} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ESTUDIO LIBRO RUT 18

miércoles, 8 de enero de 2025

ESTUDIO LIBRO RUT 18

 

 Rut 4:17  Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed. Este es padre de Isaí, padre de David.

Rut 4:18  Estas son las generaciones de Fares: Fares engendró a Hezrón,

Rut 4:19  Hezrón engendró a Ram, y Ram engendró a Aminadab,

Rut 4:20  Aminadab engendró a Naasón, y Naasón engendró a Salmón,

Rut 4:21  Salmón engendró a Booz, y Booz engendró a Obed,

Rut 4:22  Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David.

 

HERENCIA Y POSTERIDAD

   Como lo indicamos al comienzo de este estudio del Libro de Rut, hemos estado analizando cada capítulo y éste corresponde al del capítulo cuatro. En él meditaremos en la herencia y la posteridad que reciben estas mujeres, al ser incluidas en la historia del pueblo de Israel. Sus nombres resonarán a lo largo de toda la historia judía y de las demás culturas, pueblos y naciones. Lo que inició como una historia marginal y periférica, se ha convertido y se sigue convirtiendo en una hermosa historia perenne, central y coyuntural de la historia de Belén e Israel. Lo estructural de tal acontecimiento es tan significativo, que este libro se acostumbra leer en la fiesta de las cosechas.

Son dos las tragedias centrales del libro las cuales se describen en el capítulo uno. De igual forma, son dos las soluciones definitivas y duraderas a esas tragedias. Las dos respuestas quedan selladas y cumplidas en el capítulo cuatro del libro. En este sentido, este libro de principio a fin, es intensamente interesante. La primera parte describe las tragedias humanas, sus crisis, aflicciones y amargura. Los capítulos centrales describen las respuestas temporales, contextuales y e históricos a las mismas. No obstante, el capítulo cuatro describe la solución definitiva, la cual esta asociada con la salvación plena, eterna y escatológica de los protagonistas de la historia.

Realidad, historia, humanidad, teología, escatología, se unen para dar una lección de carácter amplio a la realidad de los más necesitados, es decir, de aquellos que son objeto de la misericordia del Señor. Aquellos a quienes mira y salva para su gloria y alabanza. Son los insignificantes y sencillos, los que son recreados para escribir esta hermosa historia de redención, abundancia, descendencia y salvación.

Consideraremos en este estudio del libro, los conceptos de la herencia amplia y generosa que reciben estas dos fieles y unidas mujeres. Al igual que su posteridad para las futuras generaciones. Sus nombres seguirán sonando como mujeres cobijadas por las alas del Dios de Israel. Sus rostros serán satisfechos, sus corazones salvados, sus vidas realizadas y sus historias de amargura y dolor cambiadas en esperanza y bendición.

 

SU NOMBRE RESTAURADO

Una de las bendiciones que reciben estas mujeres es la restauración de su nombre. Cuando comenzamos el estudio, Noemí y Rut eran dos mujeres unidas por el dolor, la soledad, viudez y aflicción. Sus rostros estaban llenos de tristeza, pesadez y aflicción. Sus palabras estaban llenas de amargura, queja, desesperanza y desanimo. Su corazón estaba lleno de incertidumbre, miseria y pérdidas. Sus manos estaban llenas de miseria, pobreza, vacías y afrentadas. Es decir, estaban juntas, pero vacías, miserables y afligidas.

Al llegar a Belén, las mujeres salen a recibirlas y quedan asombradas al ver a Noemí. No es ni la sombra de la mujer que salió hace unos diez años. Ahora su semblante está decaído, desmejorado y sus ojos muestran una terrible amargura y dolor. Su dulzura, belleza, encanto y alegría se han cambiado por una vida inundada de amargura, pérdidas y separaciones. El hambre, la miseria, el desplazamiento, desarraigo, muerte, viudez, despedidas, soledad e incomprensión la han tornada así.

La ciudad entona una canción de sombro y admiración. Quizás, las palabras de esta canción, son punitivas, imprecatorias sobre la justicia de Dios sobre ella. “…y aconteció que habiendo entrado en Belén, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí?” (Rut 1:19). Podemos suponer que las palabras de este coro de sus coterráneas, resuenan hirientemente en sus oídos, por lo que prorrumpe en un profundo desahogo de sus sentimientos. “Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?” (Rut 1:20-21). Su silencio se convierte en palabras de sentimiento e incomprensión. Ve la vida con sus ojos naturales y se frustra. Su melancolía y meditación afloran. Su lamento resuena en toda Belén. La realidad de su dolor y miseria es conocida en todos los rincones de esta pequeña aldea. Su nombre es recordado después de diez años, asociado al dolor, las pérdidas y la pobreza. La vida de esta mujer, al igual que la de su nuera Rut, esta llena de contrastes. El cortejo que sale a recibirla, contrasta con el coro del final del libro. La traen dos grandes tristezas que embargan su vida, el hambre y la muerte. Sale de Belén por hambre y regresa de Moab por muerte. La trae la noticia de la visita de Dios para dar pan a su pueblo. La nota esperanzadora de la cosecha, las acercan a tierra de promisión.

Durante todo el desarrollo de la historia, vemos la bondad de Dios, su misericordia y bendición, están presentes en toda la historia. Su nombre es mencionado una y otra vez en el relato. Al regresar a Belén y pasar los días vemos como es restaurada más y más hasta su plena posición. El nombre de estas audaces y valerosas mujeres, ya no solo suena en las calles, en los campos, entre los hacendados, también, en los tribunales. De esta forma se perpetúa su nombre en el pueblo de Israel. Consideremos las últimas apariciones de ellas.

Al darse la negociación formal del rescate de tierras y matrimonio de Rut, Booz, lleva sus nombres a los tribunales. “Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de

Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec” (Rut 4; 3). El nombre de Noemí esta asociado en esta primera mención del capítulo al de Elimelec, su fallecido esposo. Ella es la vendedora de unas tierras heredadas del difunto. La esta representando en la negociación Booz, el pariente de Elimelec.

En una segunda instancia, aparecen los nombres de las dos viudas, asociados a aspectos legales como el matrimonio con la viuda y el rescate de la tierra. “Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión” (Rut 4; 5). La forma como ha de ser restaurado el nombre de las dos, esta asociado con las dos tragedias descritas anteriormente, la tierra y el matrimonio. La tierra produce sustento, el matrimonio produce descendencia. El sustento soluciona el hambre, la descendencia la muerte. El hambre es la tragedia natural, la muerte es la tragedia familiar. Vemos de esta forma, como en el desarrollo del libro y en su epílogo, se responde extraordinariamente a las situaciones del comienzo.

Después de las deliberaciones normales de un proceso judicial y legal, Booz, quien es el moderador y negociador mayor, retoma la palabra, ante la mirada de los testigos para afirmar la adquisición y declarar legalmente la posesión sobre ellas. “…hoy… he adquirido de mano de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón. Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Vosotros sois testigos hoy” (Rut 4; 9-10).

En esta oportunidad los nombres de las mujeres y de todos los nombres de los hombres fallecidos, recobran vida. En el tribunal son recordados. Su remembranza, esta asociada a aspectos de leyes de carácter social en Israel. Por tanto, los nombres de toda la familia son restaurados en un tribunal y traídos a la memoria inolvidable de los asistentes. La forma de restaurar sus nombres esta emparentada al ejercicio de la ley, en cuanto al rescate de las tierras y al matrimonio con la viuda para levantar descendencia.

El pueblo alaba al Señor y hacen sus votos benéficos a favor de la pareja, que legalmente está casada. Estamos presenciando un matrimonio en el pueblo de Belén, donde todo el pueblo es invitado. Luego el nombre de Rut esta asociado con la bendición de un hijo, lo cual hará que su nombre se inmortalice por tiempos inmemoriales. “Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer; y se llegó a ella, y Jehová le dio que concibiese y diese a luz un hijo” (Rut 4; 13). El embarazo, con el cual Dios premia a Rut la extranjera que es admitida en el pueblo de Dios, recibe la bendición de la fertilidad. Queda en cinta por la acción del Señor.

Rut queda en embarazo, pero las mujeres se dirigen a Noemí, para felicitarla y dar cantos y coros de gratitud a Dios. “Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos” (Rut 4; 14-15).

En esta ocasión la visita y las canciones de las mujeres esta asociada con la bendición y la gratitud. Meses atrás, su canto era punitivo y precatorio; ahora es salvífico y de bendiciones. El encuentro entre mujeres y Noemí en capítulo uno es de maldición y castigo. En el capítulo cuatro es de alegrías y gozos.

A Rut le nace un hijo, pero las vecinas dicen que es de Noemí. “Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya. Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed…” (Rut 4; 16-17). Es ella la que lo toma en sus brazos y es la nana de él. La restauración del nombre de estas mujeres, es muy significativo. De manera especial, es Noemí quien recibe el mayor protagonismo en el libro, sin embargo, el hijo es de Rut. La amargada Noemí, vuelve a su dulzura y belleza. Su nombre y carácter es restaurado por la gracia de Señor. Las mismas mujeres reconocen que es de más bendición el hijo para Noemí que para Rut. Quien la mando con las manos vacías, ahora la ha llenado con múltiples e insospechadas bendiciones. Su dulzura y hermosura es ahora evidente.

La restauración de su nombre esta plenamente asociado a la descendencia del niño que acaba de nacer. Como antecesor del rey David, se inaugura una nueva dinastía que será eternamente recordada. Que dulces momentos para estas mujeres valientes. Azotadas por la providencia, ahora saciadas y llenas por la gracia de Dios. Su nombre no queda desapercibido, ahora unido a la bendición, abundancia, legalidad, perpetuidad. La dinastía Davídica, viene en camino, por el fruto del vientre de una extranjera.

Noemí es la primera mujer que abre el relato en el libro, luego entra en escena Rut su nuera inseparable. Al cierre del libro y de la historia, se oculta en el relato primero Rut al dar a luz el bebe, luego Noemí como su maestra y cuidadora. De esta forma Noemí abre y cierra la narración. No obstante, en la posteridad y para los efectos genealógicos, es Rut y no Noemí, quien aparece en los registros. Su nombre ha sido restaurado y perpetuado por la abundante misericordia de Dios, quien les cubre con sus alas. De esta forma, se hacen reales las bendiciones y buenos deseos de Booz para Rut, luego de los hombres respecto a la pareja y luego de las mujeres con relación a la descendencia. Todas las bendiciones están relacionadas a los nombres de las personas, a sus cuerpos, rostros, historias, tragedias.

Maravillosamente, todo esto es restaurado y perpetuado alegremente para la bendición de Israel, la alegría de sus protagonistas y la gloria de Dios, el omnipresente Señor.

 

SU POSESIÓN REDIMIDA

Una de las cosas que desconocíamos durante el relato, es que Noemí tenía una heredad.

Muy posiblemente, la abandonaron ante la inminente hambre en Belén, por la cual, debe partir a Moab, junto a su esposo y sus hijos. Al regresar después de diez años, no tiene el dinero, ni la capacidad para rescatar la tierra, que quizás, debía redimir por una cantidad de dinero. En consecuencia, la propiedad la debe adquirir un familiar cercano para que se cumpla con lo legalmente establecido. No obstante, Booz es el pariente indicado para hacerlo y el manifiesta tener otro pariente cercano.

Al cierre del capítulo tres teníamos la sensación que el pariente cercano tenía solo la responsabilidad de casarse con Rut, la viuda. Sin embargo, al comienzo del capítulo cuatro se nos revela un secreto escondido durante toda la historia. Es precisamente en un lugar público, donde se imparte justicia social, donde se revela la información y se solicita el cumplimiento de las disposiciones legales vigentes. “Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec” (Vs. 3). La novedad es que Noemí tiene unas tierras que le dejó su esposo y las puso en venta. Es interesante que Booz, sea quien toma la iniciativa y representa a Noemí para la negociación de las tierras y a Rut para el patrimonio. En este sentido, él es el apoderado de estas viudas, a quienes se les debe tratar y considerar según la ley.

La tierra aquí y su puesta en venta, es el centro del asunto legal. Se deben redimir las tierras, a favor de la viuda, en honor del difunto, en respeto y obediencia a la ley que les rige. Por tanto, Booz, que es la persona responsable de hacer cumplir la ley y de defender los derechos de los débiles, por ser el fuerte, distinguido y noble; lo hace.

Comunica al pariente más cercano para que cumpla su deber legal. “Y yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré” (4). Ante testigos formales, se declara la situación socio económica para que sea resuelta. La única decisión que se espera es que él redima; es decir, que adquiera las tierras de Noemí, de lo contrario, en segunda instancia le corresponde a Booz, el cual está dispuesto a cumplir su deber. No obstante, el otro pariente, manifestó su compromiso de rescatar las tierras. En este sentido, legalmente, se cerraría el caso.

Sin embargo, Booz, quien es un hombre listo y entrenado, presenta un segundo caso ante la opinión de los presentes. Es el relacionado con Rut, de quien, él se había encargado de defender y rescatar. “Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión” (5).

Hay una clara unión de estos dos casos. Si se compra el terreno, se restaura y se evita que pase a manos de otros compradores ajenos a la familia, lo cual era contra la ley. Sin embargo, si se casa con Rut, se restaura el nombre del muerto en su propia posesión. En este sentido, era necesario, comprar la tierra y tomar a la viuda por mujer. De esta forma, se haría plena justicia y se reivindicaría inseparablemente los dos problemas legales. También, se podría mantener inseparables a las mujeres que se habían jurado fidelidad y unidad.

La habilidad de Booz es llamativa. Nosotros no sabíamos que él iba a unir estos dos casos judiciales en el tribunal. También, desconocíamos que él tenía conocimiento que Noemí y

Rut se habían comprometido delante de Dios a permanecer juntas. De esta forma, aunque desconocido para los lectores y para las protagonistas, él tiene todo el conocimiento. Una y otra vez, ha demostrado conocer cosas que no sabíamos, él conocía sobre la realidad de las protagonistas. Lo cierto, es que al unir los dos casos, permite que la vida de estas mujeres permanezca unida, en la posesión de los esposos fallecidos.

Heredad o tierra, es un asunto legal que corresponde a la bendición Abrahámica. “…Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Al igual que a Rut, ambos salen de su tierra a tierra desconocida. Les alienta la promesa de una nueva tierra, donde vivirán abundante y plenamente. “Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 12:7). La tierra que se promete a Abraham, es la misma a donde va Rut. Esta será herencia para el pueblo escogido y su descendencia morará allí. “Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos” (Génesis 17:8).

Rut también, por la fe es llevada a tierra prometida y allí junto a su antepasado Abraham disfruta de la abundancia, generosidad y fidelidad de Dios.

La tierra esta asociada a la comida y la supervivencia. Es señal de bendición, sedentarismo, estabilidad. Es el establecimiento de una casa firme, estable permanente. Es por esta razón que juega un papel muy importante en esta historia de redención. Podemos afirmar que no hay realidad completa de salvación sin una tierra nueva. Así como Abraham, Noemí y Rut necesitan una tierra productiva para vivir su nueva vida, igualmente, los redimidos, se recrean en la tierra nueva y los cielos nuevos, creados para su realización y gozo. “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). Esta verdad tiene un cumplimiento escatológico, final y real. “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1).

El otro pariente rehúsa redimir la heredad si se unen los dos casos. Se declara impedido para hacerlo, por lo que da vía libre a Booz para hacerlo. En tal sentido, se cumple con los ritos vigentes para la ratificación de un contrato o establecimiento de un negocio. Por tanto, en esta ocasión, que todo se esta haciendo con legalidad, se procede a su formalidad. “Había ya desde hacía tiempo esta costumbre en Israel tocante a la redención y al contrato, que para la confirmación de cualquier negocio, el uno se quitaba el zapato y lo daba a su compañero; y esto servía de testimonio en Israel. Entonces el pariente dijo a Booz: Tómalo tú. Y se quitó el zapato” ( 7-8).

Para los judíos los pies tienen un alto simbolismo asociado a los derechos de las personas.

Las extremidades inferiores eran atendidas y consentidas por el hospitalario señor de la casa a su visita. Esa quizás, es una de las razones por las cuales existía esta costumbre.

Quitarse la sandalia y darla a la otra persona, era no solo un acto de renuncia, también de derecho y legalidad. Se informaba públicamente, que se cedían los derechos de algo, en este caso de adquirir la propiedad. Con este rito público, se cierra la ceremonia legal de transferencia de las tierras de Elimelec a Booz. Este último, se hace cargo de restaurar la herencia de su pariente, que por la muerte del esposo y la pobreza de la viuda estaba a punto de pasar a otras manos, y perderse así, su derecho familiar.

Todo el desarrollo del proceso gira en torno a la tierra. La posesión de los hombres fallecidos debe ser restaurada, para el beneficio de quienes les pertenece. El distinguido y rico Booz, media en la negociación, se ajusta a los requerimientos legales de la negociación y restaura la heredad y el nombre del difunto sobre la heredad al casarse con Rut. “Y Booz  dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois testigos hoy, de que he adquirido de mano de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón” (9). De esta forma, se apodera de las pertenencias de los difuntos, al pagar el precio respectivo y hacer justicia y misericordia a los muertos y los vivos, como se expresó anteriormente. Adquirir la posesión, era un acto de justicia, tomar la viuda era un acto de misericordia. La bendición de la tierra, unida al matrimonio, permite a Noemí y Rut seguir juntas y permanecer en las tierras que pertenecían a sus esposos.

Recordemos que dos grandes perfecciones de Dios respecto a la salvación son la justicia y la misericordia. Por justicia asumió nuestro pecado y pagó la deuda ante el tribunal del Padre. De esta forma cumplió Cristo toda justicia a favor de los elegidos. Además, por su entrega voluntaria, abnegada y sufriente, manifestó a sus hijos su inmenso amor y gracia para los suyos. De igual forma, estas mujeres, por la unión de estos dos casos legales y sociales disfrutan de un acto eminentemente redentor al recibir la justicia de Booz y su misericordia para con ellas. Justicia en redimir la tierra y misericordia en casarse con Rut.

Es así, como todos los cristianos hemos sido redimidos por Cristo. Tal redención es una relación de pacto. Por el pacto eterno de salvación hemos sido acogidos para disfrutar de las inmensas e inmerecidas bendiciones de salvación y vida abundante.

Booz repite nuevamente y como dando lectura al contrato finalizado, su doble propósito legal al unir los dos casos. “Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Vosotros sois testigos hoy” (Rut 4; 10).

De esta forma, redime tierra y mujer, reivindica muertos y hace justicia a los muertos y a los vivos. Se cumple un acto redentivo pleno y eficaz.

La restauración del nombre del difunto sobre su heredad, es la finalidad legal y social del caso concluido. La tierra juega un papel importante en la justicia social y en la historia de redención. Por tanto, podemos decir, como estas mujeres que a simple vista han perdido todo, termina la historia, contando la riqueza, bendición y prosperidad de ellas. Tienen herencia, nombres, tierras, se les hace justicia. De igual forma, nuestro Señor Jesús, el

Fuerte de Jacob, es quien hace justicia a sus hijos. Al ser traídos a Él son recreados con abundancia de pan y se les da herencia y parte con los salvos. Hermosa y eterna bendición.

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