1Corintios 1:9
Fiel es Dios, por el cual
fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
1Juan 1:9 Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel
y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad.
2Corintios 1:18 Mas, como Dios es fiel,
nuestra palabra a vosotros no es Sí y No.
Hebreos 11:11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió
fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó
que era fiel quien lo había
prometido.
2Tesalonicenses 3:3 Pero fiel es el
Señor, que os afirmará y guardará del mal.
Dikaios (δίκαιο) se usó al principio de personas observantes de dike, costumbre, regla, derecho;
especialmente en el cumplimiento de los deberes hacia los dioses y hombres, y
de cosas que se ajustaban a derecho. En el NT, denota rectitud, un estado de
ser recto, de conducta recta, sea que se juzgue en base de normas divinas, o
humanas, de lo que es recto. Dicho de Dios, designa el perfecto acuerdo entre
su naturaleza y sus actos, en lo cual él es la norma para todos los hombres.
Pistos (πιστός) Pasivo, fiel, digno de confianza, fiable,
fiel, dicho de Dios; de Cristo; de las palabras de Dios. Tharseo (θάρσεω) , tener confianza, estar alentado (tharsos , aliento, confianza).
CONTEXTO
Una
invitación personal hace que alguien se sienta querido y bienvenido. Nosotros
somos llamados "a ser santos". Dios nos ha hecho llegar una
invitación personal para que seamos ciudadanos de su reino eterno. Pero
Jesucristo, el Hijo de Dios, es el único que puede llevarnos a su reino
glorioso, porque es el único que quita nuestros pecados. Santificados significa
que somos elegidos y apartados por Cristo y para su servicio. Aceptar la
invitación de Dios significa aceptar a su Hijo, Jesucristo, y confiar en la obra que llevó a cabo en
la cruz para perdonar nuestros pecados.
El mensaje
de la muerte de Cristo suena insensato a los que no creen. La muerte parece ser
el final del camino, la debilidad suprema. Pero Jesús no permaneció muerto. Su
resurrección demostró su poder sobre la muerte. Y Jesús nos salvará de la
muerte eterna y nos dará vida eterna si confiamos
en Él cómo Salvador y Señor. Esto suena tan simple que muchos no lo aceptan.
Buscan otras maneras de obtener la vida eterna (ser buenos, ser sabios, etc.).
Pero todos sus intentos son en vano. Los "necios" que simplemente
aceptan la oferta de Cristo resultan ser los verdaderos sabios, porque solo
ellos vivirán eternamente, confiaron
en Dios.
REFLEXIÓN
Los que están muy alejados aún pueden reunirse
ante el trono de la gracia y los que no pueden hacer ni recibir ninguna otra
bondad, de este modo pueden hacer y recibir una bondad real y muy grande. Los
enemigos de la predicación del evangelio, y los perseguidores de los
predicadores fieles son hombres impíos e irracionales. Muchos no creen el
evangelio, y no es de maravillarse si no tienen quietud y muestran malicia en
las acciones emprendidas para resistirlo. El mal del pecado es el mal más
grande, pero hay otros males de los que debemos ser preservados, y se nos
exhorta que dependamos de la gracia de Dios. Una vez que la promesa es hecha,
su cumplimiento es seguro y cierto.
Todos los cristianos son dedicados y consagrados a Cristo por el
bautismo, y tienen la obligación estricta de ser santos, porque en la Iglesia verdadera de Dios están todos
los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, y que le invocan como
el Dios manifestado en carne, para todas las bendiciones de la salvación, los
cuales le reconocen y obedecen como Señor de ellos, y Señor de todo, no incluye
a otras personas. El cristiano se distingue del profano y del ateo, porque no puede
vivir sin oración, y se puede distinguir de los judíos y paganos en que invoca
el nombre de Cristo.
Los pecadores no pueden tener paz de Dios, ni nada de Él, sino por
medio de Cristo. Dar gracias por la conversión de ellos a la fe de Cristo, esa
gracia les fue dada por Jesucristo. Ellos habían sido enriquecidos por Él con
todos los dones espirituales. Donde Dios ha dado estos dos dones, ha dado gran
poder para el servicio.
Los que esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo, seremos
sostenidos por Él hasta el final, seremos sin culpa en el día de Cristo, hechos
así por la rica y libre gracia. Qué
gloriosas son las esperanzas de tal privilegio, estar resguardados por el poder
de Cristo del poder de nuestras corrupciones y de las tentaciones de Satanás.
Todos debiéramos recibir jubilosos el mensaje del Señor Jesús, el
Verbo de vida, el Verbo eterno. El gran Dios debe ser representado a este mundo
oscuro como luz pura y perfecta. Como esta es la naturaleza de Dios, sus
doctrinas y preceptos deben ser tales. Como su perfecta felicidad no puede
separarse de su perfecta santidad, así nuestra felicidad será proporcional a la
santidad de nuestro ser. Andar en tinieblas es vivir y actuar contra la fe.
Dios no mantiene comunión o relación celestial con las almas impías. No hay
verdad en la confesión de ellas, su forma de vida muestra su necedad y
falsedad. La vida eterna, el Hijo eterno, se vistió de carne y sangre, y murió
para lavarnos de nuestros pecados en su sangre, y procura para nosotros las
influencias sagradas por las cuales el pecado tiene que ser sometido más y más
hasta que sea completamente acabado. Mientras se insiste en la necesidad de un
andar santo, como efecto y prueba de conocer a Dios en Cristo Jesús, se
advierte con igual cuidado en contra del error opuesto del orgullo de la
justicia propia. Todos los que andan cerca de Dios, en santidad y justicia,
están conscientes de que sus mejores días y sus mejores deberes están
contaminados con el pecado. Dios ha dado testimonio de la pecaminosidad del
mundo proveyendo un Sacrificio eficaz y suficiente por el pecado, necesario en
todas las épocas y se muestra la
pecaminosidad de todos nosotros, creyentes, al pedirnos que confesemos
continuamente nuestros pecados y recurramos por fe a la sangre del Sacrificio.
Declarémonos culpables ante Dios, humillémonos y dispongámonos a conocer lo
peor de nuestro caso. Confesemos honestamente todos nuestros pecados en su
plena magnitud, confiando totalmente en su misericordia y verdad por medio de
la justicia de Cristo, para un perdón libre y completo y por nuestra liberación
del poder y la práctica del pecado.
Los hombres misericordiosos deben tener cuidado de mantener su
reputación de sinceridad y constancia, ellos no deben resolver, sino
basados en la reflexión cuidadosa y
ellos no cambiarán a menos que haya razones de peso.
Nada puede volver más ciertas las promesas de Dios, que sean dadas por
medio de Cristo nos asegura que son sus promesas, como las maravillas que Dios
obró en la vida, la resurrección, y la ascensión de Su Hijo, confirman la fe.
El Espíritu Santo afirma a los cristianos en la fe del evangelio, el despertar
del Espíritu es una primicia de la vida eterna, los consuelos del Espíritu son
una primicia del gozo eterno.
Nuestra fuerza y habilidad se
deben a la fe y nuestro consuelo y gozo deben fluir de la fe.
Muchos que tienen parte en las
promesas no reciben pronto las cosas prometidas. La fe puede aferrarse a las
bendiciones desde una gran distancia, puede hacerlas presentes, puede amarlas y
regocijarse en ellas, aunque sean extrañas, como santos cuyo hogar es el cielo,
como peregrinos que viajan hacia su hogar. , Los que una vez fueron llamados y
sacados, verdadera y salvíficamente, del estado pecaminoso, no se interesan por
retornar a la vida anterior. Todos los creyentes verdaderos deseamos la
herencia celestial y mientras más fuerte sea la fe, más fervientes serán
nuestros deseos. A pesar de la maldad de mi naturaleza, de mi vileza por el
pecado y de la pobreza de mi condición externa, Dios no se avergüenza de ser
llamado el Dios de todos los creyentes verdaderos, tal es su misericordia, tal
es su amor por nosotros. Que nunca nos
avergoncemos de ser llamados su pueblo, ni de ninguno de los que son verdaderamente
así, por más que seamos despreciados en el mundo. Por sobre todo, que nos
cuidemos de no ser una vergüenza ni reproche para nuestro Dios.
Nuestro deber es eliminar
nuestras dudas y temores mirando, como hizo Abraham, al poder omnipotente de
Dios. La mejor forma de disfrutar de nuestras bendiciones es darlas a Dios, entonces
Él nos devolverá en la mejor forma para nosotros. Miremos hasta qué punto
nuestra fe ha confiado en una obediencia semejante, cuando hemos sido llamados
a actos menores de abnegación o a hacer sacrificios más pequeños en nuestro
deber.
Los hombres tarde o temprano harán girones nuestra confianza, depositémosla
sólo en Aquel que nunca nos defraudará, en Dios Padre por medio de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo.
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