} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VERDAD QUE DESTRUYE EL ORGULLO (final)

viernes, 8 de abril de 2022

LA VERDAD QUE DESTRUYE EL ORGULLO (final)

 

 

Hebreos 13: 21       "os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.".

 

La palabra griega del texto original que aquí se traduce “haga aptos” es katartizo. Esto debe contrastarse con la palabra teleioo usada en Hebreos 2:10; 10:1,14; 11:40, que significa llevar a la plenitud, hacer perfecto. La palabra de nuestro texto, katartizo, se usa para describir el trabajo que Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, estaban haciendo cuando Cristo los llamó al ministerio: estaban “remendando las redes- (Mateo 4:21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó ). En Gálatas 6:1, Pablo utiliza esta palabra para hacer una exhortación: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado..” . De manera que era muy adecuado aplicar esta palabra a cristianos hebreos que tenían una verdadera necesidad de ser advertidos en contra de la apostasía. Después de haber creído en el evangelio habían encontrado tan enardecida oposición de parte de los judíos que ahora se encontraban tambaleando en su fe (Hebreos 4:1Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 6:11-12 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza: a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. 10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió). Como dijimos al principio de este estudio, esta oración no sólo resume la totalidad de la instrucción doctrinal de la epístola, sino también sus exhortaciones. Los hebreos habían vacilado y caído (Hebreos 12:12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas); el apóstol ora aquí por su restauración. Los diccionarios (tales como el de Liddell y Scott, p. 910) nos dicen que katartizo (que la RV60 tradujo “haga aptos”) literalmente hace referencia a la reubicación de un hueso dislocado. ¿No ocurre lo mismo con los creyentes? Una triste caída quiebra su comunión con Dios, y nada que no sea la mano del Médico divino puede reparar el daño. Esta oración es para todos nosotros, pues pide que Dios rectifique cada una de nuestras capacidades para hacer su voluntad, y que nos enderece para su servicio cada vez que tengamos necesidad de ello. Notemos cuán inclusiva es esta oración: “Os haga aptos en toda obra buena". Vemos cómo todos los frutos de santidad van en dirección a Dios, y los de justicia en dirección a los hombres. La regla que Dios ha puesto ante nosotros no nos permite mantener áreas reservadas: Se requiere que amemos a Dios con todo nuestro ser, que seamos santificados en todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, y que en todas las cosas crezcamos en Cristo (Deuteronomio 6:5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.; Lucas 10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.; Efesios 4:15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo; 1 Tesalonicenses. 5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo). El objetivo que debemos alcanzar es nada menos que la perfección en “toda obra buena". Aunque en esta vida no podremos alcanzar la perfección absoluta, lo que se demanda de nosotros es la perfección de la sinceridad, es decir, que lo intentemos honestamente, que hagamos un esfuerzo genuino por agradar a Dios. La mortificación de nuestros apetitos, el sometimiento a Dios en las pruebas, y la práctica de una obediencia imparcial y universal, siempre son todos ellos deberes obligatorios para nosotros. Nosotros mismos somos incapaces de cumplir con nuestras obligaciones; por eso tenemos que orar continuamente, para recibir la gracia que nos capacite para llevarlas a cabo. No sólo dependemos de Dios para poder iniciar nuestras buenas obras, sino también para continuarlas y progresar en ellas. Emulemos a Pablo, quien dijo: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto. Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).  

"Os haga aptos para toda obra buena". Que Aquel que nos ha dado a conocer cómo piensa, ahora nos incline eficazmente para actuar de modo que lo pongamos por obra, para que hasta el fin continuemos siendo solícitos en nuestras obligaciones como pueblo redimido. No es suficiente que conozcamos su voluntad; es preciso que la pongamos en práctica (Lucas. 6:46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?; Juan. 13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.). Mientras más la practiquemos, mejor la entenderemos (Juan. 7:17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.) y comprobaremos su excelencia. La voluntad de Dios que debemos poner por obra no es la voluntad secreta de Dios, sino su voluntad revelada o preceptiva, es decir, se nos pide practicar las leyes y estatutos de Dios (Deuteronomio 29:29 las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.). La voluntad revelada de Dios debe ser nuestra única regla de conducta. Muchas de las cosas que hacen los cristianos, que si bien son admiradas y aplaudidas por sus semejantes no son más que “culto a la voluntad", no son más que andar en base a “mandamientos de hombres” (Colosenses 2:20-23 Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21  tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques 22  (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? 23  Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.). Los judíos le agregaron sus propias tradiciones a la ley divina, instituyendo ayunos y fiestas de invención propia. Los romanistas que se engañan con sus austeridades corporales, devociones idólatras y esquilmantes pagos, son culpables de lo mismo. Algunos protestantes que se inventan privaciones y ejercicios supersticiosos tampoco están limpios de este mal romano.

"Haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él". Estas palabras confirman lo que acabamos de decir, que lo único que es aceptable para Dios es aquello que se ajusta a la regla que él mismo ha establecido. Las palabras “delante de él” demuestran que Dios mira y evalúa cada una de nuestras obras. Al consultar otros pasajes, hallamos que a Dios sólo le agradarán las obras que él nos ha encomendado hacer y que son hechas en su temor (Hebreos 12:28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;). Solamente aceptará las que proceden del amor (2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron) y que se hacen con la única intención de glorificarlo a él (1 Corintios 10:31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.). No debemos tener otra meta ni otro esfuerzo que no sea este: “Que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra” (Colosenses 1: 10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer). Sin embargo, para poder hacer esto necesitamos que Dios nos capacite. ¡Qué golpe a la autosuficiencia y a la autoglorificación es la frase: “haciendo él en vosotros"! Aun después de ser regenerados dependemos totalmente de Dios. A pesar de la vida, la luz y la libertad que nos ha dado, no tenemos fuerza propia para hacer lo que pide. Cada uno debe reconocer: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” (Romanos 7:18).

Ciertamente esta es una verdad que nos hará humildes. Es un hecho que por nosotros  mismos los cristianos somos incapaces de cumplir con nuestro deber. Aunque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones y nos ha sido comunicado un principio de santidad (o nueva naturaleza), no obstante, somos incapaces de hacer el bien que ardientemente deseamos hacer. No sólo desconocemos todavía muchos requerimientos de la voluntad revelada de Dios, sino que el pecado que habita en nosotros se resiste y trata de inclinar nuestros corazones en dirección contraria. Por lo tanto, es imperativo que diariamente busquemos en oración que Dios nos dé de su gracia. Aunque estamos ciertos de que el Señor completará su buena obra en nosotros (Filipenses 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo), eso no quita la necesidad de clamar: “Clamaré al Dios Altísimo, Al Dios que me favorece” (Salmo 57:2). El privilegio de la oración tampoco nos libra de la obligación de obedecer. Al contrario, en la oración hemos de pedirle que nos fortalezca para cumplir con las tareas que requiere de nosotros. La bendición del acceso a Dios no tiene el propósito de eximirnos del uso regular y diligente de todos los medios que Dios ha señalado para nuestra santificación práctica. Su propósito es más bien damos la oportunidad de buscar la bendición divina en el uso de todos los medios de gracia. Nuestra responsabilidad es pedir a Dios que obre en nosotros “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:13). Nuestro deber es no apagar el Espíritu por negligencia o desobediencia, especialmente después de haber orado pidiendo su dulce influencia (1 Tesalonicenses 5:19 No apaguéis al Espíritu.). Nuestro deber es usar la gracia que ya nos ha dado. "Haciendo él en vosotros lo que es agradable. .. por [medio de] Jesucristo". Aquí hay una doble referencia: (1) se habla de la obra de Dios en nosotros, y (2) de su aceptación de nuestras obras. Dios obra a través del Salvador. El Dios de paz no nos comunica ninguna gracia que no sea por y a través de nuestro Redentor. Todo cuanto Dios hace en favor nuestro lo hace por amor a Cristo. Toda operación del Espíritu Santo en nosotros es fruto de la obra meritoria de Cristo, porque fue él quien procuró el Espíritu por nosotros (Efesios 1:13,14 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,14  que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria ; Tito 3:4-7 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, 5  nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6  el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7  para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.) y en la actualidad envía su Espíritu a nosotros (Juan. 15:26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.). Toda bendición espiritual que se nos concede es consecuencia de la intercesión de Cristo en favor nuestro. Cristo no es solamente nuestra vida  y nuestra justicia, sino también nuestra fuerza. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” (Juan. 1:16). Los miembros de su cuerpo místico dependen totalmente de la Cabeza (Efesios 4:15,16 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor). Si nosotros llevamos fruto es por nuestra comunión con Cristo, por permanecer en él (Juan. 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.). Es muy importante que tengamos una comprensión clara de esta verdad, si Jesucristo va a tener el lugar que le corresponde en nuestros pensamientos y afectos. La sabiduría de Dios ha dispuesto las cosas de tal manera que cada persona de la Deidad es exaltada en la estima del pueblo de Dios. El Padre como fuente de gracia, el Hijo en su oficio de mediador, como canal a través del cual fluye toda gracia hacia nosotros, y el Espíritu Santo como el que hace entrega de la misma.

Pero las palabras “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,” también tienen una relación inmediata con la frase “lo que es agradable delante de él” (Hebreos 13:20, RV60). Aunque nuestras obras sean buenas y sean hechas por Dios en nosotros, todavía son imperfectas por estar contaminadas por el instrumento que las realiza, así como un vidrio empañado o polvoriento atenúa la más pura de las luces que pasa a través de él. Pero aunque nuestras obras sean defectuosas, Dios las acepta cuando son hechas en el nombre de su Hijo. Nuestros mejores logros tienen defectos y son insuficientes para alcanzar la excelencia de los requerimientos que demanda la santidad de Dios, pero sus defectos son cubiertos por los méritos de Cristo. De igual manera, Dios acepta nuestras oraciones porque nuestro gran Sumo Sacerdote les agrega “mucho incienso” para ofrecerlas luego en el altar de oro delante del trono (Apocalipsis 8:3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.). Ofrecemos “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. - (1 Pedro 2:5). Dios es “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” solo (1 Pedro 4:11). Por tanto, al Mediador no sólo le debemos el perdón de nuestros pecados y la santificación de nuestra vida, sino el que Dios acepte nuestro culto y servicio imperfectos. Spurgeon lo expresó adecuadamente en sus comentarios diciendo: “¡Somos absolutamente nada! Nuestra bondad no es nuestra".

al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Hebreos 13:21). El apóstol buscaba la gloria de Dios. ¿Cómo debemos glorificarlo? Lo glorificamos andando en obediencia, haciendo su voluntad, haciendo las cosas que son agradables ante sus ojos, y adorándolo. La construcción de esta oración gramatical nos da dos posibilidades, una es adscribir esta alabanza al “Dios de paz", a quien se dirige la oración, la otra es pensar que se dirige al “gran Pastor de las ovejas---, quien es el antecedente más cercano del pronombre “al cuaF. Puesto que la gramática permite ambas cosas, y dado que la analogía de la fe nos instruye incluir tanto al Padre como al Hijo en nuestra adoración, rindamos a ambos la gloria. Dios trajo a nuestro Señor Jesús de vuelta de la muerte, es fiel a los compromisos que asumió en el pacto eterno, nos provee de toda la gracia que recibimos, y acepta nuestra pobre obediencia “por Jesucristo". Por todo esto, alabemos a Dios como al “Dios de paz". Adoremos también al Mediador, porque es “nuestro Señor Jesús", el que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, porque es “el gran pastor de las vejas", quien cuida y ministra a su rebaño; porque con su preciosa sangre ratificó el pacto; y porque sus méritos e intercesión hacen posible que nosotros y nuestro servicio sean “agradables” ante el Supremo. “Amén.” ¡Qué así sea!

¡Qué las alabanzas a un Dios redentor y propicio resuenen por la eternidad!  

 

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