} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA PREEMINENCIA DE JESÚS

sábado, 20 de septiembre de 2014

LA PREEMINENCIA DE JESÚS




 En la Palabra de Dios en la Biblia podemos leer en Colosenses 1:15-20
15 El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. 16  Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.  17  Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;  18  y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; 19  por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, 20  y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

PREEMINENCIA Proteuo (πρωτεύω)  ser primero (protos), ser preeminente. Se usa de Cristo en relación con la Iglesia.

CONTEXTO: Colosenses, así como Filipenses, Efesios y Filemón, es llamada la epístola de las prisiones porque Pablo la escribió desde la cárcel en Roma. Esta prisión fue en realidad una casa donde Pablo permaneció bajo custodia todo el tiempo (probablemente encadenado a un soldado), pero gozando de ciertas libertades que no se ofrecían a todos los presos. Se le permitió escribir cartas y recibir a cualquier visitante que él quisiera ver.

REFLEXIÓN:

Todos los cristianos verdaderos somos hermanos entre  nosotros porque nos une la fe en Jesucristo. Esa hermandad es más fuerte que los lazos de sangre. La fidelidad va unida y forma parte de la relación de la vida cristiana.
La fe, la esperanza, y el amor son las tres virtudes principales de la vida cristiana, y el tema apropiado para orar y dar gracias. Mientras más fijamos nuestras esperanzas en la recompensa del otro mundo, más libres estaremos para hacer el bien con nuestro tesoro terrenal.  Más liberados estaremos de la intensa actividad del mundo, que nos invade en todo momento y lugar.
El evangelio es la palabra de verdad y podemos arriesgar nuestras almas sobre esta base, con la seguridad de un buen resultado. Todos los que oyen la palabra del evangelio, deben dar el fruto del evangelio, obedecerla y tener sus principios y vidas formados conforme a ello. El amor al mundo surge de puntos de vista interesados, o de similitud en modales, el amor carnal surge del apetito de placeres. A estos siempre se aferra algo corrupto, egoísta y bajo. Pero el amor cristiano surge del Espíritu Santo y está lleno de santidad, modelando la vida del cristiano nacido de nuevo hacia ella  mientras permanezca  firme en la Palabra de Dios en la Biblia.

El apóstol era constante para orar que los creyentes fueran llenos del conocimiento de la voluntad de Dios con toda sabiduría, y hoy día más que nunca debemos velar para que así sea, conocer la Palabra es el único alimento que necesitamos para estar vigilantes contra todo viento de doctrina humana, que en nada tienen que ver con el Evangelio de Jesús. Las buenas palabras no sirven sin buenas obras. El que emprende el fortalecimiento de su pueblo es un Dios de poder, y de poder glorioso. El bendito Espíritu es el autor de esto. Al orar por fuerza espiritual, no somos presionados ni confinados en las promesas, y no debemos serlo en nuestras esperanzas y deseos. La gracia de Dios en los corazones de los creyentes es el poder de Dios y hay gloria en este poder. El uso especial de esta fuerza era para los sufrimientos. Hay obra que realizar aunque estemos sufriendo, siendo confortados con la presencia del Señor.
En medio de todas nuestras tribulaciones tenemos que dar gracias al Padre de nuestro Señor Jesucristo cuya gracia especial nos prepara para participar de la herencia provista para los santos. Para ejecutar este cambio fuimos hechos súbditos de Cristo, los que éramos esclavos de Satanás. Todos los que estamos destinados para el cielo en el más allá, estamos preparados ya para el cielo.   Por fe en Cristo disfrutamos esta redención, por su sangre expiatoria mediante la cual nos otorga  el perdón de los pecados y todas las demás bendiciones.

Los ángeles cayeron y quedaron sin esperanza ni socorro. Cristo nunca concibió ser el Salvador de los ángeles caídos, por tanto, no asumió la naturaleza de ellos, la naturaleza de los ángeles no podía ser sacrificio expiatorio por el pecado del hombre. Aquí hay un precio pagado, suficiente para todos, y apto para todos, porque fue en nuestra naturaleza. Aquí se demuestra el amor maravilloso de Dios, porque cuando Cristo supo lo que debía sufrir en nuestra naturaleza y cómo debía morir en ella, la asumió prestamente.

La expiación dio lugar a la liberación de su pueblo de la esclavitud de Satanás, y al perdón de sus pecados por la fe. Los que temen la muerte y se esfuerzan por sacar lo mejor de sus terrores, no sigan intentando superarlos o ahogarlos, que no sigan siendo negligentes o se hagan malos por la desesperación. No esperen ayuda del mundo ni de los artificios humanos, pero busquen el perdón, la paz, la gracia y la esperanza viva del cielo por fe en el que murió y resucitó, en Jesucristo el Hijo de Dios, para que así puedan superar el temor a la muerte y ser salvos.
Él está pronto y dispuesto a socorrer a quienes son tentados y le buscan. Se hizo hombre, y fue tentado, para que fuera apto en toda forma para socorrer a su pueblo, habiendo pasado Él por las mismas tentaciones, pero siguiendo perfectamente libre de pecado. Entonces, que el afligido y el tentado no desesperen ni den lugar a Satanás, como si las tentaciones hicieran que fuese malo acudir en oración al Señor. Ningún alma pereció jamás siendo tentada, si desde su verdadera alarma por el peligro, clamó al Señor con fe y esperanza de alivio. Este es nuestro deber en cuanto somos sorprendidos por las tentaciones y queremos detener su avance, lo que es nuestra sabiduría.

Cristo en su naturaleza humana es la revelación visible del Dios invisible y quien le ha visto a Él ha visto al Padre. Adoremos estos misterios con fe humilde y contemplemos la gloria de Jehová en Cristo Jesús. Nació o fue engendrado antes de toda la creación, antes que fuera hecha la primera criatura, este el modo de la Escritura de representar la eternidad, y por el cual la eternidad de Dios nos es representada. Siendo todas las cosas creadas por Él, fueron creadas para Él, siendo hechas por su poder, fueron hechas conforme a su beneplácito y para alabanza de su gloria. No sólo las creó todas al principio, por la palabra de su poder las sustenta.
Cristo como Mediador es la Cabeza del cuerpo, la Iglesia, toda gracia y fuerza son de Él, y la Iglesia es su cuerpo. Toda plenitud habita en Él, la plenitud de mérito y justicia, de fuerza y gracia para nosotros. Dios mostró su justicia al requerir plena satisfacción. Este modo de redimir a la humanidad por la muerte de Cristo fue el más apto. Aquí se presenta ante nuestra visión el método de ser reconciliado. Pese al odio hacia el pecado por parte de Dios, plugo a Dios reconciliar consigo al hombre caído. Si estamos convencidos en nuestra mente de que éramos enemigos por las malas obras, y que ahora estamos reconciliados a Dios por el sacrificio y muerte de Cristo según nuestra naturaleza, no intentaremos explicar ni siquiera pensar en comprender plenamente estos misterios, pero veremos la gloria de este plan de redención y nos regocijaremos en la esperanza que nos es puesta por delante. Si el amor de Dios por nosotros es tan grande, ¿ahora qué podemos hacer por Dios? Orar con frecuencia y abundar en los deberes santos y no vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, el que murió por nosotros.

Seamos agradecidos que Dios nos haya dado a conocer los misterios ocultos por edades y generaciones y haya mostrado las riquezas de su gloria entre nosotros. Al predicarse a Cristo entre nosotros preguntemos honestamente si Él habita y reina en nosotros, porque sólo esto puede garantizar nuestra esperanza de su gloria. Debemos ser fieles hasta la muerte en medio de todas las pruebas para recibir la corona de vida y alcanzar la meta de nuestra fe: la salvación de nuestras almas.

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