Por qué es necesario perseverar.
Es posible que los cristianos
tengamos que encararnos a la indiferencia de otros, al oprobio, a ser
representados falsamente, a hostilidad intensa, al odio de familiares
allegados, maltrato, encarcelamiento e incluso a la muerte. (Mt 5:10-12; 10:16-22; 24:9, 10, 39; Mr 13:9, 12, 13; Apo
13:10.) Esto exige aguante, ya que sin esta cualidad esencial es
imposible llegar a obtener la vida eterna. (Ro 2:7; Heb
10:36; Apo 14:12.) Esto se debe a que lo importante no es lo bien que
una persona haya comenzado su discipulado cristiano, sino cómo lo termina.
Jesucristo se expresó al respecto del siguiente modo (Mt 24:13.) “(Lu 21:19.)
Las personas que aceptan con rapidez “la palabra
de Dios”, pero solo de modo superficial, carecen de aguante. Se rinden pronto
si tienen que aguantar tribulación o persecución, de modo que pierden la
aprobación y la bendición de Dios. Por el contrario, los que cultivan aprecio
profundo por “la Palabra de Dios” aguantan con firmeza. “Llevan fruto con
aguante”, y aun cuando tengan que soportar dificultades, sufrimiento o
desánimo, continúan proclamando con fidelidad el mensaje de Dios. (Lu 8:11, 13, 15.)
Cómo se mantiene la perseverancia. El meditar en el excelente
ejemplo que han puesto los siervos de Dios —como los profetas de tiempos
precristianos, Job, los apóstoles Pablo y Juan y muchos otros— y observar el
resultado de su fidelidad, puede ser un estímulo para continuar aguantando en
tiempos de tribulación. (2Co 6:3-10; 12:12; 2Te 1:4;
2Ti 3:10-12; Snt 5:10, 11; Apo 1:9.) Sobre todo debe tenerse presente en
todo momento el aguante perfecto de Jesucristo. (Heb
12:2, 3; 1Pe 2:19-24.)
También es importante no perder de vista la
esperanza cristiana de vida eterna sin pecado, una esperanza que ni siquiera la
muerte a manos de los perseguidores nos puede arrebatar. (Ro 5:4, 5; 1Te 1:3; Apo 2:10.) Todo el sufrimiento que
se haya tenido que soportar en el presente parecerá insignificante cuando se
compare con el cumplimiento de esa magnífica esperanza. (Ro 8:18-25.) Desde la perspectiva que proporciona la
eternidad, cualquier sufrimiento, por intenso que parezca en el momento,
resulta ‘momentáneo y liviano’. (2Co 4:16-18.) El
recordar la naturaleza transitoria de las pruebas y adherirse a la esperanza
cristiana puede evitar que se deje lugar a la desesperación o a la infidelidad
a Jehová Dios.
El aguante cristiano no depende de la fortaleza
personal. Es el Altísimo quien sostiene y fortalece a sus hijos por medio de su
espíritu y el consuelo de las Escrituras. El Señor “suministra aguante o
perseverancia” a los que confían plenamente en Él, y por eso es apropiado que
los cristianos oremos pidiéndole ayuda, incluida la sabiduría necesaria para
hacer frente a una prueba en concreto. (Ro 15:4, 5; Snt
1:5.) Dios Padre nunca permitirá
que nadie se vea sometido a una prueba que le sea imposible soportar. Si una
persona acude a Él por ayuda y no pierde la fe, sino que confía por completo en
Él, el Todopoderoso le proporcionará una salida que le permitirá aguantar. (1Co 10:13; 2Co 4:9.)
No existe límite alguno a la fortaleza que los
cristianos podemos obtener por medio del Espíritu Santo mientras sufrimos
tribulación. El apóstol Pablo oró por los colosenses para que fuesen “hechos
poderosos con todo poder al alcance de la gloriosa potencia de Dios para que aguanten plenamente y sean
sufridos con gozo”. (Col 1:11.) Un ejemplo de
cómo actúa esta “gloriosa potencia” es la resurrección de Jesucristo para ser
ensalzado a la derecha del Padre. (Ef 1:19-21.)
Dios y su Hijo desean que todos los cristianos
nos mantengamos fieles. Esta afirmación se desprende del estímulo que
Jesucristo dio con relación a la perseverancia a las congregaciones cristianas
de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. (Apoc 2:1-3, 8-10, 12, 13, 18, 19; 3:4, 5, 7, 10)
Actitud apropiada hacia las pruebas. Los cristianos no debemos
temer las pruebas y tribulaciones, pues sabemos que nuestro futuro eterno
depende de nuestro aguante y que podemos confiar en la ayuda divina. Tampoco hemos
de resentirnos por ellas ni quejarnos, amargarnos o compadecernos de nosotros
mismos.
La perseverancia, o la paciencia, juntamente
con el amor son dos de las virtudes cristianas más destacadas en la Biblia. La
perseverancia a través de pruebas es una de las evidencias de la fe que salva.
En otras palabras, la fe que salva es la fe que permanece fiel. Pablo enseña
que la tribulación produce paciencia y la paciencia produce carácter
aprobado y el carácter aprobado produce esperanza (Rom_5:3-4).
La perseverancia tendrá “completa su obra” si se
deja que la prueba siga su curso sin que se quebranten los principios bíblicos
con objeto de ponerle fin en seguida. Entonces la fe se habrá probado y
refinado, y su poder sustentador se habrá puesto de manifiesto. Puede que
también hayan quedado expuestas ciertas debilidades, de modo que el cristiano
podrá apreciarlas y efectuar los cambios necesarios por medio de la obediencia
a la Palabra de Dios, que actúa limpiando nuestra alma, mente, voluntad y
sentimientos. Las pruebas que se aguantan con fidelidad moldean a una persona,
cambian su actitud y pueden lograr que sea más paciente, compasiva, bondadosa y
amorosa en el trato con sus semejantes. Por eso, al dejar que “el aguante tenga
completa su obra”, la persona no tendrá “deficiencia en nada” de lo que Jehová
busca en sus siervos aprobados. (Snt 1:2-4.)
¡Maranatha!
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