} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA GENEROSIDAD CRISTIANA: LA SEMILLA DE FE

miércoles, 17 de agosto de 2016

LA GENEROSIDAD CRISTIANA: LA SEMILLA DE FE


2 Corintios 9; 5 - 11

   Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra.
   Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.
   Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
   Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;  como está escrito:
 Repartió, dio a los pobres;
 Su justicia permanece para siempre  
   Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia,
   para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.

 La generosidad es la noble y afectuosa disposición de bendecir a otros dando libremente y sin escatimar.
El apóstol Pablo expresó con otras palabras esta conocida verdad: “El que siembra parcamente, parcamente también segará; y el que siembra liberalmente, liberalmente también segará”. Y puesto que esto es así, el apóstol concluye: “Que cada uno haga tal como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre”. (2 Corintios 9:6, 7.) Las personas pueden dudar en dar generosamente a Dios si temen no tener lo necesario para satisfacer sus propias necesidades. Pablo les asegura que Dios es capaz de suplir sus necesidades. La persona que da poco recibirá poco en recompensa. No permitas que la falta de fe te impida que des libre y generosamente. Nuestra actitud al dar es más importante que la cantidad que damos. No debemos sentirnos avergonzados si sólo pudimos dar una pequeña ofrenda, o una pequeña ayuda al necesitado. Dios está preocupado por cómo damos de los recursos que tenemos.
 Pablo continúa señalando a Jehová como ejemplo supremo de generosidad, pues además de proveer abundantemente la semilla al sembrador y pan para comer, también enriquece a los hermanos de Corinto “para toda clase de generosidad”, a fin de que sean generosos con los demás. Por eso, Pablo señaló que tales muestras de generosidad resultaron en “muchas expresiones de gracias a Dios”. (2Corintios 9:8-13.) Pablo enfatiza en la recompensa espiritual para aquellos que dan generosamente para la obra de Dios. No debiéramos esperar enriquecernos por medio de nuestras donaciones. Aquellos que reciben sus donaciones se alegrarán y orarán por usted. Al bendecir a otros usted mismo es bendecido.
Presta atención especialmente a las siguientes tres cosas mientras estudias este pasaje: Primera, Dios es quien hace que toda gracia abunde para ti, y quien te provee de todo lo que necesitas. Todas las cosas que son beneficiosas para nuestra vida provienen de las manos de Dios.
Segunda, a nosotros se nos da con suficiencia, aun «abundantemente» de manera que podamos hacer obras buenas. ¡Se nos bendice a fin de que seamos una bendición para otros! (Génesis 12:2). La palabra «suficiencia» significa «auto-satisfacción», «contentamiento» o «competencia», que son las señales del creyente cuya vida ha sido en verdad bendecida por estas cualidades, a medida que Dios le hace prosperar en todo.
 Y tercera, el Dios que puso en tu mano la semilla de la siembra es quien resuelve tus necesidades básicas, multiplica lo sembrado, te concede abundancia para que puedas compartirla con otros, y quien te hace crecer espiritualmente con amor, gozo, paz y todos los demás frutos del Espíritu Santo. Ofrendar generosamente cubre las necesidades materiales de otros, pero también se traduce en frutos espirituales.
¡Cuán grande es nuestro Dios! Con él no carecemos de nada. (Lucas 5:11-11 / Santiago 5:15-16)
Pablo recuerda a sus lectores que hay una ley espiritual que está obrando cuando se ofrenda. Primeramente la expresa en forma negativa y luego en su forma positiva. La cosecha se limita a la forma de sembrar. El cuadro en la parábola de Jesús es ineludible. Matemáticamente, sembrar escasamente tiene que resultar en una cosecha escasa. Si una espiga de trigo produce 40 granos, por cada semilla que no se siembra, el agricultor siembra un grano y pierde 39. Pero las matemáticas que se aplican cuando se siembra con generosidad son diferentes; se produce una cosecha abundante. El grano de trigo que se planta se reproduce para ser plantado nuevamente, multiplicado por 39. Buenas obras realizadas y grandes necesidades suplidas producen resultados increíbles en la vida del hacedor y del que recibe. Pero existen un peligro y una buena motivación para ofrendar que se puede corromper si se espera una recompensa equivalente (dar y hacerse rico). Las recompensas en el NT no contemplan una ganancia material. Sin embargo, hay riquezas prácticas en la tierra en términos de amor, amistad y otros recursos, pero la riqueza más importante es ser rico en nuestra relación con Dios. Aunque los regalos monetarios no se multipliquen en beneficio nuestro, muchas otras semillas sembradas sí regresan al sembrador muchas veces multiplicadas.
Sin embargo, el argumento que Pablo hace es cuantificar la cosecha en términos de la siembra: escasamente o con generosidad. Pablo establece los principios en cuanto a la generosidad:
(1) La persona generosa nunca pierde al final.
(2) La actitud del que da es de crucial importancia.
Dios ama a la persona que da con alegría. Deuteronomio 15:7-11 explica en detalle el deber de ser generosos con los pobres: “no endurecerás tu corazón ni le cerrarás tu mano a tu hermano necesitado… no tenga dolor tu corazón por hacerlo”. Y la promesa es: “te bendecirá Jehovah tu Dios en todas tus obras y en todo lo que emprenda tu mano”.

Pablo indica que es deseable que se proyecte y reflexione sobre las ofrendas, pero advierte en contra de que se haga con pesar. “Tristeza”  indica un espíritu mezquino, reacio a desprenderse de su dinero. Una fuente secular describe cuatro tipos de dadores:
(1) Un dador generoso que envidia lo que otros guardan para sí mismos.
(2) Uno que desea que otros den pero no él.
(3) Uno que desea dar y quiere que otros den es un hombre verdaderamente santo.
(4) Uno que no da y no desea que otros den es un hombre malvado.

 Dios es quien concede lo esencial y el espíritu correcto para dar, Deuteronomio  9:8-9
“Toda gracia”  se refiere a los dones de la gracia de Dios. La idea principal es que Dios suplirá nuestra necesidad y “en todas las cosas todo lo necesario”, no para nosotros mismos, sino con el fin de que abundemos en buenas obras. Todo lo que tenemos viene de Dios, y Dios tiene el derecho de usarlo para lograr buenas obras y para suplir las necesidades de los menos afortunados.

  El hombre justo en el AT era conocido por la forma de ayudar al necesitado. El Salmo 112 describe al “hombre que teme a Jehovah” (Job 112:9) este Salmo afirma que lo caracteriza el hecho de que “esparce” (es decir, siembra) y que “da a los necesitados”. Pablo espera que los corintios imiten este modelo en su respuesta a los pobres de Jerusalén.

  “Los frutos de vuestra justicia”  se refiere al apoyo a los santos en Jerusalén, que la ofrenda de los cristianos gentiles representa. Tal vez Pablo se refiere al futuro de Israel: que en la iglesia todos serían uno conforme Dios dirija su plan de salvación hacia su meta establecida (Romanos 11:30-32); que es la salvación completa de judíos y gentiles. El corazón de este versículo es la generosidad, ya que está claro que la gratitud a Dios es la respuesta del lector a la necesidad existente.


El concepto clave es: “ellos glorificarán a Dios… por vuestra liberalidad”; el recibir esta ayuda inspiraría a los judíos cristianos en Jerusalén a glorificar a Dios, haciéndolos conscientes de que la ofrenda había sido un acto de obediencia que demostraba la fe de los corintios. Es una confesión del evangelio de Cristo; es la generosidad de la cooperación de los gentiles con los creyentes de Israel.

Pablo también animó a los romanos a mostrar esta misma generosidad piadosa: “El que distribuye, hágalo con liberalidad”. (Romanos 12:8.) Tenemos que hacer todo el bien que podamos, unos a otros, y para provecho del cuerpo. Si pensáramos debidamente en los poderes que tenemos, y cuán lejos estamos de aprovecharlos apropiadamente, eso nos humillaría. Pero, como no debemos estar orgullosos de nuestros talentos, debemos cuidarnos, no sea que so pretexto de la humildad y la abnegación, seamos perezosos en entregarnos para beneficio de los demás. No debemos decir, no soy nada, así que me quedaré quieto y no haré nada; sino no soy nada por mí mismo y, por tanto, me daré hasta lo sumo en el poder de la gracia de Cristo. Sean cuales fueren nuestros dones o situaciones, tratemos de ocuparnos humilde, diligente, alegre y con sencillez, sin buscar nuestro propio mérito o provecho, sino el bien de muchos en este mundo y el venidero.

A los hebreos les escribió: “Además, no olviden el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque dichos sacrificios le son de mucho agrado a Dios”. (Hebreos 13:16.) La mayoría hemos aprendido a fingir que amamos a los demás. Sabemos cómo hablar con bondad, evitando herir sentimientos y aparentando interés en los demás. Podemos aun fingir que nos llenamos de compasión cuando oímos de las necesidades de otros o de indignación cuando nos enteramos de alguna injusticia. Pero Dios nos llama a sentir el verdadero amor que va más allá de las emociones y conducta superficiales. El amor sincero requiere concentración, esfuerzo,  sacrificio, renuncia. Incluye hacer algo para que otros sean mejores. Demanda tiempo, dinero y participación personal. Ninguna persona tiene los recursos necesarios para amar a toda una comunidad; pero una iglesia, el cuerpo de Cristo en su ciudad, lo puede hacer. Piensa en personas que necesitan tu amor en acción y considera los medios que tienes y los demás miembros pueden usar para unirse y mostrar amor por su comunidad en el nombre de Cristo.

 Las congregaciones de Macedonia fueron un ejemplo sobresaliente de generosidad. Aunque eran pobres, contribuyeron “más allá de lo que verdaderamente podían hacer”, y eso hizo “abundar las riquezas de su generosidad”. (2Corintios 8:1-4.)

¿Puede un hombre perder haciendo aquello con que Dios se agrada? Él puede hacer que toda la gracia abunde para con nosotros, y que abunde en nosotros; puede dar un gran crecimiento de las buenas cosas espirituales y de las temporales. Puede hacer que tengamos suficiente en todas las cosas y que nos contentemos con lo que tenemos. Dios no sólo nos da bastante para nosotros mismos, sino además para que podamos suplir con ello las necesidades del prójimo, y esto debe ser como semilla para sembrar. Debemos mostrar la realidad de nuestra sujeción al evangelio por las obras de caridad. Esto será para mérito de nuestra confesión y para la alabanza y la gloria de Dios. Propongámonos imitar el ejemplo de Cristo, sin cansarnos de hacer el bien, y considerando que es más bienaventurado dar que recibir.

Bendito sea Dios por el don inefable de su gracia, por la cual capacita e inclina a algunos de su pueblo a dar a los demás, y a otros a estar agradecidos por ello; y bendito sea para toda la eternidad su glorioso nombre por Jesucristo, el don de valor inapreciable de su amor, por medio del cual estas y todas las otras cosas, que pertenecen a la vida y la piedad, nos son dadas gratuitamente, más allá de toda expresión, medida o límite.

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