} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA IRA DE DIOS y SU PROPIACIÓN

martes, 30 de agosto de 2016

LA IRA DE DIOS y SU PROPIACIÓN


Romanos 1:18-23

 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;   porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.  Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,  y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

Romanos 3; 24-26

  Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,   con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.



En versículos anteriores Pablo estaba pensando en la relación con Dios en que el hombre puede entrar mediante una fe que es absoluta confianza y entrega. En contraste con esa relación pone ahora la Ira de Dios en la que se incurre cuando se es deliberadamente ciego a Dios y se adoran los propios pensamientos e ídolos en vez de a Él.
Esto es difícil y nos exige pensar en serio, porque aquí nos encontramos con la concepción de la Ira de Dios, una frase alarmante y aterradora. ¿Qué quiere decir? ¿Qué tenía Pablo en la mente cuando la usaba?
En las partes más antiguas del Antiguo Testamento la ira de Dios se relaciona especialmente con la idea del pueblo del pacto. El pueblo de Israel estaba en una relación especial con Dios, Que le había escogido y ofrecido una relación especial que se obtendría y mantendría siempre que guardara la Ley (Éxodo 24:3-8). Eso quería decir dos cosas:
(a) Quería decir que, dentro de la nación, cualquier desobediencia a la Ley provocaba la ira de Dios, porque quebrantaba la relación con El. Números 16 nos habla de la rebelión de Coré, Datán y Abiram, y que al final Moisés le dijo a Aarón que hiciera expiación por el pecado del pueblo, “porque el furor ha salido de la presencia del Señor” (Números 16:46). Cuando los israelitas se desviaron para dar culto a Baal, "el furor del Señor se encendió contra Israel» (Números 25:3).
(b) Además, como la nación de Israel estaba en una relación exclusiva con Dios, cualquier otra nación que la tratara con crueldad o injusticia incurría en la ira de Dios. Babilonia había maltratado a Israel, y «por la ira del Señor no será habitada» (Jeremías 50:13).
En los profetas aparece la idea de la ira de Dios, pero con un nuevo hincapié. El pensamiento religioso judío a partir de los profetas estaba dominado por la idea de las dos edades, la presente y la por venir: la presente es esencialmente mala, y la edad dorada por venir será esencialmente buena. Entre ambas estará el Día del Señor, que será un día terrible de juicio y retribución en el que el mundo será sacudido, los pecadores destruidos y el universo rehecho antes de que venga el Reino de Dios. Será entonces cuando entre en acción la ira del Señor de una manera aterradora. "He aquí el Día del Señor viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la Tierra en soledad” (Isaías 13:9). “Por la ira del Señor de los Ejércitos se oscureció la Tierra, y será el pueblo como pasto del fuego”(Isaías 9:19). "Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor del Señor” (Ezequiel 7:19). Dios derramará sobre las naciones su enojo, todo el ardor de su ira; por el fuego de su celo será consumida toda la Tierra (Sofonías 3:8).
Pero los profetas no consideraban que la ira de Dios se posponía hasta ese terrible Día del Juicio. La veían constantemente en acción. Cuando Israel se alejaba de Dios, cuando era rebelde e infiel, la ira de Dios operaba en su contra y le envolvía en ruina, desastre, cautividad y derrota.
Para los profetas, la ira de Dios estaba obrando continuamente, aunque alcanzaría su clímax de terror y destrucción en el Día del Señor.
  Porque Dios es Dios, y es esencialmente Santo, no puede tolerar el pecado, y la ira de Dios es su “reacción aniquiladora” contra el pecado.
Esto nos es difícil de entender y de aceptar. Es de hecho la clase de religión que identificamos con el Antiguo Testamento más que con el Nuevo. Hasta Lutero lo encontraba difícil, y hablaba del amor como la obra característica de Dios, y de la ira como la extraña acción de Dios. Para la mentalidad cristiana es una cosa sorprendente.
Vamos a tratar de ver cómo lo entendía Pablo. Pablo habla a menudo de la idea de la ira; pero no dice nunca que Dios esté airado. Habla del amor de Dios, y dice que Dios ama; habla de la gracia de Dios, y de Dios actuando por gracia; habla de la fidelidad de Dios, y de que Dios es fiel con su pueblo... Pero, aunque nos parezca extraño, habla de la ira de Dios, pero no dice nunca que Dios esté airado o se aíree, expresión que sí encontramos en el Antiguo Testamento; así es que hay una diferencia entre el amor y la ira de Dios.
Además, Pablo habla de la ira de Dios solamente tres veces: aquí, en Efesios 5:6  y en Colosenses 3:6, donde habla de la ira de Dios que viene sobre los hijos de desobediencia. Habla a menudo de la ira, sin decir que es la ira de Dios, como si debiera escribirse con mayúscula -La Ira-, y fuera una clase de fuerza impersonal que actúa en el mundo. La traducción literal de Romanos3:5  es: «.. . Dios, que trae sobre los hombres la Ira»  que da castigo. En Romanos 5:9  habla de ser salvos de la Ira. En Romanos 12:19  avisa a los humanos que no se venguen, sino que dejen a los malhechores para la  Ira "de Dios»). En Romanos 13:5  habla de la Ira como una razón de peso para hacer a los hombres obedientes a las leyes. En Romanos 4:15  dice que la Ley produce Ira. Y en 1Tesalonicenses 1:10  dice que Jesús nos ha librado de la Ira venidera. Ahora bien, aquí hay algo muy importante: Pablo habla, sí, de la Ira, pero nos dice que Jesús nos salva de esa misma Ira.
Volvamos a los profetas. Muy a menudo su mensaje equivale a: “Si no obedecéis a Dios, su ira os acarreará ruina y desastre.” Ezequiel lo dice de una manera lapidaria: "El alma que pecare, ésa morirá” (Ezequiel 18:4).
Hay un orden moral en este mundo, y el que lo quebranta tiene que sufrir más tarde o más temprano.  Hay una lección, una sola, que podemos decir que la Historia repite con claridad; y es que el mundo está basado en un fundamento moral, y que, a la larga, les va bien a los buenos y, a la larga, les irá mal a los malvados.
 La esencia del mensaje de los profetas Hebreos es que hay un orden moral en el mundo. La conclusión es clara: Ese orden social es la operación de la ira de Dios. Dios ha hecho este mundo de tal manera que, si quebrantamos sus leyes, sufrimos las consecuencias. Ahora bien: si estuviéramos solamente a merced de ese inexorable orden moral, no podríamos esperar más que muerte y destrucción. El mundo está hecho de tal manera que el alma que peque tendrá que morir -si no hay más que ese orden moral. Pero en este dilema de la humanidad llega el amor de Dios, y en un acto de gracia indescriptible rescata al hombre de las consecuencias del pecado y le salva de la ira en que ha incurrido.
Pablo continúa insistiendo en que el hombre no puede alegar ignorancia de Dios. Puede ver cómo es por Su obra. Se puede conocer bastante a una persona por lo que ha hecho, e igualmente a Dios por Su creación. El Antiguo Testamento ya lo afirma. En Job 38-41 se nos presenta esta misma idea. Pablo lo sabía; cuando habla de Dios a los paganos de Listra, empieza por Su obra en la naturaleza Hechos 14:17.
Tertuliano, el gran teólogo de la Iglesia Primitiva, tiene mucho que decir acerca de la convicción de que a Dios se Le puede conocer en la creación: "No fue la pluma de Moisés la que inició el conocimiento del Creador... La inmensa mayoría de la humanidad, aunque no han oído nada de Moisés, y no digamos de sus libros, conocen al Dios de Moisés.» «La naturaleza es el maestro, y el alma, el discípulo.» «Una florecilla junto a la valla, y no digo del jardín; una concha del mar, y no digo una perla; una pluma de alguna avecilla, no tiene que ser la de un pavo real, ¿os dirán acaso que el Creador es mezquino?» "Si te ofrezco una rosa, no te burlarás de su Creador.»
En la creación podemos conocer al Creador. El argumento de Pablo es totalmente válido: si observamos el mundo vemos que el sufrimiento sigue al pecado. Si quebrantas las leyes de la agricultura, la cosecha no grana; si las de la arquitectura, el edificio se derrumba; si las de la salud, se presenta la enfermedad. Pablo estaba diciendo: "¡Observad el mundo, y veréis cómo está construido! Fijándonos en cómo es el mundo, podemos aprender mucho de cómo es Dios.» El pecador no tiene disculpa.
Pablo avanza aún otro paso. ¿Qué hace el pecador? En lugar de mirar hacia Dios, se mira a sí mismo. Se enreda en vanas especulaciones y se cree sabio, cuando en realidad no es más que un necio. ¿Por qué? Porque hace de sus ideas, sus opiniones y sus especulaciones, en lugar de la voluntad de Dios, el principio y la ley de la vida. La necedad del pecador consiste en hacer "al hombre dueño y señor de las cosas.» Basa sus principios en sus propias opiniones en lugar de en las leyes de Dios. Vive en un universo del que él es el centro, en lugar del universo del que el centro es Dios. En lugar de caminar con la mirada fija en Dios, no se mira nada más que a sí mismo y, por no mirar por dónde ni adónde va, cae.
El resultado es la idolatría. Se cambia la gloria de Dios por imágenes de formas humanas y animales. La raíz del pecado de la idolatría es el egoísmo. El hombre hace un ídolo, le trae ofrendas y le dirige oraciones. ¿Por qué? Para que prosperen sus planes y sus sueños. Su religión no tiene en cuenta a Dios, sino a sí mismo.
En este pasaje nos encontramos cara a cara con el hecho de que la esencia del pecado es ponernos a nosotros mismos en el lugar de Dios.
   
El problema supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida relación con Dios? ¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de sentirse a una distancia insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios?
La religión de los judíos contestaba: “Uno puede llegar a estar en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.” Pero eso equivale a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir perfectamente todos los mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la Ley? Para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El propósito de la Ley es hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado. Entonces, ¿es imposible llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras, sino por la fe.
Para ponérnoslo más claro, Pablo usa tres comparaciones.
  Nos pone el ejemplo del tribunal, lo que llamamos justificación. En este ejemplo se piensa que el hombre se encuentra ante el tribunal de Dios. La palabra griega que traducimos por justificar es dikaiún. Todos los verbos griegos que terminan en -ún quieren decir, no hacer a alguien algo, sino tratar, considerar a uno como algo. Si se presenta ante el juez uno que es inocente, el juez le declara inocente. Pero el caso del que se presenta ante Dios es que es totalmente culpable, y sin embargo Dios, en su infinita misericordia, le trata y le considera como si fuera inocente. Eso es lo que quiere decir justificación.
Cuando Pablo dice que " Dios justifica al malvado» quiere decir que Dios le trata como si fuera bueno. Eso era lo que escandalizaba a los judíos hasta el colmo. Para ellos eso sólo lo harta un juez inicuo. "El justificar al culpable es una abominación para Dios» (Proverbios 17:15). «Yo no perdonaré al culpable» (Éxodo 23:7). Pero Pablo dice que eso es precisamente lo que hace Dios.
¿Cómo puedo yo saber que Dios es así? Lo sé porque Jesús lo ha dicho. Vino a decirnos que Dios nos ama aunque somos malos. Vino a decirnos que, aunque somos pecadores, seguimos siéndole muy queridos a Dios. Cuando descubrimos eso y lo creemos, se cambia radicalmente nuestra relación con Dios. Somos conscientes de nuestro pecado, pero ya no estamos aterrados ni alejados. Quebrantados y arrepentidos acudimos a Dios, como viene a su madre un niño triste, y sabemos que el Dios al Que venimos es amor.
Eso es lo que quiere decir justificación por la fe en Jesucristo. Quiere decir que estamos en la debida relación con Dios porque creemos de todo corazón que lo que Jesús nos ha dicho de Dios es la verdad. Ya no somos extraños que tienen terror a un Dios airado. Somos hijos, hijos errantes que confían en que su Padre los ama y los perdonará. Y nosotros no podríamos haber llegado nunca a esa relación con Dios si Jesús no hubiera venido a vivir y a morir para decirnos lo maravillosamente que Dios nos ama.
  Pablo nos pone el ejemplo del sacrificio. Nos dice que Dios hizo que Jesús fuera el que ganara el perdón de nuestros pecados. La palabra griega que usa Pablo para describir a Jesús es hilastérion. Viene de un verbo que quiere decir propiciar y que se usa en relación con los sacrificios. En el Antiguo Testamento, cuando uno quebrantaba la Ley le ofrecía un sacrificio a Dios. Lo que pretendía era que el sacrificio le librara del castigo que habría de venirle. Para decirlo de otra forma: un hombre pecaba, y aquel pecado destruía su relación con Dios; para restaurarla ofrecía un sacrificio.
Pero la experiencia humana era que un sacrificio animal no podía producir ese efecto. “A Ti no Te complacen los sacrificios; si yo Te ofreciera holocaustos, a Ti no Te agradaría” (Salmo  51:16). “¿Con qué me presentaré al Señor, y daré culto al Dios Altísimo? ¿Con holocaustos, con becerros de un año? ¿Le agradarán al Señor millares de carneros, o miríadas de arroyos de aceite? ¿Tendré que dar mi primogénito en compensación por mi transgresión, o el fruto de mis entrañas para expiar el pecado de mi alma?” (Miqueas 6:6). Los hombres sabían instintivamente que, una vez que habían pecado, toda la parafernalia de los sacrificios terrenales no podría arreglar las cosas.
Por eso dice Pablo: “Jesucristo, con su vida de obediencia y su muerte por amor, Le ofreció a Dios el único sacrificio que puede expiar el pecado real y verdaderamente.” E insiste en que lo que sucedió en la Cruz nos abre la puerta para que volvamos a estar en la debida relación con Dios, cosa que no puede hacer ningún otro sacrificio. La propiciación significa que el sacrificio redentor de Cristo ha satisfecho los requisitos de la ira santa de Dios contra el pecado humano. Por tanto, Dios puede demostrar justamente misericordia al hombre y perdonar los pecados y poner en una correcta posición delante de sí al creyente.   El “propiciatorio” del A.T. sirvió de lugar de propiciación o “expiación” y representa la obra propiciatoria de Cristo en el N.T.
  Pablo pone el ejemplo de la esclavitud. Habla de la liberación que ha obrado Jesucristo. La palabra apolytrósis significa rescate, redención, liberación. Esto quiere decir que la humanidad estaba en poder del pecado, y Jesucristo es el único que la podía libertar.
Por último, Pablo dice que Dios hizo todo esto porque es justo, y acepta como justo al que cree en Jesús. Es lo más sorprendente que se puede decir jamás. Es "la suprema paradoja del Evangelio.” Pensemos un poco: quiere decir que Dios es justo, y que acepta al pecador como si fuera justo. Lo natural habría sido decir: “Dios es justo; y, por tanto, condena al pecador como a un criminal.” Pero aquí tenemos la gran paradoja: Dios es justo, y, de alguna manera, con esa Gracia increíble, milagrosa, que Jesús vino a traer al mundo, acepta a los pecadores, no como criminales, sino como hijos a los que sigue amando a pesar de todo.
¿Qué es todo esto en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre esto y el antiguo sistema de la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el método de la obediencia a la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por sí mismo; mientras que el método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho por él. Pablo hace hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar el perdón de Dios; solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo. Por tanto, el camino que conduce a la perfecta relación con Dios no es un intento agotador y desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta, sino la humilde y arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos ofrece en Jesucristo.


 ¡Maranatha!

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