1 Reyes17:19 Él (Elías) le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su
regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama
Hemos de considerar ahora uno de
los incidentes más notables que se registran en el Antiguo Testamento, esto es,
la restauración de la vida del hijo de la viuda de Sarepta. Es un incidente
desconcertante para el incrédulo; sin embargo, para el que conoce por
experiencia al Señor no hay en él dificultad alguna. Cuando Pablo se defendía
ante Agripa, preguntó: “¡¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros
cosa increíble que Dios resucite a los muertos? (Hechos 26:8). Ahí es donde el creyente pone todo el énfasis: en
la absoluta suficiencia de Aquél con el cual trata. Recurrid al Dios vivo, y no
importa lo drástica y desesperada de la situación; todas las dificultades
desaparecen en seguida, porque no hay nada imposible para Él. El que implantó
la vida al principio, y el que puso nuestra alma en vida (Salmo 66:9 Él es quien preservó la vida a nuestra alma, Y no permitió
que nuestros pies resbalasen.), puede reavivar a los muertos.
El
infiel moderno (como los antiguos Saduceos) puede burlarse de la verdad
divinamente revelada de la resurrección, pero el cristiano no. ¿Por qué? Porque
ha experimentado en su propia alma el poder vivificador de Dios: fue llevado
espiritualmente de la muerte a la vida. Aunque Satanás inyecte dudas viles en
su mente, y haga tambalear por un tiempo su confianza en la resurrección del
Señor Jesús, recobrará pronto el equilibrio; conoce la bendición de aquella
gran verdad, y cuando la gracia le ha librado de nuevo del poder de las
tinieblas, exclama con el apóstol: "Cristo vive en mi". Además,
cuando nació de nuevo, le fue plantando un principio sobrenatural en el corazón
-el principio de la fe que hace que reciba la Escritura Santa con confianza
plena de que es, en verdad, la Palabra del que no puede mentir, y por
consiguiente, cree todo lo que los profetas dijeron.
Aquí
está la razón de que lo que desconcierta y hace tropezar al sabio, sea llano y
simple para el cristiano. La preservación de Noé y su familia en el arca; el
paso de Israel por el Mar Rojo sin mojarse; el que Jonás sobreviviera en el
vientre de la ballena, son hechos que no presentan dificultad alguna para él.
Sabe que la Palabra de Dios es infalible, porque la verdad que contiene la ha
verificado por propia experiencia. Al haber comprobado por sí mismo que el
Evangelio de Cristo es “potencia de Dios para salud”, no tiene motivo para
dudar de nada de lo que las Escrituras registran acerca de los prodigios de Su
poder en el reino material. El creyente tiene seguridad plena en que nada es
demasiado difícil para el Creador de cielos y tierra. No es que sea un cándido
intelectual, que acepta crédulamente lo que es completamente contrario a la
razón, sino que, en el cristiano, la razón es restaurada a su funcionamiento
normal: asegurad que Dios es todopoderoso, y el obrar sobrenatural de Su mano es
indudable para él.
.
El tema entero de los milagros se reduce, así, a su factor más simple. Se ha
escrito gran cantidad de jerga erudita sobre este tema: las leyes de la
naturaleza, su suspensión, el actuar de Dios contrario a las mismas, y la
naturaleza precisa de un milagro. Por nuestra parte, definimos el milagro como
algo que sólo Dios puede efectuar. Al hacerlo así, no desestimamos el poder que
Satanás posee, ni dejamos de considerar pasajes tales como Apocalipsis 16:14 pues son
espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en
todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso. y 19:20
Y la bestia fue apresada, y con ella el falso
profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había
engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con
azufre.
Al que esto escribe, le basta lo que la
Sagrada Escritura afirma acerca del Señor: “Al único
que hace grandes maravillas, Porque para siempre es su misericordia." (Salmo 136:4). En cuanto a las “señales grandes y
prodigios” dados por los falsos cristos y los falsos profetas, su naturaleza y
designio son el “engañar” (Mateo 24:24 Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos.), por cuanto son "milagros mentirosos”
(II Tesalonicenses 2:9 inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran
poder y señales y prodigios mentirosos ), como también sus predicaciones
son falsas. En esto descansamos: sólo Dios hace grandes maravillas; y por ser
Dios, esto es lo que la fe espera de Él.
En
el último capítulo nos ocupábamos de la amarga aflicción que sobrevino a la
viuda de Sarepta con la muerte repentina de su hijo, y el efecto inmediato que
tuvo sobre ella. Profundamente agitada se volvió a Elías y le acusó de ser la
causa de su tremenda pérdida. El profeta no replicó ásperamente a la acusación
dura e injusta, sino que, por el contrario, dijo con calma: "Dame acá tu hijo”. Fijémonos que no impuso sus
manos sobre el muerto de modo autocrático, sino que, cortésmente, pidió que se
le trajera el cuerpo. Creemos que el propósito de Elías era calmar la pasión de
ella y hacer que creyera “en esperanza contra esperanza” (Romanos 4:18), como Abraham habla hecho mucho
antes cuando creyó a Dios, “el cual da vida a los muertos”, por cuanto fue (en
parte) en respuesta a su fe que ella recibió a su muerto por resurrección (Hebreos 11:35). "El
le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al
aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. (I Reyes 17:19). Ésta era, evidentemente, una
habitación superior reservada para el uso personal del profeta, como Eliseo
tenía la suya en otro lugar (II Reyes 4:10 Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y
pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a
nosotros, se quede en él.). Se fue allí, pues, en busca de soledad, como
Pedro fue a la azotea, y Cristo al huerto. El profeta debía de estar muy
oprimido y desconcertado ante el hecho triste que había ocurrido a su
anfitriona. Por muy rígido que fuera Elías en el cumplimiento de su deber,
tenía un tierno espíritu (como los hombres así de serios tienen por regla
general), lleno de benignidad y sensible a las miserias ajenas. Es evidente por
lo que sigue, que Elías estaba apenado de que alguien que habla sido tan
bondadoso para con él hubiera de ser tan duramente afligido cuando é1 estaba en
su hospitalaria morada; y que ella pensara que era responsable de la pérdida
que sufría, no haría más que aumentar su tristeza.
No
debe perderse de vista que esta dispensación oscura constituyó una prueba real
para la fe de Elías. Jehová es el Dios de la viuda y el galardonador de los que
favorecen a Su pueblo, sobre todo de los que muestran benevolencia para con Sus
siervos. ¿Por qué, pues, había de venir semejante mal sobre la que le ofrecía
albergue? ¿No había venido por propio mandato del Señor como mensajero de
misericordia para su casa? Es verdad, y había demostrado serlo; empero, ella lo
había olvidado bajo el peso de su prueba presente, ya que ahora lo consideraba
emisario de la ira, azote de su pecado, y verdugo de su único hijo. Y, peor
aún, ¿no pensaría él que el honor de su Señor estaba también empeñado? ¡Que
fuera escandalizado el nombre del Señor! ¿No preguntaría la viuda si es así como
recompensa Dios a aquellos que favorecen a Sus siervos? Es una bendición el
observar la manera como Elías reaccionó ante la prueba. Cuando la viuda
preguntó si la muerte de su hijo era debida a su presencia, no se dio a
especulaciones carnales, ni intentó resolver el profundo misterio que ahora
tenía ante sí y ante ella. En lugar de esto, se retira a su cámara para poder
estar solo con Dios y presentarle su perplejidad. Este es el curso que
deberíamos seguir siempre, porque el Señor no sólo es "nuestro pronto
auxilio en las tribulaciones", sino que su Palabra requiere que le
busquemos primeramente, (Mateo 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas.).
"Alma
mía, en Dios solamente reposa” es aplicable doblemente en el tiempo de la
perplejidad y la tristeza. Vana es la ayuda del hombre; sin valor las
conjeturas carnales. En la hora de la prueba más aguda, el Salvador se retiró
de sus discípulos, y vertió en secreto su corazón al Padre. A la viuda no le
era permitido presenciar los ejercicios más hondos del alma del profeta ante su
Señor. " Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun
a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo?
( 1 Reyes 17;20). Hasta entonces, el
profeta no había comprendido el significado de ese misterio, pero sí sabía qué
hacer ante esa dificultad. Acudió a su Dios y presentó su lamento ante Él.
Buscó alivio con gran sinceridad y porfía, razonando humildemente acerca de la
muerte del niño. Pero notemos su reverente lenguaje. No preguntó: ¿Por qué has
infligido esta funesta disposición sobre nosotros?; sino que dijo: “Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy
hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? (v. 20). El porqué de
ello no era de su incumbencia. No podemos objetar a los caminos del Altísimo ni
inquirir con curiosidad en sus consejos secretos. Bástenos saber que el Señor
no se equivoca nunca, y que siempre hay un motivo por todo lo que hace; por lo
tanto, debemos someternos con mansedumbre a su voluntad soberana. El preguntar
"¿Por qué?” es altercar con Dios (Romanos
9:19, 20 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa?
porque ¿quién ha resistido a su voluntad?Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú,
para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué
me has hecho así?).
En
las palabras de Elías a Dios hallamos, primero, de qué modo se acogió a la
relación especial que el Señor sostenía con él: “Jehová Dios mío”, clamó. Ello
era una apelación a su interés personal en Dios, por cuanto esas palabras son
siempre la expresión de una relación basada en un pacto. Poder decir
"Jehová Dios mío” es de más valor que el oro o los rubíes. En segundo
lugar, buscó la razón de la calamidad en su causa original: “¿Aun a la viuda en
cuya casa yo estoy hospedado has afligido? (v. 20); vio que la muerte hería por
mandato divino: “¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual
Jehová no haya hecho?” (Amós 3:6).
Qué consuelo cuando podemos darnos cuenta de que ningún mal puede sobrevenir a
los hijos de Dios sino el que É1 les envía. En tercer lugar, alegó la severidad
de la aflicción: este mal ha venido, no sólo sobre una mujer, ni siquiera sobre
una madre, sino sobre una “viuda”, a quien Tú has socorrido de modo especial.
Además, es aquella "en cuya casa yo estoy hospedado”: mí bondadosa
bienhechora. " Y se tendió sobre el niño tres
veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el
alma de este niño a él. (1 Reyes 17; 21).
¿Era ésta una prueba de la humildad del profeta? ¡Qué notable que un hombre tan
grande gastara tanto tiempo y pensara tanto en esa figura débil, y se pusiera
en contacto inmediato con lo que, ceremonialmente, contaminaba! ¿Era una
indicación de su propio afecto por el niño, y para mostrar cuán profundamente
le habla afectado su muerte? ¿Era una muestra del fervor de su apelación a
Dios, como si quisiera, si podía, poner vida en su cuerpo de la vida y el calor
del suyo? ¿No parece indicarlo el hecho de que lo hiciera tres veces? ¿Era una
señal de lo que Dios haría por su poder y lo que lograría por su gracia al
traer a los pecadores de la muerte a la vida, con el Espíritu Santo haciéndoles
sombra e impartiéndoles su propia vida? Si así es, ¿no hay aquí algo más que
una indicación de que los que Dios usa como instrumentos en la conversión deben
venir a ser como niños, descendiendo al nivel de aquellos a los que sirven, en
vez de estar sobre un pedestal como si fueran seres superiores? " y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver
el alma de este niño a él” (v. 21).
Qué prueba de que Elías estaba acostumbrado a
esperar bendiciones maravillosas de Dios en respuesta a sus súplicas,
considerando que nada era demasiado difícil para Él, nada demasiado grande para
conceder en respuesta a la oración. Sin duda, esta petición estaba movida por
el Espíritu Santo; con todo, el que el profeta esperara la restauración de la
vida al niño era un efecto maravilloso de su fe, por cuanto la Escritura no
dice que alguien hubiera sido levantado de los muertos antes de ese tiempo.
Recuerda,
lector cristiano, que esto está escrito para nuestra instrucción y aliento: la
oración eficaz y ferviente del justo puede mucho. Cuando vamos al trono de la
gracia, nos allegamos a un gran Rey; así pues, traigamos peticiones grandes.
Cuanto más confía la fe en el poder infinito y en la suficiencia del Señor, más
honrado es Él.
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