} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA VIDA DE ELÍAS V

jueves, 21 de abril de 2022

LA VIDA DE ELÍAS V


Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está delante del Jordán; y beberás del arroyo; y Yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (I Reyes 17:3,4).


        Debemos fijarnos bien en el orden; primero el mandato divino, y luego la preciosa promesa. Elías habla de cumplir el mandamiento divino para poder ser alimentado sobrenaturalmente. La mayoría de las promesas de Dios son condicionadas. ¿No explica esto la razón de que muchos de nosotros no saquemos ningún bien de Elías, al dejar de cumplir las estipulaciones? Dios nunca premia la incredulidad ni la desobediencia. Nosotros somos nuestros peores enemigos, y nos perdemos mucho por nuestra perversidad. En el anterior estudio procuramos mostrar que el arreglo que Dios hizo mostraba su gran soberanía, su poder omnisuficiente, y su bendita sabiduría; y cómo demandaba la sumisión y la fe del profeta. Llegamos ahora a la secuela de aquel hecho. "Y él fue, e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y asentó junto al arroyo de Querit, que está antes del Jordán” (1Reyes 17;5). El requerimiento de Dios, no sólo proporcionaba a Elías una prueba real de su sumisión y su fe, sino que era también una demanda severa a su humildad. Si su orgullo hubiera prevalecido, hubiera dicho: “¿Por qué he de seguir tal línea de conducta? Actuaría como un cobarde si me 'escondiera'. No tengo miedo a Acab, y por lo tanto no me recluiré”. ¡Ah, lector!; algunos de los mandamientos de Dios son verdaderamente humillantes para la carne y la sangre soberbias. Los discípulos no debieron de pensar que lo que Cristo les mandaba era seguir una política muy valiente, cuando les dijo: "Mas cuando os persiguieren en esta ciudad, huid a la otra” (Mateo 10:23); sin embargo, tales eran sus órdenes, y debían obedecerle. Y, ¿por qué ha de objetar el siervo al mandamiento de "esconderse” cuando leemos del Señor que "Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue. "? (Juan 8:59). Sí, É1 nos ha dejado ejemplo en todas las cosas. Además, el cumplimiento del mandato divino representaba una carga para el aspecto social de la naturaleza de Elías. Pocos hay que puedan soportar la soledad; en verdad, para la mayoría de las personas, ser separado de sus semejantes, seria dura prueba. Los inconversos no pueden vivir sin compañía; la convivencia con los que piensan como ellos les es necesaria para acallar sus conciencias inquietas, y desterrar sus pensamientos onerosos. Y, ¿es muy distinto el caso de la inmensa mayoría de los que profesan ser cristianos? La promesa: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días”, encierra poco significado para la mayoría de nosotros. ¡Qué diferente era el contentamiento, el gozo y el servicio de Bunyan en la cárcel, o de Madame Guyon en su confinamiento solitario! Elías podía verse separado de sus semejantes, pero no del Señor. "Y él fue, e hizo conforme a la palabra de Jehová”. El profeta cumplió el mandato de Dios sin duda ni dilación. La suya era una bendita sujeción a la voluntad divina: estaba preparado tanto a llevar al rey el mensaje de Jehová como a depender de los cuervos. El tisbita cumplió el precepto con prontitud, sin importarle lo poco razonable que pudiera parecer, o lo desagradables que fueran las perspectivas. Qué diferente fue el caso de Jonás, que huyó para no cumplir la palabra del Señor; sí, y cuán diferentes las consecuencias también: ¡el uno encarcelado durante tres días y tres noches en el vientre de la ballena; el otro, al final, arrebatado al cielo sin pasar por los portales de la muerte! Los siervos de Dios no son todos iguales en fe, ni obediencia, ni fruto. Ojalá todos fuésemos tan prontos a obedecer la Palabra del Señor como Elías. "Y él fue, e hizo conforme a la palabra de Jehová”. El profeta no se retrasó en el cumplimiento de las directrices divinas ni dudó de que Dios supliera todas sus necesidades. Bienaventurados somos cuando le obedecemos en circunstancias difíciles, y confiamos en Él en la oscuridad que nos asedia. Pero, ¿por qué no habríamos de poner confianza implícita en Dios y depender en su palabra de promesa? ¿Hay algo demasiado difícil para el Señor? ¿Ha faltado jamás a su palabra de promesa? Así, pues, no abriguemos recelo incrédulo alguno en cuanto a su futuro cuidado. Los cielos y la tierra pasarán, pero jamás sus promesas. El proceder de Dios para con Elías ha quedado registrado para nuestra instrucción; ojalá hable a nuestros corazones de manera que reprenda nuestra desconfianza impía y nos lleve a clamar sinceramente: “Señor, auméntanos la fe”. El Dios de Elías vive todavía, y jamás abandona al que confía en su fidelidad. "Y él fue, e hizo conforme a la palabra de Jehová”. Elías, no sólo predicó la Palabra de Dios, sino que además hizo lo que le mandaba. Esta es la urgente necesidad de nuestros días. Se habla muchísimo de los preceptos divinos, pero se camina muy poco de acuerdo con ellos. En el reino religioso hay mucha actividad, pero, demasiado a menudo, ésta está desautorizada por los estatutos divinos, y en muchas ocasiones es contraria a los mismos. "Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22), es el requisito cierto de Aquél al cual hemos de dar cuentas. El obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los carneros. “Hijitos, no- os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo” (I Juan 3:7). Cuántos se engañan en este punto; parlotean de la justicia, pero dejan de practicarla. "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).

“Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne a la tarde; y bebía del arroyo” (1 Reyes 17; 6). ¡Cómo probaba esto que “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.”! (Hebreos 10:23). La naturaleza entera cambiará su camino antes de que una sola de sus promesas falte. Qué consuelo para el corazón que confía: lo que Dios ha prometido, ciertamente lo hará. Cuán inexcusable es nuestra incredulidad, cuán indeciblemente impías nuestras dudas. Cuánta de nuestra desconfianza es consecuencia de que las promesas divinas no están suficientemente definidas en nuestras mentes. ¿Meditamos como debiéramos en las promesas del Señor? Si estuviésemos más con É1 "Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien.” (Job 22:21), si “A Jehová he puesto siempre delante de mí;  Porque está a mi diestra, no seré conmovido. " más definidamente delante de nosotros (Salmo 16:8), ¿no tendrían sus promesas mucho más peso y poder para nosotros? “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19). Es infructuoso preguntar cómo. El Señor tiene diez mil maneras de cumplir su palabra.

Alguien que lea este párrafo puede que viva precariamente, sin reservas financieras, sin provisiones; quizá sin saber de dónde vendrá la próxima comida. Pero, si eres un hijo de Dios, Él no te dejará; y si confías en É1, no te verás defraudado. De una manera u otra, “el Señor proveerá”. "Temed a Jehová, vosotros sus santos; porque no hay falta para los que le temen. Los leoncillos necesitaron, y tuvieron hambre; pero los que buscan a Jehová, no tendrán falta de ningún bien” (Salmo 34:9,10); “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (comida y vestido) os serán añadidas” (Mateo 6:33). Estas promesas están dirigidas a nosotros, para alentarnos a unirnos a Dios y hacer su voluntad.

"Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne a la tarde.” Si el Señor lo hubiera querido, podía haberle alimentado por medio de los Ángeles, y no de los cuervos, Había entonces en Israel un hombre hospitalario llamado Abdías que sustentaba en secreto a cien profetas de Dios en una cueva. Además, habìa siete mil israelitas fieles que no hablan doblado sus rodillas ante Baal, cualquiera de los cuales se habría sentido sin duda grandemente honrado de haber sustentado a alguien tan eminente como Elías. Pero Dios prefirió hacer uso de las aves del cielo. ¿Por qué? ¿No fue acaso para darnos, a Elías y a nosotros, una prueba señalada de su dominio absoluto sobre todas las criaturas, y por ende de que Él es digno de toda nuestra confianza, aun en la más grave necesidad? Y lo más sorprendente es que Elías fuera alimentado mejor que los profetas que Abdías sustentaba, ya que éstos tenían sólo "pan y agua” Porque cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los sustentó con pan y agua (1Reyes 18:4), mientras que Elías tenía también carne. Aunque Dios no emplee cuervos reales al ministrar a sus siervos necesitados de hoy, a menudo obra de manera igualmente definida y maravillosa ordenando al egoísta, al avariento, al de corazón duro y al inmoral para la asistencia de los suyos. Él puede hacerlo, y a menudo los induce, en contra de su disposición natural y sus hábitos míseros, a comportarse benigna y liberalmente en el ministerio de nuestras necesidades. Él tiene en su mano los corazones de todos los hombres, y a todo lo que quiere los inclina (Proverbios 21:1). ¡Gracias sean dadas al Señor por enviar su provisión por medio de tales instrumentos! No dudo de que un buen número de los lectores podrían dar un testimonio similar al del que esto escribe, cuando dice: Cuán a menudo, en el pasado, Dios proveyó a nuestras necesidades de la manera más inesperada; nos hubiera sorprendido menos que los cuervos nos trajeran comida,' que el recibirla de los que nos la concedieron. "Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne a la tarde.” Fijémonos que no se mencionan vegetales, ni frutas, ni dulces. No habla bocados exquisitos, sino simplemente lo necesario. “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” (1Timoteo 6:8). Mas  ¿lo estmos? Cuán poco de este contentamiento santo se observa, incluso entre el pueblo del Señor. Cuántos ponen el corazón en las cosas de las cuales los que son sin Dios hacen ídolos. ¿Por qué están descontentos los jóvenes con el nivel de vida que bastó a sus padres? Para seguir a Aquél que no tenía donde reclinar la cabeza, debemos negarnos a nosotros mismos. "Y bebía del arroyo” (1Reyes 17; 6).

No pasemos por alto esta cláusula, ya que en la Escritura no hay ni un solo detalle sin importancia. El agua del arroyo era una verdadera provisión de Dios, tanto como lo eran el pan y la carne que traían los cuervos. El Espíritu Santo, sin duda, ha registrado este detalle con el propósito de enseñarnos que las mercedes comunes de la providencia (como las llamamos nosotros) son, también, un don de Dios. Si se nos ha suministrado aquello que nuestros cuerpos necesitan, a Dios le debemos la gratitud y el reconocimiento. Y, sin embargo, cuántos hay, aun entre los que profesan ser cristianos, que se sientan a la mesa sin pedir la bendición de Dios, y se levantan sin darle gracias por lo que han comido. También en esto Cristo nos ha dejado ejemplo, pues cuando alimentó a la multitud, se nos dice que tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, repartió a los discípulos" (Juan 6:11). Así pues, no dejemos de hacer lo mismo. 'Pasados algunos días, secóse el arroyo; porque no habla llovido sobre la tierra” (1 Reyes 17; 7). Por la expresión “pasados algunos días”, algunos comentaristas entienden “pasado un año", que es con frecuencia el sentido de esta frase en la Escritura. Sea como fuere, después de un intervalo de cierta duración, el arroyo se secó.   Con toda probabilidad se trataba de un torrente del monte que descendía por un barranco. Recibía el agua por medio de la naturaleza o providencia ordinaria, pero ahora, el curso de la naturaleza estaba alterado. El propósito de Dios estaba cumplido, y habla llegado la hora de que el profeta partiese hacia otro escondite. Que el arroyo se secase era un poderoso recordatorio para Elías de la naturaleza transitoria de todo lo mundano. "La apariencia de este mundo se pasa” (I Corintios 7:31), y por tanto, "no tenemos aquí ciudad permanente” (Hebreos 13:14).

 Todas las cosas terrenas están marcadas con el sello del cambio y la decadencia.: nada hay estable bajo el sol. Por ello, deberíamos estar preparados para los cambios repentinos en nuestras circunstancias. Como hasta entonces, los cuervos seguían llevando al profeta carne y pan para comer cada mañana y cada tarde, mas no podía subsistir sin agua. Pero, ¿por qué no había de proveer Dios del agua de modo milagroso, como hacía con la comida? Con toda seguridad, podía hacerlo. “Y teniendo gran sed, clamó luego a Jehová, y dijo: Tú has dado esta grande salvación por mano de tu siervo; ¿y moriré yo ahora de sed, y caeré en mano de los incircuncisos? Entonces abrió Dios la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy” (Jueces 15:18,19). Sí, pero el Señor no está limitado a ningún método, sino que tiene varias maneras de producir los mismos resultados. A veces Dios obra de un modo, y a veces de otro; usa este medio hoy, y ese otro mañana, para llevar a cabo su consejo. Dios es soberano y no obra de acuerdo con una regla: repetida. Siempre obra según su buena voluntad, y lo hace así para desplegar su absoluta suficiencia, para exhibir su sabiduría múltiple, y para demostrar la grandeza de su poder. Dios no está atado, y si cierra una puerta puede fácilmente abrir otra. “Secóse el arroyo”. Querit no brotaría para siempre; no, ni siquiera para el profeta. El mismo Elías había de sentir lo terrible del azote que habla anunciado.

Mi querido lector, no es cosa extraña que Dios permita que sus hijos amados sean envueltos en las calamidades comunes de los ofensores. Es verdad que Él hace diferencia en el uso y en los resultados de las heridas, pero no en el infligirlas. Vivimos en un mundo que está bajo la maldición del Dios Santo, y por tanto, “el hombre nace para la aflicción”. Tampoco hay manera de escapar de la aflicción mientras estemos aquí. El propio pueblo de Dios, aunque es objeto de amor eterno, no está exento, porque "muchos son los males del justo”. ¿Por qué? Por varias razones y con varios designios: uno de ellos es enajenar nuestros corazones de las cosas de abajo, y hacer que pongamos nuestros afectos en las de arriba. “Secóse el arroyo”. Según las apariencias externas, para la razón carnal parecería un verdadero infortunio, una verdadera calamidad. Tratemos de evocar a Elías allí, en Querit. La sequía era general, el hambre extendida por todo el país; y ahora, su propio arroyo se secaba. El agua disminuyó gradualmente hasta que pronto no había más que un goteo, y más tarde cesó por completo. ¿Se llenó paulatinamente de ansía y melancolía? ¿Dijo: Qué haré? ¿Debo permanecer aquí y perecer? ¿Me ha olvidado Dios? ¿Di un mal paso, a fin de cuentas, al venir aquí? Todo dependía de lo firmemente que su fe siguiera ejercitándose. Si su fe estaba en acción, admiró la bondad de Dios al hacer que el suministro de agua durara tanto tiempo. Cuánto mejor para nuestras almas si, en vez de lamentar nuestras pérdidas, alabáramos a Dios por concedernos sus mercedes por tanto tiempo, especialmente si recordamos que nos son prestadas, y que no merecemos ninguna de ellas. Aunque morara en el lugar designado por Dios, Elías no estaba exento de aquellos profundos ejercicios del alma que son siempre la disciplina necesaria para la vida de fe. Es verdad que, obedeciendo el mandamiento divino, los cuervos le habían visitado diariamente trayéndole comida mañana y tarde, y que el arroyo había seguido su tranquilo discurrir. Pero la fe había de ser probada y desarrollada. El siervo de Dios no puede dormirse sobre los laureles, sino que ha de pasar de clase en clase en la escuela del Señor; y después de haber aprendido (por la gracia) las difíciles lecciones de una, ha de avanzar y dominar otras todavía más difíciles. Quizá algún lector ha de enfrentarse con el arroyo cada vez más seco de la popularidad, de la salud que se desvanece, de los negocios que disminuyen, de la amistad que se marchita. Ah, amigo, un arroyo que se seca es un verdadero problema. ¿Por qué permite Dios que se seque el arroyo? Para enseñarnos a confiar en Él, y no en sus dones. Por regla general, Él no provee a su pueblo por mucho tiempo de la misma manera y por los mismos medios, no sea que confíe en éstos, y espere recibir ayuda de los mismos. Tarde o temprano Dios muestra cuánto dependemos de Él aun para recibir las mercedes cotidianas. Pero el corazón del profeta había de ser puesto a prueba, para ver si su confianza estribaba en Querit o en el Dios viviente. Así es en su trato con nosotros. Cuán a menudo creemos que confiamos en el Señor, cuando, en realidad, descansamos en circunstancias cómodas; y cuando se vuelven incómodas, ¿cuánta fe tenemos?

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