} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: Según Mateo 4; 1-25

viernes, 5 de agosto de 2016

Según Mateo 4; 1-25


El primer evento que   Mateo refiere del ministerio de nuestro Señor después de su bautismo, es su tentación. Este es un punto profundo y misterioso. Hay  mucho en esta narración que no podemos explicar. Pero por encima se presentan lecciones prácticas y sencillas, que haremos bien en considerar.
Aprendamos en primer lugar, que enemigo tan real y poderoso tenemos en el diablo. En su malignidad asalta aún al mismo Jesús. Tres veces ataca de diversos  modos al Hijo de Dios.
Fue el diablo quien al principio trajo el pecado al mundo. Él fue quien hizo padecer a Job, engañó a David y causó a Pedro una grave caída. La Biblia le  llama, "asesino, mentiroso, y león rugidor." En su enemistad contra nuestras almas, jamás duerme. Por cerca de 6,000 años ha estado ocupado en arruinar  hombres y mujeres, para arrastrarlos al infierno. Su astucia y sutileza sobrepujan a la inteligencia del hombre y a menudo se presenta como "un ángel de luz.
Velemos y oremos diariamente contra sus maquinaciones. Él es nuestro más cruel enemigo, y aunque invisible, no descansa en su malignidad y designios  contra nuestras almas. Guardémonos con escrupulosidad de bufonadas y chanzas relativamente al diablo: lo cual es por desgracia común. Recordemos todos  los días, debemos no solamente crucificar la carne, y vencer al mundo, sino también "resistir al diablo".
Aprendamos, en segundo lugar, que no debemos considerar las tentaciones como una cosa extraña. "El discípulo no es más que su maestro, ni el criado que su  amo". Si Satanás se acercó a Cristo, se acercará también a los cristianos.
Sería conveniente que todos los creyentes recordáramos esto, porque estamos demasiado propensos a olvidarlo. Demasiada veces coqueteamos con sus insinuaciones. Descubrimos frecuentemente malos pensamientos  surgiendo en nuestras mentes, los cuales podemos decir con verdad que aborrecen. Dudas, cuestiones, fantasías pecaminosas nos son sugeridas, contra las cuales nuestras  almas se rebelan. Pero que estas cosas no destruyan nuestra paz interior, ni nos priven de nuestros consuelos. Recordemos que hay un diablo y no nos admiremos de hallarle  rugiendo en derredor nuestro. Ser tentados por él no es en sí mismo pecado. Ceder a la tentación, abrigarla en nuestros corazones y llevarla hasta el fin, es lo que debemos temer.
Lo mismo que tiene que probarse el metal sometiéndolo a una presión y tensión superiores a las que tendrá que soportar antes de usarlo para un uso práctico, así un hombre tiene que ser probado antes de que Dios pueda usarle para Su propósito. Los judíos tenían un dicho: «El Santo, bendito sea Su nombre, no eleva a un hombre a una dignidad hasta después de probarle y analizarle; y si resiste la tentación, entonces Dios le eleva a la dignidad."
Aquí tenemos, pues, una gran verdad edificante. Lo que llamamos tentación no nos viene para hacernos pecar, sino para capacitarnos para conquistar el pecado; no para hacernos malos, sino buenos; no para debilitarnos, sino para que surjamos de la prueba más fuertes y auténticos y puros. La tentación no es un castigo por ser humanos, sino la gloria de serlo. Es la prueba que sobreviene a una persona que Dios quiere usar. Así que debemos pensar en todo este incidente, no tanto como la tentación, sino como la prueba de Jesús.
Puede que a menudo erremos sencillamente porque nunca hacemos lo posible para estar solos. Hay ciertas cosas que una persona tiene que resolver a solas. Hay momentos cuando no nos sirve de nada el consejo que se nos pueda dar. Hay veces cuando una persona tiene que retenerse de actuar, y empezar a pensar. Puede que cometamos muchos errores precisamente porque no nos damos la oportunidad de estar a solas con Dios.
Parece ser ley de vida que precisamente después que nuestro poder de resistencia ha estado en su punto más alto se achanta hasta lo más bajo. El tentador escogió cuidadosa, sutil y astutamente su momento para atacar a Jesús  pero Jesús le venció. Haremos bien en mantenernos especialmente en guardia después de cada vez que la vida nos ha llevado a las alturas, porque es precisamente entonces cuando asalta el más grave peligro de las simas.
No tenemos por qué considerar esto como una experiencia externa de Jesús. Fue una lucha que tuvo lugar en Su propio corazón y mente y alma. La prueba está en que no existe ninguna montaña desde la que se puedan ver todos los reinos de la Tierra, pese al Tibidabo. Fue una batalla interior.
Es en nuestros pensamientos y deseos más íntimos como viene a nosotros el tentador. Lanza su ataque en nuestras propias mentes. Es verdad que es tan real que casi podemos hasta ver al diablo. Pero el poder del diablo estribe en el hecho de que supera nuestras defensas y nos ataca desde dentro. Encuentra aliados y armas entre nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
“La vigilancia eterna es el precio de la libertad." En la milicia cristiana no hay licencia ni se dan permisos. A veces nos preocupamos porque creemos que deberíamos alcanzar una etapa en la que estuviéramos más allá de la tentación, una etapa en la que el poder del tentador ya estuviera quebrantado para siempre. Jesús nunca alcanzó esa etapa. Desde el principio hasta el fin de su carrera tuvo que mantenerse en la lucha; por eso puede ayudarnos a pelear la nuestra.
Debemos recordar siempre que una y otra vez somos atacados por medio de nuestros dones. La persona dotada con algún encanto tendrá la tentación de usarlo para salirse con la suya. La persona dotada con el poder de la palabra tendrá la tentación recurrir a la labia para presentar disculpas que justifiquen cualquier comportamiento suyo. La persona con una imaginación viva y gráfica sufrirá agonías de tentación que una persona flemática no experimentará nunca. La persona con grandes talentos mentales estará tentada a usarlos para su propio bien y no para el de otros, para convertirse en amo y no en servidor de la humanidad. Es un hecho inexorable de la tentación que es precisamente donde nos consideramos más fuertes donde debemos tener más cuidado de no bajar la guardia.
Nadie puede leer este relato sin darse cuenta de que su fuente tiene que haber sido el mismo Jesús. No había nadie con Él en el desierto cuando se estaba librando esta batalla. Y tenemos noticias de ella solamente porque Jesús mismo tiene que habérselo contado a sus hombres. Es como si Jesús nos estuviera relatando una parte de su autobiografía espiritual.
Debemos siempre acercarnos a esta historia con una reverencia única y especial, porque Jesús nos descubre en ella Su más íntimo corazón y alma. Está refiriéndonos Su experiencia. Es la más sagrada de todas las historias, porque Jesús nos está diciendo en ella que puede ayudar a los demás en sus tentaciones porque Él mismo fue tentado. Nos descorre el velo de Sus propias luchas para ayudarnos en las nuestras.
Dios le ha dado un don a cada persona, y cada persona puede hacerse una de dos preguntas. Puede preguntarse: «¿Qué partido puedo yo sacar de este don?" o: « ¿Cómo puedo yo usar este don para el bien de los demás?» Esta clase de tentación se nos puede presentar en la cosa más sencilla. Una persona puede poseer, por ejemplo, una voz agradable de escuchar; puede proponerse sacarle partido, y negarse a usarla a menos que se le pague. No hay razón para rehusar que se le pague, pero hay toda clase de razones para no deber usarla solamente para que se le pague. No hay persona que no tenga la tentación de usar egoístamente el don que Dios le haya asignado.
Aprendamos además, que la gran arma que debemos emplear para resistir a Satanás es la Palabra de Dios en Biblia. Tres veces el gran enemigo presentó tentaciones a nuestro  Señor. Tres veces sus ofertas fueron rechazadas, sirviendo en cada caso como arma para hacerlo así la Palabra de Dios. "Está escrito," le dijo Jesús a Satanás.
He aquí una razón entre muchas, porque deberíamos ser asiduos lectores de las Santas Escrituras, meditando, reflexionando. La Biblia es la espada del Espíritu. Nunca libraremos una  buena batalla, si no hacemos uso de la Biblia como nuestra arma principal. La Escritura es lámpara que guía nuestros pasos. Si no viajamos con su luz, nunca  seguiremos rectamente en el camino real del cielo. Debemos leerla  realmente y acompañar su lectura con fervientes oraciones. No nos hará ningún bien si yace sin leerse en nuestros estantes. Debemos familiarizarnos con su  contenido y atesorar sus verdades en nuestra memoria; y lo más importante, que sea viva, se mantenga activa en nuestra vida. La inteligencia de la Biblia nunca se adquiere por intuición. Se adquiere leyéndola con regularidad  todos los días, y pidiendo el auxilio del Espíritu Santo en la oración. Lo que está relacionado con el bien de nuestras almas merece toda nuestra aplicación.
Para ese bien es de suma importancia que nos familiaricemos con lo que nos dice Dios en su santa Palabra.
Aprendamos, finalmente, cuán tierna es la compasión de nuestro Señor Jesucristo. "Porque en cuanto él mismo padeció, siendo tentado, es poderoso para  también socorrer a los que son tentados" Heb.2.18 Esta verdad no puede menos que ser valiosísima para todos los verdaderos creyentes, pues encierra en sí un caudal de consuelo. Si, los cristianos tenemos en el  cielo un Bienhechor que nos considera en todas las tentaciones y toma parte, por decirlo así, en todas nuestras agonías espirituales. ¿Nos tienta alguna vez Satanás a que desconfiemos de la bondad y protección de Dios? Jesús fue tentado así. ¿Nos vemos tentados a abusar de la misericordia de Dios y a lanzarnos en peligros sin  necesidad? Así también fue tentado Jesús. ¿Nos vemos tentados a cometer en lo secreto algún grave pecado a fin de obtener algún bien aparente? Jesús se vio  tentado de esa manera. ¿O se nos procura inducir a que aceptemos una aplicación errada de las Escrituras como excusa para obrar mal? En iguales circunstancias  se vio Jesús. Por lo tanto, El, Jesús y solo El, puede satisfacer las necesidades de la humanidad. Que acudan, pues, a implorar su auxilio todos los pecadores y le  expongan todos sus pesares. A ninguna voz cierra Jesucristo los oídos: a todos compadece, a todos los que creen.
  Dios permite que todos los hombres sepan por experiencia propia lo que es estar bajo el amparo de su Salvador  compasivo. Nada hay que pueda compararse a ese estado en este mundo indiferente y engañoso. Los que buscan la  felicidad en las comodidades y goces de esta vida y miran con desdén la Salvación por fe en Jesucristo que la Biblia nos enseña, no saben de  cuantos consuelos y de cuenta dicha se están privando.
¡Maranatha!








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