Hebreos 13: 21 " Y el Dios de paz … 21 os haga
aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros
lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén”.
Como ya
dijimos, este versículo se relaciona estrechamente con el anterior. Aquí
tenemos la petición que el apóstol ofrece en favor de los santos hebreos,
mientras que el versículo anterior nos entrega el fundamento sobre el cual se
basa la petición. Ya vimos cuán apropiado, poderoso y conmovedor es ese
fundamento. La súplica es presentada ante el “Dios de paz.” Se le pide que
conceda la petición en su calidad de Aquel que ha sido reconciliado con su
pueblo (Romanos 5: 10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de
su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.). Además,
dado que fue Dios el que resucitó a nuestro Señor Jesucristo, ese hecho se
convierte en el mejor fundamento para pedir que, por medio de la regeneración,
vivifique a sus elegidos muertos en pecado, que traiga a casa a los que vagan
lejos, y que complete su obra de gracia en ellos. El Padre sacó a Cristo de la
cárcel de la muerte porque el Señor Jesucristo actuaba en su capacidad de “gran
Pastor de las ovejas”. Así viviría eternamente para cuidar de su rebaño. En
este momento nuestro gran Pastor suple las necesidades de cada una de sus
ovejas por medio de su intercesión en favor nuestro (Romanos
8:34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el
que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de
Dios, el que también intercede por nosotros.;
Hebreos 7:25 por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos.). A través de la oración está ahora dispensando
dones a los hombres, especialmente aquellos dones que promueven la salvación de
los pecadores como nosotros (Efesios 4:8ss.
Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la
cautividad, Y dio dones a los hombres.).
Además, el mismo pacto eterno que prometió la resurrección de Cristo también garantizó
la glorificación de su pueblo. Entonces, el apóstol invoca al Padre para que
perfeccione a los santos conforme a dicho compromiso.
“El
Dios de paz . . . os haga aptos en toda buena obra para que hagáis sus voluntad". Esencialmente, esta petición pide que se le
otorgue al pueblo de Dios santidad práctica y fructificación. Aunque el pacto
eterno ha sido llamado con propiedad “el
pacto de la redención", debemos recordar cuidadosamente que su meta es
asegurar la santidad de sus beneficiarios. Inspirado por el Espíritu, Zacarías
clama diciendo Lucas 1:68-69, Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a
su pueblo, 69 Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa
de David su siervo, 72, Para
hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; 74-75 Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos 75 En
santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.).
Aunque también se le ha llamado adecuadamente el” Pacto de gracia",
tenemos que recordar que el apóstol Pablo dijo: “11 Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y
a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, (Tito 2.11-13). El gran objetivo del pacto eterno, así como el de todas las obras
divinas. es la gloria de Dios y el bien de su pueblo. No fue diseñado sólo
para exhibir la magnificencia divina sino para conseguir y promover las
exigencias de la santidad divina. Dios no entró en pacto con Cristo para
poner de lado la responsabilidad humana, ni el Hijo cumplió con todos sus
términos para hacer innecesaria la vida en obediencia de sus redimidos. Cristo
no sólo aceptó propiciar a Dios, sino también regenerar a sus elegidos. Cristo
no sólo se dispuso a tomar el lugar de los elegidos para satisfacer todos los
requerimientos de la ley, sino también a escribir esa ley en sus corazones y
sentimientos. Cristo no sólo se comprometió a quitar el pecado de la
vista de Dios, sino también a hacer que sus santos lo odien. Desde antes de
la creación del mundo, Cristo no sólo emprendió la tarea de satisfacer los
requerimientos de la justicia divina sino de santificar su simiente enviando al
Espíritu para que habite en ellos, los conforme a su propia imagen y los
incline a seguir el ejemplo que les dejaría. Cristo obtuvo para ellos la gracia de un
corazón nuevo y un nuevo espíritu, a fin de traerlos al conocimiento del Señor,
y poner el temor de Dios en corazones, y hacerlos obedientes a su voluntad.
También se comprometió con la seguridad de ellos. De modo que si descuidan su
ley y abandonan sus juicios, él visitará sus transgresiones con vara (Salmo 89:30-36 30 Si dejaren sus hijos mi ley, Y no anduvieren
en mis juicios, 31 Si profanaren mis
estatutos, Y no guardaren mis mandamientos, 32
Entonces castigaré con vara su rebelión, Y con azotes sus iniquidades. 33 Mas no quitaré de él mi misericordia, Ni
falsearé mi verdad. 34 No olvidaré mi
pacto, Ni mudaré lo que ha salido de mis labios. 35 Una vez he jurado por mi santidad, Y no
mentiré a David. 36 Su descendencia será
para siempre, Y su trono como el sol delante de mí.) y si retroceden y
se apartan de él, ciertamente los recuperará.
"Os haga aptos ... para que hagáis su voluntad?
El apóstol elevó esta petición teniendo en cuenta los contenidos del pacto. En
los estudios anteriores se ha demostrado que la profecía del Antiguo Testamento
presentaba al Mesías prometido como Fiador de un pacto de Paz y el “Pastor” de
su pueblo. Ahora resta demostrar que también fue retratado como un pastor que
perfeccionaría a sus ovejas en santidad y buenas obras. “Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán
un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los
pondrán por obra.” (Ezequiel 37:24).
El Señor declara aquí que el Israel de Dios se uniría en tomo al Mesías como su
rey, la gran simiente de David. El Mesías sería su único pastor. En el mismo
versículo se declara: “Y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y
los pondrán por obra". Así que, habiendo descrito a Dios como el “Dios de
paz” que sacó a nuestro Señor Jesús del dominio de la muerte “mediante la
sangre del pacto eterno”, ahora Pablo pide que Dios obre en sus ovejas haciendo
“lo que es agradable delante de él por Jesucristo”. Porque si bien Dios ha
prometido hacer esto, también declara: “Aún seré
solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto” (Ezequiel 36:37). El pueblo de Dios tiene el deber
ineludible de orar por el cumplimiento de sus promesas. Vemos, pues, que esta
amplia oración, inspirada por el Espíritu, no solamente es un epítome del
contenido de toda esta epístola sino también un resumen de las profecías
mesiánicas.
Una petición como esta sólo puede ser ofrecida
cuando uno contempla a Dios como al “Dios de paz---. Para que realmente pueda
haber un verdadero deseo de glorificar a Dios, la fe primero tiene que tenerlo
por reconciliado con nosotros, pues mientras se mantenga un sentimiento de
horror al pensar en Dios, o un miedo servil ante la mención de su nombre, es
imposible que le sirvamos o hagamos lo que es agradable ante sus ojos. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario
que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que
le buscan.” (Hebreos 11:6), y la fe
es algo totalmente opuesto al terror. Tenemos que estar seguros de que Dios ya
no es un enemigo, sino nuestro amigo, antes de que la gratitud del amor pueda
hacernos correr en dirección de sus mandamientos. Esa seguridad sólo
llega cuando comprendemos que Cristo ha quitado nuestros pecados y satisfecho
todo lo que la ley de Dios exigía de nosotros. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos
5:1). Cristo obtuvo una perfecta y eterna paz “y
por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la
tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre
de su cruz” (Colosenses 1:20). En
base a este sacrificio, Dios ha hecho un “pacto eterno, totalmente fiel y
seguro” (2 Samuel 23:5 No es así mi casa para con Dios; Sin embargo, él ha hecho
conmigo pacto perpetuo, Ordenado en todas las cosas, y será guardado, Aunque
todavía no haga él florecer Toda mi salvación y mi deseo.) con todos los que se rinden al yugo de Cristo y
confían en su sacrificio. Esto tiene que ser abrazado por la fe, antes de
que haya una búsqueda confiada de la necesaria gracia suya. Hay todavía
otro ángulo desde el cual podemos percibir lo adecuado de este pedido dirigido
al “Dios de paz” en el que le pedimos que nos perfeccione en toda buena obra
para hacer su voluntad. El hacer la voluntad de Dios es sumamente esencial para
que en la práctica disfrutemos de su paz. “Mucha paz
tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo. - (Salmo 119:165). Por eso, es totalmente inútil
esperar tranquilidad de corazón si dejamos los caminos de la sabiduría para
seguir por los caminos de la autocomplacencia. Ciertamente, no lograremos paz
de conciencia mientras mantengamos algún pecado conocido. El camino a la paz es
el camino de la santidad: “Y a todos los que anden
conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.”
(Gálatas 6:16). A menos que sinceramente
resolvamos y procuremos hacer aquellas cosas que son agradables a la vista de
Dios, en nuestro interior habrá un estado de turbación e inquietud, no de paz.
Al Hijo encarnado pertenece el título “el Príncipe de paz”, y este título tiene
un significado espiritual más profundo del que normalmente se percibe. Él podía
decir: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha
dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan. 8:29), y por eso gozaba de una calma no
perturbada. ¡Qué impactantes eran esas palabras: “La
paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan. 14:27).
"Y el Dios de paz ... os haga aptos en
toda obra buena para que hagáis su voluntad. Esta petición pone ante nosotros
el lado humano de la vida, lo que el apóstol Pablo pide en favor de los santos
tiene que ver con las responsabilidades que ellos tenían que cumplir, y para lo
cual era imperativo que contaran con la
ayuda divina. El pacto eterno anticipó la entrada del pecado, por lo cual no
sólo proveyó para que el pecado fuese quitado sino para que la justicia eterna
sea una realidad. Esa justicia es la obediencia perfecta de Cristo, con la que
fue honrada y magnificada la ley divina. La perfecta justicia de Cristo es imputada a todos lo que
creen, pero nadie puede creer con fe salvadora hasta que el Espíritu implante
un principio de justicia en su alma (Efesios 4:24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad.). Esa nueva
naturaleza o principio de justicia se manifiesta en la realización de buenas
obras (Efesios. 2: 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas.). No tenemos derecho de hablar del Señor Jesús como del “Señor
nuestra justicia” hasta que personalmente seamos hacedores de justicia (1 Juan. 2:29 Si sabéis que él es justo, sabed también
que todo el que hace justicia es nacido de él.).
¡El pacto eterno de ninguna manera hace innecesario que los que participan de sus
beneficios practiquen la justicia, sino que suple los motivos más prácticos y
poderosos para movemos en esa dirección! La fe obra por amor (Gálatas 5:6 porque en
Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que
obra por el amor.), siendo su propósito agradar a Dios. Cuánto más
guiadas sean nuestras oraciones por las enseñanzas de las Sagradas Escrituras,
tanto más estarán marcadas por estas dos cualidades: Los preceptos divinos se
transformarán en peticiones que, a su vez, fundamentaremos en el carácter y las
promesas divinas. Al meditar en la ley de Dios. el salmista declara: “4 Tú encargaste Que sean muy guardados tus mandamientos. 5 ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos Para guardar tus estatutos! (Salmo 119:4,5). El salmista no se limitó a
lamentar los impedimentos que su pecado levantaba; al contrario, clamo: "
33 Enséñame, oh Jehová, el camino de tus
estatutos, Y lo guardaré hasta el fin. 34
Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón. 35 Guíame por la senda de tus mandamientos, Porque
en ella tengo mi voluntad. - (Salmo 119:33,35). De la misma manera, al
establecer su casa delante del Señor, David alegó la promesa divina: “Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que
has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y haz conforme a lo que has dicho.”
2 Samuel
7:25, Ahora, pues, Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David
mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que
se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden mi camino y
anden delante de mí como tú has andado delante de mí.26 Ahora, pues, oh Jehová Dios de Israel,
cúmplase la palabra que dijiste a tu siervo David mi padre 1 Reyes 8:25,26.
Ahora,
pues, oh Jehová Dios de Israel, cúmplase tu palabra que dijiste a tu siervo
David. 2 Crónicas 6:17). Al
familiarizarnos más con la palabra de Dios, descubrimos los detalles del
elevado nivel de conducta que se nos exige. Esto debería llevamos a ser más
definidos y diligentes en buscar gracia para cumplir nuestras diversas tareas.
Al familiarizarnos más con el “Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación,” (2 Corintios 1:3) y con
sus “por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de
la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a
causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:4),
confiaremos de que el Dios de Paz suplirá nuestras necesidades.
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