} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CÓMO DEBEN SER LOS DIRIGENTES CRISTIANOS

sábado, 27 de agosto de 2016

CÓMO DEBEN SER LOS DIRIGENTES CRISTIANOS



1 Timoteo 3:1-7

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;  no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;  que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad  (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?;  no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.   También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.

Tito 1:6  el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.  

1 Timoteo 4:11-16

Esto manda y enseña.   Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.   Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.  No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.  Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.  Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.

Una de las dificultades que tenía que vencer Timoteo era que era joven. No debemos pensar que fuera un muchacho. Después de todo ya hacía quince años que Pablo le había tomado como su ayudante. La palabra que se usa para joven (neótés) puede describir en griego a cualquier persona en edad militar, que era hasta los cuarenta años. Pero a la Iglesia le ha gustado por lo general que sus obreros fueran hombres maduros. Los Cánones Apostólicos establecían que uno no podía llegar a ser obispo hasta que tuviera por lo menos cincuenta años, porque para entonces «habría pasado los desórdenes de la juventud.» Timoteo era joven comparado con Pablo, y habría muchos que le miraran con ojos críticos. La Iglesia siempre ha mirado la juventud con una cierta suspicacia, bajo la cual caería Timoteo de forma inevitable.
El consejo que se le dio a Timoteo es el más difícil de seguir, y sin embargo era el único consejo posible. Era que debía acallar las críticas con su conducta. A Platón le acusaron una vez falsamente de conducta deshonrosa. «Bien -dijo-, viviremos de tal manera que todos puedan ver que la acusación es falsa.» Las defensas verbales puede que no silencien la crítica; pero la conducta sí lo conseguirá. ¿Cuáles habían de ser las características de la conducta de Timoteo?
  Primera, había de ser el amor.
Ágape, la palabra griega para la más grande de las virtudes cristianas, es francamente intraducible. Su verdadero significado es una benevolencia inconquistable. Si uno tiene Ágape, no importa lo que otros le hagan o digan de él, él no procurará nada más que el bien de ellos. No mostrará nunca amargura o resentimiento o deseo de venganza; nunca sucumbirá al odio; nunca dejará de perdonar. Está claro que esta es la clase de amor que requiere la totalidad de la personalidad de una persona el conseguir. Normalmente, el amor es algo que no podemos evitar. Amar a los más próximos es algo instintivo. Generalmente el amor de un hombre hacia una mujer es una experiencia involuntaria. El amor es algo del corazón; pero está claro que este amor cristiano es algo de la voluntad. Es esa conquista del yo que nos conduce a un cuidado inconquistable de los demás. Así que la primera señal autentificadora del dirigente cristiano es que se preocupa por los demás, sin importarle lo que le hagan. Eso es algo en lo que debe pensar constantemente cualquier dirigente cristiano que se encabrite fácilmente ante una ofensa y que sea propenso a guardar rencor.
  Segunda, está la lealtad.
La lealtad es la fidelidad inconquistable a Cristo, sin importar el precio. No es difícil ser buen soldado si las cosas van bien; pero el soldado auténticamente de valor es el que puede pelear bien con el cuerpo cansado y el estómago vacío, cuando la situación parece desesperada y se encuentra en medio de una campaña cuyos movimientos no puede entender. La segunda marca autentificadora del dirigente cristiano es una lealtad a Cristo que desafíe las circunstancias.
  Tercera, había de ser la pureza.
La pureza es la aceptación incondicional de los niveles de Cristo. Cuando Plinio estaba mandándole al emperador Trajano el informe acerca de los cristiano de Bitinia, donde era gobernador, escribió: «Tienen la costumbre de vincularse entre ellos con un juramento de no cometer ni hurto, ni robo, ni adulterio; de no faltar nunca a su palabra; de no negar un depósito que se les haya confiado cuando se les solicite dar cuenta de él." El compromiso cristiano es una vida de pureza. El cristiano debe tener un nivel de honor y honradez, de dominio propio y castidad, de disciplina y consideración, muy por encima de los niveles del mundo. El hecho escueto es que al mundo no le interesará para nada el Cristianismo a menos que pueda demostrar que produce los hombres y las mujeres mejores. La tercera marca autenticadora del dirigente cristiano es una vida que se ajusta a los niveles de Jesucristo, para marcar la diferencia.

También se le establecen a Timoteo, el joven dirigente designado por la Iglesia, ciertos deberes. Ha de consagrase a la lectura pública de la escritura, a la exhortación y a la enseñanza. Aquí tenemos el esquema del culto de la Iglesia Cristiana:
La más temprana descripción de un culto cristiano que poseemos se encuentra en las obras de Justino Mártir. Allá por el año 170 d C. escribió una defensa del Cristianismo al gobernador romano, y en ella (Justino Mártir: Primera Apología :67) dice: "el día llamado día del sol tiene lugar una reunión de todos los que viven en los pueblos o en los alrededores de un lugar. Se leen según el tiempo disponible las Memorias de los Apóstoles o los Escritos de los Profetas. Seguidamente el lector se detiene y el dirigente predica y exhorta a los presentes a imitar estas buenas cosas. Luego nos ponemos todos en pie y elevamos a Dios nuestras oraciones.”
Así es que en el esquema de cualquier culto cristiano debía reunir una serie de requisitos:
  Debía haber la lectura y la exposición de la Escritura.
 Las personas no se reunían en última instancia para escuchar las opiniones de un predicador; se reunían para oír la Palabra de Dios. El culto cristiano está centrado en la Biblia.
  Debía haber enseñanza.
La Biblia es un libro difícil, y por tanto hay que explicarlo. La doctrina cristiana no es fácil de comprender, pero el creyente debe poder dar razones de sus esperanzas. De poco sirve exhortar a una persona a que sea cristiana si no sabe lo que quiere decir eso. El predicador cristiano ha dedicado muchos años de su vida a conseguir el equipamiento necesario para explicar a otros la fe. Se le ha liberado de los deberes ordinarios de la vida para que pueda pensar, estudiar y orar para exponer mejor la palabra de Dios. No puede haber una fe cristiana duradera en ninguna iglesia sin un ministerio de enseñanza.
  Debía haber exhortación.
El mensaje cristiano siempre debe desembocar en la acción cristiana. Ha dicho alguien que todos los sermones deberían terminar con el desafío: " ¿Qué vas a hacer con esto, amigo?» No basta presentar el mensaje cristiano como algo que hay que estudiar y entender; hay que presentarlo como algo que hay que poner por obra. El Cristianismo es verdad, pero es verdad en acción.
  Debía haber oración.
La congregación se reúne en la presencia de Dios; piensa en el Espíritu de Dios; sale al mundo en la fuerza de Dios. Ni la predicación ni la escucha durante el culto, ni la acción consiguiente en el mundo son posibles sin la ayuda del Espíritu de Dios.
No nos haría ningún daño revisar nuestros cultos modernos sobre la base de los primeros cultos de la Iglesia Cristiana.
 Así también en los dirigentes, ancianos u obispos: 
  Debe tener presente que es un hombre apartado para una tarea especial por la Iglesia.
El dirigente cristiano no tiene sentido aparte de la Iglesia. Su comisión vino de ella; su labor la realiza dentro de su comunión; su deber es edificar a otros en ella. Por eso es por lo que la labor realmente importante de la Iglesia Cristiana no la hace nunca un evangelista itinerante, sino siempre un ministerio local.
  Debe tener presente que tiene la obligación de pensar en estas cosas.
Su gran peligro es la pereza intelectual y la mente cerrada, negarse a estudiar y permitir que su pensamiento siga fluyendo por los cauces antiguos. El peligro está en que nuevas palabras, nuevos métodos y la intención de presentar la fe en términos contemporáneos puede ser que le saque de quicio. El dirigente cristiano debe ser un pensador cristiano o fracasará en la tarea; y para ser un pensador cristiano se ha de ser un pensador aventurero mientras dure la vida.

  Debe tener presente el deber de concentrarse.
 El peligro está en disipar las energías en muchas cosas que no son centrales a la fe cristiana. Se le presentan invitaciones a muchos deberes y se le confronta con las demandas de muchas esferas de servicio. Hubo un profeta que enfrentó a Acab con una especie de parábola. Dijo que en una batalla uno le había llevado un prisionero para que lo guardara, diciéndole que si el prisionero se le escapaba lo pagaría con su propia vida; pero el soldado dejó vagar su atención y " cuando tu siervo estaba ocupado por aquí y por allá el prisionero se escapó» (Reyes 20:35-43). Es fácil para el dirigente cristiano estar ocupado por aquí y por allá y que se le escapen las cosas centrales. La concentración es un deber primordial del dirigente cristiano.
  Debe tener presente el deber de avanzar.
 Su progreso espiritual debe serle evidente a todo el mundo. Perseverancia en la Palabra. Es demasiado cierto de la mayoría de nosotros que las mismas cosas nos conquistan año tras año; que conforme un año sucede a otro, nosotros no estamos más allá. El dirigente cristiano exhorta a otros a llegar a ser más como Cristo. ¿Cómo puede hacerlo honradamente a menos que él mismo llegue a ser día tras día más como el Maestro Cuyo es y a Quien trata de servir?   La oración del dirigente cristiano debe ser en primer lugar que él mismo se haga más como Cristo porque sólo así podrá dirigir a otros a Él.

 En esta lista repetida de las calificaciones de un anciano se subraya especialmente una cosa: debe ser un hombre que haya enseñado la fe a su propia familia. Más tarde, el Concilio de Cartago establecería: «Los obispos, ancianos y diáconos no serán ordenados para el ministerio antes de hacer que todos los miembros de sus familias sean miembros de la Iglesia Universal.» El Cristianismo empieza en casa. No es ninguna virtud el estar tan ocupado con el trabajo de fuera que se abandona el de casa. Todo lo que se haga por la iglesia en el mundo no puede expiar el abandono de la propia familia.
Pablo usa una palabra muy gráfica. La familia del anciano debe estar libre de acusaciones de libertinaje. La palabra griega es asótía, que es la que se usa en Lucas 15:13  refiriéndose al hijo pródigo que malgastó su dinero viviendo perdidamente. El que es asótos no puede ahorrar; es manirroto y derrochón, y malgasta su hacienda en caprichos personales; destruye su hacienda y acaba por destruirse a sí mismo.
Aristóteles, que siempre describía las virtudes como el punto medio entre dos extremos, declara que por una parte está la tacañería, y por la otra la asótía, la extravagancia egoísta y desmadrada; la virtud en este caso es la liberalidad. La casa del anciano no debe nunca ser culpable del mal ejemplo de malgastar desaforadamente en placeres personales.
Además, la familia del anciano no debe ser indisciplinada. No hay nada que compense la falta de control parental.
El verdadero campo de entrenamiento para el anciano está tanto en casa como en la iglesia.
La peculiaridad de la fe judía era la multiplicación de reglas y normas. Esto, lo otro y lo de más allá estaban catalogados como inmundos; este, ese y aquel alimentos se mantenía que eran tabú. Cuando se aliaban el judaísmo y el gnosticismo, hasta el cuerpo se volvía inmundo, y los instintos naturales del cuerpo se tenían por malos. El resultado inevitable era que se estaban creando constantemente listas interminables de pecados. Era pecado tocar esto o aquello; o comer este o aquel alimento; hasta casarse y tener hijos era pecado. Cosas que eran buenas en sí mismas o completamente naturales se consideraban inmundas. Desde muchos púlpitos se practica esa manipulación para subordinar a las ovejas, y no se muevan del redil. Hasta tal punto llega la manipulación que las hacen sentir culpables cuando deciden abandonar la frialdad espiritual y el engaño.
Así es que Pablo acuña el gran principio: " Todas las cosas son limpias para los limpios." Ya había dicho eso, hasta más enfáticamente, en Romanos 14:20, cuando dijo a los que estaban discutiendo interminablemente acerca de alimentos limpios e inmundos: “Todas las cosas son limpias.” Puede que esta frase no sea sólo un proverbio, sino un dicho de Jesús. Cuando estaba hablando de las innumerables reglas y normas de los judíos dijo: “Nada hay fuera de la persona que la pueda contaminar entrando en ella; pero lo que sale de la persona, eso es lo que la contamina” (Marcos 7:15).
Lo que cambia las cosas, es la Palabra de Dios en la Biblia por medio de la obediencia y llega al corazón.  Obra como un espejo, pero muchos prefieren esconderse para no mirar, y los que miran pronto se olvidan, pues no deja que Ella tome las riendas de su vida. Si uno es puro de corazón, todas las cosas le son puras; si es inmundo de corazón, entonces hace inmundo todo lo que piensa o dice o toca.   "A menos que el vaso esté limpio todo lo que echemos en él se corromperá, lo mismo que un estómago enfermo altera la comida que recibe, así una mente sucia convierte todo lo que le confías en su propia basura y ruina. Nada puede venirle a las personas que son malas que sea un bien para ellas, no, ni nada puede venirles que no les haga daño. Vuelven de su misma naturaleza todo lo que los toca. Y hasta las cosas que serían de provecho a otros, les resultan dañinas.” El que tiene una mente sucia lo ve todo sucio. Puede tomar las cosas más inocentes, y cubrirlas de tizne. Pero el que tiene la mente limpia, encuentra limpias todas las cosas.
Se dice de aquellos hombres que tenían contaminadas tanto la mente como la conciencia. Una persona llega a sus decisiones y conclusiones usando dos facultades. Una, la inteligencia, para pensar las cosas; y otra, la conciencia, para escuchar la voz de Dios. Pero si tiene la inteligencia pervertida hasta tal punto que no ve más que el lado sucio de todo, y si tiene la conciencia oscurecida y enmudecida por consentir continuamente el mal, no puede tomar ninguna decisión correcta.
Cada uno tiene que mantener limpio el escudo blanco de su inocencia. Si deja que la impureza le infecte la mente, lo verá todo a través de una niebla sucia. La mente le ensuciará todos los pensamientos que entren en ella; la imaginación le llenará de concupiscencia todas las imágenes que forme; malentenderá todos los motivos; le dará un doble sentido a todo lo que se diga. Para huir de esa impureza debemos caminar en la presencia purificadora de Jesucristo.
Cuando una persona dirigente cae en ese estado de impureza, puede que conozca a Dios intelectualmente, pero su vida desmiente ese conocimiento. Podemos descubrir tres cosas acerca de esa persona:
  Es repulsiva. La palabra original es bdelyktós, que se usa especialmente para caracterizar las imágenes y los ídolos paganos. Es la palabra de la que se deriva bdélygma, abominación. Hay algo repelente en la persona que tiene una mente obscena, que hace chistes lascivos y es un maestro en insinuaciones sucias.
  Es desobediente. Una persona así no puede obedecer la voluntad de Dios. Tiene la conciencia entenebrecida. Se ha hecho tal que ya apenas si puede oír la voz de Dios, así es que mucho menos obedecerla. Una persona así no puede ser más que una mala influencia, y está descalificada para ser un instrumento en las manos de Dios.
  Eso es otra manera de decir que se hace inútil para sus semejantes y para Dios. La palabra que se usa para inútil es interesante, adókimos. Se usa para describir una moneda falsa que no tiene el peso ni el metal debidos. Se usa para describir a un soldado cobarde que falla a la hora de la batalla. Se usa para un candidato que se rechaza para un puesto, alguien a quien sus conciudadanos consideran un inútil. Se usa de una piedra que rechazan los edificadores. (Si tenía un defecto se la marcaba con la letra A de adókimos, y se la dejaba a un lado como inservible para ser colocada en el edificio). La prueba definitiva de la vida es la utilidad, y la persona que tiende siempre a lo inmundo no le sirve para nada a sus semejantes ni a Dios. En vez de ayudar a la obra de Dios en el mundo, la entorpece; y la inutilidad invita al desastre.



¡Maranatha!

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