} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: MERLE D'AUBIGNÉ (2)

martes, 30 de diciembre de 2025

MERLE D'AUBIGNÉ (2)

 

Dios debe ser reconocido y proclamado en la historia.

 La historia del mundo debería pretender describir los anales del gobierno del Rey supremo.... Aunque parezca extraño, esta interposición de Dios en los asuntos humanos, que incluso los paganos han reconocido, los hombres criados en medio de las grandes ideas del cristianismo la tratan como superstición.... La sabiduría miope de nuestros días jactanciosos está muy por debajo de la sabiduría pagana. A la historia le han robado su padre divino, y ahora es un hijo ilegítimo, un audaz aventurero que vaga por el mundo sin saber a dónde va ni de dónde viene". Al tiempo que Merle d'Aubigné se lamenta de la ceguera de los historiadores seculares, esa ceguera no le causa asombro. Él sabe que no es más que el cumplimiento de la palabra apostólica de que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios." Si el historiador no es más que un "hombre natural", la interpretación espiritual de la historia, obviamente va a ser una locura para él, no tanto porque no vea, sino más bien porque no puede ver.

Sería bueno escuchar al mismo D'Aubigné hablando de este asunto, y en un tiempo anterior al de los comienzos de su vida como historiador. En 1832 él pronunció un discurso en Ginebra sobre "la Historia del Cristianismo", teniendo en vista particularmente la historia de la Reforma. "Hay dos historias –dijo–, hay lo que podríamos llamar ‘la historia de la iglesia’, es decir, de las instituciones humanas, las formas, las doctrinas y acciones, y 'la historia del cristianismo’, que ha puesto en el mundo, y aún conserva, una nueva vida, una vida divina, la historia del gobierno de ese Rey que ha dicho: 'las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.’... La mayoría de los historiadores han presentado hasta ahora sólo la historia estéril de la iglesia externa, porque ellos mismos han sido sólo hombres exteriores, y muy difícilmente tienen noción de la vida del hombre espiritual.... El 'viejo hombre' no ve en el campo de la Iglesia más que puros huesos secos; en cambio, el ‘nuevo hombre’ sabe discernir cuándo el Espíritu sopla desde los cuatro vientos y crea para el Eterno 'un ejército grande en extremo.’"

Así pues, el lector debe esperar de la pluma de d'Aubigné una historia de calidad diferente a la del historiador secular individual, una historia que trate de mostrar a Dios como Su propio intérprete, y que (para usar una frase luterana) tenga como objetivo llevar cautiva la conciencia del lector a la Palabra de Dios. Al mismo tiempo, d' Aubigné sabía del potencial de la narración viva y pintoresca para ganar el interés y la simpatía de la mente humana, y su historia adquirió reputación, en parte, debido a sus cualidades literarias de calidad. A este respecto, las palabras del rector Rainy de Edimburgo escritas en 1879 son dignos de mención: "La gran cualidad en que se apoya la popularidad de la historia d'Aubigné es ésta: que es viva, reproduce con gran poder la marea de la vida humana en la que los acontecimientos toman forma, pone frente a nosotros las convicciones, las pasiones, los intereses que mueven a los hombres, y va revestida con el lenguaje de los colores de la época. No ha sido hecha, como se ha imputado insidiosamente, por los esfuerzos de ociosa fantasía o amplificación retórica, sino por un minucioso estudio de la fisonomía de la época, que se puede descubrir en los hombres individuales, y en situaciones específicas, y por una apreciación y reproducción de los hechos, con el fin de llevar al lector cara a cara con ese pasado olvidado. Esta no es una forma barata y vulgar que termine siendo popular. Es una gran forma de éxito histórico". Y otra vez agrega (después de hablar del romanismo, el humanismo y la política de la época de la Reforma):

"Todas estas cosas las concibe d'Aubigne a la manera de un hombre muy inteligente que ha pasado mil veces más dolores en la historia que sus lectores, y que conoce bien y correctamente todos sus elementos. Pero este gran elemento él lo conoce por una simpatía perfecta, una entera convicción, una atracción invariable. Él lo concibe desde el interior; está vivo para él donde quiera que se lo encuentre; y todos sus poderes están espontáneamente preparados para reproducirse en su verdad y fuerza original". Como historiador de la Reforma, Merle d'Aubigné tuvo la gran ventaja de ver el panorama en su contexto continental, y de tener acceso a los documentos multitudinarios dispersos por las bibliotecas de Europa. Su manejo de la historia inglesa se beneficia de esta riqueza y amplitud de erudición. La historia que aquí se reproduce no se presenta con todas las numerosas referencias proporcionadas en las notas de las ediciones originales, excepto una selección de referencias sobre libros que siguen siendo de fácil acceso, por ejemplo, los volúmenes de la Sociedad Parker y Actos y Monumentos de Foxe. Las cuatro principales ediciones del siglo XIX de la obra de Foxe se encuentran en ocho volúmenes, y, muy convenientemente, tienen la misma paginación, por lo que las referencias a cualquiera de las ediciones es tarea relativamente fácil. Los lectores que deseen localizar la autoridad de algún tema en particular, aparte del rango de las referencias que figuran en esta reimpresión, deben tener acceso a las ediciones del siglo XIX de la historia que contienen las referencias completas.

En vista del hecho de que D'Aubigné hace un uso extensivo de los Actos y Monumentos de Foxe, y que tal vez algunos lectores consideren a Foxe meramente un propagandista poco fiable del protestantismo, puede ser de ayuda aquí para establecer la posición actual de su grado de utilidad como historiador, y, por los muchos eventos que él narra, un historiador contemporáneo. Hasta la cuarta década del siglo XIX, Foxe gozaba de en una gran reputación en todos los sectores no romanistas. Desde 1837 en adelante una escuela de historiadores, encabezados por S. R. Maitland, bibliotecario de Lambeth Palace, comenzó a propagar desprecio por el martirologio, declarando que era poco fiable y en muchos lugares claramente deshonesto. En sus críticas, Maitland fue seguido por sus dos "hábiles lugartenientes", J. S. Brewer y James Gairdner, y más tarde (aunque de manera más discreta) por Sidney Lee en el Diccionario de la Biografía Nacional. Tan violento y sostenido fue el ataque contra Foxe que no pocos historiadores posteriores se inclinaron a aceptar los cargos de la nueva escuela como una evidencia, y llegaron a considerar a Foxe como un proveedor poco confiable. Pero el proceso de "desacreditación" ha terminado y, con toda probabilidad, pronto será olvidado. En 1940 apareció John Foxe y su Libro, escrito por JF Mozley, quien sometió el libro en todos sus aspectos a una nueva investigación a fondo, con el resultado de que Foxe resurge como un escritor de integridad indiscutible y de gran valor para su propio siglo en particular, compartiendo, de hecho, tanto las debilidades de sus contemporáneos como las de los historiadores de los primeros siglos, pero inigualable en su comprensión del escenario de Tudor y en su interpretación de la historia de la Reforma.

 

El testimonio de CS Lewis, que figura en su Literatura Inglesa del Siglo XVI (Ox. Un. Press, 1954), dice así: "Maitland tuvo muchos sucesores, y la tradición del siglo XIX presenta a Foxe como un propagandista sin escrúpulos que registra lo que él sabe que es falso, suprime lo que sabe que es verdad, y afirma haber visto documentos que no ha visto. En 1940, sin embargo, el señor JF Mozley reabrió toda esta cuestión y defendió la integridad de Foxe, según me parece, con un éxito completo. En su investigación, Foxe emerge, no precisamente como un gran historiador, sino como un hombre honesto. Para la historia de la iglesia primitiva se apoya en autoridades obvias y es de un valor mediocre. En la persecución mariana sus fuentes son por lo general las narraciones de testigos.... No parece haber ninguna evidencia de que Foxe haya aceptado lo que él mismo no creía, o que rechazara corregir lo que había escrito a la luz de nuevas evidencias. La más horrible de todas sus historias, los martirios de Guernsey, nunca fue refutada aunque fue violentamente asediada; en cierto modo, la defensa puede considerarse menos dañina que los cargos. Y en este sentido, en su odio a la crueldad, Foxe fue imparcial en un grado casi paralelo al de aquella época".

¿Hasta qué punto, pudiera preguntarse el lector, es la presente reedición una reproducción exacta de la obra de Merle d'Aubigné? En respuesta, debe hacerse notar que el trabajo es poco menos de un siglo de antigüedad, por lo que sería poco amable con el lector y con el autor por igual reproducir, como se escribió originalmente, cualquier declaración que haya sido probada por investigadores posteriores para ir más allá, o quedarnos cortos en llegar a la verdad. La investigación histórica ha progresado notablemente desde el tiempo de d'Aubigné, y esto ha requerido una cuidadosa reevaluación de todo lo que él escribió. Sustancialmente, por supuesto, la obra sigue siendo la misma, pero las modificaciones necesarias se han introducido cuando son justificadas por los resultados posteriores. Las notas de los corchetes al pie de página son puestas por el revisor, y de vez en cuando se hace alusión a algunos libros más recientes. En la medida de lo posible, las citas han sido comprobadas con las fuentes originales y en ocasiones se procura clarificarlas. A veces, el autor cita el sentido en lugar de las palabras exactas, y esas citas normalmente se dejan como están. En algunos casos, donde se juzga que una cita más extensa de un documento original daría más luz al lector, ésta se ha suministrado. D'Aubigné utiliza el conciencia del lector a la Palabra de Dios. Al mismo tiempo, d' Aubigné sabía del potencial de la narración viva y pintoresca para ganar el interés y la simpatía de la mente humana, y su historia adquirió reputación, en parte, debido a sus cualidades literarias de calidad. A este respecto, las palabras del rector Rainy de Edimburgo escritas en 1879 son dignos de mención: "La gran cualidad en que se apoya la popularidad de la historia d'Aubigné es ésta: que es viva, reproduce con gran poder la marea de la vida humana en la que los acontecimientos toman forma, pone frente a nosotros las convicciones, las pasiones, los intereses que mueven a los hombres, y va revestida con el lenguaje de los colores de la época. No ha sido hecha, como se ha imputado insidiosamente, por los esfuerzos de ociosa fantasía o amplificación retórica, sino por un minucioso estudio de la fisonomía de la época, que se puede descubrir en los hombres individuales, y en situaciones específicas, y por una apreciación y reproducción de los hechos, con el fin de llevar al lector cara a cara con ese pasado olvidado. Esta no es una forma barata y vulgar que termine siendo popular. Es una gran forma de éxito histórico". Y otra vez agrega (después de hablar del romanismo, el humanismo y la política de la época de la Reforma):

"Todas estas cosas las concibe d'Aubigne a la manera de un hombre muy inteligente que ha pasado mil veces más dolores en la historia que sus lectores, y que conoce bien y correctamente todos sus elementos. Pero este gran elemento él lo conoce por una simpatía perfecta, una entera convicción, una atracción invariable. Él lo concibe desde el interior; está vivo para él donde quiera que se lo encuentre; y todos sus poderes están espontáneamente preparados parareproducirse en su verdad y fuerza original".

Como historiador de la Reforma, Merle d'Aubigné tuvo la gran ventaja de ver el panorama en su contexto continental, y de tener acceso a los documentos multitudinarios dispersos por las bibliotecas de Europa. Su manejo de la historia inglesa se beneficia de esta riqueza y amplitud de erudición. La historia que aquí se reproduce no se presenta con todas las numerosas referencias proporcionadas en las notas de las ediciones originales, excepto una selección de referencias sobre libros que siguen siendo de fácil acceso, por ejemplo, los volúmenes de la Sociedad Parker y Actos y Monumentos de Foxe. Las cuatro principales ediciones del siglo XIX de la obra de Foxe se encuentran en ocho volúmenes, y, muy convenientemente, tienen la misma paginación, por lo que las referencias a cualquiera de las ediciones es tarea relativamente fácil. Los lectores que deseen localizar la autoridad de algún tema en particular, aparte del rango de las referencias que figuran en esta reimpresión, debentener acceso a las ediciones del siglo XIX de la historia que contienen las referencias completas.

En vista del hecho de que D'Aubigné hace un uso extensivo de los Actos y Monumentos de Foxe, y que tal vez algunos lectores consideren a Foxe meramente un propagandista poco fiable del protestantismo, puede ser de ayuda aquí para establecer la posición actual de su grado de utilidad como historiador, y, por los muchos eventos que él narra, un historiador contemporáneo. Hasta la cuarta década del siglo XIX, Foxe gozaba de en una gran reputación en todos los sectores no romanistas.

Desde 1837 en adelante una escuela de historiadores, encabezados por S. R. Maitland, bibliotecario de Lambeth Palace, comenzó a propagar desprecio por el martirologio, declarando que era poco fiable y en muchos lugares claramente deshonesto. En sus críticas, Maitland fue seguido por sus dos "hábiles  lugartenientes", J. S. Brewer y James Gairdner, y más tarde (aunque de manera más discreta) por Sidney Lee en el Diccionario de la Biografía Nacional. Tan violento y sostenido fue el ataque contra Foxe que no pocos historiadores posteriores se inclinaron a aceptar los cargos de la nueva escuela como una evidencia, y llegaron a considerar a Foxe como un proveedor poco confiable. Pero el proceso de "desacreditación" ha terminado y, con toda probabilidad, pronto será olvidado. En 1940 apareció John Foxe y su Libro, escrito por JF Mozley, quien sometió el libro en todos sus aspectos a una nueva investigación a fondo, con el resultado de que Foxe resurge como un escritor de integridad indiscutible y de gran valor para su propio siglo en particular, compartiendo, de hecho, tanto las debilidades de sus contemporáneos como las de los historiadores de los primeros siglos, pero inigualable en su comprensión del escenario de Tudor y en su interpretación de la historia de la Reforma.

El testimonio de CS Lewis, que figura en su Literatura Inglesa del Siglo XVI (Ox. Un. Press, 1954), dice así : "Maitland tuvo muchos sucesores, y la tradición del siglo XIX presenta a Foxe como un propagandista sin escrúpulos que registra lo que él sabe que es falso, suprime lo que sabe que es verdad, y afirma haber visto documentos que no ha visto. En 1940, sin embargo, el señor JF Mozley reabrió toda esta cuestión y defendió la integridad de Foxe, según me parece, con un éxito completo. En su investigación, Foxe emerge, no precisamente como un gran historiador, sino como un hombre honesto. Para la historia de la iglesia primitiva se apoya en autoridades obvias y es de un valor mediocre. En la persecución mariana sus fuentes son por lo general las narraciones de testigos....

No parece haber ninguna evidencia de que Foxe haya aceptado lo que él mismo no creía, o que rechazara corregir lo que había escrito a la luz de nuevas evidencias. La más horrible de todas sus historias, los martirios de Guernsey, nunca fue refutada aunque fue violentamente asediada; en cierto modo, la defensa puede considerarse menos dañina que los cargos. Y en este sentido, en su odio a la crueldad, Foxe fue imparcial en un grado casi paralelo al de aquella época".

¿Hasta qué punto, pudiera preguntarse el lector, es la presente reedición una reproducción exacta de la obra de Merle d'Aubigné? En respuesta, debe hacerse notar que el trabajo es poco menos de un siglo de antigüedad, por lo que sería poco amable con el lector y con el autor por igual reproducir, como se escribió originalmente, cualquier declaración que haya sido probada por investigadores posteriores para ir más allá, o quedarnos cortos en llegar a la verdad. La investigación histórica ha progresado notablemente desde el tiempo de d'Aubigné, y esto ha requerido una cuidadosa reevaluación de todo lo que él escribió. Sustancialmente, por supuesto, la obra sigue siendo la misma, pero las modificaciones necesarias se han introducido cuando son justificadas por los resultados posteriores. Las notas de los corchetes al pie de página son puestas por el revisor, y de vez en cuando se hace alusión a algunos libros más recientes. En la medida de lo posible, las citas han sido comprobadas con las fuentes originales y en ocasiones se procura clarificarlas. A veces, el autor cita el sentido en lugar de las palabras exactas, y esas citas normalmente se dejan como están. En algunos casos, donde se juzga que una cita más extensa de un documento original daría más luz al lector, ésta se ha suministrado. D'Aubigné utiliza el método, más o menos, de alternar capítulos de historia política (a la que presta una adecuada atención) con capítulos sobre aspectos más espirituales de su historia. No se ha tratado de interferir con este sistema, pero un pequeño capítulo sobre política se ha omitido en su totalidad por considerarlo irrelevante en la dilucidación de la Reforma y por considerarlo como algo obsoleto por la historiografía posterior.

No es simplemente la calidad agradable y legibilidad del trabajo de d'Aubigné lo que ha llevado a The Banner of Truth Trust a reimprimir la gesta de la Reforma. Su "apología" para hacerlo es que el estado actual de la religión en Inglaterra redunda en conocimiento de la Reforma de gran importancia espiritual para nuestro pueblo, es una necesidad normal para el predicador así como una adquisición altamente deseable para el público cristiano en general. Se supone que la mayoría de las personas pueden y deben vivir muy felizmente sin estos conocimientos. También se entiende que el conocimiento de la historia de la Reforma no se puede equiparar con el conocimiento de la misma Palabra de Dios. Al mismo tiempo, sin embargo, pocos pueden sostener que mucho conocimiento sin la Palabra sea bueno para el alma.

Muchas de las cosas de la vida, tanto espirituales como materiales, se topan con nosotros día a día con un atuendo histórico. Las controversias que todavía laceran a la Iglesia profesante de Jesucristo sólo son comprensibles en su contexto histórico. Hay una frase célebre de uno de los más famosos y respetables filósofos antiguos que dice: "El que no sabe lo que ha sucedido en el pasado, es como si siguiera siendo un niño", y la ignorancia de la historia de la Reforma tiende a debilitar nuestra comprensión de las verdades espirituales, por lo cual, los tiempos demandan una contienda implacable. Algo del conocimiento de la historia toma en cuenta una parte esencial de buena educación, incluso en la esfera secular, y la Escritura sin duda le da un fuerte apoyo a la afirmación de que ciertos aspectos de la historia por lo menos tienen un pronunciado valor espiritual. Mucho de la Palabra divina es en sí misma historia, y no está escrita solamente como un expediente de hechos. Los caminos de Dios con los hombres han de ser vindicados. El hombre debe dar cuenta de sus pensamientos hacia ese “Dios de todo saber por cuyas acciones somos pesados." La Palabra es la crítica de los pensamientos y de las intenciones del corazón, y  aquí radica el valor supremo de la historia bíblica: brilla con divino testimonio. Lejos de ser mera crónica, es juicio divino pronunciado en historia humana, de tal manera que el hombre puede ser prevenido en cuanto a lo que va a pasar un día, en una escala infinitamente más vasta en el tribunal de Dios. Dios juzgará al mundo con justicia por Aquél a quien Él ha ordenado y resucitado de entre los muertos. De ese juicio y ese veredicto, la historia bíblica es una vista previa y un presagio.

 

 

 

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