Santiago
1:2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en
diversas pruebas,
3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia.
4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para
que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada.
Dokimazo (δοκιμάζω) , probar, someter a prueba.
Peirazo (πειράζω) , probar o de poner a prueba
«fueron puestos a prueba».
Dokime (δοκιμή) , significa: el
proceso de probar «experiencia» «prueba
«prueba de tribulación» «carácter probado» «prueba de fe
CONTEXTO:
El escritor de esta
carta, un líder de la iglesia de Jerusalén, no fue Santiago el apóstol, sino
Santiago el hermano de Jesús. La Epístola de Santiago fue una de las primeras,
escrita probablemente antes del año 50 d.C. Después del martirio de Esteban,
aumentó la persecución y los cristianos de Jerusalén fueron esparcidos por todo
el mundo romano. Hubo comunidades judías cristianas florecientes en Roma,
Alejandría, Chipre y ciudades de Grecia y de Asia menor. Debido a que estos
nuevos creyentes no tuvieron el apoyo para establecer iglesias cristianas,
Santiago les escribió como un líder interesado en el bienestar de ellos a fin
de animarlos en la fe durante ese período difícil.
REFLEXIÓN:
Santiago no dice si pasamos por diversas pruebas, sino cuando
pasamos por diversas pruebas. El da por sentado que vamos a tener pruebas y que
es posible sacar provecho de ellas. La idea no es fingir ser feliz cuando uno
se enfrenta al dolor, sino tener una perspectiva positiva por lo que las pruebas pueden producir en
nuestra vida. Santiago nos dice que debemos convertir nuestras dificultades en
períodos de aprendizaje. Los tiempos difíciles pueden enseñarnos paciencia. En
realidad, no podemos llegar a conocer la profundidad de nuestro carácter hasta
ver cómo reaccionamos frente a las presiones. Es muy fácil ser amable cuando
todas las cosas andan bien, pero ¿seguiremos siendo amables cuando otros nos
traten injustamente? Dios quiere que seamos perfectos, no librarnos del dolor.
En lugar de quejarnos por nuestras luchas, debiéramos ver en ellas
oportunidades de crecer. Demos gracias a Dios por haber prometido estar con nosotros
en tiempos difíciles, y Él lo que promete lo cumple. Pidámosle que nos ayude a
resolver los problemas o que nos dé la fortaleza para soportarlos. Por tanto
seamos pacientes. Dios no nos dejará solos con nuestros problemas, permanecerá
cerca de nosotros y nos ayudará a crecer.
Santiago
no solo habla acerca del conocimiento, sino de la capacidad de tomar decisiones
sabias en circunstancias difíciles. Cuando necesitamos sabiduría, podemos orar
a Dios y El suplirá abundantemente nuestras necesidades. Los cristianos no tenemos
por qué andar a tientas en las tinieblas, con la esperanza de tal vez encontrar
la respuesta. La sabiduría de Dios está a nuestra disposición para guiar
nuestras decisiones.
Sabiduría
significa discernimiento práctico. La sabiduría empieza con respeto a Dios, conduce
a una vida recta y resulta en una capacidad creciente para distinguir lo
correcto de lo erróneo. Dios está dispuesto a darnos esa sabiduría, pero no
podremos recibirla si nuestras metas están centradas en nosotros mismos en
lugar de estar centradas en Dios. Para conocer la voluntad de Dios, debemos
leer su Palabra y pedirle que nos revele cómo obedecerla, y luego estar dispuestos
a hacer lo que El nos diga, sin preguntar.
"Pedir con fe, no dudando nada"
significa no solo creer en la existencia de Dios, sino en su tierno cuidado.
Eso incluye depender de Dios y confiar en que El oirá y responderá a nuestras
oraciones. Debemos poner a un lado nuestras actitudes críticas cuando nos
dirigimos a Él. Dios no garantiza que ha de responder a nuestra
desconsideración o egoísmo. Debemos tener la confianza que Dios armonizará
nuestros deseos con su propósito.
Una mente
inestable no está plenamente convencida de que el método de Dios es el mejor.
Trata la Palabra de Dios como un consejo humano cualquiera y se queda con la
opción a desobedecer. Vacila entre la lealtad a sus sentimientos subjetivos,
los conceptos del mundo y los mandamientos de Dios. Si nuestra fe es nueva,
débil o de mucho esfuerzo, recordemos que podemos confiar en Dios. Luego seamos
leales a Él. A fin de estabilizar nuestras fluctuaciones y dudas mentales, rindámonos
por completo a Dios.
El cristianismo enseña a los hombres a estar
gozosos en las tribulaciones tales acciones
vienen del amor de Dios; y las pruebas del camino del deber darán lustre a
nuestras virtudes ahora y a nuestra corona al final. En los tiempos de prueba
preocupémonos que la paciencia actúe en nosotros, y no la pasión, sea la
paciencia la que lo diga y haga. Todo lo necesario para nuestra carrera y
guerra cristiana será otorgada cuando la obra de la paciencia esté completa. No
debemos orar pidiendo que la aflicción sea eliminada, tanto como pidiendo
sabiduría para usarla correctamente.
Una mente que se ocupe en considerar, de manera única y dominante, su
interés espiritual eterno, y que se mantiene firme en sus propósitos para Dios,
crecerá sabia por las aflicciones, continuará ferviente en sus devociones y se
levantará por sobre las pruebas y las oposiciones. Cuando nuestra fe y espíritu
se levantan y caen con las causas secundarias, nuestras palabras y acciones
serán inestables. Esto no siempre expone a los hombres al desprecio del mundo,
pero esos caminos no pueden agradar a Dios. Ninguna situación de la vida es tal
que impida regocijarse en Dios. Los de baja condición pueden regocijarse si son
exaltados a ser ricos en fe y herederos del reino de Dios y los ricos pueden
regocijarse con las providencias humillantes que los llevan a una disposición
mental humilde y modesta.
No todo hombre que sufre es el bendecido pero sí el que con paciencia y constancia va
por el camino del deber, a través de todas las dificultades. Las aflicciones no
nos pueden hacer miserables si no son por nuestra propia falta. El cristiano
probado será un cristiano coronado. La corona de la vida se promete a todos los
que tienen el amor de Dios reinando en sus corazones. Toda alma que ama
verdaderamente a Dios tendrá sus pruebas de este mundo plenamente recompensadas
en ese mundo de lo alto, donde el amor es perfeccionado.
Los mandamientos de Dios, y los tratos de su providencia, prueban los
corazones de los hombres, y muestran la disposición que prevalece en ellos.
Pero nada pecaminoso del corazón y la conducta puede ser atribuido a Dios. Él
no es el autor de la escoria, aunque su prueba de fuego la deja al descubierto.
Los que culpan del pecado a su constitución o a su situación en el mundo, o
pretenden que no lo pueden evitar, dejan mal a Dios como si Él fuese el autor
del pecado. Las aflicciones, como enviados de Dios, están concebidas para sacar
a relucir nuestras virtudes, pero no nuestras corrupciones. El origen del mal y
de las tentaciones está en nuestros propios corazones.
Lo que el sol es en la naturaleza es Dios en
gracia, providencia y gloria, e infinitamente más. Como toda buena dádiva es de
Dios, así, en particular, es que hayamos nacido de nuevo, y todas sus
consecuencias santas y felices vienen de Él. Un cristiano verdadero llega a ser
una persona tan diferente de la que era antes de las influencias renovadoras de
la gracia divina, que es como si fuera formado de nuevo. Debemos dedicar todas
nuestras facultades al servicio de Dios, para que podamos ser una especie de
primicias de sus criaturas.
Debemos
rendirnos a la palabra de Dios con mentes humildes y dóciles a la enseñanza. Debemos
estar dispuestos a oír de nuestros defectos, y a tomarlos no sólo con
paciencia, sino con gratitud. El objetivo de la palabra de Dios es hacernos
sabios para salvación y los que se proponen cualquier finalidad mala o baja al
prestarle atención, deshonran el evangelio y desilusionan sus propias almas.
Si oyéramos un sermón cada día de la semana y un
ángel del cielo fuera el predicador, no nos llevaría nunca al cielo si nos
apoyáramos solamente en el oír. Los que son solo oidores se engañan a sí mismos
y el engaño de sí mismo será hallado, al
final, como el peor engaño. Si nos halagamos a nosotros mismos es nuestra
propia falta. La verdad no halaga a nadie, tal como está en Jesús. La palabra
de verdad debe ser cuidadosamente escuchada con atención, y expondrá ante
nosotros la corrupción de nuestra naturaleza, los desórdenes de nuestros
corazones y de nuestra vida, nos dirá claramente lo que somos. Nuestros pecados
son las manchas que la ley deja al descubierto; la sangre de Cristo es el lavamiento
que enseña el evangelio, pero oímos en vano la palabra de Dios y en vano
miramos el espejo del evangelio si nos vamos y olvidamos nuestras manchas en
lugar de sacarlas lavándolas, y olvidamos nuestro remedio en lugar de recurrir
a este. Eso pasa con los que no oyen la palabra como debieran. Al oír la
palabra miramos dentro de ella en busca de consejo y guía, y cuando la
estudiamos, se vuelve nuestra vida espiritual. Los que se mantienen en la ley y
la palabra de Dios son y serán bendecidos en todos sus caminos. Su recompensa
de gracia en el más allá estará relacionada con su paz y consuelo presente.
Cada parte de la revelación divina tiene su uso, llevando al pecador a
Cristo para salvación, y guiándole y exhortándole a andar en libertad por el
Espíritu de adopción, conforme a los santos mandamientos de Dios. No es hablar sino andar lo que nos llevará al
cielo. Cristo se volverá más precioso para el alma del creyente, que por Su
gracia, se volverá más idónea para la herencia de los santos en luz.
Cuando los hombres se esfuerzan por parecer más
religiosos de lo que realmente son, es una señal de que su fe es vana. No
frenar la lengua, la prontitud para hablar de las faltas del prójimo, o para
disminuir su sabiduría y piedad, son señales de fe vana. El hombre que tiene
una lengua calumniadora, no puede tener un corazón verdaderamente humilde y
bondadoso.
Recordemos que nada sirve en Cristo Jesús
salvo la fe que obra por amor, que purifica el corazón y que obedece los mandamientos de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario