Romanos 4; 9-17
9 ¿Es, pues, esta
bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la
incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
10 ¿Cómo, pues, le
fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la
circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y recibió la
circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando
aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados,
a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;
12 y padre de la
circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que
también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser
circuncidado.
13 Porque no por la
ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del
mundo, sino por la justicia de la fe.
14 Porque si los que
son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley
produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por tanto, es por
fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su
descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que
es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros
17 (como está
escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes delante de Dios, a quien
creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si
fuesen.
Para
comprender estos versículos tenemos que entender lo importante que era la
circuncisión para los judíos. Para ellos, si uno no estaba circuncidado no era
judío, aunque lo fueran sus padres y antepasados. La oración judía en la
circuncisión dice: «Bendito sea el Que santificó a su amado desde el seno
materno, y puso su ordenanza sobre su carne, y selló su descendencia con la
señal del santo pacto.» La ordenanza rabínica establece: "No comeréis la
Pascua si no tenéis el sello de Abraham en vuestra carne.» Si un gentil se
convertía a la religión de Israel, no podía participar plenamente en ella hasta
que hubiera cumplido tres ordenanzas: bautismo, sacrificio y circuncisión.
El objetor judío al que está contestando Pablo
todo el tiempo todavía ataca por la retaguardia. «Supongamos que yo admitiera
dice, todo lo que estás diciendo de Abraham, y el hecho de que fue su absoluta
confianza en Dios la que le ganó la entrada en la perfecta relación con Él;
pero tendrás que reconocer que fue circuncidado.» Y Pablo hace un razonamiento
contundente. La historia del llamamiento de Abraham y de la bendición que Dios
le dio está en Génesis 15:6 Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia; y la
historia de la circuncisión de Abraham en Génesis
17: 10 Este es mi pacto, que guardaréis entre mí
y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de
entre vosotros. No fue circuncidado realmente hasta catorce años después
de haber respondido a la llamada de Dios y entrado en aquella relación
exclusiva con Dios. La circuncisión no fue la puerta de acceso a la relación
con Dios, sino el signo y sello de que ya había entrado. El que se le contara
como justicia no tenía nada que ver con la circuncisión, sino con su acto de
fe. De este hecho indiscutible Pablo saca dos conclusiones:
(i) Abraham no es el padre de los meramente
circuncidados, sino de los que hacen el mismo acto de fe en Dios que él hizo.
Es decir: que es el padre de todos los que en
cualquier tiempo y lugar han creído la palabra de Dios como él,
aunque no estén circuncidados. Esto quiere decir, además, que el verdadero
judío es el que confía en Dios como Abraham, sea de la raza que sea. Todas las promesas de Dios son, no para la nación
judía, sino para los que son descendientes de
Abraham porque confían en Dios como él. Lo que importa no es
pertenecer a una determinada nación, sino una manera de vivir y una relación
con Dios. “Los descendientes de Abraham no son los que pertenecen a una nación
determinada, sino los que pertenecen a la familia de Dios, sean de la nación
que sean.
(ii) La inversa también es cierta. Uno
puede ser judío de pura cepa y estar circuncidado, y sin embargo no ser
descendiente de Abraham en el verdadero sentido. No tiene ningún derecho a
llamar a Abraham su padre ni a reclamar las promesas de Dios a menos que
emprenda la aventura de la fe que hizo Abraham.
Con un breve pasaje Pablo ha producido una
sacudida en todo el pensamiento judío. Los judíos creían que, por el hecho de
serlo, gozaban automáticamente de los privilegios de la bendición de Dios y de
la inmunidad del castigo. La prueba de que se era judío era la circuncisión.
Tan literalmente tomaban esto algunos rabinos que de hecho llegaban a decir
que, si un judío era tan malo que Dios tenía que condenarle, había un ángel
cuya misión era volverle otra vez incircunciso antes de entrar en el lugar del
castigo.
Pablo ha dejado bien sentado el gran principio
de que el camino a Dios no consiste en pertenecer a una cierta nación, ni en
llevar en el cuerpo una señal; sino la fe que cree la Palabra de Dios, según la
cual todo depende, no de los méritos del hombre, sino solamente de la Gracia de
Dios.
Esta bienaventuranza, este feliz estado o
condición, este estado de ser justificado por Dios, y de ser considerado como
sus amigos. Esta es la suma de toda bienaventuranza; el único estado que puede
ser verdaderamente declarado feliz.
Esta
promesa insinuaba que Abraham debería ser el medio a través del cual la
misericordia de Dios debería ser comunicada al mundo, tanto a judíos como a
gentiles; y la manera en que fue justificado, sea la regla y la manera según la
cual todos los hombres deben esperar esta bendición. Aquí se representa a Abraham
como poseedor de todo el mundo como herencia; porque en él son benditas todas
las naciones de la tierra: esto por lo tanto debe relacionarse con que estén
todos interesados en el pacto abrahámico; y toda persona, ahora que el pacto
está completamente explicado, tiene el privilegio de reclamar la justificación
por la fe, por la sangre del Cordero, en virtud de esta concesión original.
Una
promesa mira hacia el futuro. Su diseño y tendencia es despertar confianza y
seguridad en quien lo elabora. Todas las promesas de Dios tienen este diseño y
tendencia; y en consecuencia, como Dios ha dado muchas promesas, el objeto es
suscitar la fe viva y constante de las personas, todo lo cual va a mostrar que
en la estimación divina, la fe es de un valor inestimable. Pero si las personas
son justificadas por la Ley; si se vuelven “aceptables” por conformidad a las
instituciones de Moisés; entonces no pueden depender para su aceptación de
ninguna promesa hecha a Abraham, o a su simiente. Se separan de esa promesa y
se mantienen independientes de ella. Esa promesa, como todas las demás
promesas, se hizo para estimular la fe. Si, por lo tanto, los judíos dependían
de la Ley para la justificación, estaban privados de todas las promesas hechas
a Abraham; y si por la Ley podían justificarse, vana era la promesa. Esto es
tan cierto ahora como lo era entonces. Si las personas buscan ser justificadas
por su moralidad o sus formas de religión, no pueden depender de ninguna
promesa de Dios; porque Él no ha hecho ninguna promesa de tal intento. Se
mantienen independientemente de cualquier promesa, pacto o pacto, y dependen de
un esquema propio; un esquema que convertiría su plan en vano e inútil; lo cual
haría que sus promesas, y la expiación de Cristo, y la obra del Espíritu sin
valor. Está claro, por lo tanto, que tal intento de salvación no puede tener
éxito.
Mientras el hombre es caído y pecador, su
tendencia, lejos de justificarlo y producir la paz, es justamente lo contrario.
Condena, denuncia la ira y produce sufrimiento. La palabra "ira" aquí
debe tomarse en el sentido de castigo. Romanos 2:8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen
a la verdad, sino que obedecen a la injusticia . Y el significado es que
la Ley de Dios, exigiendo una pureza perfecta y denunciando todo pecado,
condena al pecador y lo consigna al castigo. Como había probado el apóstol Romanos
capítulos 1; 2; 3 que todos eran pecadores, por lo que si alguno intentaba ser
justificado por la Ley, sólo estaría envuelto en condenación e ira.
Porque donde no hay ley. Este es un principio
general; una máxima de justicia común y de sentido común. La ley es una regla
de conducta. Si no se da y conoce tal regla, no puede haber delito. La ley
expresa lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Si no hay mandato
para seguir un curso determinado, ningún mandato para prohibir cierta conducta,
las acciones serán inocentes. La conexión en la que se hace aquí esta
declaración parece implicar que como los judíos tenían una multitud de leyes
claras, y como los gentiles tenían las leyes de la naturaleza, no podía haber
esperanza de escapar de la acusación de su violación. Como la naturaleza humana
era depravada y la gente era propensa al pecado, cuanto más justas y razonables
eran las leyes, menos esperanza había de ser justificado por la Ley, y más
certeza había que la Ley produciría ira y condenación.
Como está escrito: Yo te he puesto por padre -
Que el hecho de que Abraham sea padre de muchas naciones tiene relación con el
pacto de Dios hecho con él, puede verse, Génesis 17:4-5:
He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de
muchedumbre de gentes. 5 Y no se llamará
más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por
padre de muchedumbre de gentes, es decir, él fue constituido cabeza de
muchas naciones, el mundo gentil, en virtud del pacto que Dios hizo entonces
con él.
Dios es el objeto más propio de confianza y dependencia; porque siendo todopoderoso, eterno e
inmutable, puede incluso resucitar a los muertos y llamar a las cosas que no
son como si fueran. Él es el Creador, dio el ser cuando no lo había; puede
asegurar infaliblemente la existencia de aquellas cosas que no son, como si ya
estuvieran realmente en el ser. Y, por esta razón, nunca puede dejar de cumplir
todo lo que ha prometido. El apóstol evidentemente entiende que esta promesa se
refiere, no solo a sus descendientes naturales, sino a la gran multitud que
debería creer como él creyó.
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