para también socorrer a los que son tentados"
Heb.2.18 Esta verdad no puede menos que ser valiosísima para todos los
verdaderos creyentes, pues encierra en sí un caudal de consuelo. Si, los
cristianos tenemos en el cielo un Bienhechor
que nos considera en todas las tentaciones y toma parte, por decirlo así, en
todas nuestras agonías espirituales. ¿Nos tienta alguna vez Satanás a que desconfiemos
de la bondad y protección de Dios? Jesús fue tentado así. ¿Nos vemos tentados a
abusar de la misericordia de Dios y a lanzarnos en peligros sin necesidad? Así también fue tentado Jesús. ¿Nos
vemos tentados a cometer en lo secreto algún grave pecado a fin de obtener
algún bien aparente? Jesús se vio
tentado de esa manera. ¿O se nos procura inducir a que aceptemos una
aplicación errada de las Escrituras como excusa para obrar mal? En iguales
circunstancias se vio Jesús. Por lo
tanto, El, Jesús y solo El, puede satisfacer las necesidades de la humanidad.
Que acudan, pues, a implorar su auxilio todos los pecadores y le expongan todos sus pesares. A ninguna voz
cierra Jesucristo los oídos: a todos compadece, a todos los que creen.
Dios permite
que todos los hombres sepan por experiencia propia lo que es estar bajo el
amparo de su Salvador compasivo. Nada
hay que pueda compararse a ese estado en este mundo indiferente y engañoso. Los
que buscan la felicidad en las
comodidades y goces de esta vida y miran con desdén la Salvación por fe en
Jesucristo que la Biblia nos enseña, no saben de cuantos consuelos y de cuenta dicha se están
privando.
¡Maranatha!
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