} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CARTA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS, capítulo 4; 9-17

lunes, 4 de abril de 2022

CARTA DEL APÓSTOL PABLO A LOS ROMANOS, capítulo 4; 9-17

 

Romanos 4; 9-17

9  ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.

10  ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.

11  Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;

12  y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

13  Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.

14  Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.

15  Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

16  Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros

17  (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.

 

   Para comprender estos versículos tenemos que entender lo importante que era la circuncisión para los judíos. Para ellos, si uno no estaba circuncidado no era judío, aunque lo fueran sus padres y antepasados. La oración judía en la circuncisión dice: «Bendito sea el Que santificó a su amado desde el seno materno, y puso su ordenanza sobre su carne, y selló su descendencia con la señal del santo pacto.» La ordenanza rabínica establece: "No comeréis la Pascua si no tenéis el sello de Abraham en vuestra carne.» Si un gentil se convertía a la religión de Israel, no podía participar plenamente en ella hasta que hubiera cumplido tres ordenanzas: bautismo, sacrificio y circuncisión.

El objetor judío al que está contestando Pablo todo el tiempo todavía ataca por la retaguardia. «Supongamos que yo admitiera dice, todo lo que estás diciendo de Abraham, y el hecho de que fue su absoluta confianza en Dios la que le ganó la entrada en la perfecta relación con Él; pero tendrás que reconocer que fue circuncidado.» Y Pablo hace un razonamiento contundente. La historia del llamamiento de Abraham y de la bendición que Dios le dio está en Génesis 15:6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia; y la historia de la circuncisión de Abraham en Génesis 17: 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. No fue circuncidado realmente hasta catorce años después de haber respondido a la llamada de Dios y entrado en aquella relación exclusiva con Dios. La circuncisión no fue la puerta de acceso a la relación con Dios, sino el signo y sello de que ya había entrado. El que se le contara como justicia no tenía nada que ver con la circuncisión, sino con su acto de fe. De este hecho indiscutible Pablo saca dos conclusiones:

(i) Abraham no es el padre de los meramente circuncidados, sino de los que hacen el mismo acto de fe en Dios que él hizo. Es decir: que es el padre de todos los que en cualquier tiempo y lugar han creído la palabra de Dios como él, aunque no estén circuncidados. Esto quiere decir, además, que el verdadero judío es el que confía en Dios como Abraham, sea de la raza que sea. Todas las promesas de Dios son, no para la nación judía, sino para los que son descendientes de Abraham porque confían en Dios como él. Lo que importa no es pertenecer a una determinada nación, sino una manera de vivir y una relación con Dios. “Los descendientes de Abraham no son los que pertenecen a una nación determinada, sino los que pertenecen a la familia de Dios, sean de la nación que sean.

(ii) La inversa también es cierta. Uno puede ser judío de pura cepa y estar circuncidado, y sin embargo no ser descendiente de Abraham en el verdadero sentido. No tiene ningún derecho a llamar a Abraham su padre ni a reclamar las promesas de Dios a menos que emprenda la aventura de la fe que hizo Abraham.

Con un breve pasaje Pablo ha producido una sacudida en todo el pensamiento judío. Los judíos creían que, por el hecho de serlo, gozaban automáticamente de los privilegios de la bendición de Dios y de la inmunidad del castigo. La prueba de que se era judío era la circuncisión. Tan literalmente tomaban esto algunos rabinos que de hecho llegaban a decir que, si un judío era tan malo que Dios tenía que condenarle, había un ángel cuya misión era volverle otra vez incircunciso antes de entrar en el lugar del castigo.

Pablo ha dejado bien sentado el gran principio de que el camino a Dios no consiste en pertenecer a una cierta nación, ni en llevar en el cuerpo una señal; sino la fe que cree la Palabra de Dios, según la cual todo depende, no de los méritos del hombre, sino solamente de la Gracia de Dios.

Esta bienaventuranza, este feliz estado o condición, este estado de ser justificado por Dios, y de ser considerado como sus amigos. Esta es la suma de toda bienaventuranza; el único estado que puede ser verdaderamente declarado feliz.

 Esta promesa insinuaba que Abraham debería ser el medio a través del cual la misericordia de Dios debería ser comunicada al mundo, tanto a judíos como a gentiles; y la manera en que fue justificado, sea la regla y la manera según la cual todos los hombres deben esperar esta bendición. Aquí se representa a Abraham como poseedor de todo el mundo como herencia; porque en él son benditas todas las naciones de la tierra: esto por lo tanto debe relacionarse con que estén todos interesados en el pacto abrahámico; y toda persona, ahora que el pacto está completamente explicado, tiene el privilegio de reclamar la justificación por la fe, por la sangre del Cordero, en virtud de esta concesión original.

 Una promesa mira hacia el futuro. Su diseño y tendencia es despertar confianza y seguridad en quien lo elabora. Todas las promesas de Dios tienen este diseño y tendencia; y en consecuencia, como Dios ha dado muchas promesas, el objeto es suscitar la fe viva y constante de las personas, todo lo cual va a mostrar que en la estimación divina, la fe es de un valor inestimable. Pero si las personas son justificadas por la Ley; si se vuelven “aceptables” por conformidad a las instituciones de Moisés; entonces no pueden depender para su aceptación de ninguna promesa hecha a Abraham, o a su simiente. Se separan de esa promesa y se mantienen independientes de ella. Esa promesa, como todas las demás promesas, se hizo para estimular la fe. Si, por lo tanto, los judíos dependían de la Ley para la justificación, estaban privados de todas las promesas hechas a Abraham; y si por la Ley podían justificarse, vana era la promesa. Esto es tan cierto ahora como lo era entonces. Si las personas buscan ser justificadas por su moralidad o sus formas de religión, no pueden depender de ninguna promesa de Dios; porque Él no ha hecho ninguna promesa de tal intento. Se mantienen independientemente de cualquier promesa, pacto o pacto, y dependen de un esquema propio; un esquema que convertiría su plan en vano e inútil; lo cual haría que sus promesas, y la expiación de Cristo, y la obra del Espíritu sin valor. Está claro, por lo tanto, que tal intento de salvación no puede tener éxito.

  Mientras el hombre es caído y pecador, su tendencia, lejos de justificarlo y producir la paz, es justamente lo contrario. Condena, denuncia la ira y produce sufrimiento. La palabra "ira" aquí debe tomarse en el sentido de castigo. Romanos 2:8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia . Y el significado es que la Ley de Dios, exigiendo una pureza perfecta y denunciando todo pecado, condena al pecador y lo consigna al castigo. Como había probado el apóstol Romanos capítulos 1; 2; 3 que todos eran pecadores, por lo que si alguno intentaba ser justificado por la Ley, sólo estaría envuelto en condenación e ira.

Porque donde no hay ley. Este es un principio general; una máxima de justicia común y de sentido común. La ley es una regla de conducta. Si no se da y conoce tal regla, no puede haber delito. La ley expresa lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Si no hay mandato para seguir un curso determinado, ningún mandato para prohibir cierta conducta, las acciones serán inocentes. La conexión en la que se hace aquí esta declaración parece implicar que como los judíos tenían una multitud de leyes claras, y como los gentiles tenían las leyes de la naturaleza, no podía haber esperanza de escapar de la acusación de su violación. Como la naturaleza humana era depravada y la gente era propensa al pecado, cuanto más justas y razonables eran las leyes, menos esperanza había de ser justificado por la Ley, y más certeza había que la Ley produciría ira y condenación.

Como está escrito: Yo te he puesto por padre - Que el hecho de que Abraham sea padre de muchas naciones tiene relación con el pacto de Dios hecho con él, puede verse, Génesis 17:4-5: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 5  Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes, es decir, él fue constituido cabeza de muchas naciones, el mundo gentil, en virtud del pacto que Dios hizo entonces con él.

Dios es el objeto más propio de confianza y dependencia; porque siendo todopoderoso, eterno e inmutable, puede incluso resucitar a los muertos y llamar a las cosas que no son como si fueran. Él es el Creador, dio el ser cuando no lo había; puede asegurar infaliblemente la existencia de aquellas cosas que no son, como si ya estuvieran realmente en el ser. Y, por esta razón, nunca puede dejar de cumplir todo lo que ha prometido. El apóstol evidentemente entiende que esta promesa se refiere, no solo a sus descendientes naturales, sino a la gran multitud que debería creer como él creyó.

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