} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: CONFIEMOS EN DIOS

lunes, 22 de septiembre de 2014

CONFIEMOS EN DIOS




1Corintios 1:9  Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
1Juan 1:9  Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
2Corintios 1:18  Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es Sí y No.
Hebreos 11:11  Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
2Tesalonicenses 3:3  Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.

 Dikaios (δίκαιο) se usó al principio de personas observantes de dike, costumbre, regla, derecho; especialmente en el cumplimiento de los deberes hacia los dioses y hombres, y de cosas que se ajustaban a derecho. En el NT, denota rectitud, un estado de ser recto, de conducta recta, sea que se juzgue en base de normas divinas, o humanas, de lo que es recto. Dicho de Dios, designa el perfecto acuerdo entre su naturaleza y sus actos, en lo cual él es la norma para todos los hombres.  
  Pistos (πιστός)  Pasivo, fiel, digno de confianza, fiable, fiel, dicho de Dios; de Cristo; de las palabras de Dios.  Tharseo (θάρσεω) , tener confianza, estar alentado (tharsos , aliento, confianza).

 CONTEXTO

Una invitación personal hace que alguien se sienta querido y bienvenido. Nosotros somos llamados "a ser santos". Dios nos ha hecho llegar una invitación personal para que seamos ciudadanos de su reino eterno. Pero Jesucristo, el Hijo de Dios, es el único que puede llevarnos a su reino glorioso, porque es el único que quita nuestros pecados. Santificados significa que somos elegidos y apartados por Cristo y para su servicio. Aceptar la invitación de Dios significa aceptar a su Hijo, Jesucristo, y confiar en la obra que llevó a cabo en la cruz para perdonar nuestros pecados.
El mensaje de la muerte de Cristo suena insensato a los que no creen. La muerte parece ser el final del camino, la debilidad suprema. Pero Jesús no permaneció muerto. Su resurrección demostró su poder sobre la muerte. Y Jesús nos salvará de la muerte eterna y nos dará vida eterna si confiamos en Él cómo Salvador y Señor. Esto suena tan simple que muchos no lo aceptan. Buscan otras maneras de obtener la vida eterna (ser buenos, ser sabios, etc.). Pero todos sus intentos son en vano. Los "necios" que simplemente aceptan la oferta de Cristo resultan ser los verdaderos sabios, porque solo ellos vivirán eternamente, confiaron en  Dios.

REFLEXIÓN
 Los que están muy alejados aún pueden reunirse ante el trono de la gracia y los que no pueden hacer ni recibir ninguna otra bondad, de este modo pueden hacer y recibir una bondad real y muy grande. Los enemigos de la predicación del evangelio, y los perseguidores de los predicadores fieles son hombres impíos e irracionales. Muchos no creen el evangelio, y no es de maravillarse si no tienen quietud y muestran malicia en las acciones emprendidas para resistirlo. El mal del pecado es el mal más grande, pero hay otros males de los que debemos ser preservados, y se nos exhorta que dependamos de la gracia de Dios. Una vez que la promesa es hecha, su cumplimiento es seguro y cierto.
Todos los cristianos son dedicados y consagrados a Cristo por el bautismo, y tienen la obligación estricta de ser santos, porque en la Iglesia verdadera de Dios están todos los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, y que le invocan como el Dios manifestado en carne, para todas las bendiciones de la salvación, los cuales le reconocen y obedecen como Señor de ellos, y Señor de todo, no incluye a otras personas. El cristiano se distingue del profano y del ateo, porque no puede vivir sin oración, y se puede distinguir de los judíos y paganos en que invoca el nombre de Cristo.

Los pecadores no pueden tener paz de Dios, ni nada de Él, sino por medio de Cristo. Dar gracias por la conversión de ellos a la fe de Cristo, esa gracia les fue dada por Jesucristo. Ellos habían sido enriquecidos por Él con todos los dones espirituales. Donde Dios ha dado estos dos dones, ha dado gran poder para el servicio.    
Los que esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo, seremos sostenidos por Él hasta el final,   seremos sin culpa en el día de Cristo, hechos así por la rica y libre gracia.  Qué gloriosas son las esperanzas de tal privilegio, estar resguardados por el poder de Cristo del poder de nuestras corrupciones y de las tentaciones de Satanás.

Todos debiéramos recibir jubilosos el mensaje del Señor Jesús, el Verbo de vida, el Verbo eterno. El gran Dios debe ser representado a este mundo oscuro como luz pura y perfecta. Como esta es la naturaleza de Dios, sus doctrinas y preceptos deben ser tales. Como su perfecta felicidad no puede separarse de su perfecta santidad, así nuestra felicidad será proporcional a la santidad de nuestro ser. Andar en tinieblas es vivir y actuar contra la fe. Dios no mantiene comunión o relación celestial con las almas impías. No hay verdad en la confesión de ellas, su forma de vida muestra su necedad y falsedad. La vida eterna, el Hijo eterno, se vistió de carne y sangre, y murió para lavarnos de nuestros pecados en su sangre, y procura para nosotros las influencias sagradas por las cuales el pecado tiene que ser sometido más y más hasta que sea completamente acabado. Mientras se insiste en la necesidad de un andar santo, como efecto y prueba de conocer a Dios en Cristo Jesús, se advierte con igual cuidado en contra del error opuesto del orgullo de la justicia propia. Todos los que andan cerca de Dios, en santidad y justicia, están conscientes de que sus mejores días y sus mejores deberes están contaminados con el pecado. Dios ha dado testimonio de la pecaminosidad del mundo proveyendo un Sacrificio eficaz y suficiente por el pecado, necesario en todas las épocas  y se muestra la pecaminosidad de todos nosotros, creyentes, al pedirnos que confesemos continuamente nuestros pecados y recurramos por fe a la sangre del Sacrificio. Declarémonos culpables ante Dios, humillémonos y dispongámonos a conocer lo peor de nuestro caso. Confesemos honestamente todos nuestros pecados en su plena magnitud, confiando totalmente en su misericordia y verdad por medio de la justicia de Cristo, para un perdón libre y completo y por nuestra liberación del poder y la práctica del pecado.

Los hombres misericordiosos deben tener cuidado de mantener su reputación de sinceridad y constancia, ellos no deben resolver, sino basados en la reflexión cuidadosa  y ellos no cambiarán a menos que haya razones de peso.
Nada puede volver más ciertas las promesas de Dios, que sean dadas por medio de Cristo nos asegura que son sus promesas, como las maravillas que Dios obró en la vida, la resurrección, y la ascensión de Su Hijo, confirman la fe. El Espíritu Santo afirma a los cristianos en la fe del evangelio, el despertar del Espíritu es una primicia de la vida eterna, los consuelos del Espíritu son una primicia del gozo eterno.
  Nuestra fuerza y habilidad se deben a la fe y nuestro consuelo y gozo deben fluir de la fe.
 Muchos que tienen parte en las promesas no reciben pronto las cosas prometidas. La fe puede aferrarse a las bendiciones desde una gran distancia, puede hacerlas presentes, puede amarlas y regocijarse en ellas, aunque sean extrañas, como santos cuyo hogar es el cielo, como peregrinos que viajan hacia su hogar. , Los que una vez fueron llamados y sacados, verdadera y salvíficamente, del estado pecaminoso, no se interesan por retornar a la vida anterior. Todos los creyentes verdaderos deseamos la herencia celestial y mientras más fuerte sea la fe, más fervientes serán nuestros deseos. A pesar de la maldad de mi naturaleza, de mi vileza por el pecado y de la pobreza de mi condición externa, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de todos los creyentes verdaderos, tal es su misericordia, tal es su amor por nosotros. Que   nunca  nos  avergoncemos de ser llamados su pueblo, ni de ninguno de los que son verdaderamente así, por más que seamos despreciados en el mundo. Por sobre todo, que   nos  cuidemos de no ser una vergüenza ni reproche para nuestro Dios.

  Nuestro deber es eliminar nuestras dudas y temores mirando, como hizo Abraham, al poder omnipotente de Dios. La mejor forma de disfrutar de nuestras bendiciones es darlas a Dios, entonces Él nos devolverá en la mejor forma para nosotros. Miremos hasta qué punto nuestra fe ha confiado en una obediencia semejante, cuando hemos sido llamados a actos menores de abnegación o a hacer sacrificios más pequeños en nuestro deber.  
Los hombres tarde o temprano harán girones nuestra confianza, depositémosla sólo en Aquel que nunca nos defraudará, en Dios Padre por medio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

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