Hebreos 13: 21 "os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,
haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por
Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.".
La palabra griega del texto original que aquí se
traduce “haga aptos” es katartizo. Esto debe contrastarse con la palabra
teleioo usada en Hebreos 2:10; 10:1,14; 11:40, que significa llevar a la
plenitud, hacer perfecto. La palabra de nuestro texto, katartizo, se usa para
describir el trabajo que Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, estaban
haciendo cuando Cristo los llamó al ministerio: estaban “remendando las redes-
(Mateo 4:21 Pasando
de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano,
en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó ).
En Gálatas 6:1, Pablo utiliza esta palabra
para hacer una exhortación: “Hermanos, si alguno fuere
sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con
espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas
tentado..” . De manera que era muy adecuado aplicar esta palabra a
cristianos hebreos que tenían una verdadera necesidad de ser advertidos en
contra de la apostasía. Después de haber creído en el evangelio habían
encontrado tan enardecida oposición de parte de los judíos que ahora se
encontraban tambaleando en su fe (Hebreos 4:1Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de
entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 6:11-12 Pero deseamos
que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena
certeza de la esperanza: a fin de que no os hagáis perezosos, sino
imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. 10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió). Como
dijimos al principio de este estudio, esta oración no sólo resume la totalidad
de la instrucción doctrinal de la epístola, sino también sus exhortaciones. Los
hebreos habían vacilado y caído (Hebreos 12:12
Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas
paralizadas); el apóstol ora aquí por su restauración. Los diccionarios
(tales como el de Liddell y Scott, p. 910) nos dicen que katartizo (que la RV60
tradujo “haga aptos”) literalmente hace referencia a la reubicación de un hueso
dislocado. ¿No ocurre lo mismo con los creyentes? Una triste caída quiebra su comunión con Dios, y nada que no sea la
mano del Médico divino puede reparar el daño. Esta oración es para todos
nosotros, pues pide que Dios rectifique cada una de nuestras capacidades para
hacer su voluntad, y que nos enderece para su servicio cada vez que tengamos
necesidad de ello. Notemos cuán inclusiva es esta oración: “Os haga aptos en
toda obra buena". Vemos cómo todos
los frutos de santidad van en dirección a Dios, y los de justicia en dirección
a los hombres. La regla que Dios ha puesto ante nosotros no nos permite
mantener áreas reservadas: Se requiere que amemos a Dios con todo nuestro ser,
que seamos santificados en todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, y que en todas
las cosas crezcamos en Cristo (Deuteronomio 6:5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas.; Lucas 10:27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y
a tu prójimo como a ti mismo.; Efesios 4:15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en
aquel que es la cabeza, esto es, Cristo; 1 Tesalonicenses.
5:23 Y el mismo Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo). El objetivo
que debemos alcanzar es nada menos que la perfección en “toda obra buena".
Aunque en esta vida no podremos alcanzar la perfección absoluta, lo que se demanda de nosotros es la perfección
de la sinceridad, es decir, que lo intentemos honestamente, que hagamos un
esfuerzo genuino por agradar a Dios. La mortificación de nuestros
apetitos, el sometimiento a Dios en las pruebas, y la práctica de una
obediencia imparcial y universal, siempre son todos ellos deberes obligatorios
para nosotros. Nosotros mismos somos incapaces de cumplir con nuestras obligaciones;
por eso tenemos que orar continuamente,
para recibir la gracia que nos capacite para llevarlas a cabo. No sólo
dependemos de Dios para poder iniciar nuestras buenas obras, sino también para
continuarlas y progresar en ellas. Emulemos a Pablo, quien dijo: “No es que ya lo haya conseguido todo, o que ya sea perfecto.
Sin embargo, sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús
me alcanzó a mí. Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien,
una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que
está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece
mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).
"Os haga aptos para toda obra buena". Que
Aquel que nos ha dado a conocer cómo piensa, ahora nos incline eficazmente para
actuar de modo que lo pongamos por obra, para que hasta el fin continuemos siendo solícitos en nuestras
obligaciones como pueblo redimido. No
es suficiente que conozcamos su voluntad; es preciso que la pongamos en
práctica (Lucas. 6:46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?; Juan. 13:17 Si sabéis
estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.). Mientras
más la practiquemos, mejor la entenderemos (Juan.
7:17 El que quiera hacer la voluntad de Dios,
conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.) y
comprobaremos su excelencia. La voluntad de Dios que debemos poner por obra
no es la voluntad secreta de Dios, sino su voluntad revelada o preceptiva, es
decir, se nos pide practicar las leyes y estatutos de Dios (Deuteronomio 29:29 las
cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las
palabras de esta ley.). La voluntad revelada de Dios debe ser nuestra única regla de conducta.
Muchas de las cosas que hacen los cristianos, que si bien son admiradas y
aplaudidas por sus semejantes no son más que “culto a la voluntad", no son
más que andar en base a “mandamientos de hombres” (Colosenses
2:20-23 Pues si habéis muerto con Cristo en
cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os
sometéis a preceptos 21 tales como: No
manejes, ni gustes, ni aun toques 22 (en
conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se
destruyen con el uso? 23 Tales cosas
tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en
humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los
apetitos de la carne.). Los judíos le agregaron sus propias tradiciones
a la ley divina, instituyendo ayunos y fiestas de invención propia. Los romanistas
que se engañan con sus austeridades corporales, devociones idólatras y
esquilmantes pagos, son culpables de lo mismo. Algunos protestantes que se
inventan privaciones y ejercicios supersticiosos tampoco están limpios de este
mal romano.
"Haciendo él en vosotros lo que es agradable
delante de él". Estas palabras confirman lo que acabamos de decir, que lo
único que es aceptable para Dios es aquello que se ajusta a la regla que él
mismo ha establecido. Las palabras “delante de él” demuestran que Dios mira y
evalúa cada una de nuestras obras. Al consultar otros pasajes, hallamos que a
Dios sólo le agradarán las obras que él nos ha encomendado hacer y que son
hechas en su temor (Hebreos 12:28 Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos
gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;).
Solamente aceptará las que proceden del amor (2 Corintios
5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe,
pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron) y que
se hacen con la única intención de glorificarlo a él (1
Corintios 10:31 Si, pues, coméis o bebéis, o
hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.). No debemos
tener otra meta ni otro esfuerzo que no sea este: “Que vivan de manera digna
del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra” (Colosenses 1: 10 Os ruego,
pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos
una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis
perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer). Sin
embargo, para poder hacer esto necesitamos que Dios nos capacite. ¡Qué golpe a
la autosuficiencia y a la autoglorificación es la frase: “haciendo él en vosotros"! Aun después de ser regenerados
dependemos totalmente de Dios. A pesar de la vida, la luz y la libertad
que nos ha dado, no tenemos fuerza propia para hacer lo que pide. Cada uno debe
reconocer: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”
(Romanos 7:18).
Ciertamente esta es una verdad que nos hará
humildes. Es un hecho que por nosotros mismos los cristianos somos incapaces de cumplir
con nuestro deber. Aunque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones y nos ha sido comunicado un principio de santidad (o nueva
naturaleza), no obstante, somos incapaces de hacer el bien que ardientemente
deseamos hacer. No sólo desconocemos todavía muchos requerimientos de la
voluntad revelada de Dios, sino que el pecado que habita en nosotros se resiste
y trata de inclinar nuestros corazones en dirección contraria. Por lo tanto, es
imperativo que diariamente busquemos en oración que Dios nos dé de su gracia. Aunque estamos ciertos de que el Señor completará
su buena obra en nosotros (Filipenses 1:6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la
buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo), eso no quita
la necesidad de clamar: “Clamaré al Dios Altísimo, Al
Dios que me favorece” (Salmo 57:2).
El privilegio de la oración tampoco nos libra de la obligación de obedecer. Al
contrario, en la oración hemos de pedirle que nos fortalezca para cumplir con
las tareas que requiere de nosotros. La bendición del acceso a Dios no tiene el
propósito de eximirnos del uso regular y diligente de todos los medios que Dios
ha señalado para nuestra santificación práctica. Su propósito es más bien damos
la oportunidad de buscar la bendición divina en el uso de todos los medios de
gracia. Nuestra responsabilidad es pedir a Dios que obre en nosotros “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como
el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses
2:13). Nuestro deber es no apagar el Espíritu por negligencia o
desobediencia, especialmente después de haber orado pidiendo su dulce
influencia (1 Tesalonicenses 5:19 No apaguéis al Espíritu.).
Nuestro deber es usar la gracia que ya nos ha dado. "Haciendo él en
vosotros lo que es agradable. .. por [medio de] Jesucristo". Aquí hay una
doble referencia: (1) se habla de la
obra de Dios en nosotros, y (2) de
su aceptación de nuestras obras. Dios obra a través del Salvador. El Dios
de paz no nos comunica ninguna gracia que no sea por y a través de nuestro
Redentor. Todo cuanto Dios hace en favor nuestro lo hace por amor a Cristo.
Toda operación del Espíritu Santo en nosotros es fruto de la obra meritoria de
Cristo, porque fue él quien procuró el Espíritu por nosotros (Efesios 1:13,14 En él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa,14 que es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de
su gloria ; Tito 3:4-7 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador,
y su amor para con los hombres, 5 nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo, 6 el cual derramó en
nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que justificados por su gracia,
viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.) y en la actualidad envía su Espíritu a nosotros
(Juan. 15:26 Pero
cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.). Toda
bendición espiritual que se nos concede es consecuencia de la intercesión de
Cristo en favor nuestro. Cristo no es solamente nuestra vida y nuestra justicia, sino también nuestra
fuerza. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia
sobre gracia.” (Juan. 1:16). Los
miembros de su cuerpo místico dependen totalmente de la Cabeza (Efesios 4:15,16 sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo,
bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor). Si nosotros llevamos fruto es por nuestra
comunión con Cristo, por permanecer en él (Juan.
15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el
que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer.). Es muy importante que tengamos una comprensión
clara de esta verdad, si Jesucristo va a tener el lugar que le corresponde en
nuestros pensamientos y afectos. La sabiduría de Dios ha dispuesto las cosas de
tal manera que cada persona de la Deidad es exaltada en la estima del pueblo de
Dios. El Padre como fuente de gracia, el Hijo en su oficio de mediador, como
canal a través del cual fluye toda gracia hacia nosotros, y el Espíritu Santo
como el que hace entrega de la misma.
Pero las palabras “Y el Dios
de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor
de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,” también tienen una
relación inmediata con la frase “lo que es agradable delante de él” (Hebreos 13:20, RV60). Aunque nuestras obras sean
buenas y sean hechas por Dios en nosotros, todavía son imperfectas por estar
contaminadas por el instrumento que las realiza, así como un vidrio empañado o
polvoriento atenúa la más pura de las luces que pasa a través de él. Pero
aunque nuestras obras sean defectuosas, Dios las acepta cuando son hechas en el
nombre de su Hijo. Nuestros mejores logros tienen defectos y son insuficientes
para alcanzar la excelencia de los requerimientos que demanda la santidad de
Dios, pero sus defectos son cubiertos por los méritos de Cristo. De igual
manera, Dios acepta nuestras oraciones porque nuestro gran Sumo Sacerdote les agrega
“mucho incienso” para ofrecerlas luego en el altar de oro delante del trono (Apocalipsis 8:3 Otro ángel
vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio
mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el
altar de oro que estaba delante del trono.).
Ofrecemos “vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. - (1 Pedro 2:5). Dios es “Si
alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre
conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por
Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los
siglos. Amén.” solo (1 Pedro 4:11).
Por tanto, al Mediador no sólo le debemos el perdón de nuestros pecados y la
santificación de nuestra vida, sino el que Dios acepte nuestro culto y servicio
imperfectos. Spurgeon lo expresó adecuadamente en sus comentarios diciendo:
“¡Somos absolutamente nada! Nuestra bondad no es nuestra".
“al cual sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.” (Hebreos
13:21). El apóstol buscaba la gloria de Dios. ¿Cómo debemos
glorificarlo? Lo
glorificamos andando en obediencia, haciendo su voluntad, haciendo las cosas
que son agradables ante sus ojos, y adorándolo. La construcción de esta
oración gramatical nos da dos posibilidades, una es adscribir esta alabanza al
“Dios de paz", a quien se dirige la oración, la otra es pensar que se
dirige al “gran Pastor de las ovejas---, quien es el antecedente más cercano
del pronombre “al cuaF. Puesto que la gramática permite ambas cosas, y dado que
la analogía de la fe nos instruye incluir tanto al Padre como al Hijo en
nuestra adoración, rindamos a ambos la gloria. Dios trajo a nuestro Señor Jesús
de vuelta de la muerte, es fiel a los compromisos que asumió en el pacto
eterno, nos provee de toda la gracia que recibimos, y acepta nuestra pobre
obediencia “por Jesucristo". Por todo esto, alabemos a Dios como al “Dios de
paz". Adoremos también al Mediador, porque es “nuestro Señor Jesús",
el que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, porque es “el gran pastor
de las vejas", quien cuida y ministra a su rebaño; porque con su preciosa
sangre ratificó el pacto; y porque sus méritos e intercesión hacen posible que
nosotros y nuestro servicio sean “agradables” ante el Supremo. “Amén.” ¡Qué así
sea!
¡Qué las alabanzas a un Dios redentor y propicio
resuenen por la eternidad!
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